La raíz /awa/
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¡GUA!, EL INSOSPECHADO ORIGEN DEL LENGUAJE

Alfonso Klauer

 

 

 

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La raíz /awa/

En los cientos de guánimos que hemos citado hasta acá debe haberse advertido que, tras la voz – raíz madre /ua/, la segunda voz – raíz más frecuente es /awa/.

Muchas veces aparece nítidamente, aislada como tal: / awa /.

Pero en la mayoría de las ocasiones formando parte de otras raíces, como en / wawa /, / bawa /, / kawa /, / dawa /, etc. Así, en el topónimo recien citado de República de Guyana, Awaruwaunawa, aparece por ejemplo en las dos formas.

Awa es el nombre de quince pueblos en África y Asia: tres veces repetido en Camerún, Nigeria e India, dos veces presente en Myanmar y Filipinas, y una vez en Ghana y Japón.

Pero además esa misma voz, y con la misma grafía, da inicio al nombre de 267 centros poblados del mundo, en los cinco continentes.

Sirvan de ejemplo los casos de Awaka, en Nigeria; Áwakurta, en Iraq; Awaluta, en Papúa – Nueva Guinea; Awajki, en Polonia; y Awalwas, en Honduras. Pero también los de: Awach Uganda Awar India, Sudán, Afgan., y PNG Awah Nigeria Awas Nicaragua Awai Indonesia Awash Etiopía / Río Awak Afganistán Awat Awat Malaysia Awál Bahrein y Mianmar Awau Somalia Awan Sudán y otros 8 países Awaw Sudán Awán Pakistán Away Níger, Liberia, Iraq y Filipinas Awang China Entre esos nombres, el del río Awash, en Etiopía, tiene una significación muy especial: en su valle han sido encontrados los restos de Lucy y Paz (Selam, en etíope), los más completos ejemplares de Australopitecus aferensis, de 3,1 y 3,3 millones de años de antigüedad.

  Adicionalmente, Aua es el nombre de un centro poblado en Etiopía y de otro en Alemania, pero asimismo de una isla en Papúa – Nueva Guinea. Y con esa misma voz de inician otros 37 topónimos en los cinco continentes.

En general, en sus distintas grafías, incluyendo por cierto "agua" y "ahua", pero incluyendo asimismo guánimos derivados (que aportan menos del 10 %), la raíz /awa/ la hemos encontrado en total y por continentes tantas veces como: Cuadro Nº 34 / Presencia de la raíz /awa/ en el mundo Raíz África América Asia Europa Oceanía Total /awa/ 2 941 5 477 6 109 526 619 15 672 Se trata en verdad de una cifra muy grande y significativa.

Representa el 20 % del total de topoguánimos que presentamos en los Anexos Nº 1 y 21.

Adicionalmente, en lo que a lenguas y etnias se refiere, Awa es el nombre de una lengua hablada en Camerún, a la que también se conoce como Busuu y como Furu. Pero asimismo es el nombre de otra en Papúa – Nueva Guinea, también conocida como Mobuta. De un dialecto del Imbongu en el mismo territorio. De una lengua en Colombia y Ecuador, también llamada Awa–cuaiquer. Y de otra en Brasil, a la que también se llama Awá guajá.

Como Aua es además el nombre de un dialecto del Pilen, hablado en Islas Salomón; y la denominación de un dialecto del Wuvula-aua, hablado en Papúa – Nueva Guinea. Agua es además el nombre de una etnia y una lengua en el Perú, a las que también nos hemos referido como Omagua.

Sobre los 2 479 etnoguánimos que presentamos en el Anexo Nº 12, un total de 713 nombres, esto es, el 29 %, incluyen la raíz /awa/, iniciándose con ella 69 de esos nombres.

Como veremos más adelante, considerando solo los topónimos, la raíz / awa / está tres veces más presente que la que le sigue a ese respecto, estando incluso diez veces más presente que otras.

Nuestra hipótesis es que / awa / fue la tercera voz que fueron capaces de verbalizar los primeros seres parlantes. Habría surgido de la reiteración / ua / +/ ua /, a partir del momento en que aquellos seres fueron capaces de independizar el fonema /a/ de la primera voz, uniéndola con toda la segunda: /a/ + /ua/ J /awa/.

También habría podido darse un resultado fonéticamente distinto, de haberse unido la primera voz con el primer fonema de la segunda: /ua/ + /u/ J /uau/. Pero es posible concluir que, en la condición de mamíferos, en esa etapa inicial del aprendizaje homínido del habla, ello todavía no era posible. Como en cualquier proceso de aprendizaje, el del habla necesariamente también debió transitar desde lo más simple a lo más complejo, desde lo más natural y fácil a lo menos natural (o más artificial) y más difícil.

  Gráfico Nº 52 Hass nos recuerda que, en la condición de mamíferos, para que las crías puedan succionar la leche materna, los labios están configurados de modo que la abertura bucal se cierre hasta formar un orificio redondo 188. Esa singular característica iba a permitir que el ser humano de hoy pueda llegar a pronunciar hasta 260 vocales y 51 diptongos distintos entre todas las lenguas conocidas 189. Pero sin duda unos sonidos fueron logrados antes que otros en razón a la mayor facilidad con que podían ser emitidos.

En tales condiciones, a los primeros mamíferos parlantes, sin esfuerzo alguno, muy naturalmente, les habría resultado fácil y simple emitir el sonido /ua/, más directamente relacionado, más familiar con el accionar bucal al mamar, y con la formación succionante que adoptan los labios para tal efecto.

Más aún, el condicionamiento mamífero debió ser muy gravitante en la creación de los primeros sonidos, que habrían estado definidos fundamentalmente por la capacidad de movimiento y movimiento de los labios, y no tanto por la capacidad de movimiento y movimiento de la lengua, cuyo uso habría tardado más en manifestar su versatilidad.

Nuestra hipótesis –representada en el Gráfico Nº 52– es que, directamente relacionado con ese condicionamiento mamífero, el grado de dificultad de vocalización fue del /ua/ a la /i/, con una naturalmente mamaria cada vez mayor retracción de los labios; y del /ua/ a la /u/, con cada vez mayor proyección artificial de los labios hacia fuera.

Asi se explicaría pues por qué apareció la /a/ como fonema vocal independizado antes que cualquier otro. Y por qué de /ua/ +/ua/ surgió /awa/ y no /waw/.

Pero, ¿en razón de qué /awa/ habría alcanzado a tener tanta for- tuna, tanto éxito en su propagación? La primera razón que viene a la mente es que debió representar algo que a su vez tenía enorme significación para la vida de aquellos seres. Pero, después de ellos mismos y sus criaturas, que sucesivamente, según venimos asumiendo, habrían sido reconocidos como /ua/ y /wawa/, ¿cuál pudo ser el siguiente elemento en importancia? Definitivamente el alimento, sin él la vida se extingue. No obstante, habrá que reconocer la diferencia entre el alimento sólido, proveído por las plantas y, a partir de un cierto momento, por los animales; y el alimento líquido, el agua, o más exactamente, el agua dulce, proveída por los cursos de agua, lagos y lagunas.

Lewin nos recuerda que la mayoría de los fósiles de homínidos se ha encontrado cerca de ríos o lagos (existentes o desaparecidos), porque nuestros ancestros, como la práctica totalidad de los mamíferos, dependían muchísimo del agua 190. Pero en rigor debe decirse que la dependencia de los alimentos y del agua ha sido siempre absoluta.

Sin embargo, en la selva africana, donde se concentró exclusivamente el proceso de evolución filogenética que condujo al hombre, en   los períodos interglaciares la disponibilidad de alimentos y de agua fue grande y ubicua.

Pero los drásticos cambios climáticos durante las glaciaciones impusieron condiciones extremadamente distintas y cada vez más hostiles.

Y la disponibilidad de alimentos y de agua fue minando hasta hacerse crítica en vastos espacios. Así, puede presumirse que, tras la muerte de miles de seres esperanzados en que las condiciones retornaran a la normalidad, los sobrevivientes de las áreas más castigadas se vieron forzados a penosas y largas migraciones. Sobre todo los pobladores del Sahara y de la costa suroccidental, afectada ésta por una corriente marina fría que agudiza la desertificación (similar a la que causa iguales consecuencias en la costa central occidental de Sudamérica: Chile y Perú).

Durante el período de deterioro climático, y durante las migraciones en busca de nuevos hábitat, recién aquellos seres empezaron a tener conciencia que mientras que de los alimentos sólidos es posible prescindir hasta tres días, en el caso del agua dulce el límite de tolerancia es de apenas 24 horas, para los adultos, y solo de algunas horas para los niños y recién nacidos.

Fue pues en esas dramáticas circunstancias que aquellos seres pasaron a tener conciencia de la extraordinaria importancia de aquel líquido al que, en las condiciones anteriores, manando en abundancia y por todas partes, ni la necesidad de darle un nombre les había merecido.

Pero asimismo en aquellas circunstancias recién debió tenerse conciencia que era en las hondonadas, grandes y pequeñas, donde se concentraban las últimas reservas de agua, o donde quedaban reunidas las que caían de las escasas y esporádicas lluvias. Un hoyito, hasta el más pequeño, podía saciar la sed y salvar la vida. ¿Será acaso una simple casualidad que a los hoyos en los que hoy muchos niños juegan con canicas se les denomine precisamente "gua"? Creemos que no. Parece ser una las remotas herencias de aquellas aciagas y trágicas horas.

Los estudios de toponimia muestran que desde antiguo fue poniéndose nombre a cuanto tipo de fuente de agua se encontró. Así, hoy en español hablamos de río, mar, lago, charco, pozo, arroyo, fuente, torrente, pantano, noria, ojo de agua, etc., en mérito a las características distintivas de cada una. Pero la toponimia estudia en particular los nombres propios con que han sido bautizadas todas y cada una de esas fuentes de agua en el mundo.

En Europa, en particular en la Antigua Europa, la de más remota ocupación, la historia demuestra que, de los topónimos, los más resistentes al cambio son los nombres de ríos dados por los primitivos habitantes de la región a base de denominaciones comunes como "agua", "corriente", torrente", etc., o explicitando características del líquido como "claro", "brillante", "rápido", etc. 191.

Así, hoy, entre los topónimos mayores del mundo, tanto pertenecientes a fuentes de agua como a centros poblados (sin duda próximos a ellas), con denominación en español o portugués hemos   encontrado 1 175 nombres en los que directa y expresamente aparece la voz "agua". Es por ejemplo el caso de Agua Agria (4), Agua Alegre(3), Água Amarela (3), Agua Amarga (3), Agua Amarilla (13), Agua Blanca (120) o Agua Zarca (60), etc. Es decir, en esa suma no han sido incluidos nombres como Desaguadero, Luna Aguada y otras variantes por el estilo.

Pero hay además 1 165 en que como parte del nombre en inglés aparece la voz "water" (= agua). Como en los casos de Goodwater, Black water, Gosses Waterhole, Graafwater, Greenwater Lake y Light- water. Y 82 en que en alemán aparece "wasser" (= agua). Como en Achterwasser, Geiswasser, Käswasser, Langwasser (2), Wasserzell (3).

Pero asimismo 292 en que aparece la voz árabe "wadi" (= río) 192 o la voz "uadi" (= canal seco que deja un río intermitente) 193. Como en Wadi al Masilah, en Yemen; Wadi`ah, en Siria; Uadi ar Rimah, en Arabia Saudí; Kouadiokro, en Costa de Marfil (8); y Uadigan, en Uzbekistán. Algunos de todos esos 292 nombres pueden estar en swahili, pues en esa lengua "wadi" significa curso de agua 194. Y en Japón 321 nombres que incluyen "kawa" (= río). Como en los casos de Hayakawa, Kaikawa y Kawai (10).

Pues bien, a tenor de lo recién expresado sobre la Europa de más remota ocupación, también es seguro entonces en el resto del mundo todas estas y fonéticamente variadas referencias al agua son igualmente muy remotas y por igual se han resistido al cambio.

Es decir, y para ser coherentes con lo que nos sugieren los especialistas, voces como "agua", "aua", "wadi", etc., no solo son remotas, sino que habrían variado poco desde que fueron instituidas. Tanto en continente (/awa/) como en contenido (H2O).

Sin embargo, en nuestro listado completo de topoguánimos (Anexo Nº 1), con muchos más idiomas que español, portugués, inglés, alemán, árabe, swahili y japonés de por medio, el líquido más presente en la naturaleza debe estar representado entonces en muchas más for- mas que "agua", "água", "water", "wasser", "wadi" y "kawa".

Pero mal haríamos en creer que allí se agotan las referencias toponímicas al agua. Porque ya hemos visto que, en el caso de España por ejemplo, en un buen número de topónimos, sobre todo de ríos, está presente la raíz "Gua–", heredada del árabe "wadi". Sin embargo también hemos visto que Güerna parece significar lugar de aguas agitadas.

Y se nos dice que Narcea a su vez puede significar valle de agua; y Abantru, agua que fluye de la cueva. Y que Guara, por presunta derivación del latín "boréa", significaría niebla; y Aguacha, lluvia tenue pero molesta y fría, en aragonés 195. Sobre Barcelona se dice que equivaldría a lugar mayor junto al agua 196, pero es más probable que el nombre derive de su fundador, el general cartaginés Amilcar Barsino 197 o Amílcar Barsa, padre de Aníbal.

Albaigès nos dice «que en algún idioma hoy perdido, la banal palabra "agua" fue ibar, y con este nombre sus hablantes designaron la mayor masa líquida para ellos imaginable, el río hoy llamado Ebro.

  Llegaron luego nuevas avalanchas humanas, oyeron que ese gran río, el enésimo visto por ellos, era el Ibar, y llamaron Ibaria a la tierra que regaba. El germen ya estaba lanzado…» 198. De este último surgió el que a la postre sería el nombre de toda la península: Iberia.

Sin embargo, y todavía en España, también se alude al agua en topónimos menores como Indelagua y Puentesaguas, de Cantabria 199; Aguamía, de Asturias; Aguachares, Aguarachal y Vegualín (derivado de Vaguadín = paraje de vaguada), de Castilla y León 200. En el nombre vasco Guarroia, del que derivó Aguarroya 201, y en otros muchos de los casi 200 que hemos reunido en el Anexo Nº 16 de topoguánimos menores.

Entre los vascos con "uhar" se hace referencia a agua turbia; con "uhats" a agua sulfurosa; y con "uharte" a entre aguas. En los tres casos está presente la raíz /ua/. No obstante, es con "ur" que se expresa agua.

También se alude al agua en Iguazú, agua grande 202. En Paraguay, dos de cuyos posibles significados serían río de las coronas y agua como el mar 203. En Humahuaca, que significaría agua sagrada 204.

En Nicaragua, que significaría tierra rodeada de agua 205. En Managua, que representaría puñado de agua 206. Pero asimismo en Atlacuilayan, hoy Tacubaya, que significaría gran manantial 207. En el mundo andino y en la Amazonía todos los nombres con la raíz "mayo" (del quechua "mayu" = río), hacen también referencia al agua, y son muchos. Y se vio ya que antiguamente en el área las Antillas se representaba al mar con "bagua".

En los vastos espacios del sur de Europa y norte de África bañados por la porción occidental del Mediterráneo, especialistas en toponimia y lingüística nos dicen que, en lenguas preindoeuropeas, la raíz o morfema /ur/ y su variente /ol/ significan llano con agua; /inar/, significa tajo con agua; /mun/, terraza fluvial; y /bart/, humedad, marisma 208.

En gótico, la lengua que hablaron los godos en Europa, "agua" era representada por "watô" 209. Pero esa raíz –aunque no sabemos si con igual significado, pero es posible que sí–, está presente en Watogo, de Burkina Faso; Gwatoulo, de Costa de Marfil; Wato, de Etiopía; Awatonya y Watoro, de Ghana; Watoke, de Liberia; Chiwato, de Malawi; Sawato, de Namibia; Gwato, de Nigeria; Watongbo y Watoro, de República Centroafricana; Iwatoku, de Sudán; Wato, de Togo; Watoke, de Uganda; y Ziwato, de Zambia. Pero es seguro que no fueron losgodos quienes sembraron esa voz en toda África. Ni los que la llevaron a Sri Lanka, Japón y Filipinas, donde también está presente.

En Asia Menor, en lo que hoy es Turquía, la lengua de los hititas, hablada desde hace más de cuatro mil años, representaba el "agua" con la voz "watar" 210. ¿Es ésa la misma raíz de Watarchí y Wátarmah– ye Pá´in, de Afganistán? Puede que sí. Pero también es difícil pensar que fueran ellos quienes, atravesando Mesopotamia y Persia, la llevaran a casi tres mil kilómetros de distancia. ¿Hay identidad lingüística entre la voz hitita "watar" y la raíz "wata" que hemos encontrado   897 veces en los cinco continentes? Es posible. Pero impensable que fueran los hititas quienes la regaron por el mundo entero.

Otros topónimos del mundo en los que se hace referencia al "agua" son 211: – Belice: provendría de la voz maya "belix" = agua fangosa, aplicada al río del mismo nombre.

– Guyana: que en la lengua guiana significaría tierra de muchas aguas.

– Eslovaquia: derivado de una voz eslava que significaría gente del agua.

– Eslovenia: igual a la anterior.

– Kuwait: del árabe al–Kuwait, fortaleza construida próxima al agua.

– Malawi: de una voz nativa que significa aguas llameantes.

– Nairobi: derivada de la voz masai "ewaso nyirobi" = aguas frescas. Y, – Togo: que en una antigua lengua nativa significa agua.

En fin, transparentemente en unos casos, como cuando aparecen las voces "agua", "wadi", "mayo" o sus equivalentes (y hay acceso a la traducción); de manera opaca en otros, como cuando debe recurrirse a lenguas extintas, pero todavía descifrables, como en los casos de Ebro, /bart/ y "watar"; y de manera indescifrable en el caso de nombres en lenguas extintas (que han sido miles) por nadie estudiadas; lo cierto es que las referencias al agua son abundantísimas.

Los primeros recolectores–cazadores que conocieron las fuentes y corrientes definieron a unas como "agua blanca", a otras como "agua hedionda", "ojo de agua", etc. Sus descendientes, los primeros pobladores rurales que se asentaron en las riberas, sin pretenderlo, terminaron por perennizar esos nombres, pues los poblados o ciudades que casi imperceptiblemente fueron emergiendo de cada uno de esos asentamientos terminaron denominándose igual que el curso de agua que les saciaba la sed.

Hoy mucha gente en el planeta no tiene conciencia lúcida de que, sin excepción, todos los centros poblados del mundo están asentados al lado de una fuente de agua dulce. El crecimiento de algunas ciudades, tras superar la capacidad de abastecimiento de su fuente original, y/o dejarla oculta bajo el cemento, ha obligado a sus habitantes a abastecerse de fuentes que, como en el caso de California, en Estados Unidos, están a 650 kilómetros de distancia. Un recurso equivalente, o en su defecto la migración río arriba, o a otro valle, han tenido que adoptar todas aquellas poblaciones donde la fuente original, que siguió llamándose Agua…, había quedado total o temporalmente seca.

Esa obsesión que dejó esparcida la voz "agua" por doquier no se explica solo en mérito a la condición de indispensabilidad que objetivamente tiene el agua dulce para la vida. Sino que también resulta una herencia sico–social y cultural de conductas surgidas en el contexto de los drásticos cambios climáticos que coincidieron con la aparición del habla, cuando fue dramáticamente necesario definir con claridad dónde con seguridad podía encontrársele.

No fue pues aquella una obsesión gestada en las épocas de abundancia.

Hizo carne en nuestros antepasados de África en los recurrentes períodos de escasez, de sequía grave. Pero sobre todo cuando se puso   de manifiesto la completa desertificación del Sahara. En aquellos lejanos tiempos en que el único recurso para movilizarse eran las piernas.

Cuando con las crías a cuestas, sorteando a las fieras, el desplazamiento era de apenas unos pocos kilómetros al día. Cuando la escasa información, no siempre certera, solo corría de boca en boca. Y cuando un día más de penosa caminata representaba la diferencia entre la vida y la muerte.

De allí que, repitiendo al profesor Dorion, en pocos lugares, como en el Sahara, se encuentra «tantos topónimos formados a partir de nombres que aluden a la existencia de agua; y es que sólo aquello que es extraño y vital merece ser consignado, localizado, puesto en relieve, señalizado de un modo expreso» 212.

Corresponde sin embargo contextualizar en el tiempo la aseveración del profesor Henri Dorion. Y es que no resulta igualmente dramático y concientizador incursionar en un desierto de cuya existencia se conoce, y buscar en él las fuentes de agua cuya ubicación incluso se tiene precisada en mapas, que experimentar la conversión de una selva en sabana y luego en desierto, padeciendo en el tránsito la pérdida de abundantísimas y generosas fuentes de agua, y con ella la de miles de vidas.

No habrían sido pues los bereberes, touareg, y otros pueblos delnorte de África, que durante los últimos cuatro mil años han conocido el Sahara como desierto, quienes tercamente dieron nombres alusivos al agua a todos los espacios donde la encontraban. Habrían sido aquellos antepasados suyos que, durante muchas generaciones, fueron sufriendo una cada vez más agresiva, desesperante y trágica sequía, antes de que se produjeran las primeras migraciones que, con sus hijos y sus voces, esparcieron la especie humana por el mundo.

Ello explicaría por qué, por ejemplo, aunque se le siga presumiendo de origen árabe –erróneamente en nuestro concepto, incluso en el caso del inglés 213–, una voz como /wadi/ no solo está presente 151veces en 28 países de África, es decir, no solo en aquellos territorios donde se ha hecho presente la influencia árabe; sino también 84 veces en 13 países de Asia; 6 veces en Oceanía; y en nombres como Waditz, en Alemania; Wadimont, en Francia; Zawady, 36 veces presente en Polonia; y en Kewadin y Wading, en Estados Unidos.

Hoy en el mundo, además de las formas a las que ya se ha hecho referencia, agua es representada por "auga", en gallego; "eau", en francés; "acqua", en italiano; "aigua", en catalán; "aiga", en occitano; "mizu", en japonés; "shui", en chino; "su", en turco, "air", en indonesio; "uma", en aymara; "atl", en náhuatl; "ja’", en maya; "dehe", en otomí; "nisa", en zapoteco; "unu", en quechua; "vodá", en búlgaro; "voda", en checo y en eslovaco; "woda", en polaco; "vatn", en islandés; "vanduo", en lituano; "vann", en noruego; "âb", en farsi (o persa); "hanwá", en yameo; "yahuakeke", en vacacocha, etc.

Es decir, por formas absolutamente distintas entre sí, aunque unas claramente emparentadas con otras. Porque con anterioridad a   algunas de esas voces, habían estado presentes las raíces indoeuropeas "wed" (= húmedo) J "wód–r–", que los lingüistas refieren como antecedentes del germano "wasser", el inglés "water", los griegos "hýdõr" e "hidro", el irlandés "uisce", el hitita "watar", el armenio "get", el latín "unda" y "onda", el lituano "vanduo", el sánscrito "udan", el albanés "ujë", el rudo "voda", el macedonio antiguo "bedu", el tocario "war", etc. 214 Por sorprendente que parezca, en Internet, en los diccionarios de más de diez lenguas no hemos encontrado la traducción de "agua" (H2O) 215. Pero igualmente sorprendente es que, en la mayoría de esos casos, sí aparece la traducción de "lluvia".

En la toponimia de España se entiende por "vaguada" (= bawada) a una hondonada grande 216. ¿Quizá porque es allí donde siempre "va el agua"? En todo caso, el DRAE precisa que es la «línea que marca la parte más honda de un valle, y es el camino por donde van las aguas de las corrientes naturales» 217. ¿Tiene esa voz relación lingüística con la raíz "bawa" que hemos encontrado 566 veces presente en el mundo entero? Es posible. Y así lo creemos.

Para la voz "aguada" (= awada) tiene el español hasta veinte acepciones. Entre ellas, las directamente relacionadas con "agua" son: líquido no espeso; sitio en que hay agua potable, y a propósito para surtirse de ella; acción y efecto de aprovisionarse de agua un buque, una tropa, una caravana, etc.; provisión de agua potable que lleva un buque; y color diluido en agua. Pero también abrevadero, en Cuba; y acción de llevar el ganado a beber agua y de beber agua el ganado, en Honduras 218. "Agua" y "aguada" están pues sin duda relacionadas porque la segunda deriva de la primera.

¿Hay alguna relación entre esa voz "aguada" y los topónimos homónimos existentes en Puerto Rico, Filipinas (4) y Galicia? Muy posiblemente, desde que, por ejemplo, esos tres espacios son marinos por antonomasia, y/o porque el español ha podido dejar en ellos su impronta. ¿Pero puede decirse lo mismo del topoguánimo Agwada, dos veces presente en Nigeria; de Awadá, de India; Awadat, de Sudán; y Awadam, de Surinam, donde la presencia fue holandesa? Claro que puede haber relación, en tanto que también son espacios colindantes con el mar. Pero en ninguno de estos casos puede decirse pues que como resultado de influencia española.

Pues bien, tenemos una idea clara –aunque no necesariamente certera–, de por qué, en todos los tiempos, en todas las lenguas, transparente o crípticamente, el concepto "agua" está presente en miles de topónimos: sería herencia de una conducta social signada por el rigor de las sequías.

Es también sabido que "agua", "eau" y todas las versiones de agua en las lenguas latinas están relacionadas, aunque cada vez con más convicción dudamos que deriven del latín "aqua". Se sabe igualmente que, tras la raíz indoeuropea "wed", una remota versión germana "water" 219 ha dado origen a la voz homónima del inglés y al alemán   "wasser". No hemos visto en cambio afirmada la filiación entre "agua" y "water", aunque por cierto cada vez nos parece más evidente. Y me- nos todavía entre ellas y el árabe "wadi" (= río), pero que también cada vez nos resulta más verosímil.

Nuestra hipótesis es que todas ellas han derivado de la primigenia voz /awa/, que por añadidura habría sido tercera en el léxico del protolenguaje de los primeros seres parlantes.

Y que voces como las vascas "uhar", "uhats" y "uharte", y las amazónicas "hanwá" y "yahuakeke", aunque fonéticamente más relacionadas con /ua/, también derivarían de /awa/. Que, derivando del remoto germano indoeuropeo "water", el gótico "wato", el islandés "vatn", el lituano "vanduo, y el noruego "vann", también pues derivarían de /awa/. Y que también entonces derivaría de /awa/ el hitita indoeuropeo "watar".

En síntesis, que todas las voces del mundo con que se hace referencia al agua derivarían de / awa /. No parece muy difícil que la lingüística pueda demostrarlo en casos como el del náhuatl "atl" o el farsi "âb"; ni en los casos del occitano "aiga" o el gallego "auga". Pero sí parece difícil en los casos del japonés "mizu", el chino "shui" o por ejemplo el quechua "unu".

Pocos elementos hay en la naturaleza que, en tan grande cantidad, por igual se nos presenten en estado líquido, sólido y gaseoso.

Pero a su vez, en cada estado, en versiones muy distintas unas de otras.

En su estado sólido se nos presenta en los casquetes polares, en los icebergs que flotan en los océanos, en las capas de hielo que cubren las más altas montañas, y también en las heladeras. En su estado gaseoso está como nubes, de más de cien distintos tipos, como niebla y neblina, en todas las cocinas y manando de los géisers, fuentes termales y volcanes.

Y en forma líquida en muy diversas fuentes, dulces, ácidas y saladas, limpias y hediondas, claras y oscuras, vivas y muertas, etc.

Pero además puede clasificárseles por si están o circulan por la superficie, o por si brotan del subsuelo o si caen del cielo. Y de éstas últimas es enorme la diferencia entre una tenua y fina garúa, como la de Lima y la huarmi lluvia de la selva amazónica, y las torrenciales lluvias de los trópicos, o las originadas por los monzones del Asia, o los huracanes del Caribe.

Por su ubicación en las diversas latitudes del planeta, en cada territorio unas formas tienen preeminencia sobre otras. Si en los polos no se conocen los fangosos ríos del trópico, en éste no se conocen los glaciares, y viceversa. Quienes conocen los torrentosos ríos de las zonas cordilleranas casi no conocen la quietud de las aguas lacustres. Quienes conocen la aridez de los desiertos no conocen los chubascos tropicales.

Quizá esa impresionante versatilidad de formas, y la todavía más asombrosa variedad en que cada forma es preeminente en cada espacio del planeta, explican que para agua existan también tantas variedades lingüísticas. Bien puede haber ocurrido que la voz con que original- mente se nombró el agua en un territorio, transparentemente derivada Gráfico Nº 53 Huracán Elena, 1985 Gráfico Nº 54 Lago Blanco, Chile Gráfico Nº 55 Glaciar Hubbard, Alaska Gráfico Nº 56 – Nube   Gráfico Nº 57 de / awa /, quedó con el tiempo sustituida por otra que resultaba más recurrente o más eufónica, o por otra de connotaciones más dramáticas, o por otra que circunstancialmente adquirió carácter emblemático.

Bien se sabe que muchos cambios fonéticos e innovaciones lingüísticas tienen su origen en modas, en invenciones o distorsiones que, teniendo o no la pretención de lograrlo, terminan perennizadas en base a la imitación. Un primer sujeto improvisa, su círculo más próximo lo imita y repite, y el nuevo sonido termina por imponerse entre toda la población 220. Si en el pasado cercano defectos de pronunciación de un emperador han dado origen a cambios fonéticos en poblaciones en- teras, cuánto de ello no habrá ocurrido en la antigüedad cuando por largos períodos se impusieron en todas las latitudes autócratas que debían ser imitados incluso al precio del castigo.

Así, muchas versiones que representan al agua con voces distintas de /awa/, como en los casos de yahuakeke o shui, por ejemplo, pueden haberse originado en la diversidad climática y/o en modas autocrática o espontáneamente impuestas. En cuanto a la probable influencia de la diversidad climática en la definición del léxico, bien significativo resulta que, como se ha mencionado, en muchas lenguas, los diccionarios que aparecen en Internet incluyen la voz "lluvia" pero no así la que representa genéricamente al agua (H2O). Quizá pues porque la significación cultural y sicosocial de la lluvia, sin superar en esencia a la del agua, la supera en apariencia.

No obstante, y como quiera que fuese, la voz – raíz /awa/, representando agua en muchísimos casos, presente en la toponimia como "agua", "água", "ahua", agwa", "aua", "awa" e incluso como "awha", la hemos encontrado pues en 15 672 nombres distribuidos en el mundo entero, conforme se muestra en el Gráfico Nº 57.

Nuestra hipótesis no es pues solo que de la voz /awa/ –representada desde la aparición de la escritura en formas tan distintas como las que se acaba de mostrar–, dio origen a voces como / wato /, / wadi /, /watar/, /water/, y a las que se derivaron de éstas. Sino que su significado original, que es también el de estas últimas, fue agua (H2O).

Si en el inicio /awa/ representó agua (H2O), no puede menos que sorprender que la versión en español de ese concepto sea fonéticamente idéntica: /awa/, gráficamente representada por "agua". Solo equivalente fonéticamente a las representaciones gráficas mostradas que, eventualmente, en alguna o diversas lenguas de África, Asia o de Oceanía, también significan agua, pero no por influencia del español.

¿Cómo entender que entre las grandes lenguas que hoy se habla en el mundo, la versión en español de agua, no solo sea la más parecida sino en realidad la única idéntica al original: / awa /? ¿Acaso una simple casualidad? Creemos que no.

El descubrimiento de los homínidos de Atapuerca, en el norte de España, de casi un millón de años de antigüedad, más antiguo que ningún otro en Europa, resulta una pista digna de ser considerada. Desde África, atravesando Gibraltar y toda la península, los antepasa   dos de quienes alcanzaron habitar Atapuerca debieron llegar allí con voces como /ua/ y /awa/ tras dejarlas esparcidas en su recorrido.

Ello, y la posterior influencia de las lenguas que llevaron desde otros lados de Europa los siguientes habitantes de la península, explicarían el surgimiento, y ulterior existencia en paralelo con /ua/ y /awa/, de variantes tan próximas como el "auga" gallego; las voces "uhar" y "uhats" de los vascos, e incluso el "aiga" occitano, de la vecina zona sur de Francia. Explicaría también que de /awa/ habría surgido "ana" en el centro de España. Asimismo, la proximidad de los tributarios del Ebro con el sur de Francia explicaría que de "aiga" habría surgido "ibar".

Cuando los especialistas explican algunos de los cambios de nombres en América a raíz de la conquista, argumentan que en muchos nombres se sustituyó voces nativas por otras que a los conquistadores resultaban más familiares, como se vio para el caso de Cuernavaca.

Pues bien, ese mismo argumento puede y debe ser utilizado para analizar el impacto de la presencia árabe en España. Así, por ejemplo, no habrían impuesto la raíz "wadi" arbitrariamente, sino que habrían reemplazado las raíces nativas /ua/ y /awa/ por "wadi" que les resultaba más familiar. Pero mientras que en América casi no se dio reposición de las voces nativas, en España, por la inercia y el peso lingüístico, pero sobre todo porque los nativos, en particular los castellanos, retomaron el poder, se habría pues reimpuesto el nativo "gua", su nativo "gua".

En el caso de Guadalajara, la provincia centro oriental de Castilla (en color más oscuro en el Gráfico Nº 58), se insiste que la raíz "gua" deriva de la voz árabe "wad" (= río), ya sea porque el nombre derivaría de Wad-al-hidjara (= río que corre entre piedras) 221, o porque derivaría de Wad-al-Hayara, para el que por igual se da significaciones tan distintas como río de las piedras y valle de las fortalezas 222. Nos resulta difícil reconocer que los castellanos, que a sangre y fuego arrebataron ese territorio a los árabes tan tempranamente como en 1085, mantuvieran no obstante el nombre que el expulsado dominador les había impuesto.

Antes que los árabes impusieran el nombre Wad-al-Hayara a la ciudad que hoy es capital de la provincia, los visigodos la habían nominado Caracea. Antes que éstos, los romanos mantuvieron el nombre Arriaca (= camino pedregoso 223; o río pedregoso 224), dado por antiguos pobladores íberos. Y antes que éstos, en la zona, la hoy denominada Cueva de los Casares (que bien pudo ser remotamente Waricasares, por ejemplo) estuvo ocupada hace 25 mil años quedando como testimonio de ello casi dos centenares de grabados rupestres, más antiguos incluso que los de Altamira 225.

Pero además, y como hemos vuelto a presentar en el Gráfico Nº 58 en puntos rojos, es evidente que la dispersión de la raíz "gua" es homogénea en todo el territorio de España. Resulta así impensable asumir que allí donde nunca estuvieron los árabes, habrían sin embargo, paradójicamente, dejado su por entonces poco deseada impronta.

No pues, hay lugar a pensar que, desde la ocupación de Atapuerca en adelante, las voces / ua / y / awa / pasaron a ser nativas en la Gráfico Nº 58   península Ibérica. Así, mucho más tarde, para el caso de Guadalajara, por asociación fonética con una voz que les resultaba conocida, los árabes bien pudieron sustituir con Wad-al-Hayara un nombre que les resultaba menos familiar como pudo ser Gua-de-Arriaca, u otro, más antiguo y más arraigado entre los nativos, como también pudo ser Waricasares o Waricasara.

Pues bien, aunque queda pendiente que los especialistas reexaminen la etimología de Guadalajara, lo cierto es que hay consistentes indicios para asumir que, desde la ocupación de Atapuerca, en el léxico de la que más tarde sería la harto longeva lengua de Castilla, el castellano (hoy ya más conocido como español), quedaron afianzadas las voces / ua / = "gua", y / awa / = "agua".

Sobre el significado de la primera, remitiéndonos al análisis realizado en el capítulo precedente, inicialmente habría sido gente y a la postre lugar. Pero /awa/ siempre habría significado agua (H2O). Siendo pues la misma voz que, con ese significado, como postulamos, está presente en topónimos como Aguada y Awada, y en Vaguada y Bawada, etc., en el mundo entero, en múltiples idiomas.

Es decir, el hecho de que supuestamente la voz castellana "agua" deriva del latín "aqua" sería un error por más de un milenio mantenido.

Gráfico Nº 59 Como se propone en el Gráfico Nº 59, la voz / ua /, vía Gibraltar, habría llegado a la península Ibérica quizá solo un poco antes de que, a través del estrecho de Sicilia, llegara a la península Itálica. E influida desde uno y otro extremo apareció la voz francesa / eau / (que original- mente quizá fue / eua /, porque los casos de metátesis, o de alteración del lugar de las letras, se han dado en muchos idiomas). Miles de años más tarde la voz africana / wada / habría dado origen al hitita indoeuropeo / watar / (documentada para el segundo milenio aC), y ésta al viejo germano / water /. Y más tarde, a comienzos de nuestra era, desde la península Arábiga, derivando de /wada/, recién habría llegado /wadi/ al norte de África.

En la península Ibérica / awa / habría dado origen a / áwa /, en Portugal; /auga/, entre los gallegos; posiblemente /ua/, entre los vas- cos; / aiwa /, entre los catalanes; y, al norte de los Pirineos, a / aiga /, entre los occitanos. En la península Itálica /awa/ habría dado origen al latín /aqua/ y ulteriormente al italiano /acqua/. Por su parte, la vieja voz germana / water / devino / wasser /, en Alemania, y dio origen al gótico /wato/, etc.

En definitiva, llegando desde el Suroeste del Sahara, la vieja voz castellana /awa/ = "agua", sería uno de los exponentes redivivos del incipiente léxico del protolenguaje de los primeros seres parlantes en la Tierra.

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