BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

LOS CONDICIONANTES EXTERNOS EN LOS PROCESOS DE INTEGRACIÓN
El rol de Estados Unidos de América ante los casos europeo y latinoamericano


Eduardo Rivas

 

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Nuevas ideas toman cuerpo

América Latina comenzó a reformular su posición de cara al nuevo contexto mundial a partir de la Cumbre de Presidentes latinoamericanos que se realizó en octubre de 1989 en Ica, Perú, en la que los mandatarios americanos declararon su aspiración de vivir en un mundo progresivamente abierto, con menos rigidez ideológica y más interdependiente, en el que se pueda dar la democratización del sistema internacional (1).

Dentro de sus conclusiones se expresaba que América Latina debía cumplir un importante papel en la creación de un nuevo orden mundial: la preservación de la paz y la seguridad en la región. Para ello debía replantearse la concepción tradicional sobre la ubicación y el papel estratégico de América Latina en la seguridad mundial.

Asimismo, y en referencia al marco regional se destacó el triple proceso de transformación: a) la democratización; b) los esfuerzos por modernizar las estructuras productivas; y c) el surgimiento de nuevas formas de concertación política intrarregional. En relación a este último punto, se destacaba que la cooperación política debía expandirse más allá de los temas que generaron la concertación latinoamericana, la crisis de Centroamérica y la deuda externa. En este sentido, la concertación se debía ampliar a temas como integración económica, cultural y tecnológica y a los aspectos financieros intrarregionales.

Pese a estas declaraciones, el paradigma cepalino estaba en decadencia y sería reemplazado, en los años siguientes, por el denominado “Consenso de Washington” (2), que impulsaba en América Latina las políticas neoliberales que a inicios de los ochenta habían propuesto Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

Como se ve el mundo había cambiado, para esa época había terminado, formalmente, la Tercera Guerra Mundial, y la humanidad se encaminaba a un orden unipolar, pero no todos estaban dispuestos a aceptarlo.


1. Para esta época ya había habido recambios presidenciales en Sudamérica, o se habían producido ya las elecciones faltando sólo la asunción de los triunfadores en las mismas. En este sentido, accedieron al poder dirigentes neoliberales o afines a este pensamiento tales como Carlos Menem, que llegó a la presidencia de Argentina en 1989; Fernando Collor de Melo, que asumió la presidencia de Brasil en 1990; y Luis Alberto Lacalle, quien también en ese año alcanzó la presidencia de Uruguay. Como señala Jorge Schvarzer, “El nuevo criterio estratégico derivaba de la retomada hegemonía de las corrientes ideológicas que responden a la ortodoxia en el Cono Sur. Tanto el gobierno de Carlos Menem en Argentina, como el de Fernando Collor de Melo en Brasil, preferían los mercados «abiertos» a los «regionales»; el uso de políticas de tono macroeconómico frente a las sectoriales (siempre sospechadas de ceder ante la demanda de los grupos de interés) y la asignación de un rol mínimo al Estado, supuesto culpable de los males de la región. Esos paradigmas provocaran cambios decisivos en la estrategia de integración. Una consecuencia de esa estrategia fue la oposición a crear cualquier órgano de integración que tuviera apariencia de «aparato de Estado». Se intentaba así crear un mercado regional sin más herramientas que los acuerdos de política global, que en una primera etapa fueron básicamente de orden arancelario. Esa típica visión ortodoxa choca contra las demandas naturales de un proceso de este tipo y lo diferencia de la estrategia aplicada para forjar la Unión Europea. En este caso los órganos de regulación se fueron instalando en Bruselas como parte esencial del exitoso proceso de integración y forjaron los primeros elementos para construir un futuro estado supranacional, que incluyen desde el Parlamento Europeo hasta el actual Banco Europeo, destinado a gerenciar la moneda común, el ya famoso euro”. SCHVARZER, J., MERCOSUR: una crisis largamente anunciada. Bajo la influencia de la ortodoxia económica, Le Monde Diplomatique, Número 2, Buenos Aires, agosto de 1999, http://www.eldiplo.org/

2. “El «Consenso de Washington» es el acuerdo alcanzado en 1990 por EUA y los organismos económicos internacionales cooptados por este país donde se plantean diez instrumentos de política para llevar adelante el objetivo de un sistema capitalista mundial basado en la libertad del mercado para operar, donde predominan los más «aptos». Los Diez Puntos del Consenso son: 1) establecer una disciplina fiscal; 2) priorizar el gasto público en educación y salud; 3) llevar a cabo una reforma tributaria; 4) establecer tasas de interés positivas determinadas por el mercado; 5) lograr tipos de cambio competitivos; 6) desarrollar políticas comerciales liberales; 7) una mayor apertura a la inversión extranjera; 8) privatizar las empresas públicas; 9) llevar a cabo una profunda desregulación; y, 10) garantizar la protección de la propiedad privada. Se confiaba que con el «Consenso de Washington» y como consecuencia de la globalización, iban a aumentar las tasas de crecimiento económico y que iba a disminuir significativamente la pobreza y la inseguridad. Que el flujo de capital y el crecimiento de las exportaciones promovería el desarrollo de sectores con un uso intensivo de la mano de obra. Eso no ocurrió. La disminución del índice de pobreza, en realidad fue reflejo de la disminución de la tasa de inflación acompañada por un breve crecimiento del PBI y no como consecuencia redistributiva de la riqueza financiera y comercial”. DALLANEGRA PEDRAZA, L., El Consenso de Washington de 1990, http://www.mundolatino.org/

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