La revolución del Neolítico y cambio en las lenguas
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¡GUA!, EL INSOSPECHADO ORIGEN DEL LENGUAJE

Alfonso Klauer

 

 

 

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La revolución del Neolítico y cambio en las lenguas

Los nombres de las lenguas con que fueron creados los topoguánimos, y los nombres de éstos, tendrían una sensible mayor antigüedad que el origen de todas las lenguas, incluido por cierto el indoeuropeo que a partir del 3000 aC empezó a dar forma a muchas lenguas incluidas el germano y el latín. E incluso más antigua que la lengua que se considera predecesora de ésta, que ha sido denominada Alteuropäisch o Antiguo Europeo, y que habría tenido vigencia entre el 7000 y 3500 aC 332.

En torno al momento en que apareció la lengua, o las primeras lenguas, hay un rango de tiempo muy amplio entre las distintas versiones que nos ofrecen quienes han estudiado el tema. De acuerdo con Carlos Prieto, por ejemplo, las lenguas que existen hoy tienen un origen común que se remonta a la aparición del Homo sapiens, hace aproximadamente 130 mil años 333. Chomsky por su parte, postulando que el hombre está dotado de una capacidad genética innata para el habla, postula que el lenguaje, como sistema de comunicación, es de un desarrollo reciente, quizás del orden de cincuenta a cien mil años atrás 334.

Pero si para el Alteuropäisch, la lengua más remota que se ha logrado rastrear, se postula un origen en torno a 7 mil aC, ¿en qué lengua o lenguas se comunicó el Homo sapiens sapiens que en el este del África domesticó vacas hace por lo menos 13 años; o el que en Francia grabó un caballo engalanado hace 15 mil años; o el que en el valle del Nilo cultivó cebada silvestre hace 18 mil años 335? O cómo se comunicó el H. sapiens sapiens que coció su primera indumentaria hace 30 mil años. O el que, como indican recientes inves¡ Gua!, el insospechado origen del lenguaje 223 tigaciones, alcanzó a realizar actividad ganadera hace 35 mil años en África 336. O el que hizo uso sofisticado de pigmentos para fines simbólicos, tales como rituales religiosos, hace unos 40.000 años 337. O el que en Australia grabó petroglifos en la misma época. O el que hizo los primeros enterramientos rituales hace 70 mil años 338. Y asimismo el que hace probablemente 80 000 años en Katanda, actualmente Rep.

Dem. del Congo, pescaba grandes barbos utilizando puntas de hueso con barbas, el aparejo de pesca especializada más antiguo conocido 339.

En fin, ¿en qué lengua se comunicó el H. sapiens sapiens durante los primeros 120 mil años de su estancia sobre la Tierra? ¿Y semejante a cuál o cuáles de las lenguas actuales habría sido por ejemplo la distribución cuantitativa del uso de las vocales? Hay sin embargo quienes postulan que el origen el habla, y eventualmente también del lenguaje, es mucho más remoto. Para definirlo se viene estudiando desde hace varias décadas los distintos elementos de la fisiología humana que intervienen en el habla: el complejo aparato fonador, las áreas de Broca y Wernicke en el cerebro, y últimamente el gen FOXP2.

Así, en razón de la vasta cantidad de restos fósiles estudiados en África, Tobías propuso en 1987 que hace casi dos millones de años el Homo habilis de Olduvai poseía ya alguna capacidad para el habla 340.

Pero José Miguel Carretero, del equipo investigador del yacimiento de Atapuerca, propone que el Homo habilis probablemente desarrolló incluso un lenguaje 341.

Está claro sin embargo que no es lo mismo tener capacidad de hablar que hablar y menos pues que desarrollar un lenguaje. Eventualmente pues, en el Homo habilis no se concretó ninguna o solo la primera de dichas potencialidades. O se concretaron en especies que aparecieron posteriormente, o incluso solo cuando apareció el Homo sapiens sapiens entre hace 200 mil y 100 mil años.

Sin embargo, sobre la base de un cráneo del Homo antecessor, hallado en Atapuerca, de hace 800 mil años aproximadamente, Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez sostienen enfáticamente que esos pobladores preneandertales podían hablar. «No del mismo modo que los humanos actuales, ya que no estaban capacitados para pronunciar con claridad y rapidez algunas vocales, pero podían mantener una conversación básica» 342.

El Homo ergaster fue el que desde África, hace tanto como un millón de años atrás, atravesando Gibraltar, cruzó la península Ibérica hasta llegar a Atapuerca, en Burgos, al norte de España. De él derivó el Homo antecessor. ¿Hablaba también aquél? ¿Es posible imaginarlo en plena glaciación, hacer fuego con éxito todos los años, durante miles de años; fabricar sus propias herramientas, conseguir con suficiencia sus alimentos y agua; y recorrer tan grande distancia sin proferir palabra alguna, solo con gestos y señas? Asumamos provisionalmente que el Homo ergaster fue mudo.

Pero no lo fue el Homo antecessor que, según se nos dice con claridad, «podía mantener una conversación básica».

¿Pero es posible a su vez imaginar al Homo antecessor, allí, en el norte de España, en ese hábitat hostil, mantener una "conversación básica" sin referencia alguna a las partes de ese territorio que día a día iba descubriendo, aunque solo fuera a las del entorno más próximo? No, para orientarse y no perderse en las salidas de exploración que a la postre le permitieron conquistar todo el espacio, le resultaba indispensable dar nombre por lo menos a los puntos más relevantes del terreno: montañas, cuevas, arroyos, valles, etc. En nuestro concepto, sin duda lo hizo. Y si no inauguró la toponimia, mantuvo la de sus antecesores y la amplió con sus exploraciones.

Hay pues buenas razones para pensar que la toponimia se fue construyendo en el planeta muchísimo más de 100 mil años antes de la aparición de las lenguas más remotas. Éstas, indefinibles, innombradas, posiblemente solo contaban todavía con los tres sonidos del triángulo vocálico que había quedado configurado en el protolenguaje primigenio.

Hace diez mil años, cuando por el crecimiento poblacional y el copamiento del espacio, los últimos grupos de recolectores–cazadores asistían a la insólita experiencia de alternar periódicamente con sus vecinos, quizá descubrieron que éstos pronunciaban los mismos sonidos pero con variaciones fonéticas que bien pudieron ser generadas por las diferencias de hábitat, orografía, altitud sobre el nivel del mar, el clima, etc. Quizá fue el intento de mutuamente imitarse lo que acabó por hacer aparecer a uno y otro lado de cada frontera los sonidos intermedios del triángulo vocálico: "e" y "o".

Esos nuevos sonidos vocálicos permitieron generar nuevas voces, nuevas palabras. La riqueza ecológica y la diversidad de la naturaleza muerta, así como la riqueza de los accidentes del terreno, del clima, de la organización social y productiva, etc., exigían nuevas voces para dar nombre a tantos elementos distintos.

Resultaba poco eficiente para la comunicación insistir en las reiteraciones del tipo Waka Waka (Australia), o Kawakawa (Nueva Zelanda).

Babawa, presente en Indonesia dos veces, no dejaba de ser una voz vocálicamente reiterante y cacofónica. Y la repetición de Bawa, ocho veces presente entre los vecinos Camerún, Sierra Leona y Nigeria (6), confundía más que facilitaba.

Con los sonidos recién asimilados bastaba con cambiar una "a" en una voz conocida para crear una nueva. Sin duda, a partir de Bawa por ejemplo, apareció Béwa, en Costa de Marfil, pero también en Afganistán (2). Pero como la inercia de la reiteración era muy fuerte todavía, en Papúa – Nueva Guinea se acuñó Bewabewa. Así también aparecieron Bowa en Etiopía, Malawi (2), Rep. Democrática del Congo (2) y Uganda.

Cuán grande habría sido la presencia de los fonemas /ua/ y /a/ en la antigüedad más remota, que la incorporación de las nuevas vocales solo consiguió disminuir la presencia de /a/ al 50 % en la etno– topoguanimia como podemos constatar hoy mismo.

Pero, ¿qué factores influyeron para que el uso de las vocales en el germano y el latín fuera tan distinto al de otras lenguas nativas como el swahili, el quechua, el chino, el japonés, etc.? El indoeuropeo, del que es calco y copia en su estructura del uso de las vocales el germano, ¿generó dentro de sí mismo tan extraordinario cambio? Creemos que no.

En el 3000 aC, cuando el indoeuropeo daba paso a la formación de cientos de lenguas en Europa y Asia, entre pueblos todavía muy primitivos, en Mesopotamia las ciudades venían funcionando desde 2 mil años atrás. Esa parte del mundo, el primer foco de civilización de la humanidad, fue por cierto un centro de desarrollo técnico y cultural fenomenal: agricultura, arquitectura, ingeniería civil e hidráulica, cerámica, medicina, astronomía, matemáticas, arte, religión, organización social, política y militar, transporte, comercio, etc.

En cada una de esas esferas de la actividad humana –como hoy mismo lo venimos apreciando día a día desde los centros de desarrollo científico y tecnológico–, tuvo que acuñarse –replicándose hacia el exterior–, infinidad de nuevos nombres. Para cada objeto. Para cada proceso.

Para cada instrumento. Para cada idea. Para cada conquista. Para cada gobernante y su corte. Se estima que solo Grecia, cuando fue el centro de la cultura Occidental, aportó 50 mil nuevas palabras a la humanidad 343.

Es verdad que de Mesopotamia hemos obtenido antropoguánimos y guánimos emblemáticos: Huwawa, gigante mitológico; Warad, gobernante; y wardum (= esclavos). Y también es verdad que en Iraq hemos obtenido 561 topoguánimos. Pero no es menos cierto que, como se vio en el Gráfico Nº 23, Iraq tiene una de las densidades de topoguánimos por área más bajas de Asia, y específicamente del extremo occidental de ésta.

Cuantitativamente el fenómeno es muy simple de entender. Con miles de nuevos nombres sin / a / pero con / e / y /o/, el porcentaje de aquella disminuyó sensible y rápidamente, por lo menos si se le compara con lo que ocurrió en la periferia inmediata, Líbano y Siria, que aún conservan densidades más altas.

Pero además hay un aspecto cualitativo que no puede pasar desapercibido. El paso del Paleolítico, centrado en actividades de recolección–caza y vida nómada, al Neolítico, sustentado en la agricultura que obligó al estacionamiento y propició el surgimiento de las ciudades, no fue un tránsito pacífico ni sutil. Representó una conmoción social tremenda. Necesariamente fue distinto al precedente el grupo de poder que asumió la dirección de la novísima y revolucionaria situación.

Es difícil imaginar al grupo que tomó la posta utilizando el mismo discurso de quienes habían sido desplazados. Hoy lo seguimos viendo en cada cambio de régimen, máxime si el nuevo grupo de poder es revolucionario, o cuando menos declara serlo. Pero en Mesopotamia lo eran. Lideraban la revolución del Neolítico. Así, con el mismo lenguaje, con el cambio de discurso suscitaron modificaciones sustanciales en el lenguaje respecto del estadio anterior.

No es pues muy aventurado asumir que, más temprano que tarde, nuevas voces, con / e / y /o/, más acreditadas y más prestigiadas, aparecieron como por encanto e irremediable y rápidamente se impusieran mermando la presencia cuantitativa de los viejos, arcaicos y ya poco prestigiados fonemas /ua/ y /a/. Pero no solo eso. Sin duda cientos de topoguánimos fueron sustituidos por topoguénimos, restándose con ello aún más la presencia de aquellas voces milenarias.

Así, como sugerimos en el Gráfico Nº 81, para cuando el indoeuropeo dejó la posta a las lenguas que surgieron de ella, las lenguas semíticas de Mesopotamia llevaban pues 2 mil años afectándola de algún modo, sobre todo a partir del contacto comercial y militar. Es posible que los especialistas demuestren (o hayan demostrado ya, pero lo desconocemos) que las ya extintas lenguas acadio, babilonio, asirio, ugarítico y amorrita por ejemplo, influyeron en el indoeuropeo.

Miles de años después de que Mesopotamia dejara de ser principalísimo centro de desarrollo cultural, empezó a partir del siglo VII a ser influida por la también lengua semítica árabe. Hoy es la lengua oficial de buena parte de ése territorio y del que fue su área de influencia.

No obstante, en el norte, en torno a la antigua ciudad de Nínive, cerca de las capitales de Mosul y Dohuk, los kurdos hablan Behdini, una lengua parecida al Kurmanji. Obsérvese que en esos seis nombres, que son los que más utilizan los textos para describir esa situación, solo aparece una sola vez la vocal "a".

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