/ UA / = gente, lengua, territorio
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

¡GUA!, EL INSOSPECHADO ORIGEN DEL LENGUAJE

Alfonso Klauer

 

 

 

Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP (278 páginas, 2,78 Mb) pulsando aquí

 

 

/ UA / = gente, lengua, territorio

Sorprendentemente, hemos encontrado la evidencia de que /ua/ da nombre a 53 "territorios" distribuidos en todo el planeta, y a 21"lenguas" de África, Asia y Oceanía. Pero ninguna evidencia explícita de que signifique "gente", "pueblo" o "seres parlantes".

¿Cómo llamamos hoy a los nacidos en Grecia? ¡Griegos! ¿Y cómo llamamos a su lengua, sea que se hable allí o en otro territorio: ¡griego! Igual ocurre con los chinos y japoneses. Con los noruegos yfranceses. Y con la mayor parte de los pueblos del planeta. Ésa es la norma (estadísticamente hablando, se entiende). Las excepciones, aunque no son escasas, son solo eso: excepciones. Es el caso de los que hablando español son sin embargo argentinos, bolivianos, peruanos, etc., pero también pueden ser realmente españoles. O de los que hablando inglés pueden ser ingleses pero también australianos, portorriqueños o estadounidenses.

La norma es pues que tanto el territorio, como la lengua y el pueblo o la gente que la habla tienen el mismo nombre: Grecia, griego, griegos; etc. Pero siendo que es una norma, asumida por convención en casi todo el planeta, nunca institucionalizada, debe haber adquirido entonces tal condición por uso consuetudinario, a lo largo de milenios.

Ya dijimos que durante el prolongado período en que los clanes erraban por la selva africana debió ser innecesario e irrelevante dar nombre a los territorios en los que solo episódicamente estaban. Esa necesidad debió surgir y hacerse manifiesta solo en el reciente Neolítico, cuando con la aparición de la agricultura el hombre se hizo sedentario.

Pero en ese momento, cuando fue necesario darle nombre al territorio, no hizo falta inventar uno: el territorio pasó a tener el nombre de sus habitantes. Así la tierra de los persas pasó a llamarse Persia. Y la de los medos, Media, etc. Y, aunque pueda pensarse como posibilidad, difícilmente fue al revés, al principio por lo menos.

Y también habría sido en el Neolítico que, habiendo quedado atrás el protolenguaje universal, común a todos, y constatando los pueblos que otra gente hablaba una lengua distinta a la suya, fue necesario bautizarlas a fin de identificarlas, individualizarlas, distinguir con nombre una de otra. Pero en ese momento tampoco hizo falta inventar nombres: cada lengua pasó a tener el nombre del pueblo que la hablaba.

Así pues se habría formado la norma consuetudinaria. Y al cabo de milenios quedó totalmente convenida y consolidada: pueblo, territorio y lengua tienen el mismo nombre.

Pero en el análisis que acabamos de hacer, de hecho, aunque implícitamente, estamos postulando que fue entonces el nombre, de los pueblos, etnias o grupos, el que surgió primero. Quede sin embargo todavía como una hipótesis provisional.

Con el Neolítico y la agricultura surgieron también las civilizaciones.

Y con ellas las grandes guerras de conquista. Y la subsecuente apropiación de territorios y el también consiguiente hábito de sustituir los nombres "bárbaros" de esos territorios a fin de imponerles nombres "civilizados". Lo hicieron los mesopotamios, los egipcios, los griegos, los romanos, los españoles, los aztecas, los inkas, etc. Es decir, todos los imperios, todos los conquistadores.

En esas condiciones se instauraron seguramente los primeros trasplantes, réplicas y sustituciones de nombres. Y aparecieron los primeros antropoguánimos para bautizar territorios conquistados. Como en los casos, quizá ya tardíos, de Alejandro J Alejandría. Y de César J Caesar Augusta J Zaragoza 177. Y decimos tardíos porque hay la evidencia de que ya entre los pueblos prerromanos de la península Ibérica había topónimos con nombres de personas, como Indalecio 178.

También surgieron las ambiciosas cuando no desesperadas guarniciones militares en territorios despoblados a los que hubo que dar nombre, o en territorios ocupados donde sus pobladores vieron desvanecerse el nombre con el que ancestralmente lo conocían. Éste por ejemplo fue el caso de la ciudad de León, en España, que debe ese nombre al campamento romano llamado Legionum 179.

Y aparecieron los forzados traslados de poblaciones enteras, a fin de poblar y explotar espacios desocupados, y para domeñar a las poblaciones desarraigadas; y, en espacios ocupados, tanto para reducir a las poblaciones injertadas como para dominar a las que forzadamente pasaban a ser anfitrionas. Como relata Herodoto, la sola noticia de sufrir el destierro causaba pavor. Lo experimentaron los jonios en el siglo V aC, cuando supieron de la posibilidad que Darío los trasladara a Fenicia, y a los fenicios a Jonia 180.

En estas circunstancias también se crearon pues nuevos nombres y, deliberada o inadvertidamente, surgieron otros en sustitución de losexistentes. Éste último parece ser el caso de Rumania. Confundidos por los nativos como "romanos", los catalanes y griego–catalanes que fueron desterrados a la Dacia por los romanos, sin pretenderlo, y en mérito a que su lengua era muy parecida a la de los conquistadores, terminaron porque finalmente derivara de su indeseado e impuesto gentilicio el nuevo nombre del territorio: "romanos" J Rumania.

Una cuestionable interpretación etimológica de Rumania indica que, conquistados por los romanos, «los habitantes se romanizaron y automáticamente adoptaron el nombre de "romans"» 181. Si así hubiese sido, ¿por qué no se dio lo mismo en todos los pueblos sojuzgados por los romanos? Sin duda porque a los demás no llegó trasladada una población civil de lengua tan próxima a la latina como la que fue desterrada a Dacia.

Pues bien, con los casos anteriormente vistos puede quedar claro que, como uno de los nefastos precios del advenimiento de la civilización, recién a partir de allí fueron los nuevos nombres de los territorios los que dieron forma a los nombres de muchos pueblos, etnias o naciones. Mientras tanto, durante miles y miles de años, había sido a la inversa.

Mas otro de los precios de la civilización, en mérito a las guerras de conquista, fue la apropiación de gente y su alienación: perdían su nombre, su identidad, y pasaban a ser genéricamente "cautivos", llamados "wardum", entre los mesopotamios; "ilotas", entre los griegos; "yanas", en el mundo andino; "esclavos", entre los españoles; "escravos", entre los portugueses; y, por ejemplo, "slave", entre los ingleses y estadounidenses. Mas, a la postre, todos los cautivos, perdiendo su propia identidad, se vieron forzados a adquirir la misma denominación de sus captores, y a hablar la misma lengua de éstos.

También entonces en este caso, tanto el gentilicio como el nombre de la lengua, fueron pues distintos del que naturalmente se habría heredado de los ancestros, y tuvo que ser adoptado ulteriormente, no pues al momento del nacimiento.

En general, desde que en Mesopotamia se instauró el imperialismo militar, fueron los pueblos extraños, los extranjeros desde la perspectiva del pueblo hegemónico, quienes sufrieron el escarnio de la esclavitud. Pero, hasta donde se sabe, fue solo desde que Grecia hegemonizó en las costas del Mediterráneo que con "bárbaros" empezó a hacerse referencia genérica a los "extranjeros", cualquiera fuera el estadio de su civilización. Así, para los griegos, como lo puso de manifiesto Herodoto, eran igualmente "bárbaros" tanto los desarrollados persas y egipcios, como los subdesarrollados etíopes y los germanos.

A partir de entonces dicho antropónimo tuvo un uso muy frecuente y una vida muy azarosa. Hasta que finalmente adquirió el significado con el que hoy más se usa: salvaje, bruto o tosco 182. El DRAE refiere que el término deriva del latín "barbarus", y éste del griego ßa.ßa...(= extranjero) 183.

Con Herodoto a la cabeza, ningún pueblo fue tan estudiado y conocido por los griegos como el egipcio. No extrañaría pues que la voz tuviera su origen precisamente entre éstos. Menos todavía ahora que sabemos que en el mismo delta del Nilo subsiste un pueblo de nombre Warwarah. ¿Fue este nombre el origen de aquella voz? Es posible.

No obstante, se dice que Wallachia, el antiguo y supuestamente eslavo nombre de lo que hoy es Rumania, derivaría de la voz gótica o germánica "walhs", que significa "extraño", y que dicha forma germánica deriva probablemente de una raíz celta 184, es decir, prerromana.

En fin, si todos estos trastoques y distorsiones, por excepción han aparecido en la vida del hombre hace solo 10 mil años, la norma habría sido entonces, y durante tanto como casi 150 mil años, que tanto los pueblos, primero, como sus lenguas y territorios, más tarde, tuviesen el mismo nombre.

En tal virtud, nuestra hipótesis a este efecto es pues que los primeros seres parlantes se dieron a sí mismos el nombre /ua/: "Gua", "Hua", "Gwa" o "Wa". Y que luego ése pasó a ser también el nombre de su lengua y de su territorio.

Pero sería erróneo asumir la expresión "se dieron a sí mismos" en el sentido más restrictivo y literal de la palabra. No, no fue un acto deliberado y absolutamente conciente. Imaginando a los pequeños grupos primitivos deambular por la inmensa selva africana, puede también imaginarse a un grupo topándose intempestivamente con otro. Y, tras constatar que, como ellos, los recién avistados también decían / ua /, mutuamente pues se reconocían como iguales entre sí, pero además distintos y superiores a los animales. Es decir, se reconocían como "gente", o como seres a los que hoy denominamos "gente", "seres humanos", "hombres", etc.

/ UA /, pues, habría significado inicialmente "gente". No solo habría sido la primera voz, la primera palabra, sino que habría sido además el primer sustantivo, el primero y más preciado de todos los sustantivos: el que representa a uno y a todos, el que representa a la especie.

Con o sin intervención de los grandes y convulsionantes cambios climáticos, pero más probablemente en relación con ellos, en algún momento uno o varios grupos al mismo tiempo, por reiteración del /ua/ empezaron a emitir controlada y deliberadamente otro sonido: / wawa /. Es entonces posible imaginar a un grupo que todavía solo decía /ua/ encontrándose con otro que ya decía /wawa/. Recién allí los miembros de ambos grupos habrían adquirido conciencia de que unos eran /ua/ y los otros /wawa/. Recién allí, entonces, unos habrían pasado a reconocerse e identificarse a sí mismos como "Wa" y los otros como "Wawa". Así, el sustantivo original había pasado a convertirse en nombre propio.

Felizmente todavía viven los legítimos herederos de unos y otros en varias partes del planeta. De ese modo, la arqueología, pero también la antropología y la lingüística, tienen ante sí un reto fantástico.

Es posible que los todavía desdeñados "Gua", "Hua", "Gwa" y "Wa" del planeta, pero también los múltiples "Wawa", tengan reservadas extraordinarias sorpresas.

Pues bien, tras reconocerse e identificarse dos grupos primitivos con dos voces distintas, "wa" unos y "wawa" los otros, pero cuando todavía estaba bien distante el amanecer de la civilización y de las lenguas, como parte del protolenguaje en construcción, con la aparición de otras voces, pero todas con la que había pasado a ser la raíz "wa–", cada pueblo asumió una como la que mejor lo definía, o mejor lo identificaba.

Unos fueron "waba", otros "waka", éstos "wada" y aquellos "wala", y los de más allá "wana", etc. Todos con "wa–", y todos bisílabos.

Tras miles de años, ya en el Neolítico, con el advenimiento del sedentarismo, siendo pues ya necesario nominar el territorio en el que por azar había quedado asentado cada pueblo, cada territorio pasó a tener también el nombre de sus ocupantes. Mas para entonces ya habían quedado bien perfiladas muchas de las primeras lenguas, unas con más variedad y riqueza fonética y de léxico que otras, de modo que los nombres eran cada vez más complejos y variados. Los nombres bisílabos, casi copados en sus posibilidades, dejaron paso a nuevos, pero trisílabos. No obstante, la raíz madre, el sonido primigenio, la única vez genéticamente condicionada para ser emitida, seguía presente.

Posiblemente, ya bien entrado el Neolítico, en el contexto de léxicos todavía más abundantes y precisos, y cuando se había perdido del todo el significado original y unívoco de la arcaica voz, y resultaba difícil precisar si ella hacía referencia al nombre de la gente que vivía en un lugar o al nombre del lugar habitado por tal gente, /ua/ pasó a ser utilizada entonces para designar algo tan impreciso y ambiguo como "gente de algún lugar" y "lugar de alguna gente". Es decir, cualquier gente de cualquier lugar, o, cualquier lugar de cualquier gente.

Más tarde, extinguiéndose del todo su sentido primigenio, terminando para la gran mayoría de los pueblos de consolidarse otra vez como sustantivo, pasó a significar pues, más genérica y ambiguamente, "gente de" y "lugar de". Y, a la postre, simplemente "lugar", cualquier lugar; y, "gente", cualquier gente. Ya no pues, "la gente", distinta de los animales no parlantes, sino cualquier gente entre la gente, cualquier gente en abstracto.

Hay pues diversos y consistentes indicios de que / ua / terminó significando genéricamente tanto "gente" como "lugar", dado que antes, ambiguamente, habría representado sin mayor distingo "gente de tal lugar" y "lugar de tal gente".

Pero si esos mismos conceptos se frasean como "gente que es de tal lugar" y "lugar en que está tal gente", podemos imaginar que /ua/ fue el más remoto antecedente de los hoy llamados verbos copulativos, de los que los más caracterizados son precisamente "ser" y "estar", en español, "to be", en inglés. Adquiere en ese sentido enorme significación que la raíz swahili "–wa" equivalga exactamente a esos verbos.

Demás está insistir en que, por su proximidad geográfica con el probable origen africano del /ua/, pocas lenguas del mundo pueden representar mejor que el swahili el sentido original de esa voz.

Representando pues "gente" y "lugar", fue argumento absolutamente suficiente para que hoy en el mundo, en por lo menos 71 mil topónimos, encontremos la raíz madre /ua/. Así lo creemos. Así lo postulamos. De ese sonido, por reiteración y traslape –como con detalle veremos más adelante–, habrían derivado las que venimos denominando "raíces originarias" (primarias, secundarias, etc.).

Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles