BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MÉXICO EN LA ALDEA GLOBAL

Coordinador: Alfredo Rojas Díaz Durán

 

 

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LA DEMOCRACIA NO ES ACUMULAR, ES EQUILIBRAR

El positivismo, metido hasta la médula en los gobernantes, les ha llevado a “ver” variables positivas totalmente separadas de negativas y, además, que es posible llevarlas a extremo causando mayor y mayor progreso ad infinitum. Pero, la realidad en todos los niveles conocidos dice que todo lo que sube termina por caer y todo lo que cae termina por subir. En ningún lado se observa ningún progreso lineal sólo ascendente ni un retroceso lineal sólo descendente: todo ascenso o descenso son perentorios. Todo lo que nace muere y todo lo que muere renace. La energía que anima todo, no se destruye sólo se transforma. La cruda realidad siempre ha dicho que, más allá de “cierto” límite, todo positivismo deviene en negativismo y viceversa. Por tanto, es inútil tener planes de Estado que crean que se deba crecer sólo para arriba y, por lo mismo, no prever ninguna caída como efectos financieros nocivos, inflación, problemas de abasto y circulación, reparto injusto de la riqueza, pobreza extrema, crisis política, crisis económica, crisis ecológicas y catástrofes naturales. Los planes y programas de Estado sólo proyectan lo que van a hacer, pero nunca del costo humano y la necesidad de hacerlo. Siempre hablan del beneficio de sus programas para la generación de riquezas, pero nunca del costo humano que implica cada emporio monopólico. Siempre hablan de grandes planes de y para unos cuantos, pero nunca del embudo ascendente cada vez mayor que hace cada vez más injusto el reparto de la riqueza. Siempre hablan y prevén lo positivo, pero de los efectos negativos no quieren hablar ni preverlos.

Los gobernantes están de acuerdo que, la nueva revolución tecnológica (que encabezan la cibernética, la biogenética y la física nuclear), atrae mucha mayor interacción comunicativa que nunca, abaratamiento de la producción de mercancías, innovación constante de nuevos productos y mercados, mayor confort y seguridad; pero nunca dicen que el aumento inusitado del abaratamiento y diversificación de la producción de mercancías por las nuevas tecnologías, desplaza masivamente a la fuerza de trabajo que se despide y se desvaloriza cada vez más. Se vanaglorian de la producción de armas terribles y degeneración de especies, pero minimizan sus efectos nocivos. El consenso de Washington adopta el desarrollo sustentable, pero en la práctica, está resultando en estados oligárquicos aún más excluyentes, lo que significa que nueva revolución tecnológica está al servicio del viejo positivismo, de la concentración exagerada de la riqueza y no en su reparto y liberación del tiempo del trabajo. Urgen leyes antimonopolios mucho más estrictas y explotar a las máquinas no al ser humano. Así como también urgen leyes en contra de la investigación y uso indebido de la tecnología. Pues, la nueva ciencia crece a la velocidad de la luz, pero sigue en manos de bárbaros que piensan más en vencer y robar que en el bienestar común. Así que, para un décimo diálogo profundo: cualquier gobierno que planee utilizar la nueva revolución tecnológica para tejer este sistema embudo y, además, no prevenga sus efectos negativos, no es legítimo porque atenta finalmente contra todos.

Que si gastan más que los ingresos, habrá problemas de pagos; si gastan menos, tendrán superávit inflacionario. Que si consumen más que producir, habrá problemas de balanza comercial; si consumen menos, problemas de mercado. Si inyectan préstamos, los ajustes se suavizan pero aumenta el servicio de deuda; si el gobierno interviene la economía, el mercado pierde libertad, y si no interviene, se corrompe o dispersa. Si es baja la vigilancia pública, la delincuencia aumenta; si es alta, afectará derechos humanos; etcétera. Los políticos modernos no se explican estos problemas, ni siquiera sospechan que no son problemas, sino que su propia cabeza los fabrica. Y, aún tienen esperanzas de que surja una teoría que explique eso, pero la solución no está a cargo de ninguna categoría teórica. Basta con buscar el equilibrio entre variables con visión integral y esto depende de cada caso, de cada mo- mento. El gobierno, que es el conductor de la nave cibernética, debe tomar en cuenta que sólo acumula si ahorra energía y posee un cierto equilibrio (homeostasis) que evite la dispersión, para así, después de cierto grado de “equilibrioacumulación”, poder distribuir. Se trata sólo de cambios graduales, integrales y equilibrados; no de grandes logros ni grandes hazañas: el camino, en cualquier caso, es siempre por enmedio. Conforme a ello, se trata de que los individuos vivamos causándole el menor costo posible al planeta y a los demás.

Para un diálogo profundo, en undécimo primer lugar, tenemos que: no puede haber más progreso que aquél que la naturaleza permita.

Quienes dicen “representarnos” tienen que asegurar la sostenibilidad material, no sólo de nuestros hijos sino de la especie humana. Asegurar el “desenvolvimiento sustantivo”, que es el cultivo espiritual de individuos virtuosos y equilibrados, que hagan posible ello. Progresar desaforadamente no lleva a ningún lado, si no a situaciones grotescas e injustas. Se puede progresar sin crecer o crecer sin progresar, en muchos sentidos. Un sistema basado en los excesos, llama a gritos al Apocalipsis. Los humanos tenemos que recapacitar. Lo mismo Cristo que Buda, Mahoma, Krishna o Abraham, no predicaban excesos ni discriminaciones. El paraíso no está después de morir, después del apocalipsis el paraíso habrá sido hoy. Nada impide, más que nosotros, sostener un verdadero paraíso para todos aquellos seres hermanos que mañana encarnen perentoriamente en este planeta. El paraíso se llama universo y estamos envueltos en él. Con arreglo a ello, para un duodécimo diálogo profundo: no se trata sólo de cultivar un cuerpo efímero, sino sustancialmente de cultivar el alma de un ser eterno que perentoriamente encarna en este planeta.

Nuestra única producción de realidad, como Dios mismo, es la realidad intersubjetiva que producimos: la cultura.84 Educar a los hijos, más que tenerlos, es lo más parecido a Dios mismo.85 La mujer no crea hijos, su cuerpo sólo decodifica y despliega el código genético humano: no crea, sólo procrea. El hombre no crea el universo, sólo su mundo simbólico: no crea, sólo recrea el universo. El “devenir humano” puede estar cerca o lejos de la creación divina, pero su condición, según los libros sagrados, es que no puede ser más que reflejo o remedo de las cosas más no las cosas mismas. Lo que significa que no hemos sacado de la nada, como Dios mismo, más que una especie de remolinos microscópicos que han producido los aceleradores de partículas y algunos clones maltrechos. Lo único que hemos hecho es imponer formas a la materia ya dada y la modernidad lo acentúa mucho más; pero no hemos hecho ni un gramo de arena de los tabiques de nuestros edificios, ni los minerales de sus estructuras o de los motores de avión, ni una sola partícula de los arsenales nucleares o de un microchip, ningún alelo de ningún gen, ni siquiera células derivadas de embriones. Bajo ningún método, no hemos sacado de la nada ninguna sustancia, de todas las mezclas químicas que hemos obtenido hasta hoy; ni por fisión ni por fusión. Es como tapar el chorro de agua con un dedo: dirigir no hace al agua; además, tapar el chorro no interviene el curso del agua sino hasta el dedo. No hay nada nuevo bajo el sol. La realidad humana no puede ser más que simbólica, análoga. Por lo que, para un décimo tercer diálogo profundo: nuestro vivir es análogo a los niveles precedentes, por lo que la mayor inteligencia que podemos mostrar es no creer suplantar a Dios, pues nuestro mayor mandato es sobrevivir lo más dignos que se pueda para al morir elevarnos a mundos mejores. Eso es todo.


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