Topoguánimos sustituidos y desaparecidos
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

¡GUA!, EL INSOSPECHADO ORIGEN DEL LENGUAJE

Alfonso Klauer

 

 

 

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Topoguánimos sustituidos y desaparecidos

En mérito a que van dos ocasiones en que hacemos referencia a topónimos desaparecidos y topónimos sustituidos, vale la pena ofrecer ejemplos de gran significación.

En efecto, y aunque ya citado, Tahuantinsuyo es un topónimo desaparecido. Existe en la memoria colectiva y a partir de él están llenas miles de páginas en archivos. Pero no hace referencia a ningún espacio geográfico que pueda ser aceptado hoy como correspondiente a ese nombre. Y menos pues que se reconozcan identificados y pertenecientes a él todos los pueblos de hoy que antaño fueron objeto de la dominación imperial inka.

Pero a diferencia de ese nombre, que sí está en la memoria de los peruanos y de muchos otros hombres del planeta, hay otros de los que ya casi nadie tiene recuerdo alguno. Aguatona, por ejemplo, es el nombre de un hoy indeterminable punto de la Selva Alta del Perú desde donde el inka Túpac Yupanqui intentó conquistar a los poblados amazónicos.

Bondigua, el nombre de un desaparecido poblado de Colombia que en el siglo XVIII alcanzó a conocer el cronista Felipe Salvador Gilij 14.

Capitloilgua, el desaparecido nombre de una isla de Chile, en la región Los Lagos, y Pelepelgua, nombre de una caleta, citados junto con otros seis topoguánimos en el siglo XVI por Sarmiento de Gam- boa 15. Churiguará, un río en Brasil, citado en 1661 en las crónicas de Lucas de la Cueva. Y Guaicamar, un poblado de la isla Margarita, en Venezuela, respecto del cual Salazar Franco 16 plantea que habría sido arrasado por los conquistadores.

A diferencia de esos casos, tienen condición de guánimos sustituidos, por ejemplo: Paranaguazu, uno de los nombres aborígenes del más caudaloso de todos los ríos de la Tierra, cuyo nombre actual, Amazonas, no forma pues parte del amplio universo del / ua /. El ya mencionado cronista F. S. Gilij sostiene que ese mismo nombre tenía también el río de La Plata cuando él lo conoció en el siglo XVIII. Tungurahua (idéntico al ya citado volcán de Ecuador), era por su parte el nombre nativo que por igual identificaba a los ríos a los que hoy se conoce como Pastaza y Marañón, y para algunos pobladores incluso al propio río Amazonas.

Llauantu era el nombre con el que Garcilaso de la Vega hacía referencia a la que hoy es la ciudad de Chachapoyas, en el área cordillerana norte del Perú. En Chile, Uallaia (también Walaia), un nombre que se reputa de origen chono, ha sido reemplazado por Wulaia. Y Leuaia, de origen yamana, es hoy Puerto Navarino 17.

Guayatamo, un área de la isla Margarita en la que, según la tradición, se obtenían yucas muy sabrosas, tiene hoy por nombre Atamo, como resultado –según Salazar Franco–, de la eliminación de la raíz "guay". Además –y según da cuenta Gilij–, Barraguan era el nombre nativo del río Orinoco en territorio colombiano. Bagua el nombre que algunos nativos daban al mar de las Antillas. Y el lago Enriquillo, en República Dominicana, antes era denominado Xaragua.

Para otras latitudes resultan buenos ejemplos los siguientes: Igáráwán era por lo menos uno de los nombres que los nativos daban al río Níger. Torredouato fue sustituido en la región de Aragón por Torre de Obato, y Guadajancil es hoy Arroyo de la Luz, en Castilla y León, ambos en España.

Es decir, varios de los ejemplos demuestran que han desaparecido por sustitución topoguánimos de extraordinaria significación en la vida de muchos pueblos. Mas los presentados no son sino algunos de los 45 casos que hemos hallado, que en el caso de los desaparecidos alcanzan el número de 213. Véase los Anexos Nº 8 y 9.

Sin embargo, no todas las sustituciones resultan igualmente creíbles.

Es el caso de Bogotá, nombre que Escóbar Salas presenta como una corruptela del aymara "wak’ata" (= de lo sagrado) 18. Y de Bucaramanga, que el mismo autor propone que proviene de la voz aymara "wak’armanqha" (= profundidad sagrada). Y es que, saltándose por encima de grandes espacios de América del Sur donde no hay rastro alguno del aymara, difícilmente esta lengua sembró un topónimo en el centro y otro en el norte de Colombia. Si eventualmente Wak’ata y Wak’armanqha, o voces fonéticamente parecidas, existieron donde hoy están Bogotá y Bucaramanga, como muchas otras con la raíz "waka", no habría sido por influencia quechua ni aymara.

Gráfico Nº 12 -Teotihuacán

Tampoco todas las sustituciones de guánimos han resultado a la postre exitosas. En el sur de Chile, por ejemplo, Guamblin (= cerro Wam), cambiado en 1557 por Nuestra Señora del Socorro por un explorador español, ha recuperado el nombre de ancestral origen chono. Y la isla Guafo, rebautizada por un explorarador inglés en 1670 como No –Man, y que como tal figuró en algunas cartas inglesas, debe su nombre actual a la castellanización del mapuche "huavun" (= colmillo) 19.

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