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LOS CONDICIONANTES EXTERNOS EN LOS PROCESOS DE INTEGRACIÓN
El rol de Estados Unidos de América ante los casos europeo y latinoamericano


Eduardo Rivas

 

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Santa Fe IV 2000

Documento Santa Fe IV titulado “El futuro de las Américas” y editado por James P.

Lucier a finales de 2000, él se destina a orientar ideológicamente la política de los Estados Unidos hacia América Latina.

Santa Fe IV. El futuro de las Américas: temas para el nuevo milenio Introducción A través de los años los estudios de Santa Fe han sido reconocidos por su enfoque práctico de los problemas hemisféricos, como asimismo por su creciente interés en la totalidad del espectro de cuestiones. Y no puede ser de otro modo si uno considera los antecedentes y experiencia de sus contribuidores. Cada uno de ellos ha vivido un romance de toda la vida con América del Sur y Central, dedicando muchos años en esa región. En el campo de los negocios privados, el periodismo y los más altos rangos del servicio militar estadounidense, los servicios de inteligencia y el cuerpo diplomático. A diferencia de otros estudiosos del hemisferio cuyo conocimiento está basado sólo en el estudio académico, o dirigido por pasión ideológica, el grupo Santa Fe está motivado por el deseo de ofrecer un cambio real al pueblo del hemisferio, y de fortalecer los lazos entre los Estados Unidos y sus vecinos sureños. Los desconcertantes descubrimientos de Santa Fe IV muestran que los Estados Unidos han tendido a considerar garantizados a aquellos vecinos sureños; y que lo que antes fue simple negligencia se tornó un escándalo abierto bajo las políticas de la Administración Clinton durante los últimos siete años. Obsesionado con Europa y China, y atontado con la corrupción de Rusia, el presidente Clinton ha dejado a Sudamérica en un patio trasero. No debe sorprender por ello que Sudamérica haya buscado inversiones y relaciones comerciales en cualquier otro lado “en España, por ejemplo” y en la República Popular de China.

Santa Fe IV nos recuerda que el mercado potencial de la frontera sur es tan grande como el propio. Desde una perspectiva histórica, esta división no debió suceder jamás. Los Padres Fundadores consideraron a Sudamérica como una región que, al igual que los Estados Unidos, estaba buscando su liberación de las naciones totalitarias de Europa. Jefferson, Madison, Monroe y John Quincy Adams, todos ellos consideraron a los sudamericanos como hermanos en la lucha contra la tiranía. Cada una de estos presidentes fue un experimentado diplomático, como asimismo un estadista. Jefferson fue Secretario de Estado de Washington; Madison fue Secretario de Estado de Jefferson, Monroe fue Secretario de Estado de Jefferson y John Quincy Adams fue Secretario de Estado de Monroe. De modo que cuando cada uno de ellos llegó a la presidencia, había conocido muy bien las luchas de poder de las relaciones internacionales, y los Estados Unidos disfrutaron de una continuidad de práctica política que fue rara desde entonces.

Por ello, cuando Monroe fue Secretario de Estado en 1811, envió a Joel Barlow como ministro a Francia. Las instrucciones de Monroe a Barlow incluían lo siguiente: “una revolución en las provincias españolas, al sur de los Estados Unidos, está progresando rápidamente. Las provincias de Venezuela se han declarado a sí mismas independientes, y anunciaron este suceso a nuestro gobierno. Se dice que el mismo camino será seguido en breve en Buenos Aires (sic) y en otras zonas. Las provincias de Venezuela le han propuesto al presidente el reconocimiento de su independencia y la recepción de un ministro; y aunque dicho reconocimiento formal no ha sido aún efectuado, se les ha dado una respuesta muy amigable y conciliadora. No debe Ud. dudar en atender esta cuestión, debido tanto a los justos reclamos de nuestros Hermanos del Sur, a los cuales no pueden ser indiferentes los Estados Unidos, como a los mejores intereses de nuestro país”.

Cuando Monroe asumió la presidencia, uno de sus primeros actos fue autorizar una misión a Sudamérica a fin de evaluar la situación de aquellos lugares que se habían proclamado independientes. Tras el retorno de los comisionados, Monroe inició las  CCLXXXVIII  operaciones destinadas al reconocimiento diplomático. En un memo de 1819 al Secretario de Estado John Quincy Adams, proponiéndole el envío de un agente a Sudamérica, Monroe escribió: “Puesto que las colonias (españolas) son nuestras vecinas, y necesariamente debemos sostener intercambios con ellas, especialmente si se vuelven independientes, como presumimos, en un período no lejano, es de suma importancia que nuestras relaciones sean de naturaleza amigable”. En 1822 Monroe envió un mensaje al Congreso solicitando el reconocimiento diplomático de los países de América Latina. Les dijo: “el movimiento revolucionario en las provincias españolas de este hemisferio ha atraído la atención y excitado la simpatía de nuestros ciudadanos desde sus inicios”. Sólo un miembro del Congreso votó en contra de la propuesta. Luego, en 1823, el ministro inglés de Relaciones Exteriores, George Canning, súbitamente propuso que Gran Bretaña y los Estados Unidos se unieran para oponerse a los esfuerzos de la “Santa Alianza” “Francia, España y Rusia” para restablecer las colonias españolas en Sudamérica. Canning consideraba un inteligente juego de poder bloquear a sus rivales europeos; pero perdió su interés a medida que cambió la situación. Sin embargo, Monroe decidió continuar sin el apoyo británico, y declarar a las autoritarias naciones europeas que los pueblos independientes de América del Sur estaban fuera de su dominio. En octubre de 1823 Monroe le envía un borrador de su mensaje al Congreso a Thomas Jefferson en Monticello y a James Madison en Montpellier, pidiéndoles su opinión. Ambos titanes respondieron de inmediato. Dijo Jefferson: “El tema encarado en las cartas que nos envió es el más trascendente que he contemplado desde el de la Independencia. Aquel nos convirtió en una nación. Este ajusta nuestra brújula y señala el camino que debemos recorrer en el océano del tiempo que se abre ante nosotros, y no podríamos embarcarnos en condiciones más auspiciosas”. También Madison acordó con la oposición a las maquinaciones de los europeos, por “las declaraciones que hemos hecho a nuestros vecinos, nuestra simpatía por sus Libertades e Independencia, los profundos intereses que tenemos en mantener las más amigables relaciones con ellos”.

El 2 de diciembre de 1823, Monroe envió al Congreso su famoso mensaje, que desde entonces será llamado la “Doctrina Monroe”. Observando que los Estados Unidos ya habían establecido, o se hallaban en proceso de establecer relaciones diplomáticas con Colombia, Argentina, Chile y México, Monroe advirtió bruscamente a los europeos que la libertad de Sudamérica debía florecer: “Nunca hemos tomado parte en las guerras de las potencias europeas por cuestiones relacionadas con ellas mismas, ni tiene que ver con nuestra política el hacerlo”.

Sólo cuando nuestros derechos son avasallados o seriamente amenazados devolvemos las injurias o nos preparamos para nuestra defensa. Con los movimientos de este hemisferio nos hallamos necesariamente conectados de modo inmediato, y por causas que deberían ser obvias para todo observador preclaro e imparcial. El sistema político de las potencias aliadas es en este sentido esencialmente diferente del de las Américas. Esta diferencia deriva de aquella que existe en sus respectivos gobiernos; y en defensa del nuestro, que se ha logrado mediante la pérdida de tanta sangre y bienes, y madurado por la sabiduría de sus ciudadanos más iluminados, y bajo el cual hemos gozado de una felicidad sin igual, toda la nación está empeñada. Por ello debemos, por la sinceridad y las amistosas relaciones existentes entre los Estados Unidos y aquellos poderes, declarar que consideraremos cualquier intento de su parte para extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio como peligroso para nuestra paz y seguridad”. Aunque los días en que debimos defender la independencia de las repúblicas de Sudamérica parecen haber pasado, aún persiste el hecho que aquella seguridad y libertad, tanto de los Estados Unidos como de las repúblicas sudamericanas están inextricablemente unidas. Como deja claramente expuesto Santa Fe IV, la soberanía e integridad de un cierto número de países en el sur se hallan en riesgo, no por otra nación sino por organizaciones criminales internacionales tan poderosas que le están denegando a los pueblos de Sudamérica su herencia de libertad. La política de la próxima administración deberá ser alinear juntos al Norte y al Sur, en una asociación que deberá ser sobre bases igualitarias, sin infringir la soberanía de ninguna parte. La promesa y  CCLXXXIX  cooperación extendida en los comienzos del siglo XIX por la Doctrina Monroe puede ser la base de una nueva era de mutuo respeto y mutuos intereses.

Las nueve “D” Defensa Esta “D” debe abordarse en su contexto más amplio. Primero y ante todo, hay que discutirla en términos estratégicos. Desgraciadamente, la administración Clinton no ha logrado siquiera hacer un tibio intento a lo largo de los últimos ocho años. Pero lo importante es que nos enfrentamos con una burbuja en el sistema desde el punto de vista intelectual, político y militar. Es fundamental para nuestra seguridad nacional que corrijamos este vacío. El resto del mundo, nuestros enemigos al igual que nuestros amigos, está esperando. El Hemisferio Occidental es la mitad del mundo. La parte más septentrional del hemisferio está ocupado por Estados Unidos y Canadá, pero si tomamos el ecuador como línea divisoria, nos encontramos con México, América Central, Panamá y, sobre todo, Colombia, Venezuela, Ecuador (el ecuador atraviesa la capital, Quito). Pero ya se ha señalado que son nuestros vecinos cercanos. Sin embargo, Estados Unidos persiste en dar este hecho por sentado o en ignorarlo completamente. Esta es una situación ante la cual dichos países se resienten o de la que sacan ventaja, según las posibilidades de su política interna. Desde la Segunda Guerra Mundial, hemos tenido la buena suerte de contar con líderes en este hemisferio que han tenido una visión de la situación estratégica mejor que la de nuestros propios estrategas centrados en el eje esteoeste.

Hubo notables excepciones, alentadas por los soviéticos y los chinos, que hicieron todos los esfuerzos posibles por explotar nuestra miopía estratégica: Fidel Castro, Allende y los sandinistas, para mencionar sólo unos pocos.

Después de la desaparición de la Unión Soviética, Fidel se quedó sin patrón. Sin embargo, este vacío ha sido ampliamente llenado por los capitanes de la droga de América del Sur, especialmente las FARC y el ELN de Colombia. Desde el junto de vista de la defensa del hemisferio, hay buenas y malas noticias. Las buenas noticias son que los diversos mecanismos para la defensa del hemisferio siguen en vigencia, a pesar de estar seriamente dañados por los diversos intentos de las administraciones Carter y Clinton por eliminarlos completamente. El Tratado de Río (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) sigue siendo viable. La Junta de Defensa Interamericana (IADB) sigue funcionando. SOUTHCOM todavía es una institución válida, a pesar de los cotidianos ataques de afuera “los comunistas” y de adentro el “políticamente correcto” Departamento de Defensa. La administración Clinton mudó sus cuarteles de Panamá a Miami. Sin un fuerte compromiso por parte del próximo Presidente de Estados Unidos esta reducción y marchitamiento llevará al fin de todas estas modalidades y otras que las apoyan desde una perspectiva regional. Son los ladrillos básicos para la defensa del hemisferio. Debería advertirse que nuestras relaciones bilaterales con Canadá también son muy importantes, pero la realidad es que los sucesivos gobiernos canadienses no han apoyado la defensa hemisférica, sino que también están mirando en dirección este-oeste, salvo en relación con las oportunidades de obtener ganancias económicas en la parte sur del hemisferio.

En resumen, los canadienses quieren bailar, pero no están dispuestos a pagar por ello. Pero la cuestión clave cuando se discute la defensa del hemisferio es: ¿Cuál es la amenaza?. Como se discutió en Santa Fe I, II y III, antes Estados Unidos enfrentaba una amenaza relativamente definida, que era comprensible para el americano medio. En la actualidad, esta amenaza se ha vuelto infinitamente más complicada y difícil de definir.

Afortunadamente, algunos de los viejos demonios siguen escupiendo fuego y pueden ser fácilmente identificados. Fidel Castro no ha cambiado las mañas. Quienes lo alimentan son otros: los soviéticos han sido reemplazados por los narcoterroristas. También, parecería que ha surgido en escena una nueva amenaza al hemisferio de singular fuerza: los comunistas chinos. Hicieron una aparición importante en Panamá y han reemplazado a los soviéticos en el Caribe. Aunque no es tarea de este informe hacer una profunda evaluación de los aspectos vinculados con la inteligencia de la penetración china en el  CCXC  hemisferio, debe señalarse que es un nuevo elemento. Al mismo tiempo, los comunistas e izquierdistas de Estados Unidos están en pleno avance. Siguen la agenda establecida hace muchas décadas por Antonio Gramsci (1891-1937) y otros para traer el comunismo a este hemisferio a través de los muchos canales: la religión (la teología de la liberación), la prensa, las instituciones educativas en su relación con la cultura (el comunismo está vivito y coleando en las universidades del hemisferio) y el sistema judicial. Los actuales esfuerzos de Gran Bretaña, Chile, Argentina y el propio Estados Unidos (el caso Elián González es clásico a este respecto) son indicios de hasta qué punto están teniendo éxito sus esfuerzos. Desde hace muchos años, los comunistas se han dado cuenta de que elhemisferio occidental es un premio estratégico sin par. África es otro, pero pierde importancia cuando se lo compara con América del Sur en términos de recursos naturales y ubicación estratégica, así como de potencial humano. En este momento de la historia, Estados Unidos se encuentra en los primeros estadios de un desafío mayor a nuestro sistema político, concretado en la penetración de nuestro hemisferio. No está usando necesariamente medios militares tradicionales. Por el contrario, están comprometidos en esfuerzos no convencionales, que son difíciles de enfrentar para nuestro país, sobre todo cuando se entra en la zona de los derechos humanos, que ha sido el bastión de los intentos de la izquierda para abortar todos los esfuerzos tendientes a proteger la libertad del individuo en esta parte del mundo. Este problema se ha convertido en el tema central de la izquierda frente a nuestros intentos por enfrentar los problemas de droga en Colombia, Perú, Bolivia, etcétera. Los esfuerzos de los comunistas por pintar las “guerras sucias” de Chile y Argentina como sólo otro intento de la “derecha perversa” por reprimir a la población civil, es un caso evidente de déjà vu. Sin embargo, cuando un gobierno debidamente electo de un país trata de protegerse de una insurgencia que está claramente apoyada por las drogas y tiene una ideología izquierdista apoyada por la Cuba comunista, ese gobierno se encuentra expuesto al ataque del Departamento de Estado y la prensa liberal de Estados Unidos. Evidentemente, la Casa Blanca de Clinton es el elemento clave de esta situación indignante. Pero la amenaza no se da solo en el frente militar, como en Colombia. Es mucho más complicado. La penetración económica es especialmente preocupante. Ante todo, lo más evidente es la situación del Canal de Panamá, donde Estados Unidos ha pagado para deshacerse del premio estratégico más importante del hemisferio, sino del mundo. Al hacerlo, Estados Unidos ha puesto su futuro económico a merced de una situación política muy inestable e incierta. Los hechos son preocupantes.

Los dos puertos, en el extremo Atlántico y Pacífico del Canal, están en manos de la Compañía Hutchinson Whampoa, una empresa que tiene vínculos muy estrechos con Beijing. Al mismo tiempo, las compañías de China continental están entrando en profundidad en los diversos puertos de la Cuenca del Caribe, que son fundamentales para la economía de Estados Unidos, como Freeport en Bahamas. Concurrentemente, descubrimos que los narcoterroristas están lavando sus cientos de miles de millones a través de nuestras instituciones financieras, para no decir nada de las instituciones financieras de otros países. Esto es, por cierto, una amenaza estratégica de enormes proporciones, una amenaza sin precedentes, y estamos mal equipados para combatirla, en especial cuando el enemigo parece tener presencia en los elementos más altos de nuestro gobierno. Los bárbaros están en la puerta pero el problema es que no hay puerta. Amenaza: Las armas de destrucción masiva (ADM) se consideran un elemento de amenaza fundamental a nuestra seguridad nacional. Pero más preocupante es el hecho de que Estados Unidos, y por cierto todo el hemisferio, está amenazado y literalmente en las garras de una ADM arraigada en nuestra cultura. ¡Las drogas!.

Hay un intenso debate en torno de cómo enfrentar esta amenaza. (Este no es el ámbito para debatir la solución a dicha insidiosa amenaza, pero debe reconocerse que esta dimensión de la amenaza es un tema político importante para la próxima administración).

Las relaciones civil-militares son otro tema político capital. La realidad es que los militares de América Latina, incluida la Cuba comunista, juegan un papel importante en la vida política y cultural de muchos, sino de todos los países. El papel de los militares de Estados Unidos a lo largo del siglo pasado ha consistido en ejercer una influencia  CCXCI  modeladora en la educación y formación de los militares de nuestros vecinos hemisféricos. A pesar de los hechos, la extrema izquierda de Estados Unidos ha llevado adelante una campaña para destruir este elemento de la seguridad hemisférica. Se trata de las mismas personas que, trabajando conjuntamente con los medios de comunicación y el Departamento de Estado, han logrado asegurarse de que Estados Unidos no tenga presencia militar en Panamá, en abierta violación de los tratados. Además, de que nuestros programas de vigilancia de la droga en la región andina y caribeña estén significativamente reducidos y de que todos los esfuerzos por combatir la subversión y el terrorismo están bloqueados. El surgimiento de un militarismo izquierdista en los países andinos finalmente está obteniendo un poco de atención por parte de los medios, en la medida en que el “bolivarismo” se convierte en un grito de ataque de los comunistas y socialistas. Cuando se considera las amenazas a este hemisferio, no deben ignorarse los pronunciamientos chinos de “Guerra asimétrica”. Las democracias frágiles del hemisferio son especialmente vulnerables a esta amenaza. A continuación se plantean los principales elementos geoestratégicos que siguen siendo importantes para la seguridad nacional de Estados Unidos: 1.

Control de los estrechos Atlánticos.

2.

Uso del Canal de Panamá.

3.

Una ruta sureña segura alrededor del Cabo de Hornos. Todos estos están dentro del escenario estratégico naval.

4.

Seguridad de que los países del hemisferio no son hostiles a nuestras preocupaciones de seguridad nacional.

Además, que los recursos naturales del hemisferio estén disponibles para responder a nuestras prioridades nacionales. Una “doctrina Monroe”, si quieren. China es el problema estratégico más enojoso que enfrenta Estados Unidos. Combina todas las múltiples dimensiones que cualquier observador estratégico serio debe considerar. Para quienes se inician, señalamos que tiene una dimensión interna muy importante. China, tanto comunista como taiwanesa, se ha insinuado en nuestra situación interna desde el punto de vista económico, el político “en todos los niveles, desde la Casa Blanca, al nivel local” y se está comprometiendo cada vez más desde el punto de vista cultural. Si bien no es este el lugar para revisar nuestras interrelaciones históricas, debe señalarse que el pueblo norteamericano y sus representantes electos se están volviendo cada vez más conscientes de la presencia de China y su capacidad para afectar nuestro futuro. Aunque la conciencia norteamericana ha superado la idea del “peligro amarillo” de los siglos pasados, los acontecimientos de la Guerra de Corea, Vietnam, Taiwán y los recientes debates económicos “WTO” han convertido nuestras relaciones con China (continental y Taiwán) en un creciente tema de preocupación. El tema no es sólo una preocupación del hemisferio occidental, sino que debe ser considerado en términos de estrategia global.

Rusia es sólo una de estas preocupaciones. También deben considerarse India, Pakistán y, por cierto, todo el subcontinente. No se trata sólo de problemas geopolíticos, sino de que los aspectos religiosos y culturales del Islam el hinduismo y todas las otras particularidades tribales emponzoñadas vuelven cada vez más difícil el cálculo para los encargados de trazar políticas. Volviendo a este hemisferio, ante todo es preciso darse cuenta de que el problema debe ser examinado en términos del Anillo del Pacífico y no sólo en relación con el eje norte-sur. Los comunistas chinos están avanzando en un ancho frente a través del Anillo del Pacífico. Están sondeando debilidades y vacíos y, cuando los encuentran, sacan ventaja agresivamente de la situación. No es este el lugar para un inventario completo de sus actividades y éxitos hasta la fecha, pero la lista es impresionante. Tal vez lo más impresionante sea su penetración en Panamá y las formas en que llenaron el vacío creado por Estados Unidos. Ahora, en todo sentido, controlan el “punto de estrangulación” estratégico más importante del hemisferio occidental, sino del mundo. Tras haber logrado esto, están avanzando hacia el Caribe, estableciendo un sólido vínculo con Fidel Castro y apoyando esfuerzos por desestabilizar a todo el Bloque  CCXCII  Andino, especialmente Colombia. El sentido de “guerra irrestricta” se está volviendo cada vez más claro. Nada está fuera de sus límites si apoya sus metas estratégicas. Tal vez el arma más efectiva sean las drogas, a las que siguen el lavado de dinero y la guerra cibernética/informática. Todos estos instrumentos están astutamente ocultos y manipulados para disfrazar la verdadera agenda y país que hay detrás del esfuerzo.

Estados Unidos, y por cierto todas las democracias del hemisferio, se encuentran en una tremenda desventaja al enfrentarse con esta amenaza. Será el desafío de la próxima administración dirigir la lucha contra ella.

Ya en 1996, documentos federales recientemente dados a publicidad muestran que los comunistas chinos, en la tradición de Sun-Tzu y su Arte de la guerra, tienen una estrategia de largo alcance para obtener el control del Canal de Panamá. Es un paso importante de la agresiva penetración en América Latina por parte de China, como lo ejemplifica el apoyo de la República Popular China a los insurgentes de Colombia y sus lazos cada vez más estrechos con el castrista Chávez de Venezuela. Se está volviendo claro día tras día que se propone extender su influencia por todo el hemisferio, incluidos Canadá y México. La próxima administración necesariamente se verá forzada a enfrentar el “problema chino”. Es de la máxima importancia que el hemisferio occidental no sea ignorado ni visto como un peón de negociación.

Drogas El pueblo norteamericano es el mayor recurso natural de Estados Unidos. Sin embargo, el gobierno ha fracasado en combatir esta creciente amenaza. Dado que el narcoterrorismo no ha sido reconocido como uno de los principales factores de muerte de los ciudadanos norteamericanos en las últimas décadas, en forma de cocaína y heroína, y dado que las organizaciones narcoterroristas no han sido identificadas como la fuerza que impulsa la verdadera guerra química desatada contra los ciudadanos norteamericanos y como la influencia más corruptora de nuestra fibra moral, la llamada “guerra contra las drogas” “ese recurso de boca para afuera de la administración Clinton en forma de unas pocos miles de millones aquí y allᔠsólo logrará, como ha ocurrido hasta ahora, alimentar la corrupción en aquellos países donde supuestamente estamos ayudando a combatir ese flagelo. Entre tanto, como aspecto ineluctable de cualquier sociedad, la corrupción por medio de drogas y, en última instancia, el dinero de las drogas, puede sacar ventaja hasta del sistema capitalista y democrático más avanzado. Esta es una amenaza que Estados Unidos no puede permitirse ignorar.

La Unión Soviética ha dejado de existir y el terrorismo auspiciado por el estado está en declinación. El terrorismo, el tráfico de drogas y el crimen organizado son reconocidos como amenazas globales para la sociedad civil. Sin embargo, la comunidad internacional, encabezada por Estados Unidos, sigue descuidando una amenaza todavía más insidiosa planteada por la alianza entre organizaciones terroristas, traficantes de drogas y crimen organizado, mejor conocida como narcoterrorismo.

Es difícil comprender por qué, pero los norteamericanos encargados de trazar políticas parecen incapaces de comprender que, por un lado, los enemigos ideológicos de la democracia y la estabilidad y, por el otro, el delito en forma de drogas, tráfico de armas y lavado de dinero, mezclado con el simple oportunismo personal, pueden ir de la mano, a pesar de que, a veces, halla pequeños conflictos internos.

Como el narcoterrorismo contemporáneo ha sido ignorado, resulta chocante que, en la actualidad, las drogas y el terrorismo se hayan vuelto interdependientes en un grado inimaginable, incluso una década atrás. Desgraciadamente, muy poco se ha hecho para destruir estas alianzas non sanctas o para anular el problema de la droga. El narcoterrorismo es una simbiosis mortal que desgarra los elementos vitales de la civilización occidental, no sólo de Estados Unidos. Más aun, desde sus comienzos relativamente modestos hace unas décadas, el narcoterrorismo se ha vuelto cada vez más global en su naturaleza, convirtiéndose en una herramienta un arma predilecta esgrimida contra Occidente por sus enemigos jurados. Para las sociedades cómodas, tolerantes y absortas en sí mismas, es una revelación difícil de aceptar el hecho de que tienen  CCXCIII  enemigos. Que estos adversarios usarán tanto el terrorismo como el veneno de los narcóticos en su guerra contra tales sociedades suena a pesadilla y paranoia. ¿Cómo es posible? Sin duda, puñados aislados de criminales pueden hacerlo. Sin embargo, quienes han estudiado el fenómeno del narcoterrorismo dicen mucho más. Afirman que no se trata simplemente de unos pocos individuos privados en guerra con Occidente, Estados Unidos o su gobierno legítimo; que hay mucho más que ganancias ilícitas en juego.

Los estudiosos del narcoterrorismo señalan que por lo menos durante varias décadas los gobiernos han estado en el comercio de las drogas. Esto implica decir que, en todo sentido, el narcoterrorismo se ha convertido en un fenómeno auspiciado por el estado, fenómeno que no prospera ni aumenta sin la protección del estado, una afirmación casi totalmente ignorada hasta la década de 1970. Por cierto, la noción de que algunos estados auspiciaban concretamente el terrorismo “dejando de lado por el momento los narcóticos” era una afirmación escandalosa hace sólo unas décadas. Ahora, el Departamento de Estado ha “desintensificado” la retórica, incluso cuando se refiere a tales estados; ya no se los identifica como “estados bribones”, sólo son motivo de preocupación. El narcoterrorismo ha sido ignorado hasta ahora a causa de lo que se consideran otras prioridades políticas. Si esto prosigue, tendrá como resultado una mayor intensificación. El anterior fracaso en reconocer el narcoterrorismo ha ayudado a crear una infraestructura que funciona con tanto éxito e independencia, que los países de mediano tamaño de nuestros días, como Colombia, virtualmente han abandonado la soberanía nacional de grandes zonas del país en manos de estos regímenes narcoterroristas.

El legado de Clinton en el campo de las drogas estará marcado por un profundo cambio en la actitud del público hacia el uso ilegal de drogas y la drogadicción. Esta transformación fue posible gracias a un movimiento bien organizado y financiado a favor de la legalización, el cual disfrutó de la aprobación tácita del Presidente que “no inhaló”.

Como la mayoría de los expertos en hacer cumplir la ley y en el trazado de políticas está de acuerdo en que la “guerra contra las drogas” lanzada por Nixon en 1970 se ha perdido, el público se ha vuelto a la vez indiferente y escéptico respecto de la disposición de las autoridades a enfrentar seriamente el problema. Una red mundial creada por ricas organizaciones internacionales con el único propósito de legalizar las drogas “que coincidentemente legalizará miles de millones de narcodólares” se aprovechó de estas dudas y gastó millones en propaganda para reducir el estigma moral asociado con la drogadicción.

Apuntó al arraigado sentido de responsabilidad personal y propagó, en cambio, una mentalidad de víctima, redefiniendo a los drogadictos como víctimas de una enfermedad tratable. Este cambio no se produjo de la noche a la mañana, llevó dos administraciones Clinton. Pero, a menos que se forme un liderazgo fuertemente comprometido y se hagan serios esfuerzos, puede resultar imposible revertir las influencias económicas, sociales, culturales y morales del movimiento a favor de la legalización de las drogas en Estados Unidos y las consecuencias que ha tenido hasta el momento la legalización de la “marihuana médica”.

George Soros está entre las figuras públicas más prominentes que prestan su voz “y su respetabilidad” a la cacofonía de la legalización.

El apoyo financiero tanto como político y social del movimiento a favor de la legalización viene de una amplia diversidad de gente y organizaciones: George Soros, Robert McNamara y Walter Cronkite están entre las figuras públicas más prominentes que prestan sus voces “y su respetabilidad” a la cacofonía de la legalización. La Organización Nacional para la Reforma de las Leyes de la Marihuana (NORML), la Organización Homosexual ACT-UP, la Fundación de Políticas Relativas a Drogas, el Instituto Lindesmith, la RAND Corporation y el Instituto CATO, la Unión Americana para la Libertad Civil (ACLU), la Asociación Americana de Abogados (ABA), la Fundación McArthur, el Fondo Siglo Veinte, la Carneghie Corporation, la Fundación Soros, la Fundación Robert Wood Johnson, la Fundación Ford, MCI y ETNIA. Entre los políticos se cuentan: el representante Frank Barney (demócrata de Massachussets), el  CCXCIV  político demócrata Charles Cobb, la ex Cirujana General Joselyn y notables de Hollywood como David Geffen y Richard Dreyfuss y los autores Michael Crichton, Christopher Lehmann-Haupt, John Le Carr, Jorge G. Castañeda y Gabriel García Márquez, para nombrar a unos pocos.

El movimiento a favor de la legalización avanza en todos los frentes.

Adaptándose a diferentes grupos de votantes, transforma el tema según la audiencia. A los economistas les dice que la prohibición simplemente no es eficiente desde el punto de vista del costo. A los encargados de hacer cumplir la ley, les señala que no hay nada peor para la ley que la falta de respeto por la ley, que es lo que genera la guerra contra las drogas, de la misma manera en que la Prohibición lo hizo en los años 20. A los padres les dice que es mejor saber lo que sus hijos están haciendo que forzarlos a los callejones secretos; mejor dejarles comprar sus “drogas recreativas” en la cafetería de la esquina que en barrios dudosos. Ante las personas preocupadas por la salud alega que la cocaína es una “fuente única de vitaminas y minerales” (especialmente para los pobres) y que la marihuana es un mágico calmante del dolor y que su uso constituye un “derecho civil”.

Por cierto, las posibilidades son infinitas para aquellos que quieren entrar en el negocio de decirles a los norteamericanos cómo “reparar” su sociedad “hipócritamente represiva”.

“Es importante considerar a las drogas un tema de derechos humanos”, afirmó el Director del Centro Lindesmith de Soros, “este (las drogas) es un tema falso. La gente quiere cambiar su estado mental porque no tiene empleo, se encuentra en estado de privación ...

y es mentira que la violencia sea causada por los drogadictos ... el daño surge de las leyes contra la droga, no de las drogas”.

Estas son las voces actuales que tratan de establecer un nuevo clima intelectual.

Agregan que la desconfianza norteamericana a las drogas es una expresión de sus obsesiones; la gente que se opone a las drogas, según esta escuela de pensamiento, también se opone a aceptar el sexo, el rock and roll, la diversión, la libertad y el amor. El movimiento a favor de la legalización está lejos de ganar la “guerra contra la guerra”.

Pero si los defensores de la legalización triunfan, no sería la primera vez que la persistente contracultura, conducida por individuos de elevada educación, formados en instituciones de elite, con gran financiamiento y apoyados por muchos miembros de los medios de comunicación, es capaz de revertir creencias profundamente arraigadas y la voluntad de la mayoría del pueblo norteamericano.

Pero los defensores de la legalización de las drogas no se detienen en la “marihuana médica”. La Fundación de Políticas Relativas a las Drogas (DPF) con sede en Washington y la Fundación Tides de San Francisco, que se benefician de la largueza del multimillonario George Soros, apoyan políticas alternativas sobre drogas, en especial la “reducción del daño” y los programas de intercambio de agujas, a través de los cuales financian la distribución de equipos seguros para consumidores de crack: el equipo para el consumidor “Piper (Crack) Smokers” que incluye parafernalia e instrucciones para “uso seguro” y “cosas que no deben hacerse”, y el panfleto “Shoot Smart, Shoot Safe” (inyéctese bien, inyéctese con seguridad) que tiene “indicaciones para inyectarse crack con seguridad”. Este folleto parece marcar un nuevo desarrollo en la campaña a favor de legalizar o medicalizar las drogas ilegales. Además de instrucciones sobre “cómo hacerlo”, el folleto contiene fotos mostrando la forma correcta de inyectarse. Una persona que nunca usó crack antes, encontrará instrucciones muy útiles. Los equipos y las agujas gratis se distribuyen a través de programas de intercambio de agujas de los Departamentos de Salud de Filadelfia y Bridgeport. Los incesantes esfuerzos y los muchos millones de dólares de Soros han significado un gran cambio: respaldar la “medicalización”,”despenalización” o “legalización” de las drogas se ha convertido en la actitud políticamente correcta. Hasta las políticas de drogas norteamericanas están ahora más centradas en el “tratamiento” que en la “guerra”. Una señal de tormenta: nuestros repetidos esfuerzos por obtener una directa condena de la distribución de equipos de uso seguro de crack para el consumidor por parte de Barry R. McCaffrey, el Zar nacional de la droga, fueron ignorados.

 CCXCV  Soros ahora dice que no apoya la legalización de las drogas. Lo que hace, según él, es ayudar a “combatir los males de las leyes contra las drogas”. Y dado que la prohibición de las drogas no funciona será más realista, afirma, ofrecérselas a quienes las necesitan.

Enseñar a los adictos la adecuada administración de drogas ilegales, incluido el crack, reduciría su daño, afirman Soros y sus activistas a favor de las drogas. Esta creciente ofensiva contra la guerra antidrogas se produce en un momento en que el público norteamericano duda cada vez más; el actual gobierno norteamericano se está retirando de la guerra contra las drogas y el resto del mundo está siguiendo el ejemplo de Estados Unidos.

El rostro del terrorismo “una amenaza reconocida” ha cambiado desde el fin de la Guerra Fría y también los métodos que Estados Unidos y otros países han desarrollado para contenerlo y combatirlo. Algunos con más éxito que otros y algunos que esperamos no averiguar.

Pero dado que el narcoterrorismo no ha sido reconocido como uno de los principales factores de muerte de los ciudadanos norteamericanos en las dos últimas décadas “en la forma de cocaína y heroína” , sigue siendo alusiva. Las organizaciones narcoterroristas no han sido identificadas como la fuerza que impulsa la verdadera guerra química desatada contra los ciudadanos de Estados Unidos. Su contribución directa a la influencia más corruptora de nuestra fibra moral, el uso de drogas, ha sido ignorada por décadas y la llamada “guerra contra las drogas”, esa política de boca para afuera de la Administración en forma de unos pocos miles de millones aquí y allá, sólo alimentará, como lo hizo en el pasado “con otra ayuda norteamericana y extranjera y ayuda de otras organizaciones internacionales, con pocas o ninguna condición adjunta y todavía menos control de la puesta en práctica y la responsabilidad del programa” la corrupción en los países a los que supuestamente estamos ayudando a combatir este flagelo.

John Featherly, un ex funcionario de alto nivel de la DEA, sugiere que Estados Unidos sabe quiénes son los narcoterroristas. “Conocemos sus raíces, dónde viven, dónde cultivan y producen las drogas, así como la forma en que corrompen y a quiénes corrompen. Sin embargo, hacemos poco por detenerlos. Si Estados Unidos se tomara con seriedad la “guerra contra las drogas”, daría los medios y fondos necesarios para librar realmente una guerra contra las drogas en su fuente, usando métodos especiales que el gobierno tiene a su disposición. Pueden no ser los métodos más populares, pero cumplirán la tarea y reducirán a la mitad la cantidad de adictos que mueren, las infecciones de SIDA, el delito y la degeneración moral de millones de norteamericanos.

Los beneficios en cuanto al costo de liberarnos de este flagelo van mucho más lejos que el alboroto político por parte de quienes tienen parte en el negocio. Sin embargo, queda claro que en todos los frentes falta la voluntad política de combatir con seriedad este flagelo”.

Décadas después de que la guerrilla izquierdista colombiana adoptara el narcoterrorismo como su medio principal para lograr sus objetivos políticos, sigue beneficiándose de un extraño caso de “ceguera voluntaria” entre los norteamericanos encargados de trazar políticas. A pesar de una aceptación general del Zar de las drogas, Barry McCaffrey, mientras testificaba en el Congreso y en muchas otras ocasiones que el problema de Colombia había alcanzado proporciones de “emergencia”, la administración Clinton y el Congreso parecen incapaces de manejar a la situación. Tanto las soluciones ofrecidas por el Congreso como por la Secretaria de Estado Madeleine Albright para la guerra desatada en Colombia serían adecuadas para un conflicto político, pero la lucha en Colombia no es de corte político, sino por dinero y por el poder que éste da. Y está librada por una despiadada organización delictiva internacional. Por cierto, los poderosos tentáculos de los narcoterroristas colombianos están amenazando con convertir a la más antigua democracia sudamericana en su primera narcocracia, planteando así una amenaza de seguridad para todo el continente. Como todos lo sabemos, se ha cobrado decenas de miles de vidas de colombianos inocentes, al par que corrompía las instituciones políticas del país y arruinaba su economía. Sin embargo, en lugar de plantear una guerra  CCXCVI  incondicional para liberar a Colombia de esta amenaza, se ha optado por conversaciones de paz para resolver un conflicto criminal y para tranquilizar a peligrosos criminales que se encubren bajo una agenda política, la cual, si se la observara de cerca, revelaría un plan de pesadilla tendiente a que criminales despiadados, en camino hacia el Palacio Presidencial, impusieran un gobierno totalitario. Como es lógico, los previos intentos norteamericanos de ayudar con las negociaciones han fracasado, Y hay escasas expectativas de que la futura ayuda norteamericana o la intervención diplomática cambien la situación.

En una declaración poco tomada en cuenta pero verdaderamente reveladora de mayo de 2000, las FARC anunciaron que iban a poner en vigencia su Ley General Nro. 2, que impone impuestos a los ricos. Sin embargo, las FARC se negaron a revelar su Ley Nro. 1, que prometieron dar a conocer sólo cuando estén en el poder. Claramente, llegar al poder no está fuera de su alcance, considerando que controlan alrededor del 50 % del país y que tienen una fuerte presencia en las afueras de Bogotá. Y por lo que sabemos de las FARC hasta ahora, es razonable suponer que cuando lleguen al poder, si lo logran, su sistema de gobierno será totalitario, algo que se cuidan de publicitar de antemano por temor a perder apoyo popular. Tal vez, como condición para su próxima negociación con ellos, Pastrana debería exigir que hicieran pública su Ley N° 1.

Las drogas ilegales proveen a los narcoterroristas ingresos anuales que están entre los 750 y 1000 millones de dólares sólo en Colombia. No es llamativo que nieguen su compromiso en el comercio de drogas. Pero es sorprendente que el presidente colombiano Andrés Pastrana apoye su declaración, afirmando que “no hay pruebas de que las FARC sean narcotraficantes”, en una entrevista del año pasado al diario argentino Clarín. Por el contrario, afirma Pastrana: “ Las FARC siempre dijeron que están interesadas en erradicar las plantaciones ilegales”. Y el Zar norteamericano de las drogas, Barry McCaffrey, aunque señaló el vínculo entre los traficantes de drogas y los guerrilleros, afirma que sólo “dos tercios (de los terroristas) se benefician financieramente de esta asociación”.

¿Por qué estas indignantes declaraciones que desafían las pruebas y el sentido común? ¿En interés de quién se defiende esta ficción? ¿Por qué mantener vivo el mito de que hay diferencia entre los terroristas y los traficantes de drogas en Colombia? ¿Por qué darles respetabilidad y legitimidad, manteniendo la ficción de que estos codiciosos delincuentes tienen una “agenda social y política”? ¿Alguien piensa realmente que cerrando los ojos a su compromiso con las drogas los “socializaremos” y los atraeremos al escenario político democrático? Muchos reconocen que la política exterior norteamericana en América Latina a menudo ha fracasado. La era posterior a la Guerra Fría exige que Washington, sobre todo, mantenga la apariencia de no interferir en los asuntos internos de los otros países, incluido el terrorismo interno. Por lo menos, esa sería la política hasta que alguna crisis catastrófica impredecible forzara a Washington a enfrentarse con la destrucción de la sociedad civil por parte de organizaciones criminales en un país tan importante como Colombia.

Eso puede plantearse más temprano que tarde. Según informa la Oficina General de Cuentas (GAO), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), es decir, las dos organizaciones narcoterroristas guerrilleras colombianas, son responsables de la creciente producción de heroína y cocaína del país. Según proyecciones de la GAO, la heroína de Colombia, que ya es la fuente principal para el este de Estados Unidos, aumentará en un 50% en los próximos dos años. Y las 165 toneladas de cocaína, que terminaron en las calles de Estados Unidos en 1998, aumentarán, por lo menos, a 250 toneladas en el año 2001.

La amalgama de tráfico de drogas y terrorismo empezó a principios de los años ochenta como un matrimonio de conveniencia política. El incentivo económico para la guerrilla izquierdista era claro: el dinero proveniente de la droga le ofrecía los recursos para llevar adelante su revolución. A cambio, los traficantes de drogas recibían protección de los guerrilleros y asesinos formados para cumplir actos de intimidación. Aunque los motivos de los dos parias eran diferentes, su meta común era desestabilizar y socavar al  CCXCVII  gobierno. Pero hacía tiempo que los llamados “rebeldes marxistas” habían reemplazado su agenda “social” por el lucrativo negocio de las drogas. La negación de los cambios que tuvieron lugar ha ayudado a los narcoterroristas a tomar el control de más del 50 % del territorio colombiano. Pero se nos dice que esta pérdida fue un “gesto de buena voluntad por parte de Pastrana” hacia los rebeldes. Y según la secretaria Albright, el amplio crecimiento en la oferta de drogas no es causado por los narcoterroristas sino por “nuestra (norteamericana) demanda de drogas”. Tales negaciones ayudan a los narcoterroristas en su salvaje destrucción del país. También ayudan a otros elementos de nuestra sociedad a pedir la “legalización de la droga”. Es difícil pensar en una forma mejor de terminar con la democracia en América que drogándola.

Y no hay alivio a la vista. Las sucesivas negociaciones entre el gobierno colombiano y las FARC nunca fueron significativas, porque los rebeldes no tienen ninguna agenda real, salvo proseguir con su aprovechamiento de las drogas para expandir su poder político.

La realidad geopolítica es que el tráfico de drogas reconoce cada vez menos fronteras nacionales. La guerrilla colombiana amenaza regularmente con ejercer represalias en los países vecinos dispuestos a ayudar a Estados Unidos a combatir el tráfico de drogas. Para librar ineficazmente esta guerra en todo el mundo, Estados Unidos ha gastado muchos millones, con una estrategia en constante cambio y, en consecuencia, con muy pocos triunfos que exhibir. Conocemos el profundo compromiso de los carteles colombianos en México y la utilización que hacen de sus traficantes en México o para mover grandes cantidades de su “producto” dentro de Estados Unidos. Esta es la prueba de que la enfermedad del narcoterrorismo es internacional, está creciendo, sus tentáculos se están expandiendo en todo el Tercer Mundo e infiltrándose en la vida cotidiana de los países industriales, sobre todo Estados Unidos.

Detener los asesinatos masivos, los abusos de los derechos humanos y otras atrocidades fueron motivo suficiente para ir a la guerra en Kosovo. Pero, en apariencia, condiciones similares y hasta peores no justifican poner fin a una prolongada guerra perversa que se ha cobrado decenas de miles de vidas en la última década, ya ha corrompido y subvertido las instituciones democráticas en toda la región y ha destruido y está destruyendo el sistema de libre mercado, está desestabilizando y corrompiendo los sistemas financieros en todas las Américas y planteando una creciente amenaza a la estabilidad de la región. Si bien es un aspecto ineluctable de toda la sociedad, la corrupción por medio de drogas y, en última instancia, el dinero surgido de las drogas puede sacar ventaja hasta del más avanzado y democrático sistema capitalista. Esta es una amenaza que Estados Unidos no puede permitirse ignorar.

Nuestra meta debe ser un enérgico esfuerzo para impedir que el narcoterrorismo desestabilice la región y se produzca “colombianización” de los países vecinos. Demografía El poder demográfico es crítico en las Américas. La población de 171,8 millones de habitantes del Brasil sobrepasa la de la América del Sur española (Argentina, 36,7; Bolivia, 7,9; Chile, 14,9; Colombia, 39,3; Ecuador, 12,5; Paraguay, 5,4; Perú, 26,6; Uruguay, 3,3; Venezuela, 23,2), que totaliza 164,8 millones. Estas cifras de población no alcanzan a indicar la inmigración interamericana: la de los bolivianos, brasileños y paraguayos a la Argentina, los brasileños a Uruguay y Paraguay y los dominicanos y colombianos a Venezuela. Similares condiciones existen en América del Norte, donde la población de Estados Unidos, de 272,6 millones de habitantes, sigue sobrepasando la de América Central (Cuba, 11,1; Costa Rica, 3,7; República Dominicana, 8,1; El Salvador, 5,8; Guatemala, 12,3; Haití, 6,1; Honduras, 6,0; México, 100,3; Nicaragua, 4,7; Panamá, 2,6) que llega a 159,9 millones.

La población actual de las Américas ha sufrido un drástico cambio en los dos últimos siglos. En 1800, la población de 5,3 millones de habitantes en Estados Unidos era sobrepasada a razón de más de cinco a uno por los estimados 26,4 millones de América Latina (Brasil, 3 millones y América Hispana, 23,4 millones), pero en 1850 Estados  CCXCVIII  Unidos se estaba emparejando al alcanzar unos 23 millones. La igualdad y leve superioridad demográfica de Estados Unidos alrededor de 1910, con 92 millones frente a 63 millones de habitantes, finalizó en 1950, cuando América Latina superó el censo de los Estados Unidos de 150,6 millones de habitantes. En cuanto al año 2000, América Latina disfruta de una ventaja récord de unos 497 millones, frente a 273. Una situación similar existe en Europa, donde las tasas de natalidad declinantes y una población envejecida se combinan con programas de trabajadores invitados que han atraído a millones de musulmanes.

Alemania ha recibido un constante flujo interno de extranjeros y ahora se dice que Berlín es la segunda ciudad turca más populosa.

En cuanto a la capacidad del Acuerdo del Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) de 1994 de crear riquezas para la masa de los mexicanos, contrariamente a los esperado ha ampliado la brecha entre los que tienen y los que no tienen en México, país que ha sido incapaz de alimentarse a sí mismo desde la década de 1950. El NAFTA ha arrancado a los campesinos y los indios de sus parcelas y tierras comunales a raíz de la baja de impuestos a la importación de productos alimenticios provenientes de la industria agrícola norteamericana y canadiense. Para alejarse de sus posesiones ancestrales, esta gente enfila hacia el norte. Pero las industrias fronterizas “maquiladoras” tienen exceso de personal y prefieren emplear mujeres, de manera que los refugiados económicos siguen avanzando hacia los estados fronterizos de California (37 % de hispanos), Arizona (22 % en 1999; mayoría en 2006-2008), Texas (30 %) y,más hacia el norte, al Medio Oeste, en especial Iowa y Minnesota En consecuencia, la población hispana es uno de los segmentos de crecimiento más rápido de la población de Estados Unidos. Entre 1980 y 1999 la cantidad de hispanos llegó a más del doble, pasando de 14,6 a 31,2 millones, de los cuales un 30 % no son ciudadanos, según la Oficina de Censos. El rápido crecimiento de la población hispana se daba a la inmigración y a una tasa de fertilidad más alta que la de la población no hispana.

Por ejemplo, la tasa de fertilidad de cada 100.000 mujeres entre 15 y 44 años era de 65,0 en 1998; para las mujeres hispanas era de 102,8. Las madres mexicano-norteamericanas tenían la tasa más alta de fertilidad de todas: 116,6 nacimiento cada 100.000 mujeres entre 15 y 44 años, aproximadamente el doble de la tasa correspondiente a las mujeres cubano-norteamericanas.

Dentro de los próximos diez años la Oficina de Censos prevé que la población hispana se convertirá en la mayor minoría de Estados Unidos, sobrepasando a los negros quienes en 1990 superaban a los hispanos en unos ocho millones. Pero en el 2010 las proyecciones indican que los hispanos totalizarán 39 millones, según la Oficina de Censos, frente a 38 millones de negros.

¡El poder demográfico cuenta! Estados Unidos es una nación de inmigrantes y, aunque algunos grupos hispanos radicales hablan de Reconquista y Aztlan, la mayoría aspira a ser americanizado. Sin embargo, el sistema educativo norteamericano le ha fallado a esa gente, dado que sólo hay cuatro soluciones a los problemas de las minorías “la segregación, la integración, el transporte y la liquidación” y la meta es la asimilación, las escuelas deben, como preconizaba John Dewey, enseñar inglés, democracia e historia norteamericana. Más aun, con el fin de hacer más lento el éxodo de estos mexicanos talentosos y trabajadores hacia el norte, el NAFTA debería alentar, tal como se planeó originalmente, una distribución geográfica de las plantas industriales y de montaje en toda la República y no sólo en la frontera del norte, no exclusivamente con el fin de distribuir la riqueza de manera más equitativa, sino de mantener y reforzar la familia y cultura tradicional de los pueblos hispánicos. En consecuencia, el poder demográfico cuenta en América del Sur, en Eurasia y en América Central, donde Estados Unidos representa las puertas del cielo para millones de inmigrantes hispanos. ¿Debería continuar este ingreso masivo, que trae olas de narcóticos ilegales? La Oficina de Censos estima que la población de Estados Unidos llegará a 404 millones en 2050 y a 571 millones en el 2100, mientras que, sin la masa inmigratoria, el total para el 2100 sería de 377 millones. Las preguntas son: ¿permitiremos que continúe esta inundación? ¿Será asimilado e integrado  CCXCIX  este flujo en la cultura y la sociedad norteamericanas? ¿O servirá como involuntario instrumento de desintegración y de caos económico y social?. Se oyen diferentes voces.

El vicegobernador Cruz Bustamante de California pide otra amnistía al estilo Clinton “idéntica a la legalización por parte del Presidente de 800.000 nuevos ciudadanos, justo a tiempo para votar en 1996”, al igual que el gobernador Gary E.

Johnson, de Nuevo México. Otros, como Harry Cisneros y Jack Kemp, instan a un aflojamiento de las reglas de inmigración y naturalización norteamericanas y hasta piden fronteras abiertas, tal como lo ha propuesto el presidente mexicano recién elegido, Vicente Fox, mientras que el gobernador de Texas, George W. Bush en un esfuerzo por proteger el recurso natural más grande de Estados Unidos “su pueblo”, ha propuesto entregar 50 millones de dólares a los estados de la frontera sur para contrarrestar el contrabando de drogas que va de la mano con la inmigración ilegal.

Deuda Las naciones de las Américas han estado en deuda desde la independencia.

América Latina cambió la tutela política española y portuguesa por el dominio comercial y financiero de Gran Bretaña, que también controlaba las rutas comerciales marítimas.

Estados Unidos también dependía de la inversión europea, pero se las arregló para liberarse de la Armada Real, completando el ferrocarril transcontinental en 1869 y reemplazando militarmente a Gran Bretaña en la Cuenca del Caribe en 1898. Más aun, a medida que Inglaterra se desindustrializaba, surgían centros financieros en Frankfurt y Nueva York, aparecían empresarios, inversores, avales y banqueros alemanes y norteamericanos. En 1898, J. P. Morgan, Kuhn Loeb, Brown Brothers, J & W Seligman y Lee Higginson, junto con United Fruit estaban actuando en el Caribe, América Central y México. Entonces el National City Bank abrió sucursales en todo el hemisferio y en 1910 Estados Unidos surgió como exportador de capital.

La prosperidad reinó “exceptuando a México, que quedó en bancarrota por la Revolución de 1910-28, y Argentina, que se vio hondamente sacudida por la recesión de 1923” hasta la Gran Depresión. En 1933, todos los países latinoamericanos excepto Haití, ocupado por infantes de marina norteamericanos, habían entrado en cesación de pagos.

Enfrentados a una tasa de cesación de pagos del 71,8 %, los inversores norteamericanos se fueron. Las sucursales bancarias cerraron y las exportaciones norteamericanas cayeron en un 69 % entre 1929 y 1932.

La Ley de Bancos de 1933 prohibió la especulación de ultramar. Sin embargo, el Nuevo Acuerdo fundó el Export-Import Bank y la semioficial Asociación de Protección de Tenedores de Bonos Extranjeros. Se reinició la atención del servicio de la deuda y los pagos de intereses “en muchos casos con reducción de las tasas de interés y del capital adeudado” pero hizo falta la Segunda Guerra Mundial para salvar la situación. La inversión directa había caído entre 1929 y 1940 de $ 3,5 a $ 2,7 miles de millones, pero la inversión (valor de libros de las empresas) se revitalizó entre 1946 y 1955 de $ 3,0 a $ 6,4 miles de millones, sobre todo en centros petroleros, minerales y fabriles como Brasil, Venezuela, México y Chile. Argentina, antes una favorita, fue en general ignorada a causa de las políticas de capitalismo estatal de Juan Domingo Perón. América Latina también recibió alrededor de la mitad de los préstamos del Exim Bank durante la década de 1950 e instituciones norteamericanas “Bank of America, First National City Bank, Chase Manhattan, Chemical and Grate National” empezaron a participar mínimamente en los préstamos del Banco Mundial a América Latina. El aflojamiento de la Guerra Fría y la llegada de Fidel Castro a Cuba en 1959 indicaron al Fondo Monetario Internacional, el Banco Internacional para Reconstrucción y Desarrollo y el Banco Interamericano de Desarrollo la necesidad de que ampliaran sus actividades. En la década de 1960, nuevamente empezaron a aparecer en el mercado emisiones de bonos, incluso mexicanos.

Las sucursales de bancos, encabezadas por el First National City, aumentaron de 47 en 1960 a 149 en 1970 y otra fuente de crédito “el mercado de divisas europeo” se abrió para América Latina.

  La Alianza para el Progreso, iniciada en la década de 1960 sostuvo las economías de América Latina con limitado éxito durante dos décadas, pero la crisis del petróleo de 1973 afectó las ganancias por exportaciones de la mayoría de las naciones latinoamericanas, con la excepción de Venezuela y México. La deuda subió, la inflación aumentó, la inquietud y la privación prevalecieron. La inversión de Europa Occidental y de Extremo Oriente “en especial Corea del Sur, encumbrada desde que el presidente Carter anunció el retiro de las fuerzas norteamericanas” facilitó la situación durante un breve tiempo.

En 1982, México, Argentina y en cierta medida Brasil estaban en terribles apuros.

El comienzo de la administración Reagan, con su emisión de los bonos Brady, y sin embargo temporariamente trajo estabilidad, pero México, en especial, osciló al borde de la bancarrota en 1992 y de nuevo en 1994. Al año siguiente, los obispos católicos de América Latina convocaron a una Conferencia Episcopal en ciudad de México.

Deploraron la deuda externa, pidieron una cancelación o moratoria y afirmaron que las naciones de América Latina entre 1980 y 1990, ¡habían pagado intereses de $ 418.000 millones sobre préstamos originales que totalizaban $80.000 millones! El NAFTA, sin embargo, salvó a México: se permitió la entrada de bancos extranjeros y comenzó lo que se conoce, al sur de la frontera, como el Régimen Rubin. El Congreso mexicano aprobó la asignación de $ 60.000 millones para cubrir la cesación de pagos bancarios, pero los bancos norteamericanos estaban a la defensiva. Los bancos españoles, supuestamente financiados por los narcodólares de la mafia rusa, cubrieron el continente en lo que se llegó a conocer como La Reconquista de las Américas . Cosa que no es para extrañarse, pues se sabía que barcos rusos comerciaban armas en el Golfo de Urubá con narcoguerrilleros marxistas a cambio de dinero surgido de la cocaína y que las minúsculas Islas Caimán habían emergido como el quinto centro financiero del mundo.

América Latina y el Caribe están gravemente endeudados al entrar en el nuevo milenio, como demuestra el Cuadro 1. Por desgracia, Estados Unidos también carga con el grave peso de una deuda pública de $5.646.486.626.691,13 al 1° de junio de 2000, mientras que el déficit comercial de 1999 subió a un récord de unos $300.000 millones.

Estados Unidos, en consecuencia, está a merced de los acreedores extranjeros, así como de aquellas personas de afuera que tienen dólares estadounidenses en efectivo, divisa de reserva. Los pueblos de las Américas, del Norte y el Sur, enfrentan un oscuro futuro financiero y una posible vuelta a condiciones coloniales.

Desindustrialización La desindustrialización puede ser definida como la transferencia de fábricas, plantas fabriles y de montaje y otras instalaciones mecánicas de una nación a otra. Los motivos de traslado son principalmente económicos: mano de obra barata, falta de sindicatos independientes, impuestos más bajos, transportes superiores, vigencia laxa de leyes ambientales, funcionarios flexibles, proximidad a mercados masivos y problemas de seguridad. Gran Bretaña fue el primer país en sufrir el proceso de desindustrialización. A partir de 1870, los empresarios ingleses fueron reemplazados por capitalistas financieros de la City, quienes estaban más interesados en ganancias inmediatas que en una productividad a largo plazo. La investigación y el desarrollo sufrieron y disminuyeron los nuevos productos (sic). En consecuencia, Alemania y Estados Unidos, ayudados por la inversión inglesa y la transferencia de tecnología, se pusieron al frente. Pero en la década de 1990 la desindustrialización golpeó a las Américas.

En 1991, el Tratado de Asunción estableció el MERCOSUR. Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay formaron un mercado común. Bolivia y Chile se unieron más tarde como miembros asociados y el Pacto Andino “Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela” están negociando su admisión en el 2003. El comercio ha prosperado entre los miembros del MERCOSUR. Pero Argentina y Brasil, que habían sido pioneros de la industrialización en América Latina con la sustitución de importaciones durante la Primera y Segunda Guerra Mundial “Argentina se puso al frente de toda la región bajo Perón” están cambiando su situación. Argentina, en el contexto del MERCOSUR, ha   perdido la industria automotriz, la de indumentaria y la textil ante Brasil, donde los sueldos son más bajos, lo que ha dejado a Argentina con un 14 % de desempleo a mayo de 2000. Una situación similar existe en el Caribe y América Central. La Iniciativa de la Cuenca del Caribe (CBI) de 1982 buscaba unir a las repúblicas del mar interior y América Central “República Dominicana, Haití, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Guatemala (la Nicaragua sandinista al principio estaba excluida)” en una Asociación de Libre Comercio con Estados Unidos. Los empresarios norteamericanos se lanzaron en masa a estas tierras, especialmente en operaciones textiles, de indumentaria y montaje. Pero el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte de 1994 entre Estados Unidos, Canadá y México cambió la situación. Abandonando el CBI a causa de la mano de obra todavía más barata y la proximidad con el mercado norteamericano, los inversores norteamericanos y de Lejano Oriente trasladaron sus operaciones de indumentaria, textiles y microchips a las maquiladoras de México. Inicuamente se supuso que estarían desparramadas por toda la república, pero ahora están concentradas, bajo la administración no mexicana, a lo largo de la frontera que va del Golfo de México al Pacífico, y llegan a unas 4000, empleando alrededor de un millón de obreros. El desempleo aumentó inmensamente en la zona del CBI. Actualmente, por ejemplo, llega al 25 % en El Salvador. El NAFTA también ha acelerado la desindustrialización de Estados Unidos. Desafiados por Lejano Oriente, los industriales norteamericanos empezaron a transferir fábricas, hilanderías, plantas de computadoras, de fabricación y montaje durante la década de 1960. En la de 1980, había surgido un cinturón de viejas industrias en Ohio, Indiana, Illinois y estados del Medio Oeste. Dayton, Ohio, por ejemplo, perdió las instalaciones de National Cash Register, a pesar de que la sede empresaria principal de NCR sigue allí al igual que algunas plantas de montaje automotor. Esta tendencia se aceleró en toda la nación con el NAFTA, que se aprobó a las apuradas durante una sesión del Congreso formada por representantes a punto de terminar su mandato y que prometió retener a los obreros norteamericanos desplazados. La desindustrialización ha avanzado sobre todo en la industria automotriz, del acero, de equipamiento de ferrocarriles, textil, de aviones y de microchips. Otros factores, como la seguridad, también incitan a la desindustrialización.

Sony, que emplea a 13.000 personas en Tijuana, Mexicali y Nuevo Laredo está considerando dejar México, donde el empleo en empresas japonesas solamente en Baja California totaliza unos 51.000 empleados, según cifras de mayo de 2000. La seguridad pública es tan laxa y el delito tan generalizado y violento que los japoneses están contemplando mudarse a un lugar menos peligroso. Esta situación hostil ha reducido la rentabilidad y ha puesto en peligro al personal. La desindustrialización de algunas naciones del hemisferio occidental está acelerándose y los grandes perdedores son Argentina, las repúblicas de la CBI y Estados Unidos, que se vio todavía más debilitado con el Tratado de Kyoto Clinton-Gore de 1997, el cual impuso graves regulaciones ambientales a los fabricantes norteamericanos pero eximió de ellas a las naciones en desarrollo. Brasil y México, apoyados por inversores de Estados Unidos, Lejano Oriente y Europa son los ganadores. Sin embargo, la privación económica, junto con la concentración de instalaciones industriales y de montaje en San Pablo y a lo largo de la frontera mexicano-norteamericana ha provocado inquietud social, implosión institucional y degradación ambiental. En consecuencia, el capitalismo democrático, tal como lo planteó de manera pionera Henry Ford y que le permitía a los obreros y obreras comprar sus propios productos, ha sido socavado por los bajos sueldos. No es extraño que la democracia populista posterior a la Guerra Fría esté en pleno surgimiento.

Democracia populista posterior a la guerra fría Muchos creyeron, incluido el prominente especialista Francis Fukuyama, que con el fin de la Guerra Fría capitalista soviética y la casi universal adopción de las instituciones económicas capitalistas por parte de las naciones del mundo, íbamos a experimentar “el fin de la historia”. Nada podría estar más lejos de la verdad. La globalización de las instituciones capitalistas, a pesar de que se trata de motores  CCCII  excepcionalmente poderosos de desarrollo y cambio económico, está sujeta a excesos e inestabilidades y a la consecuente producción masiva de dolor y penurias personales. En lo esencial, el populismo es la defensa organizada de las personas sometidas a penurias.

En Argentina, el viejo orden socioeconómico duró hasta bien entrado el siglo XX. Parte de las élites, la sociedad argentina estaba en su mayor parte compuesta por trabajadores que, en gran medida, no estaban organizados, no tenían poder y eran desesperantemente pobres. Eran, en la jerga callejera de Buenos Aires, los descamisados. Aparece entonces Juan Perón, quien fundó el Partido Justicialista surgido de la mano de obra, las masas urbanas de Buenos Aires y los elementos menos ricos del campo. La política de Perón era populista.

Siguió favoreciendo los intereses de la mano de obra, promovió la industrialización interna para reducir la dependencia de las importaciones, creó empleos, nacionalizó algunos intereses extranjeros y era poco amigo del capital extranjero.

Después de la muerte de Perón, el Partido Justicialista se eclipsó. Pero en 1989, un Partido Justicialista revitalizado conducido por Carlos Saúl Menem, pudo nuevamente ganar la presidencia de Argentina.

Al igual que el PRI de México, más o menos por la misma época, el Partido Justicialista sufrió, bajo Menem, una fundamental inversión política. De la posición nacionalista y populista de Perón pasó a convertirse en un partido favorable a la globalización del capital en Argentina. Menem procedió a estabilizar el peso, asociándolo al dólar; privatizó muchas de las empresas estatales, vendiéndolas a empresas multinacionales; alentó la inversión extranjera y fue mucho menos favorable a la mano de obra en sus disputas con la administración empresaria.

Las políticas de Menem, tan diferentes de las de Perón, fracasaron en resolver gran parte de los problemas de la Argentina. Muchos ciudadanos se encontraron sin empleo y sin referente político, tan desesperados como los descamisados de los años anteriores a Perón.

Surgieron dos partidos alternativos, la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente País Solidario (FREPASO) para desafiar las políticas de Menem y tratar de aliviar la miseria, que no cedió con la puesta en práctica de las nuevas reformas de Menem. La UCR y el FREPASO han ganado muchas bancas en el Congreso, aunque no la mayoría, y el año pasado lanzaron un candidato conjunto., Fernando de la Rúa, quien venció al candidato justicialista, Eduardo Duhalde, en la puja por la presidencia de la Argentina.

Venezuela es un país paradójico. Es uno de los países productores de petróleo más importantes del mundo y, sin embargo, la mayoría de la población es muy pobre. En Venezuela, hace mucho que la industria petrolera está en manos del Estado y la riqueza que produce, en su mayor parte, ha sido absorbida por una gran cantidad de contratistas internacionales y un aparato administrativo inflado. Una gran clase gubernamental y comercial ha prosperado a la sombra de la industria petrolera, pero grandes sectores de la población general viven en la miseria, en terrenos ilegalmente ocupados, con comida, agua, atención sanitarias y educación inadecuadas. Durante muchos años, la política partidaria de Venezuela ha sido nominalmente democrática y blanda, y ha hecho poco por resolver los problemas socioeconómicos del país y de sus masas cada vez más alienadas.

Las condiciones estaban maduras para el surgimiento de Hugo Chávez. Hombre de orígenes humildes, Chávez ascendió rápidamente por las filas del ejército debido a sus habilidades como atleta y soldado. Hace ocho años, en 1992, fue parte de un golpe militar fallido y pasó cierto tiempo en la cárcel por su intervención. Después de su liberación, Chávez decidió tomar el poder por medios electorales. Utilizando en su campaña la promesa de usar la riqueza petrolera de Venezuela para aliviar la pobreza de las masas, Chávez sorprendió a muchos al ganar la presidencia en el otoño de 1998. Los capitostes de la prensa han intentado definir a Chávez como un peronista o un fidelista. Pensemos mejor como un Huey Long en uniforme, un populista que tiene ambiciones para sus votantes y para sí mismo. Chávez se movió rápidamente para consolidar su poder. Estableció una nueva convención constitucional, que promulgó una nueva Constitución a su medida, y disolvió el Congreso existente. También instituyó una gran purga de la  CCCIII  Compañía Estatal Petrolera y ha asumido un papel prominente en la OPEP: se considera que ha sido el impulsor del reciente movimiento de la OPEP para cortar la producción mundial de petróleo y subir los precios. El gran héroe de Chávez es Simón Bolívar.

Apoyándose en el bolivarismo, aspira a formar la Gran Colombia (Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador), probablemente como república socialista.

México ofrece un excelente ejemplo de la globalización del capital posterior a la Guerra Fría. La “familia revolucionaria” ha gobernado México desde 1910. El instrumento que desarrolló fue el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y la fórmula que adoptó fue un conjunto de políticas altamente populistas y nacionalistas. Hubo una amplia reforma agraria y a la mano de obra se le permitió organizarse bajo la guía del PRI. Se alentó el capitalismo estatal y la industria nacional, desalentándose la inversión extranjera, y cuando la ocasión se presentó en 1938, los pozos petroleros y el sistema ferroviario fueron nacionalizados.

El PRI y su conjunto de políticas populistas funcionaron durante largo tiempo, pero en la década de 1980 ambos estaban mostrando señales de tensión. El desarrollo económico según la vieja fórmula no podía generar suficientes empleos, mucho menos ofrecer un estilo de vida mejor para la población en rápido crecimiento de México. Pero también cambiaron las modas en la economía política. A fines de la década de 1980, el PRI había quedado bajo el control de un pequeño grupo de tecnócratas, hombres como Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, educados en facultades de la Liga Ivy norteamericana y defensores de la nueva doctrina neoliberal, que en la actualidad es la ideología del capital globalizado.

Esta pequeña banda de expertos, muy parecidos a los “científicos” de Porfirio Díaz, pronto promulgaron una inversión casi completa de las políticas sociales y económicas populistas y nacionalistas del viejo PRI. De nuevo se invitó al capital extranjero a México y se alentó la expansión de las maquiladoras. Los bancos, las aerolíneas y las carreteras se privatizaron. Sólo el fuerte sentimiento nacionalista tanto del PRI como fuera de él impidió la venta de PEMEX y de los servicios eléctricos. El NAFTA fue promovido por el PRI con tanta fuerza como por sus auspiciantes ubicados al norte de la frontera. La población rural, viejo baluarte del PRI en los viejos tiempos, fue descuidada. El PRI pasó a ser el Partido del Capital Multinacional y de las grandes empresas mexicanas, como Televisa y Vitro, lo suficientemente grandes como para convertirse en jugadores multinacionales por derecho propio.

Contrariamente a las expectativas del PRI, el nuevo orden económico mundial no ha resuelto los problemas económicos de México. Durante gran parte de las dos últimas décadas, la economía de México ha oscilado entre la depresión y períodos de prosperidad estratificada, durante los cuales los mexicanos bien ubicados en el mundo de la empresa o el gobierno vivían bien, pero la gran mayoría de sus compatriotas no. El aparente abandono de su base populista por parte del PRI tuvo como resultado la falta masiva de referente político y el consecuente crecimiento de nuevos partidos más populistas que desafiaron al PRI, por ejemplo, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que es un partido populista de izquierda formado por Cuauhtémoc Cárdenas y otros disidentes.

En la mayor sorpresa electoral de la historia mexicana, Cárdenas y el PRD ganaron la elección presidencial de 1988. Pero el PRD no ha sostenido su promesa inicial y ha perdido impulso frente al Partido de Acción Nacional (PAN). El PAN ha crecido de manera impresionante en los últimos tiempos y ha atraído a mucha gente de la mediana y pequeña empresa, así como a otros mexicanos que tienen cargos concretos contra el PRI.

Vicente Fox, el candidato ganador del PAN en la elección presidencial de este año, una figura carismática y de buena planta, demostró ser un formidable oponente para el candidato bastante descolorido del PRI, Francisco Labastida. Con el triunfo de Fox en las elecciones de julio de 2000, es posible que veamos el comienzo de la transformación del tema del trabajador mexicano en Estados Unidos en una cuestión importante dentro de la política mexicana. Debería despertar el interés de los norteamericanos encargados de trazar políticas, el hecho de que Fox haya comprometido al PRI en un intenso debate respecto de cuál partido puede encarar mejor las penurias existentes y actuar a favor de  CCCIV  los intereses de los millones de trabajadores indocumentados de la Diáspora Mexicana hacia el norte de la frontera. A pesar de que el PRI sigue siendo fuerte, Vicente Fox, del PAN, ha logrado una sorpresa electoral. Por lo tanto, Argentina, Venezuela y México son ejemplos privilegiados de la democracia populista posterior a la Guerra Fría. Sin embargo, Brasil está sacudido por las tomas de granjas productivas por parte del movimiento de Obreros Rurales Sin Tierra. Los esfuerzos de Bolivia por privatizar el agua en Cochabamba se han enfrentado con una resistencia masiva. Chile ha elegido a un presidente socialista. Los indios ecuatorianos derrocaron a un presidente globalista y el caudillo cubano Fidel Castro cerró la conferencia del Grupo del Sur 77 (G-77), en La Habana, en abril de 2000, declarando que el Tercer Mundo debería asumir el liderazgo internacional porque las naciones ricas son incapaces de gobernar al mundo, el cual debería ser democrático y solidario y no “cruel, injusto, inhumano y opuesto al inevitable curso de la historia”. En consecuencia, la democracia populista posterior a la Guerra Fría domina América Latina desde el Cabo de Hornos hasta el Río Grande y está empezando a introducirse en Seattle, Washington DC, Toronto y Millau, Francia.

Desestabilización La presidencia de Clinton dejará un entorno de inestabilidad y desestabilización potencial “en América Latina y en el mundo en general”, que incidirá en la capacidad de gobernar de la próxima presidencia norteamericana. Casi va de suyo que la relación postsoviética entre los gobiernos de ninguna manera iba a ser fácil. Durante medio siglo, la importancia de una estrategia anticomunista mundial había dado, de buen o mal grado, un sistema en el que se daba prioridad a los problemas internacionales. Actualmente está de moda decir que muchos de nuestros problemas, en rigor, surgieron a causa de esa concentración en el objetivo de derrotar al comunismo. Sin embargo, parece más preciso decir que la maraña de relaciones y reclamos contradictorios al interés nacional que es el mundo real, para bien o para mal, siempre ha estado allí. Pero, en apariencia, la necesidad de acumular nuestras defensas contra la abrumadora amenaza que el stalinismo representaba para la civilización occidental, ordenaba las cosas con más facilidad.

Los problemas del Hemisferio Occidental han sido los más postegados por la política norteamericana. En efecto, la política norteamericana en América Latina siempre ha quedado relegada a un segundo o tercer lugar dentro de las preocupaciones oficiales.

Los motivos para ello son legión y van de lo cultural a lo político y económico. Pero nunca se la relegó más que en la década pasada, cuando la implosión de la Unión Soviética, el rompecabezas cada vez más complejo de la Unión Europea “que ha sido la piedra fundamental de las iniciativas diplomáticas norteamericanas desde fines de la Segunda Guerra Mundial” y el constante acertijo del surgimiento de un estado chino poderoso, dejaban limitados recursos para el pensamiento estratégico. La culpa de dicha limitación, además, en gran medida, recae en la progresiva introducción de elementos triviales en la política interna norteamericana. Elementos que absorbieron la atención de los medios de comunicación y, consecuentemente, la de los encargados de trazar políticas.

El carácter de Clinton conjugaba la dificultad para discernir los temas importantes y enfrentarlos por muchos motivos. No es este el lugar para discutir en qué medida dicho proceso fue simplemente una extensión del entorno cultural norteamericano; es decir, que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece” (Joseph de Maistre, 1753-1821). Una lista de sus fracasos incluiría: Una básica falta de comprensión del conflicto con el comunismo y la victoria sobre él y, por lo tanto, de la necesidad de limpiar ideológicamente “el lío” que dejó a sus espaldas. Robert Strausz Hupe ha dicho: “¡Estados Unidos bien puede no ser el primer país en la historia que ganó una victoria militar sólo para sucumbir al predominio cultural del derrotado, a la Antonio Gramsci!” En ninguna parte ha sido más evidente este fenómeno que en Cuba. La administración Clinton ha buscado negociar, llegar a una transacción, anular en cierta forma las diferencias que existieron durante toda la Guerra Fría con Cuba, suponiendo que en la era post soviética dejarían de constituir una amenaza  CCCV  para la seguridad norteamericana. Así, siempre que estuvo en su poder, la administración Clinton le ha tirado salvavidas a Fidel Castro. Esos salvavidas permitieron que un régimen que se venía abajo siguiera en pie tambaleándose, al igual que, con la ayuda del senador John McCain la administración Clinton le dio a ese otro régimen comunista corrupto, ineficiente e inmoral de Vietnam más o menos otra década de vida al otorgarle el reconocimiento norteamericano. Cuando, inevitablemente, el régimen castrista se venga abajo por las mismas dolencias que derrumbaron al resto del imperio soviético, Washington se encontrará sin herramientas para enfrentar el caos resultante. Las consecuencias de éste son legión; por ejemplo, la posibilidad de una huida de refugiados: gente desesperada, que en busca de alguna esperanza de progreso amenazará la propia estabilidad de Florida, nuestro cuarto estado por tamaño. Cuba volverá al mundo real como una economía de monocultivo, más dependiente del azúcar que cuando los comunistas tomaron el poder hace cuarenta años, en un mundo que ha avanzado tecnológicamente hacia una gama de productos competitivos que van de endulzantes artificiales a productos derivados del maíz. La complicada composición racial de Cuba, se habrá exacerbado gracias a la propaganda y a la emigración masiva de la anterior elite. Al ayudar a presentar como demonios a los miembros de la comunidad de emigrados de Miami, la administración Clinton ha avanzado mucho en el camino de castrar a uno de nuestros pocos activos para enfrentar la inevitable crisis posterior a la caída de Castro. En suma, todo el proyecto de “construir una nación” en una Cuba posterior a Castro, para el cual una y otra vez la burocracia y el pueblo norteamericano han demostrado no tener ninguna aptitud en costas extranjeras, será un problema para el liderazgo norteamericano, agravado por otra década no sólo de descuido sino de oscurecimiento de temas vitales.

La administración Clinton ha llevado a nuevos extremos el cientificismo norteamericano, es decir, la falsa noción de sustituir el sentido común, los valores y el pensamiento tradicionales por un análisis detallado y pseudo científico. De nuevo, el tiempo y el espacio, y tal vez la importancia, no permiten discutir aquí la peculiar y extraordinaria capacidad del Presidente de examinar huecamente temas en detalle, su reputación de “bizantinismo político”. Pero nunca la capacidad norteamericana de autoengaño ha ido tan lejos en temas como las negociaciones extendidas para lograr una “transacción exitosa”, sin examinar si la mentada negociación no se está convirtiendo en un fin en sí mismo. En ninguna parte resulta esto tan evidente como en Colombia, a pesar de que, por cierto, lo mismo ha ocurrido en el caso de Irlanda, Medio Oriente y los Balcanes, donde alentamos a un gobierno a que aceptara renunciar a su soberanía sobre grandes zonas de su territorio para entregarlas a asesinos terroristas y vinculados con las drogas, como un método de resolver un problema inmanejable. La política norteamericana ahora está creando feudos apoyados por las drogas y el terror, que se volverán todavía más cancerosos a medida que el tiempo pase y, sobre todo, lleve inevitablemente a mayor violencia. En la medida en que los problemas de América Latina son económicos, la administración Clinton se ha apoyado en errores anteriores, ofreciendo una “red de seguridad” de garantías que permiten a los gobiernos de a zona, sometidos a fuertes presiones, hacer las elecciones erradas. El Rescate de México, según ha dicho el ex Secretario del Tesoro, Robert Rubin, fue concebido con pleno conocimiento de que agrandaba el peligro de “riesgo moral”; es decir, que ofrecía a los inversores privados y especuladores la posibilidad de que, en caso de colapso, fueran compensados. Pero, dice, ese era un riesgo menos grave que el colapso de la economía mexicana y sus repercusiones en todo el hemisferio y la economía mundial. No tiene sentido plantear la hipótesis de lo que otra alternativa podría o no haber logrado (la “falacia de la nariz de Cleopatra” de los historiadores: si Cleopatra no hubiera tenido una hermosa nariz aquilina griega sino un feo apéndice chato nubio, Marco Antonio no se habría enamorado de ella ni quedado en Egipto sino que habría estado junto a César en el Senado. Así, César no habría muerto y la república romana habría vivido, los bárbaros no habrían salido victoriosos y la Edad Oscura no se habría instalado en Europa, etcétera ad infinitum). Pero lo que sí está claro es que no sólo México sino otras economías latinoamericanas en la actualidad están sometidas a una inversión estilo casino por parte  CCCVI  de inversores norteamericanos y de otros países, con la perspectiva de que, si sus apuestas no estuvieron bien dirigidas, el contribuyente norteamericano tenga que hacerse presente para pagar la cuenta. Nada de esto puede haber contribuido a una administración y dirección más reflexiva de la economía regional, menos aún la de Brasil, que casi todos los días muestra señales de un gigantesco estallido socioeconómico.

De nuevo, puede ser demasiado fácil echarle la culpa de todo a la presidencia de Clinton. Pero si las ideas cuentan, y debemos suponer que sí, los próximos encargados de formular la política norteamericana en la región no verán facilitada su tarea por un grupo de encargados de trazar políticas que tuvieron todos los atributos de la nueva era computarizada, pero carecieron de la sagacidad que surge de un provechoso estudio de las fuentes tradicionales e históricas del pensamiento político.

Deforestación El hemisferio ha sido bendecido con recursos naturales y un clima que lo convierte en un paraíso único y virtual para quienes usen sabiamente tales recursos. A lo largo de las últimas décadas se ha vuelto evidente que la destrucción de nuestros bosques, tanto de la mitad norte del hemisferio como, especialmente, de las selvas del sur, debe controlarse. Este no es un tema bipartidario. Más aún, exigirá los mejores esfuerzos de organizaciones tanto gubernamentales como no gubernamentales (ONG).

Haití es el horrible ejemplo de lo que ocurre cuando este problema se ignora. Las implicancias de seguridad nacional están implícitas en Panamá, donde una agricultura de “tala y quema” está poniendo en peligro el agua fresca necesaria para el funcionamiento del Canal. El lago Gatun, que es crítico para el funcionamiento del Canal de Panamá, está llenándose rápidamente de cieno, debido a las inundaciones producidas por la “tala y quema”. Los incendios producidos por campesinos en los parques nacionales de Tikal y El Ceibal de Guatemala, demuestran la incapacidad de los gobiernos para detener la destrucción causada por ciudadanos indigentes, desesperados por tener tierras suficientes para alimentar a su familia y cultivar alimentos.

En la actualidad, se estima que más del 90 % de la pérdida de bosques se está produciendo en los trópicos. En 1977 y 1978, los incendios causados en el Amazonas para limpiar tierras afectaron más de 5,2 millones de hectáreas de selva, monte y sabana brasileña. Más de la mitad de las restantes selvas tropicales del mundo están dentro de la cuenca del Amazonas. Desgraciadamente, los campesinos por lo general tienen pocas opciones fuera de convertir el bosque en granjas y explotaciones ganaderas. Brasil, por ejemplo, tiene grandes cantidades de gente pobre y necesitada de tierra. Dado que las parcelas que se talan de la selva por lo general pierden su fertilidad rápidamente, hay una constante demanda de tierra nueva.

Si bien este no es el lugar para embarcarse en una discusión detallada de los aspectos ecológicos implicados, debería advertirse que hay una diferencia muy clara entre los problemas implícitos en la reforestación del hemisferio norte y la del hemisferio sur.

Baste decir que los lapsos de tiempo para que resuciten los bosques y selvas del sur implican órdenes de magnitud mayor e infinitamente más comprometidos. La deforestación es sólo el primer paso en una cascada de efectos que tiene como consecuencia la desertificación, el desplazamiento económico, la enfermedad y los deslizamientos de barro, como lo demostró en 1998 el huracán Mitch en Honduras. No es un problema simple y la solución tampoco lo es. Pero es un problema que debe abordarse bilateral y multilateralmente. Las poblaciones cada vez más grandes, con su consecuente apetito de madera, papel, productos químicos y productos de madera, llevarán a la extinción de plantas, pájaros, insectos, peces y especies animales, debido a la destrucción de sus hábitats. Cuando un hábitat se fragmenta, su diversidad ecológica declina. Los incendios causados por granjeros que limpian parcelas de tierra o por gobiernos que dirigen quemas controladas, a menudo superan sus fronteras, aumentando el nivel ya crítico de bosques destruidos. La tala también plantea otros problemas. El acceso a bosques que fueron vírgenes está provisto por caminos construidos por los taladores con el fin de recoger madera. A medida que se talan los árboles más grandes y valiosos, los  CCCVII  taladores avanzan hacia otros bosques. De tal forma, la cantidad de madera de primera calidad se ve reducida, los precios mas altos alientan a los productores a buscar todavía con más empeño nuevas fuentes de provisión. Pero este tema debe ser examinado e investigado con métodos científicos sólidos. Esto, a su vez, permitirá a los encargados de trazar políticas presentar soluciones equilibradas y creíbles.

Declinación de Estados Unidos El tono de Santa Fe IV no pretende ser negativo, pero es preciso enfrentar la realidad de que, desde 1993, la declinación de Estados Unidos se ha precipitado. El poder del país se basó ante todo en este hemisferio, a veces llamado Fortaleza América. Tanto Wilson como Franklin D. Roosevelt consolidaron la base de poder norteamericano en este hemisferio antes de comprometerse en Europa y Asia.

La historia nos dice con toda claridad que, cuando una gran potencia fracasa en valorar su interés nacional y permite que su cultura central se desgaste y sea absorbida por un sistema de valores hostil, su caída es previsible. Spengler y Toynbee han examinado este fenómeno con gran detalle.

El conjunto de elementos que llevan a esta declinación son parte integral de Santa Fe IV: Defensa, Drogas, Demografía, etc., encabezan la lista de la nueve “D” que contribuyen a la declinación de Estados Unidos. Pero lo más importante es la destrucción cultural, según la prescribe Antonio Gramsci. Al cambiar la cultura, el cambio político y económico está virtualmente asegurado.

El “vaciamiento” de la capacidad militar norteamericana ha sido un proceso gradual de reducción/marchitamiento. Todos los Servicios se han visto afectados; los infantes de marina en menor grado, el Ejército en un grado mucho mayor. La administración Clinton, con su tendencia antimilitarista, ha logrado lo que nuestros enemigos más abiertos fracasaron en hacer. El Ejército está desparramado por todo el mundo, en misiones que, en el mejor de los casos, son marginales. Haití es un ejemplo miserable de esta política trágica. La cultura ética militar ha sido desgastada por el énfasis en mantener la paz y proteger la fuerza, por la ingeniería social y por una pérdida de confianza de las tropas en los civiles experimentados y en el liderazgo militar. El espectáculo del Jefe del Estado Mayor Conjunto jugando a la “batalla naval” con el Presidente, en un programa de televisión de visos francamente políticos, es un ejemplo del problema. Los esfuerzos por convertir el “verde” del Ejército en el “azul” de las Naciones Unidas, plantean la pregunta de cuántos hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas están dispuestos a morir por la bandera de las Naciones Unidas.

Estados Unidos está en una cuesta resbalosa que apunta a la pila de cenizas de la historia. El resto del mundo mira con asombro cómo nuestro impulso hacia la gratificación instantánea es aprovechado por nuestros opositores, que están adoptando el enfoque estratégico de largo alcance, tal como lo articuló Eugenio Rabines en su Camino de Yenan.

La historia y nuestros nietos nos juzgarán duramente si esto no se revierte.

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