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Capítulo 7. El mundo se transforma
La caída del Muro de Berlín, seguida por la desintegración de la URSS y el abandono del comunismo como política de Estado, significó el fin de la llamada Tercera Guerra Mundial, de la cual EUA parecía erigirse como gran triunfador, aunque en las cuestiones económicas por ejemplo, sin llegar a cuestionar firmemente el poderío estadounidense, le plantearon dura lucha Japón y los Tigres Asiáticos en la cuenca del Pacífico, y la Comunidad Económica Europea en el Viejo Continente.
Frente a esta realidad, EUA buscó afianzar su rol de potencia hemisférica. En este sentido el presidente estadounidense George Bush lanzó, en 1990, la Iniciativa para las Américas (EAI, por su nombre en inglés), que se basaba en dos problemáticas: una externa, que tenía que ver con la pérdida de los socios europeos que se cierran en su propio proceso integracionista y compiten con EUA, al igual que Japón y los Tigres Asiáticos. Situación ésta que provoca que EUA se vuelque hacia el marco hemisférico tratando de ganar y controlar un mercado importante, pero estableciendo sus propias reglas. La otra problemática era interna, y seguía en cierta medida el criterio avalado por economistas como Peter Drucker, que planteaba que EUA, para solucionar los problemas económicos de déficit comercial, no lo podía hacer con los Estados de la cuenca del Pacífico ni con los europeos, sino tratando de vender a América Latina, particularmente bienes de capital. Es decir, una vez más son las grandes empresas estadounidenses las que marcan el rumbo en la política exterior de su Estado y, detrás de un proyecto presentado como método de progreso para la región, se encontraba el objetivo de generar nuevas fuentes de ingreso para los capitales estadounidenses.
Estos cambios no sólo fueron provocados en el sistema internacional, también los hubo en los esquemas de integración regionales. El primero ocurrió en Europa cuando el 3 de octubre de 1990 se produce la reunificación alemana (1), al integrarse la República Democrática Alemana a la República Federal de Alemania, lo que generó un gran revuelo político entre los miembros de las Comunidades Europeas, que pensaban que ya estaba todo listo para que la construcción europea se hiciese a gusto y placer de Alemania.
Este era el temor de los Estados miembros cuando se convocó a la Conferencia Intergubernamental de 1991, que tenía como trasfondo el Informe Delors de 1990 (2), y que tendría como corolario la firma del Tratado de Maastricht, conferencia que provino del deseo y la necesidad comunitaria de lanzar la Unión Económica y Monetaria (UEM) y marcar un claro posicionamiento político de cara a la nueva realidad que se estaba desarrollando en el escenario internacional, hecho plasmado en la Unión Política fruto de dicho Tratado.
2. Este informe, también conocido como Informe del Comité de Sabios, planteaba la realización de la Unión Económica y Monetaria sobre la base de tres etapas claramente diferenciadas.