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DESARROLLO AGROINDUSTRIAL SOSTENIBLE: SUBREGIÓN CENTRO-SUR DE CALDAS

 

Carlos Humberto González Escobar

 

 

 

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4.1.2. El Desarrollo Sostenible y La Agroindustria

De las reflexiones que ha suscitado la propuesta de Ecoregión Eje Cafetero se encuentra una que, por sus planteamientos acerca de la naturaleza, interesa en unos apartes a este estudio, en particular la relación histórica del hombre y la naturaleza, relación que ha provocado crisis desde los enfoques de las ciencias sociales y en su postura frente al desarrollo, pues se considera que los problemas ambientales reclamen su interés en una reinvención de la naturaleza como categoría de las ciencias sociales (Lozano, 2005, 4).

A la versión moderna del desarrollo se le ha impreso el sello de lo sostenible en una nueva incesante búsqueda por articular las actuaciones humanas, desde las esferas de lo político y, por tal, del poder, sus ámbitos económicos y productivos, como de sus comportamientos sociales y culturales; en ese sentido se ha venido estableciendo un discurso y una apertura de espacios de discusión con relación a la naturaleza.

Las limitaciones de los recursos y del patrimonio natural, e incluso de la absorción de los excedentes que genera el proceso cotidiano de producción y convivencia humana, ha provocado diversidad de opiniones y posturas opuestas; una desde la ideología ecologista, y otra desde el enfoque ambientalista, precisamente en esta se enmarca la propuesta del desarrollo sostenible.

Es posible acercar los asuntos de la naturaleza con los diseños técnicos, tecnológicos del hombre, de tal forma que prosperen en el largo plazo unas relaciones y posiblemente unas interacciones que contribuyan a un uso apropiado de los recursos.

La tierra necesita de una mirada en la cual se obtenga un justo equilibrio de esas interacciones con el hombre, en donde el hombre, en el futuro, pueda establecerse, producir, recrearse y disfrutar del entorno natural.

Pero el tema de la sostenibilidad no se agota en lo ambiental, se abre hacia las dimensiones de lo social, cultural, político y económico. De hecho, la preocupación superior frente a la crisis se concentra en el hombre por las condiciones excluyentes en que viven amplias capas de la población y el incremento de la marginalidad, el problema de la pobreza (en su acepción integral) y las dificultades para encontrar soluciones adecuadas y que se dirijan a afecten atender las causas estructurales.

Como concepto referente del desarrollo sostenible se parte, por lo general, del elaborado por Naciones Unidas, que plantea la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras; éste concepto se ha sometido a interpretaciones diversas y a cuestionamientos sobre su verdadero papel en la concreción de posibilidades de desarrollo.

En las opiniones emitidas sobre el mismo, por parte del proyecto Ecoregión Eje Cafetero, sus críticas se concentran en la dificultad para proponer modelos y de dirigir sus aportes teóricos a la práctica. En igual sentido se considera difícil hacer medición sobre la sostenibilidad, para lo cual se han venido estableciendo algunos indicadores.

Una pretensión de este estudio es iniciar enfoques tanto en lo teórico como en lo praxeológico para que se pueda evidenciar, en el mediano y largo plazo, posibilidades de transformación y generación de condiciones de desarrollo, en especial, tomando como referencia el potencial humano, social, económico, cultural, político, ambiental y territorial de una área seleccionada de Caldas.

Existen urgencias manifiestas en las comunidades y sus actores sociales que parece no ser sentidas, interpretadas o puestas en consideración por las instituciones y demás actores estratégicos de los que se compone la subregión, sin embargo existen factores y ciertas condiciones incipientes para tratar de modificar el pensamiento y actuación de los dirigentes, para lo cual se recurriría a reflexiones y propuestas de teorías, técnicas y prácticas administrativas, económicas, sociológicas y demás de las ciencias sociales en particular.

Entre otras, se tendría las aproximaciones prospectivas sectoriales y marginales que se han iniciado para la ciudad capital –Manizales– y algunas para el Departamento de Caldas, a manera de ejemplo los ejercicios sobre agroindustria, desde la apuesta por los distritos y de la conformación de las subregiones, el mencionado proyecto Ecoregión Eje Cafetero, el programa de competitividad y su agenda respectiva, la agenda de prospectiva tecnológica, y otra serie de trabajos que acompañan esta mirada, como el estudio de sectores estratégicos del Crece y el de desarrollo humano con el apoyo de Naciones Unidas.

El enfoque de este trabajo se ubica en una posición conceptual ambientalista, enmarcada en el denominado Desarrollo Sostenible, entre otras razones esta postura recoge inquietudes más allá de la contemplación del patrimonio natural y se ubica en el contexto de las posibilidades de interacción respetuosa del hombre con su esfera natural, en la cual se pueda hacer explotaciones productivas amigables, que no se detiene en ese ambiente productivista y se acerca al hombre en sus connotaciones psíquicas, sociales y, por tal, culturales; la incorporación de tecnologías limpias, la asunción a los órganos de poder y en los dirigentes de los planteamientos del desarrollo como asuntos prioritarios, en donde la planeación no se manifiesta en manejo cotidiano de urgencias y atender asuntos marginales; pues esas emergencias conducen a un aplazamiento del tratamiento de lo sustancial (estructural) a lo que posiblemente pueda llamarse “desarrollo”.

Establecer y posicionar en los discursos, en la circulación de nuevos sentidos tanto en los dirigentes políticos como en los actores sociales de las implicaciones de lo que significa desarrollo, partir de un criterio edificado a la luz de una reflexión propia en nuestro contexto de lo que ello se entiende y comprende para cada uno de nosotros en la subregión. Tiene la trascendencia de remover mentalidades y posturas arraigadas en el tiempo, de ser asuntos heredados y establecidos en las actuaciones sociales y culturales, de ello se deriva la necesidad de incluir lo cultural como fuente de esa nueva apuesta. De hecho esto ya es retador para las instituciones y la subregión.

El crecimiento económico se ha convertido en la evidencia de la manera de medir las actividades productivas y hacer análisis de sus niveles de transformación en un periodo dado, con la inclusión de algunas variables que permitan mirar precios, volúmenes de producción, ingresos per cápita, producto interno bruto, entre otros. Este sentido de aproximación de lo económico es reduccionista e inmediatista sobre un concepto maduro de lo que posiblemente signifique desarrollo.

De los enfoques modernos sobre el desarrollo ha surgido una corriente de pensamiento interesante, en Latinoamérica la ha venido promoviendo el ILPES y de cierta manera la han empezado a establecer en los trabajos de intervención social otros organismos de las Naciones Unidas, es la del Desarrollo Económico Local –DEL–, sobre el potencial sistémico y endógeno de los territorios organizados se podría iniciar procesos de reducción de la marginalidad, entrar a resolver causas estructurales de la situación de pobreza en nuestra comunidad, desde una mirada más cercana y próxima a los hechos sociales, económicos y políticos; lo que posibilitaría una comprensión de las complejidades y un manejo directo de los desajustes y exclusiones en sus comunidades. En los más recientes acercamientos al tema, se ha venido proponiendo que la visión del desarrollo local no se quede en lo económico, sino que se amplíe hacia otras dimensiones del desarrollo, para lo cual su enfoque se acerca a lo sostenible, que en sus sustentaciones se hará integral, sistémico y holístico. Se trata de establecer un concepto abierto para identificar las causas estructurales del desarrollo local, que incorpora saberes sociales y culturales propios, las relaciones de poder y sistemas políticos autónomos locales, las dinámicas productivas y económicas, innovaciones y tecnologías incorporadas a todos sus ámbitos, se conduce a la versión de un desarrollo desde dentro del territorio y enmarcado en su sostenibilidad, que tendría como significado trascendente la inclusión y la integralidad.

Otra posición con relación a la sostenibilidad que se ha venido refinando tiene que ver con que ésta sea de carácter “dura” o “fuerte”, o que lo sea de carácter “débil”. La sostenibilidad “fuerte” conlleva el reconocimiento de la explotación de los recursos naturales y reconoce que de ello se deriven deterioros o degradaciones, pero su preocupación es hacer que la explotación sea respetuosa y permita dentro de ciertos límites conservar el capital natural.

Estableciendo la relación del tema de la sostenibilidad con la producción agropecuaria han surgido una serie de nuevas acepciones, como la de agricultura sostenible en la que se cuestiona el manejo de monocultivos; identificándolo como insostenible ecológicamente, peligroso desde el punto de vista sanitario y financieramente ruinoso. Este tipo de modelos de producción es impulsado por la industria petroquímica, el cual rompe la cadena ecosistémica, reduce la diversidad genética y requiere consumos abundantes de insumos químicos y por tal altamente contaminante del aire, el agua y el suelo.

Una versión más elaborada habla de la agroecología con esa misma tendencia ecologista, considera una mirada holística, con una relación de los niveles ecológicos y los sociales (Altieri, 1995) .

Teniendo como referencia a la agroindustria como concepto se ha incluido la teoría de sistemas para darle una explicación y un sentido integral, tomando como referencia los enfoques de las diversas disciplinas que pueden entrar a estudiar los problemas de la explotación productiva de la tierra.

Por tal el avance a la mirada de procesos de transformación de insumos agropecuarios que le permiten generar valor agregado a través de incorporación de tecnologías e innovación, ha ganado terreno con la versión de sistema, en la que se incluyen visiones sociales, económicas e institucionales (Machado, 2002, 211).

El sistema agroindustrial tiene tres fases de desarrollo: Fase Agraria, en la cual la participación del valor agregado en la agricultura es el que predomina. Fase de Transición, en ésta los sectores agropecuario y urbano–industrial compiten por la generación de valor agregado, sin predominio del uno sobre el otro. Fase Agroindustrial, es la transformación de insumos agropecuarios y de servicios con fuerte presencia del componente industrial. (Machado, 2002, 217). En la perspectiva de la propuesta diseñada por este mismo autor para el gobierno de Caldas se asimila a este concepto, pero en los ritmos de desarrollo se ha iniciado una precaria gestión, con una producción agraria básica y primaria (el mismo sentido de los commodities en economía), el proceso productivo del café por tradición se ha concentrado en la explotación del grano, en la producción agrícola, extracción, y demás procesos de lavado y secado. Actualmente el producto que ha tenido mayor impulso es el plátano, pero con igual comportamiento de actividad productiva básica y ligada al concepto de explotación precapitalista.

En esta concepción de lo agropecuario se configura una conexión que revierte las tensiones rurales--urbanas, como las que surgen de un enfoque de una sociedad urbanizada y consumista y aún dependiente de la producción rural para su sobrevivencia, o de una versión económica que aísla el concepto productivo y lo enmarca sólo en el fondo de la tierra rural; si algo se pretende con esta evolución del concepto es acercar la disparidad del territorio y acercar sus elementos ecosistémicos, sociales, culturales, tecnológicos, políticos y económicos.

Una mirada de enfoque rural, precisamente de agroindustria rural (Boucher, 1989, 1) , se ha propuesto a partir de la realidad económica y social de los campesinos latinoamericanos, tomando como referente la subsistencia y alimentación tanto de la población rural, como de la urbana. Su exposición está dirigida a un campo suministrador y abastecedor del mundo citadino, y como regulador de las tensiones en el territorio, para lo cual se le asigna el papel de regulador de los procesos de urbanización.

La propuesta de agroindustria rural (AIR) propende por demostrar la importancia del campesino y sus capacidades empresariales, así como la agregación de valor en la cadena productiva (Boucher, 2001, 1) . Se ha definido como “la actividad que permite aumentar y retener, en las zonas rurales, el valor agregado de la producción de las economías campesinas, a través de la ejecución de tareas de poscosecha en los productos provenientes de explotaciones silvo-agropecuarias, tales como la selección, el lavado, la clasificación, el almacenamiento, la conservación, la transformación, el empaque, el transporte y la comercialización” (Boucher, 2000,2).

Los supuestos que sustentan la AIR esta dado en que la mayoría de los campesinos no pueden sobrevivir con la producción agropecuaria sin ningún valor agregado, el comportamiento de los precios inestables y con cada vez más pérdida del poder adquisitivo, los costos de producción, el precario desarrollo técnico y sin posibilidades de acceso a desarrollos tecnológicos e innovación.

Dentro de los procesos de concepción de la AIR se han dado dos tipos o clases; una, las denominadas tradicionales y otra, las inducidas. En las tradicionales se incluye las actividades ancestrales o autóctonas (como la panela, artesanías). La categoría de AIR inducidas tiene como condición especial que trabajan sobre teorías y técnicas empresariales, del desarrollo sostenible desde la perspectiva ambiental, el tema de género y equidad (Boucher, 2001,7)

Esta particular concepción de las AIR puede ser adaptada a las necesidades de los pequeños productores rurales de la subregión, sus enfoques, sin embargo, conducen a constituir una estructura marginal frente a los nuevos requerimientos del desarrollo productivo contemporáneo; tratándose aún de un avance significativo en la articulación de la cadena de valor alimentaría y agregación de servicios y producción al componente primario del agro, es precario el esfuerzo frente a los niveles de competencia en el mercado y los requerimientos de competitividad en los que se está integrando el país ante el TLC con los Estados Unidos.

Derivados de esta propuesta de las AIR se ha planteado la localización agroindustrial, son los denominados Sistemas Agroalimentarios Localizados (SIAL), que se entienden como "sistemas constituidos por organizaciones de producción y de servicio (unidades agrícolas, empresas agroalimentarias, empresas comerciales, restaurantes, entre otros.) asociadas, mediante sus características y su funcionamiento, a un territorio específico. El medio, los productos, las personas, sus instituciones, su saber-hacer, sus comportamientos alimentarios, sus redes de relaciones; se combinan en un territorio para producir una forma de organización agroalimentaria en una escala espacial dada". (CIRAD, 1996).

Retomando la Agroindustria desde la perspectiva sistémica se le considera como una categoría superior del capitalismo agrícola, en su fase monopolista de los conglomerados y complejos agroindustriales. Por tal, se entiende como un concepto de aplicación en países desarrollados, en donde existe un mayor nivel de ingresos y donde la estructura agraria no tiene tanto peso específico en la cadena alimentaria.

El sistema agroindustrial es “un conjunto de relaciones socioeconómicas, políticas, culturales e institucionales, cuyo núcleo central es la propiedad sobre los factores de producción (recursos físicos y naturales, recursos humanos, recursos financieros, tecnología y conocimientos) y cuya dinámica depende de los diferentes contextos y modos como el sistema se inserta en la totalidad de una economía de mercado y del sistema socioeconómico y político. El núcleo de poder, se ubica por fuera de la agricultura, en el aparato agroindustrial, financiero y tecnológico” (Machado, 2002, 221). Desde esta perspectiva se identifica como que la capacidad de los factores de producción no se concentran solo en la tierra y cada vez ganan más espacio otros factores estratégicos como la tecnología y el conocimiento, el estudio del mercado, la comercialización y distribución.

Por el interés del estudio y por las dimensiones del tema es fundamental que a la definición de agroindustria se le incorporen algunos elementos conceptuales, es indudable que las relaciones que se plantean excluyen el componente natural desde la perspectiva ambiental y sostenible, sobre este escenario no existe un concepto de propiedad, su característica es compleja y tiene la condición particular de tratarse de un fenómeno social en construcción y de un compromiso de carácter humanitario.

La versión de la racionalidad económica, la del esquema de cambio tecnológico, la gestión productiva, los enfoques sociales y culturales, los planteamientos políticos y la actividad propiamente dicha de la explotación agropecuaria tendrán un significado articulador, y en conexión con las perspectivas de desarrollo, en la medida en que su visión y actuación sea de carácter integral.

Las implicaciones conceptuales derivadas de ese nuevo enfoque ubican al hombre como eje de las posibilidades de desarrollo, esto significa impulsar la formación de capital humano en el territorio, la construcción de capital social, la articulación de actores sociales e institucionales, la producción y explotación sostenible de los recursos naturales, la agregación de valor en innovación y componentes tecnológicos.

Los sistemas agroindustriales en países en desarrollo como el nuestro están en una fase de transición, con disparidades en los niveles de agregación tecnológica, están en proceso de cambio, con combinación de diversas estructuras agrarias y aún con problemas complejos sin resolver. Para el caso de la subregión, objeto de estudio, el tema de la propiedad de la tierra está, de cierta manera, resuelto y en su conformación tiene incluido un gran porcentaje de pequeños propietarios, su estructura es de un 80% de predios con menos de cinco hectáreas, el problema se debe a la relativa capacidad e infraestructura de esos pequeños productores con relación a las exigencias del entorno global y sus respuestas a marcos de productividad y competitividad.

Una de las situaciones críticas en el modelo de trabajo con los productores rurales ha sido la asistencia técnica, en primera instancia se han entrometido los intereses “grupistas” en el nombramiento de funcionarios, lo cual de por si ya está generando una condición incompetitiva, quien trabaja en la administración pública con un sesgo partidista y posiblemente sin el perfil técnico o profesional para ejercer su actividad, lo cual no podrá brindar un desempeño de categoría, como efectivamente lo requiere el productor, esto conlleva a la serie de experimentos sin sustento científico en los que han incurrido muchos productores y que los ha prevenido a futuro, presentando ésta como una de las dificultades para que un productor cambie sus sistemas de producción, la forma de administrar o comercializar.

Las denominadas UMATAS, como unidades de asistencia técnica municipal han entrado en crisis, su dependencia, en decisiones, de personajes políticos o de intereses partidistas, profundizó el problema de su funcionamiento; pero es más difícil la situación cuando su estructura de operación es limitada en recursos e infraestructura, su gestión no está articulada a estudios serios sobre las propiedades del suelo, los insumos y materiales, o sus decisiones están dependiendo de otras entidades del orden público regional o nacional que les dictan qué hacer, su capacidad de gestión es nula y restringida por los factores “políticos”, pero también por problemas de conocimiento, experiencia y capacidad de su estructura y de sus componentes para potenciar el desarrollo rural.

El gobierno nacional ha venido dando un nuevo direccionamiento a la gestión técnica y para ello ha propuesto la concepción de los centros provinciales de gestión agroempresarial; en Caldas, en el plan de desarrollo, están propuestos seis, uno por cada subregión.

El ministerio de agricultura ha establecido un programa para la creación y consolidación de los denominados centros provinciales de gestión agroempresarial y para el fortalecimiento de la asistencia técnica, precisamente surgen en virtud de la crisis de las unidades de asistencia técnica municipal, su pretensión atender la asistencia técnica desde una óptica integral, trabajar con enfoque empresarial, promoviendo la inteligencia de mercados, estudios de factibilidad, asesorar en la formulación de planes de negocio y, en especial, servir de articulador de los instrumentos del estado.

Uno de los sustentos del cambio en la asistencia técnica está expuesto en la ley 607 de 2000, que permite la creación de organizaciones para atender este servicio, y entrega funciones de control al departamento, a las administraciones locales y a los propios productores.

El propósito de estos centros es gerenciar la competitividad de las cadenas productivas, integrando los recursos de las entidades públicas locales, los recursos e instrumentos públicos y de cierta manera los privados. Los servicios que se le asignan, incluye la gestión de información, distribución comercial y logística y la gerencia tecnológica y del conocimiento.

La estructura organizacional del CPGA (Consejo Provincial de Gestión Agroempresarial) está compuesta de un consejo directivo, una gerencia y una unidad administrativa y de gestión, con dos equipos de trabajo: un equipo de gestión agroempresarial y otro equipo administrativo y financiero.

Las funciones del consejo ya enseñan su alta dependencia de los esquemas normativos oficiales, éste se encarga de seleccionar al gerente, quien fijará su remuneración atendiendo las directrices del ministerio; también participará de los procesos de planeación regional, realizar la tarea de coordinación de instituciones, organizaciones y actores diversos; aprobar el modelo de gestión del CPGA y el perfil de los profesionales de la unidad de gestión y administración. Especialmente seleccionará, junto con la gerencia y mediante concurso, la entidad que prestará el servicio asistencia técnica (EPSAGRO), quienes actuarán conforme a los planes generales de asistencia técnica.

Es una nueva figura jurídica que pasa del orden local a un orden territorial más amplio, la provincia o subregión; pero conserva la rigidez de la administración y operación que le demarca la actuación de los entes públicos, y muy posiblemente la ingerencia de órdenes partidistas o intromisión de la politiquería en su funcionamiento.

Las preguntas que se harían: ¿Si es posible que mejoren los niveles de productividad y competitividad del sector con esta estrategia?; ¿ese es el nuevo tipo de institucionalidad y formas organizativas de gestión que requieren las regiones?

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