BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MÉXICO EN LA ALDEA GLOBAL

Coordinador: Alfredo Rojas Díaz Durán

 

 

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EL 31 DE DICIEMBRE DE 1993, SEGÚN EL SUBCOMANDANTE MARCOS. LAS DUDAS Y DECISIONES DEL EZLN

De todas formas, merece la pena reconstruir, de alguna manera, el mismo proceso desde el otro lado, es decir, desde el espacio chiapaneco del EZLN. En efecto, antes de que el presidente Salinas fuera despertado por el general de división Antonio Riviello Bazán, secretario de Defensa, se producían en Chiapas —siguiendo la cresta de la ola contra el 17 de noviembre, fecha de la firma o ratificación del Tratado de Libre Comercio— una serie de movimientos sociales muy significativos.

Según muy distintas versiones, desde el 29 de diciembre de 1993 no era un secreto para nadie —aunque se desconocía su verdadera dimensión— que una serie de camiones habían sido detenidos e incautados, se creía, por el EZLN. Una emisora lo señaló el 31 de diciembre: Radio Tuxtla Gutiérrez. ¿De qué se hablaba? De lo mismo: camiones apresados. Los rumores, en Ocosingo —alrededor de 160,000 habitantes—, crecían en torno de una posible aparición de guerrilleros.

El propio general Godines, comandante de la séptima región militar, debió tener información, puesto que, según distintos testimonios, estuvo en Ocosingo y se dijo que había evaluado la situación, los “rumores”, con el propio alcalde de la población.

Rodolfo Lobato, en un libro excepcionalmente importante, Les indiens du Chiapas et la Forêt Lacandon (L’Harmattan, 1997) señaló que el general se limitó, confiado, a pedir que la policía estuviera más vigilante. Ello, pese a que “la población de Ocosingo estaba más y más alarmada por las versiones que
aseguraban que los campesinos, armados, estaban a punto de tomar la ciudad”.

El mismo autor proporciona una respuesta a su propia e incitante pregunta: “¿Qué hacía en esos momentos el principal responsable de la toma de esas aglomeraciones, esto es, el subcomandante Marcos?” He aquí su respuesta, y según su versión —la del subcomandante Marcos:

El 31 de diciembre, yo he dado orden a todas las unidades de salir y atacar los objetivos. Lo que yo reflexionaba más era esto, que si nosotros íbamos a lanzarnos sí llegaríamos a agrupar nuestras tropas, puesto que nuestro ejército es un ejército de voluntarios. No era suficiente decir: “se va hacer esto”. Si no se les ha convencido en aquello en que no están convencidos sobre lo que van a hacer, pues, sin más, ellos no van... ils n’y allaient pas. 36
Esa era la duda que me preocupaba más, hasta los primeros minutos del 1 de enero, mientras que el ejército comenzaba. Yo sabía que las tropas habían llegado ya a sus destinos respectivos, más numerosas que lo que habíamos pensado. Quedaba solamente cumplir los planes según lo previsto. Era [añade] un giro radical para nosotros. Habíamos pasado diez años preparando todo para este día y como en todo comienzo las preguntas eran éstas: ¿es que ya estoy preparado? ¿Falta, aún, alguna cosa? ¿Es que no sería mejor esperar un poco más? ¿Prepararnos más todavía? ¿No será anacrónico? ¿Es que estamos listos? Ese era el gran punto de interrogación que se diseñaba el 31 de diciembre. Hubo cosas que pasaron a un segundo plano y que han sido consideradas, después, como simples anécdotas: errores de comunicación, unidades perdidas que no llegaron a tiempo porque se equivocaron de camino, cosas que, vistas desde aquí, hacen reír. En dirección de Tuxtla íbamos a atacar un lugar donde no había nada porque no conocíamos la ciudad. Esto nos habría costado muchas vidas (Cela nous aurait couté beacoup de vies). En suma [dirá el subcomandante Marcos] a partir del 31 (de diciembre) habíamos aprendido a luchar, pero nosotros no habíamos luchado nunca verdaderamente.

Y, por otra parte, íbamos hacia un terreno que no era el nuestro, sino el de nuestro enemigo, un terreno urbano, con una fuerte tradición de racismo y de opresión, en resumen, un símbolo del poder para nuestros camaradas. Existía el riesgo, también, de que nuestras tropas se desbordaran y comenzaran a saldar viejas cuentas seculares a causa del racismo, el desprecio y la humillación. He aquí lo que explica la reacción de nuestros camaradas en las alcaldías cuando destruyeron los locales al igual que los de los policías, los cuarteles de la policía... [páginas 203-204 del libro citado, páginas que, según el autor, son su epílogo a la obra que ya había terminado].

El siguiente párrafo de Lobato, en mi opinión, sirve de colofón a la despertada del presidente Salinas en la amanecida del 1 de enero de 1994. He aquí sus palabras: “Los indios de la forêt du Lacandon (Los indios de la selva lacandona), la primera generación nacida verdaderamente allí, salía de la sombra de los bosques para entrar con pleno pie, como nunca jamás antes, en la historia contemporánea de México” [p. 204].


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