Influencia germánica
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¡GUA!, EL INSOSPECHADO ORIGEN DEL LENGUAJE

Alfonso Klauer

 

 

 

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Influencia germánica

Centremos ahora nuestra atención por un momento en el caso de "Guaritas". Esta voz portuguesa equivale a "garita" en español. Y dice la Real Academia que se trata de una «torre pequeña (…) que se coloca en los puntos salientes de las fortificaciones para abrigo y defensa de los centinelas». Es pues un punto de "guardia". Y equivale entonces al topoguánimo Guardia que en el País Vasco es considerado como de vieja extirpe nativa 106. No obstante, con diversas variantes está presente siete veces en Portugal. Ocho veces en España. Y 13 en Italia. Entre los topónimos mayores por supuesto, porque entre los menores debe haber miles. Baste recordar que, en su inmenso territorio, el Imperio Romano se preocupó de sembrar garitas de vigilancia a diestra y siniestra.

En todo el rastreo precedente, en ningún caso habíamos considerado al topónimo Guaritas, pues por primera vez se nos ha presentado en nuestro ya largo recorrido por el planeta. Ni a Guardia, porque no nos parecía portador de alguna de las raíces a las que hemos hecho referencia. Rizos Jiménez 107, sin embargo, siguiendo planteamientos del afamado especialista alemán Dieter Kremer 108, sostiene que "guardia" es un germanismo.

"Guardia", en alemán, es "wache". "Guarda" es "wächter". Y "guardar", "wahren". Por añadidura, sobre "guarida" dice la Real Academia que proviene del germano "warjan" (= proteger). Es decir, hay aparentemente buenas razones para pensar que efectivamente "guardia" deriva de un guánimo germano. Y los dos más probables son "wahren" = guardar, y "warjan" = guarida. "Wahren", que hoy se pronuncia "varen", antiguamente se pronunciaba "waren".

A la caída el Imperio Romano, a los visigodos, alanos, suevos y otros, que llegaron triunfantes de tierras germanas, aunque sin pretenderlo, nada les habría costado, usando esas voces, terminar por implantarlas entre los españoles. En boca de éstos, y en razón de los cam- bios fonéticos que habrían ocurrido a lo largo de los siglos siguientes, "war–en" habría derivado en "war–dar" y en "war–dia", escribiéndose es español "guardar" y "guardia".

En resumidas cuentas, "guardar" y "guardia" resultan pues aparentemente dos guánimos de extirpe germana. Pero aún no nos parece que forman parte del conjunto de miles de voces portadoras de esas raíces en las que venimos insistiendo tanto. Y a "waren", aunque pueda parecerse a "wari", aún no alcanzamos a reconocerla como filial o derivada de ella.

Entre tanto, "warjan" derivó en "guarida" (como el topónimo "Guaridas", de Extremadura), y que significa cueva, refugio. Pero cómo obviar que en el alfabeto latino la "j" recién quedó incorporada en la Edad Media. Y que durante los siglos precedentes –desde aproximadamente el siglo VII aC, en que los romanos asumieron el alfabeto griego occidental–, la letra correspondiente era la "i". Es decir, "warjan" en realidad había sido "warian". Y esta remota voz sí resulta fácilmente emparentable con nuestro bien conocido "wari".

Si hacemos la comparación final, el asunto nos quedará más evidente:   1) wari J warian warjan warida J J = guarida = guarida 2) -? J waren warhen wardar J J = guardar = guardar Pero todavía más esquemáticamente: 1) wari J warian J guarida 2) -¿ J waren J guardar ¿No es fácilmente perceptible que la primera de esas voces, "wari", habría sufrido una menor transformación fonética para derivar en "guarida"; que la segunda, "waren", para derivar en "guardia"? ¿Será "waren" realmente la voz que dio origen a "guardar"? Pero en el esquema, gráficamente, estamos insinuando que "wari" es más antigua que "waren", y que ésta aún derivaría de otra a la que desconocemos. ¿Cuál es o pudo ser esa voz, si la hubo? Y si "wari" es realmente más antigua que "waren", ¿cómo explicar que tuviera menor variación lingüística y fonética, cuando lo lógico es asumir lo contrario: a más antigüedad mayores posibilidades de cambio y distorsión? ¿Cómo pues explicar esa paradoja? Recurramos al tiempo y a la imaginación en nuestra ayuda.

Remontémonos al lejanísimo período de los recolectores–cazadores más primitivos, de hace 20 mil años, por ejemplo. Y, como ellos, tratemos de razonar con la simplicidad conceptual de aquellos tiempos en que se deambulaba en busca de alimentos y refugio y nada era objeto de atesoramiento.

¿Qué concepto, y qué voz correspondiente, debió crearse y fijarse primero en la mente de esos hombres: el de la guarida, concreta y valiosa, que los preservaba de las inclemencias del tiempo y las fieras; o, abstracto e inapreciado, el de guardar objetos y posesiones que no tenían? Wari J guarida No parece difícil concluir que el primero. Y se habría concretado con la voz "wari" que habría dado origen a "warida". Y acabamos de ver que tanto Guari, en Aragón, como Guaridas, en Extremadura, existen pues en la península Ibérica.

"Wari", según es entonces posible postular, habría sido la remota denominación que, sin representación escrita alguna, el hombre del Paleolítico dio a sus primeros refugios, fueran cuevas, grutas, salientes rocosas, etc. Sería pues la primera voz, y luego raíz lingüística a la que le habríamos encontrado una significación plausible.

En el mundo hay por lo menos 866 topónimos que contienen esa raíz. Y probablemente muchos lugares reúnen las características que los hicieron acreedores a ese nombre. Éste, con el tiempo, pasó sin embargo a adquirir connotaciones míticas. Como cuando dio nombre al segundo imperio de los Andes: Wari, al que ya hemos mencionado. O a otros, como el que con idéntico nombre floreció en Bangladesh en el 2700 aC, que ha hecho noticia con nuevos y recientes descubrimientos arqueológicos que, según afirman los especialistas, «puede cambiar la historia de la India» 109.

Pero la denotación original, cueva, refugio, en algún momento empezó a quedar en desuso. No es difícil imaginar que ello ocurrió bien entrado el Neolítico, cuando, con el desarrollo de la agricultura y la adopción del sedentarismo, la mayor parte de los hombres del planeta había pasado a vivir en miles de pequeñas poblaciones rurales y las primeras ciudades.

Para entonces, del primitivo, enraizado y prestigiado "wari", se habría hecho derivar "warida", para designar con ella a esos primarios refugios que habían quedado en desuso, pero por los que todavía se conservaba grata memoria.

Pero al propio tiempo, con la agricultura y el sedentarismo, en torno al 5000 aC, apareció la necesidad de preservar y proteger las cosechas y el ganado, y de preservar y proteger todo cuanto se atesoraba en las viviendas y primeros palacios, poco o mucho, pero protegerlo, preservarlo. Recién en ese momento, aparecido el concepto, aparecida la necesidad, hubo que darle nombre.

Mas para entonces muchos de los pueblos de la Tierra desarrollaban ya su propia lengua, con la que cada uno dio a esa preocupación, a ese concepto, su propia voz. Pero, con todavía pocas opciones lingüísticas, quizá no hubo otra que recurrir a las viejas, conocidas y prestigiadas "wari" y "warida" para derivar de alguna de ellas la nueva.

Así, en los albores de la civilización, en la península Ibérica habría aparecido "wardia" (pero para designar en general la acción de guardar – proteger – preservar), que habría derivado en "warda" para luego ésta generar "wardar" y a la postre quedar representada como "guardar".

Resulta bien significativo que, entre las escasas etimologías de antropoguánimos, sobre la de Guarnardafra, de Canarias, la autorizada palabra de Gerhard Böhm indica que provendría de la voz nativa "warnârdhemh" (donde "warnâr" = defensor), con lo que significaría defensor en lo referente al pueblo 110. Y resulta pues obvio que las significaciones de "guardar" y "defender" están muy relacionadas.

En las Galias probablemente el mismo "wardia" terminó como "garder". Y en la península Itálica como "guardare", etc. En Germania "wari" había dado lugar a "warian" y ésta a "waren" que devino "wahren". Y seguramente muy poco después, en mérito a nuevos conceptos y la necesidad de expresarlos, derivaron de "guardar", para el caso del español: "guardián", "guardianía", etc. Y "guarita" que devino "garita".

El tiempo haría que "warida" pasara a tener una connotación despectiva, pero, sobre todo, muy poco uso. Porque ya nadie recurría a ellas como vivienda. Las cuevas, de las que siglos antes el hombre había expulsado a los animales para alojarse, habían vuelto a ser refugio y posesión de las fieras y alimañas. Así, sin uso el objeto y sin uso el nombre, éste no sufrió transformación fonética alguna. Y en España, con el alfabeto latino impuesto por los romanos, la voz fue representada con "guarida".

De ser así, hay entonces lugar a un radical replanteamiento del esquema anterior y presentar uno nuevo como el siguiente: Gráfico Nº 35 El hecho de que entre 533 raíces identificadas en el indoeuropeo 111 ninguna contenga una que haga referencia a cueva, caverna o guarida, podría estarnos mostrando que en esa remota y desaparecida lengua ya la voz correspondiente había quedado completamente en desuso, o era ya pues un arcaísmo en el 3000 aC.

Tampoco hemos encontrado entre esas 533 raíces ninguna que haga referencia a esa muy genérica y primitiva noción de "guardar" a la que estamos haciendo referencia. Pese a que entre ellas hay nada menos que 103 verbos. La más cercana es "herg–", pero se refiere a una preocupación mucho más precisa: "guardar en recipientes" (arcas, contenedores, etc.), que sin duda debió aparecer mucho después, pero que además dista mucho de parecerse a la remota "wari" de la que venimos tratando.

Entre tanto, como se ha visto en el último esquema, y contra lo que se ha venido pensando tradicionalmente, ni "guardia" ni "guardar" ni las que se derivaron de éstas habrían tenido entonces origen germano.

El fundamento del error estaría en la creencia tradicional de que "tribus germánicas", esto es visigodos y otros, fueron las que llegaron a España tras la debacle de Roma, y que ellas fueron las que trasplantaron esas voces a la península Ibérica.

Asumiendo en cambio la hipótesis que planteamos en ¿Leyes de la historia?, de que los grandes grupos que llegaron a España no fueron sino los descendientes de aquellos a quienes los romanos, en represalia por su resistencia a la conquista, los trasladaron a confines del imperio, el asunto alcanza a tener más coherencia y sentido.

Los visigodos, por ejemplo, habrían sido los descendientes de catalanes y griego–catalanes de Emporia y Tarragona, que, según postulamos, fueron llevados a la Dacia romana, esto es, a Rumanía. Y habrían llegado allá con "wardia" y "wardar" como parte de su léxico.

Al fin y al cabo habían sido educados en la que el historiador español Antonio Blázquez llama «floreciente, rica, populosa, mitad griega y mitad indígena» 112, en el caso de Emporia, y en su vecina Tarragona, a la que a su vez el geógrafo latino Mela calificó de «opulentísima» 113 .

En mérito a su ascendiente, pues su desarrollo era mayor que el de sus anfitriones los nativos rumanos, no les resultó difícil, en los cinco siglos que estuvieron, diseminar sus voces hasta teñir la lengua de ese territorio con el sello "latino" que nadie deja de reconocer. Y los que cruzando el Danubio pasaron a alternar con los germanos, adoptaron al cabo de tantas generaciones esa entonación, fonética y cambio lingüístico que los presentó como "germanos" para cuando retornaron a España siglos más tarde.

Nuestra hipótesis de que habrían sido "catalanes" los que, tras los siglos de ostracismo al que los obligaron los romanos, regresaron a Cataluña como "germanos" y específicamente como "visigodos", parece verse reforzada con un importante dato proporcionado por Josep Maria Albaigès. Dice él en efecto que la influencia o huella germánica en la antroponimia española se aprecia en especial en Cataluña Vieja 114 .

Pues bien, cuando menos para el caso de las voces que venimos analizando, con el retorno de los refugiados no habría habido trasplante germano de nuevas voces, sino un cierto grado de germanización de voces ya conocidas, bien afincadas y remotas. De allí que las encontremos como Guardas, Guardia y Guardias, en Andalucía; Guardia, en Aragón; Leiguarda, en Asturias; Guardamino, en Cantabria, donde también aparece Velilla de Guardo 115; Guarda y Guardo, en Castilla y León; La Guardia, en Castilla – La Mancha; Guardia y Guardiola, cuatro y siete veces, respectivamente, en Cataluña; Guardamar, en la Comunidad Valenciana, etc. Y en Portugal como Guarda, Guardais, Guardal, Guardamano, Guardas y Guardizela; y como Guarda en otros cinco topónimos menores.

Pero también bajo la forma Guariza (= wari), cinco veces presente en Asturias 116, y Guarita y Guaritas, en Portugal. Y como Guareña (~ wari), que no solo está presente en seis topónimos mayores de Castilla – La Mancha. Sino que en la provincia de Burgos, la misma donde se encuentra Atapuerca, como topónimos menores, es el nombre de un río, y, todavía más significativo, como Ojo Guareña (¿ojo de la cueva?), el nombre de una cueva de 110 kilómetros de longitud 117 .

Pero aún cuando creemos haber cuestionado el supuesto origen germano de voces como "guardar" y "guardia", no es menos obvio y cuestionable el prurito de germanización, que el antes visto de latinización. Y es que fuera del germano, del latín, y de un lenguaje tan remoto como el que pudo contener la voz "wari", ha estado siempre disponible otra posibilidad en torno al origen de aquellas voces.

Gráfico Nº 36 En efecto, mucho antes de que los romanos hicieran historia con su imperio, y de que los germanos hicieran historia destruyendo ese mismo imperio, el primer centro de civilización de la historia había sido Mesopotamia. Allí, como ha sido dicho anteriormente, en el segundo milenio antes de nuestra era, a los esclavos que se obtenía en las guerras de conquista se les denominaba "wardum".

¿Acaso no se ha dicho en los textos de Historia que, al cabo de varias generaciones de esclavitud, muchos esclavos –hijos de esclavos–, generalmente castrados, llegaron a ser guardias de los palacios imperiales? Ocurrió en Mesopotamia. También en Egipto. Seguramente también en el Imperio Azteca. Pero sin ninguna duda en el Imperio Inka.

Con un interregno de dos mil quinientos años entre la Mesopotamia de Hammurabi y la insurrección de los germanos dominados más la invasión de los germanos libres contra Roma, bastante tiempo hubo pues para que "wardum", como muchas voces, evolucionara dejando atrás su significación original y peyorativa, "esclavo", y pasara a denotar la más noble y prestigiada de "guardia". ¿No pudo pues ser esa voz de Mesopotamia la que dio origen tanto a la voz española "guardar" como a la germana "wahren"? Con los antecedentes mostrados, ¿no es acaso verosímil esa hipótesis? Sí, es tan verosímil como fonéticamente resultan todavía más cercanos "guardar" y "guardia", de "wardum", que de "wahren".

Nadie puede discutir la proximidad de Mesopotamia con Europa, y sus vínculos históricos y geográficos a través de Egipto, Creta, Asia Menor, Turquía y el norte del mar Negro. Bien pudo así llegar esa voz a manos de los germanos. Pero tampoco nadie puede negar laequidistancia de África respecto de la península Ibérica, por un lado, y de Mesopotamia por otro.

Mientras más antigua resulta la que, cuando menos, se puede considerar como probable fuente de origen de las voces que acá nos ocupan, más consistente resulta entonces la hipótesis anteriormente expuesta de que "guardar" y "wahren", pero ahora también "wardum", resultarían derivaciones de la remota voz / wari /, como en esta ocasión ilustramos con el mapa del Gráfico Nº 36.

Durante siglos se ha insistido en mostrar a Mesopotamia como la cuna de la civilización, o de la Civilización Occidental por lo menos.

No obstante, salvo los eruditos, prácticamente nadie ha oído hablar nunca de algo que hallamos heredado de ella. Qué cuna tan extraña. Ésta, sin embargo, es una buena ocasión para reivindicar que a ella, por lo menos los germano y anglo parlantes y los hispano hablantes, deberíamos una de las voces más preciadas. Pero también para reivindicar que, en primera instancia, se la deberíamos a África.

Continuemos sin embargo con nuestra revisión de la topoguanimia de la península Ibérica. A ese efecto, Rizos Jiménez nos recuerda que también "wala" es una raíz que Kremer considera germánica.

Pero cómo conciliar esa hipótesis con el hecho de que mientras ella se encuentra tan solo 24 veces en Europa, entre los topoguánimos mayores, se halla en cambio 2 234 veces en el resto del mundo. Es decir, por cada una que hay en Europa hay 93 fuera de ella.

Por lo demás, en la península Ibérica también han desaparecido o eventualmente quedado sustituidos muchos topoguánimos. En 1480, por ejemplo, existían en Granada nombres como Wábasar (= waba); Wasiya (= wasi); Al-Watá (= wata); y, entre otros, Guajar y Warkar. Y antes, en la época Medieval, Uadiello y Uales, en Rioja; y Uallemanna, en Aragón. La lista completa de los topoguánimos desaparecidos y sustituidos figura en los Anexos Nº 8 y 9.

Para terminar con Portugal, hay en este territorio una llamativareiteración de ocho veces el nombre Égua, en casos como Campo deÉgua y Valle de Égua, por ejemplo. "Égua" significa yegua en español.

¿Será pues, como en el caso de Valdelayegua, en España, un topónimo relacionado con la hembra del caballo? ¿Por qué habría de recordarse siempre, en todos lados, a la hembra y no al macho? ¿A los 175 topoguánimos que hay en el mundo con esa raíz, de los que solo 12 están en Europa, puede adjudicárseles esa motivación? Sospechamos que no.

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