BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

CURSO DE TEORÍA POLÍTICA
 

Eduardo Jorge Arnoletto

 

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El colonialismo y el neocolonialismo.

A modo de transición entre esta primera parte del capítulo, que trata de las diversas lecturas teóricas del imperialismo, y la segunda parte, que tratará de las teorías de la dependencia y del neo-imperialismo, insertamos aquí algunas consideraciones aclaratorias del fenómeno llamado colonialismo.

Al principio del capítulo ya enunciamos algunas definiciones (ver pag. 378). Completaremos ahora la descripción de sus rasgos.

Dice G. Balandier (18) que el colonialismo se produce en el contacto entre una civilización tecnificada, de origen cristiano, de economía potente y acelerado ritmo de vida, y una civilización carente de tecnología moderna, no cristiana, de economía atrasada y lento ritmo de vida; y por la imposición de la primera sobre la segunda.

En otras palabras, en el colonialismo encontramos que una minoría extranjera ejerce una pretendida superioridad racial y cultural sobre una mayoría nativa considerada inferior.

A ésto habría que agregar algunas consideraciones que amplían el concepto, como la tesis belga, adoptada por la O.N.U. en la década de los '50, que considera como "expresión de colonialismo" la existencia de minorías étnicas discriminadas en sus respectivos países; o la tesis del "apartheid" sudafricano como "colonialismo ejercido por una minoría racial", aunque no haya separación territorial entre metrópoli y colonia, como en el colonialismo clásico.

En el campo marxista-leninista encontramos, por ejemplo, que la "Gran Enciclopedia Soviética" (1953) define al colonialismo como "esclavitud económica y militar de cualquier país sometido, acompañada del exterminio y explotación de la población indígena".

Una obra más reciente del mismo origen, el "Breve diccionario político" (Ed. Progreso, Moscú, 1983) lo define como "política anexionista y expoliadora de las potencias capitalistas, que alcanzó su ápice en época del imperialismo", y agrega que "una colonia es objeto de explotación y opresión" y que se convierte en "apéndice agrario y de materias primas de su metrópoli".

Las posturas frente al colonialismo han ido evolucionando en el mundo desde su franca aceptación en términos darwinistas, pasando por diversas justificaciones, hasta su total condena.

El esquema de este proceso, que abarca unos cien años (1860-1960) es aproximadamente el siguiente:

 

- Aceptación del colonialismo como expresión del principio de que "el fuerte domina al débil".

- Justificación basada en el "derecho de conquista": las colonias conquistadas existen en beneficio del colonizador.

- Justificación basada en la "superioridad racial".

- Justificación basada en la " misión civilizadora" y la "responsabilidad del hombre blanco".

- Justificación basada en la idea de la colonización como "instrumento universal para difundir la civilización".

- Justificación basada en la necesidad de "preparar a los países tutelados para la independencia, la democracia y la inserción en el mundo moderno".

- Reconocimiento de la necesidad de una supervisión por organizaciones internacionales para que se cumplan esos objetivos.

- Condena global de toda forma de colonialismo, cuya única solución es la independencia inmediata (declaración de la O.N.U., 1960) El fenómeno del colonialismo no fue uniforme en todos los casos. Hubo diversas políticas coloniales, que tuvieron su repercusión luego, cuando se inició el proceso de la descolonización y se instrumentaron nuevas formas de dependencia.

Quizás fue Inglaterra quien instrumentó la política más prudente (en el sentido de pragmática y más eficaz) al tratar a sus colonias como países con formas de vida peculiares, lo que facilitó su gradual desarrollo autónomo. Se caracterizó por una variedad de estrategias (desde la alianza con oligarquías locales para lograr el libre comercio y la garantía de sus inversiones, hasta la ocupación militar de enclaves estratégicos) utilizadas, por otra parte, con un ajustado criterio costo-beneficio.

Francia, en cambio, adoptó una táctica de asimilación económica, política y cultural, mucho más uniforme, excluyendo toda idea de autonomía al margen del imperio francés. De hecho, su emancipación fue difícil.

Bélgica instrumentó una política de concentración del poder en la metrópoli, desarrollando una acción combinada del gobierno, las companías y la Iglesia, favoreciendo cierto grado de desarrollo económico y educacional en sus colonias, pero impidiendo toda formación de élites locales. Cuando se produjo la descolonización, esos países carecían de equipos dirigentes (Congo belga).

Portugal siguió una política coherente con su condición de metrópoli débil: quiso ubicar formalmente a sus colonias como "provincias de ultramar", integradas en un estado único e indivisible, pero dividiendo a los colonizados en dos categorías: los "civilizados" o asimilados (unos pocos miles) y los "no civilizados" (varios millones). Además, adoptó una política de fomento de la emigración portuguesa a las colonias.

En resumen, el colonialismo impuso regímenes extranjeros autoritarios a sociedades sometidas, con fines de explotación de recursos naturales y de mano de obra; y de beneficios comerciales y financieros. Consiguió por diversos medios (desde diplomáticos hasta militares) una aceptación bastante pasiva durante largo tiempo, pero luego estimuló movimientos de agitación nacionalista.

El movimiento nacionalista y anticolonialista se inspiró casi en todas partes, en ideas y modos de acción y organización originados en Occidente. En general, el colonialismo ha sido el principal vehículo de trasmisión de ideas y técnicas occidentales sobre el resto del mundo.

El fin, más o menos abrupto, de las situaciones coloniales, en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, no inauguró, por supuesto, una era de libertad y autodeterminación de los pueblos, sino la vigencia de estrategias más sutiles para mantener el dominio y explotación de las antiguas colonias independizadas.

Ese conjunto de nuevas de nuevas políticas de dominación recibe el nombre de neo-colonialismo e involucra diversas prácticas de control económico, planes de ayuda condicionada, balcanización, corrupción y manipulación política.

El "Breve diccionario político" (Ed. Progreso, Moscú, 19 ) lo define como "política colonialista de los estados imperialistas y de los monopolios...encaminada a mantener con métodos más flexibles su dominación sobre los países descolonizados...persigue el objetivo de estorbar el avance de los países hacia su auténtica independencia, impedir la nacionalización de los monopolios y la consolidación del sector estatal de la economía.." por medio de recursos tales como:

- concesión de "ayudas" condicionadas.
- conclusión de tratados "asimétricos".
- incorporación en bloques de países.
- injerencia en asuntos internos.
- creación de gobiernos títere. etc.

Es curioso notar que esta descripción, evidentemente creada para denostar los comportamientos típicos del imperio americano, también describen típicos comportamientos del imperio soviético en la misma época...

Cuáles fueron las circunstancias históricas concretas en las que se manifestó el neo-colonialismo? En una apretada síntesis podemos decir lo siguiente: La Segunda Guerra Mundial, al debilitar a las potencias europeas (victoriosas y derrotadas por igual) produjo el desmoronamiento de sus imperios coloniales y otras áreas de influencia.

La descolonización venía siendo preparada desde mucho tiempo antes por la emergencia de los nacionalismos en las colonias, pero en ese momento apareció como un movimiento histórico ineluctable. La independencia de la India (1947), de Indonesia (1949) y el conflicto indochino fueron los primeros pasos de un proceso que rápidamente se extendió por el variopinto orbe colonizado...

La guerra fría fue el trasfondo del proceso de descolonización, acelerado por el conflicto Este-Oeste, ya que las potencias emergentes de Yalta se apresuraron a desmantelar las áreas de influencia de las potencias europeas y convirtieron al Tercer Mundo (denominado así desde 1955) en el objeto en disputa de la guerra fría.

Esa confrontación fue acompañada de una rápida y desigual expansión económica mundial. La economía europea y la japonesa, con el apoyo de los EE.UU. se reconstruyeron y expandieron. Se liberaron los intercambios y los movimientos de capitales; se retornó a la convertibilidad monetaria; se crearon zonas económicas regionales y se acentuó la intervención estatal en la actividad económica y en la esfera social de las naciones industrializadas.

En el ámbito de las empresas privadas se acentuaron algunas tendencias que ya se habían manifestado en el periodo entre-guerras: la concentración de empresas, el aumento de su tamaño y complejidad, los procesos de multinacionalización. Una expansión semejante se produjo en el sector servicios.

El mundo socialista, si bien con menos espectacularidad, también reconstruyó su economía y llegó a competir con Occidente en sectores aislados (armamentos, carrera espacial) aunque evidenciando carencias en otros (infraestructura, servicios sociales, bienes de consumo, actividad agropecuaria).

Desde los años '50, comenzó a plantearse en las descripciones de la situación política internacional la existencia de una brecha creciente en el desarrollo económico-social, entre los países industrializados y los del Tercer Mundo; y comenzó a sospecharse que ambos fenómenos guardaban alguna relación. De alguna manera, la pobreza y el atraso del Sur contribuía a financiar el desarrollo del Norte.

En la permanencia de esa relación asimétrica se manifiesta el neo-colonialismo, cuyo indicador más claro es el endeudamiento externo del Tercer Mundo; situación agravada por la crisis que desde los años '70 afecta a las economías occidentales y repercute, amplificada, en el resto del mundo.

El problema central es el estancamiento regresivo del mundo subdesarrollado, afectado por la desigualdad (o deterioro) de los términos del intercambio, por dificultades de todo tipo para industrializar y diversificar su producción y por el peso de una deuda externa que impide el crecimiento que permitiría pagarla, en un círculo vicioso de impredecibles consecuencias.

Se reclama desde hace años "un nuevo orden económico internacional", sin éxito. La situación está llegando a tales extremos que ni siquiera conviene a sus supuestos beneficiarios, desde un punto de vista estrictamente económico. La función esencial de la deuda no es económica sino política: reemplaza, como instrumento de dominación, a las manipulaciones políticas y a las tropas de ocupación.


(18) G. Balandier "ANTHROPOLOGIE POLITIQUE", Paris, PUF, 1969.
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