BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

MANUAL DE ORATORIA

Alexander Alban Alencar

Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP (200 páginas, 3,69 Mb) pulsando aquí

 

 

2. LA EXPRESIÓN GESTUAL

Los gestos son los movimientos del rostro. No tienen nada que ver con las muecas, ni con la deformación del gesto natural que están totalmente prohibidas en la oratoria. La expresión gestual tiene la ventaja de revelar vividamente nuestros pensamientos, granjearnos la atención rápida e inspirar simpatía.

Por regla general, el rostro del orador debe acompañar cada una de sus palabras, sin gesticulaciones, ni visajes exagerados propios de la pantomima.

LOS GESTOS

Este cuadro del pintor Theo L´Herminez, “FIESTA”, caricaturiza los gestos y las actitudes de los participantes de una fiesta, acentuando los estereotipos propios de la solemnidad y la convención social. Biblioteca de Consulta Microsoft ® 2005.

Cuando llegue la ocasión habrá que saber mostrar un rostro de firmeza, de intransigencia, de alegría, de dolor, de tristeza. De manera general, los gestos deben partir de las ideas mismas. Acompañan habitualmente, a las ideas capitales del discurso. El principio en que se fundamenta su empleo es el de la utilidad. En caso contrario, es mejor prescindir de ellos. A continuación, algunos criterios que nos podrían servir para determinar el grado de eficacia de los gestos en nuestras exposiciones oratorias :

Sinceridad:

Concordancia entre lo que se siente y lo que se revela a través del gesto o la mímica.

Sincronismo:

Cuando las palabras expresan duda será el momento preciso en que deba aparecer el rictus dubitativo en el rostro del emisor.

Exactitud:

Se exige puntualidad y fidelidad en la ejecución de algo. No basta sólo la ejecución del gesto, sino, hacerlo en el momento oportuno. Y sobre todo, no abandonarlo después de haberlo comenzado.

Diversidad:

Decían los antiguos que “las cosas dos veces repetidas agradan”. Sin embargo, más de dos veces pueden desagradar. Pero si hay que hacerlo, se deben usar gestos variados y espaciarlos suficientemente, porque la repetición frecuente de un gesto acaba importunando.

Sencillez:

Preséntese uno tal cual es, sin ademanes afectados, ni gestos preciosistas, ni mímicas demasiado estudiadas. Evítense a toda costa las falsas sonrisas, los ojos deliberadamente entornados, los movimientos pedantescos o las admiraciones suspiradas, que se apartan de la naturalidad.

LA MIRADA

Los ojos son el espejo del alma, en ellos podemos reconocer a un orador competente y valiente o a un orador incompetente y pusilánime. La mirada debe preceder a la expresión gestual para ayudar a mantener una relación armoniosa con el público. No debe ser vaga ni dormida, sino, viva. Una mirada inexpresiva, en la oratoria, es antielocuente.

La mirada, al hablar en público -dicen los especialistas-, debe dirigirse al centro del salón, como si se mirara un edifico a lo lejos y dominar la totalidad de la sala: no se debe mirar nunca, ni al fondo del salón, ni a la primera fila. Mírese hacia la fila del medio. Conviene girar la vista paulatinamente a diestra y siniestra; y evitar la insistencia sobre una sola dirección, para que el discurso no parezca dirigido a un solo grupo.

UNA MIRADA ENIGMÁTICA

El retrato de Mona Lisa (1503-1506), de Leonardo da Vinci, conocido como La Gioconda Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005.

Generalmente, en oratoria, se suele identificar cuatro tipos de miradas:

Mirada huidiza:

El orador no mira al público, mira por encima de sus cabezas o mueve los ojos nerviosamente de un lugar a otro, si reparar en los presentes. Esta persona no tiene la fuerza suficiente para posar sus ojos en las de sus oyentes y mucho menos para enseñorearse sobre ellos. Debe practicar la mirada semifija.

Mirada Fija:

El expositor clava su mirada en una sola persona, o en varias, incomodándolas o permitiendo que surja un duelo de miradas. Si el orador tiene mirada fuerte podrá avasallar a sus oyentes, pero si tiene mirada débil, los oyentes lo incomodaran con sus ojos. No es una mirada recomendable.

Mirada Cohibida:

El disertante ignora al público, teme su mirada. Por ello, cuando pronuncia su discurso dirige su vista al techo o al suelo dejando de lado a su público. Esto origina que los oyentes le pierdan el respeto y se pongan a hacer cualquier cosa, menos a escucharlo con atención y seriedad. Tampoco es recomendable.

Mirada Semifija:

Es la mirada ideal. Debemos dirigir nuestra mirada, por igual, a todos los sectores del auditorio y posar nuestra vista en ellos. Mirar al lado derecho, luego al centro y finalmente a la izquierda, que todos se sientan observados. Esta mirada debe ir acompañada, en lo posible, por una cálida sonrisa.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios