BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

LOS CONDICIONANTES EXTERNOS EN LOS PROCESOS DE INTEGRACIÓN
El rol de Estados Unidos de América ante los casos europeo y latinoamericano


Eduardo Rivas

 

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Los avances europeos

Europa, por su parte, dedicó esta década a avanzar en la construcción comunitaria, a veces con problemas, como el conflicto de la “silla vacía”(1) del General Charles de Gaulle, pero avanzar al fin, aunque hubo un hecho que demostró que todavía no era el momento en que Europa podía comenzar a abrirse camino sola, pues EUA estaba decidido a impedirlo. El 13 de agosto de 1963 la República Democrática Alemana comienza la construcción, con el apoyo explícito de la URSS, de un muro para separar el sector oriental de la ciudad de Berlín del sector occidental.

Este acontecimiento, al igual que la “Crisis de los Misiles” para América Latina, generó un recrudecimiento de la Guerra Fría, pero EUA dejó en claro sus intereses cuando el presidente Kennedy dio un discurso a escasos metros de la Puerta de Brandeburgo, en Berlín. Allí, en un célebre discurso, afirmó “Ich bin ein berliner” (Yo soy un berlinés más), donde dejó en claro, una vez más, que el interés estadounidense estaba unido al devenir europeo.

La Comunidad Económica Europea, mientras tanto, conseguía un fuerte crecimiento económico, una considerable prosperidad y un reparto de la riqueza más equitativo o, mejor dicho, la reducción de las diferencias de riquezas en las fases expansivas del ciclo, que llevaron a sus habitantes a alcanzar niveles de vida similares a los de EUA (2). Esta situación llevó a que algunos Estados de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, por su nombre en inglés), que había sido creada por el Reino Unido, Noruega, Suecia, Suiza, Austria, Dinamarca y Portugal, y que buscaba ser rival de la CEE, pidieran el ingreso en esta última. A su vez, EUA y la CEE firmaron el Acta de Expansión Comercial, con el que se llegaría a eliminar el 50 por ciento de las tarifas aduaneras (3).

Es decir, en esta década se acentuaban los conflictos en América Latina y se iniciaba una tibia distensión en Europa. Pero no fue hasta la década siguiente que hubo importantes novedades a ambos lados del océano, tanto en el plano económico como en el aspecto político.

En el terreno económico se produjo la llamada “crisis del petróleo”, provocada por los Estados miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en 1973, que obligó a los Estados industrializados a generar tecnologías alternativas para paliar la situación. Esta realidad le dio fortalezas a los Estados del Tercer Mundo para hacer valer sus derechos y reivindicaciones en el concierto mundial. Comienza así el debate propiciado por estos Estados sobre un diálogo Sur-Norte que establezca las bases de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) que genere nuevas reglas de juego, distintas a las vigentes en las que los Estados menos desarrollados, los latinoamericanos entre ellos, eran productores de materias primas para los Estados desarrollados, los europeos entre ellos.

Pero además, esta época trae cambios: se amplían las Comunidades Europeas, pasando de seis a nueve miembros con la incorporación de Dinamarca, Irlanda y el Reino Unido en 1973 (4); se crea la “serpiente monetaria” y el posterior Sistema Monetario Europeo (SME) (5), lo cual constituía pequeñas muestras de como Europa iba a soltarse de la mano estadounidense y comenzaría a caminar sola (6).

Otro hecho importante a destacar en el avance político de las Comunidades Europeas es la primera elección directa, en 1979, de los miembros del Parlamento Europeo.


1. La crisis de la “silla vacía” se produjo como consecuencia de la negativa de Francia de participar del Consejo desde julio de 1965, finalmente este inconveniente se subsanó con el compromiso de Luxemburgo el 29 de enero de 1966 que “fue una constatación del desacuerdo existente entre, por una parte, quienes deseaban, cuando un interés nacional muy importante estaba en causa, que los miembros del Consejo se esforzaran en llegar a soluciones que pudiesen ser adoptadas en un plazo razonable por todos en cumplimiento de sus intereses mutuos y, por otra parte, Francia que era favorable a la continuación de los debates hasta que se llegara a un acuerdo unánime. Posteriormente, otros Estados miembros se sumarían al punto de vista francés”. http://www.europa.eu.int/ 

2. Para asegurar esta tendencia, y como un paso más hacia la Unión Económica y Monetaria, el 22 de marzo de 1971 se aprueba el Plan Werner que tenía como objetivo la sustitución de las monedas nacionales por una moneda común y, en defecto de ésta, la intercambiabilidad del dinero según una paridad fija (así se creó la cesta de divisas de los Estados miembros, se creó la Unidad de Cambio Europea, ECU, por su nombre en inglés), y la liberación total de los pagos y transferencias, constituyéndose un verdadero Mercado Común de capitales. Sin embargo, una nueva acción de EUA perturbaría el accionar europeo, esta vez fue la decisión del presidente Nixon de dejar flotar el dólar.

3. Al presentar el proyecto ante el Congreso estadounidense el 22 de enero de 1962, el presidente John Fitzgerald Kennedy sostuvo que: “Los Estados Unidos no consideran a una Europa fuerte y unida como un rival, sino como un partener; contribuir a su progreso constituye un objetivo de base de nuestra política extranjera después de diecisiete años. Estoy convencido que una Europa unida será más capaz de jugar un rol importante en la defensa común, de responder más generosamente a las necesidades de las naciones pobres, de conseguir de los Estados Unidos y de otros países una eliminación de las barreras aduaneras, de resolver los problemas de divisas y de materias primas, de desarrollar una política coordinada en todos los órdenes, diplomático, económico y político”. http://www.whitehouse.gov/

4. Inicialmente el Reino Unido permaneció al margen de la experiencia comunitaria, justificándose tal actitud en cuestiones económicas, puesto que estaba centrado en la explotación de sus colonias. Sin embargo a partir de 1961, y previendo la independencia de las colonias que aún conservaba, comenzó a acercarse a las Comunidades pidiendo su ingreso.

Afirma Henry Kissinger que “A fines de los años cincuenta Gran Bretaña ya no podía ver a Europa a distancia, como a un país en que las fuerzas británicas intervenían ocasionalmente para derribar a un potencial tirano. Por tanto, Macmillan invirtió la política de aislamiento en cuanto a Europa y solicitó el ingreso en la Comunidad Europea”. KISSINGER, H., Diplomacia, Ediciones B, Barcelona, 1996, página 637.

5. La serpiente monetaria, cuyo nombre oficial era el de Sistema Europeo de Cambios, se creó el 24 de abril de 1972, pero la creciente inestabilidad económica minó poco a poco las bases sobre las que se apoyaba el sistema, y el franco francés, la libra esterlina y la lira italiana abandonaron la serpiente monetaria. Con posterioridad, en el Consejo Europeo de Bremen, Alemania, celebrado los días 6 y 7 de julio de 1978, se creó el Sistema Monetario Europeo (SME), que entró en vigor el 13 de marzo de 1979. El SME se basa en tres elementos principales: el ECU, los mecanismos de cambio y de intervención, y los mecanismos de crédito. Este sistema fue la base sobre la que se asentó lo que hoy es la moneda común europea, el euro. http://www.europa.eu.int/

6. Esta situación provocó inquietud en el gobierno estadounidense, así lo plasmaba su Secretario de Estado, Henry Kissinger, en un discurso a los Pilgrins of Great Britain: “La unidad de Europa no debe ser a costa de la Comunidad Atlántica, pues de lo contrario sufrirán ambas orillas del Atlántico. No es que nos impacientemos con la pesada maquinaria de la Europa naciente. Es más bien la tendencia a la división a plena luz que la unidad con nosotros lo que nos concierne. No sería yo del todo sincero si ocultase nuestro desasosiego ante algunas de las prácticas recientes de la Comunidad Europea en el ámbito político. Presentarnos las decisiones recientes de una Europa en vías de unificación como faits accomplis no susceptibles de discusión efectiva, es ajeno a la tradición de las relaciones Estados Unidos-Europa. [...] La actitud de la Europa en vías de unificación parece tender a convertir la negativa a consultar en un principio definidor de la identidad europea. A juzgar por la experiencia reciente, se prescinde de la consulta con nosotros antes de la decisión, y la consulta después del hecho ha sido vaciada de contenido. [...] Los Estados Unidos reconocen los problemas de un período de transición en que Europa se mueve hacia la unidad. Comprendemos la dificultad de los primeros pasos vacilantes de la coordinación política. Pero no podemos permanecer indiferentes a la tendencia a justificar la identidad europea facilitando la separación respecto de los Estados Unidos: la unidad europea, a nuestro entender, no es contradictoria respecto de la unidad atlántica”. TRUYOL Y SERRA, A., La integración europea, Tecnos, Madrid, 1999, página 357.

 

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