El ingreso a la Escuela Virtual
1. El Aprendiz de Brujo y la globalización

Todo comienza como un juego, espontáneo, interesante, divertido.

Un joven que juega a ser adulto. En vez de hacer la limpieza del local y de llevar agua de una fuente a un depósito como su empleador le había encargado, toma el libro del hechicero, del brujo, se pone su gorro, toma su varita, lee las palabras mágicas y se siente el creador. Siente la emoción del poder. Puede hacer cosas que funcionen. Logra dar vida a la escoba. Le ordena que tome los baldes, que vaya a la lejana fuente donde está el agua, que cargue los baldes, que venga caminando, que se dirija a ese depósito vacío y que eche el agua ahí, haciendo así el trabajo y cumpliendo de esa manera la tarea que el brujo había encomendado.

Guillermo miró por un momento el teclado, el monitor, los rostros de las otras personas concentradas en lo que leían en sus pantallas y siguió leyendo.

“Sigue y sigue la escoba recorriendo de un lado al otro todo el trayecto. Llevando el agua, haciendo el trabajo que el brujo encargó a aquel joven que ahora, extasiado, ve como el depósito recibe el agua, poco a poco”. Ve como el agua aumenta. Esto es mágico, funciona. Es una tecnología que trabaja por sí misma. “Uno puede descansar mientras la escoba sigue trabajando”.

Siguió leyendo. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se inició el crecimiento exponencial de las economías. Los negocios de las 50 empresas más grandes de USA en 1960 equivalían a la sexta parte, al 16%, del Producto Nacional Bruto (PNB) de su país y a todo el PNB de Francia. Ocho años después, en 1968, los negocios de las 50 empresas más grandes habían crecido más rápido que la economía del país. Habían subido del 16% al 22.5% del PNB de USA y del 100% a casi el doble del PNB de Francia. Este crecimiento y concentración fue en 8 años, entre 1960 y 1968. El producto nacional bruto americano aumentó en esos 8 años en casi el 40%, mientras que las cifras de los negocios, ya no de las 50 sino de las 500 empresas más importantes de América, subieron al doble.

Esto es mágico. Funciona por sí mismo. Uno dice “hágase” y se hace.

Se siente la alegría que hubo en los años 20 donde no se dio mayor importancia a la brutal devaluación de Alemania de los años 23 y donde no se preveía la depresión de los años 30.

La escoba seguía andando, con los baldes vacíos, dirigiéndose a la fuente. El aprendiz de brujo dejó abierta su imaginación, pasando del texto de macroeconomía al libro de los hechizos. Qué hermosas cosas se podían hacer. Qué sueños y magias se podían realizar. Se puede viajar, conocer, vivir, crecer.

“Vivir. Vivir. Vivir. Crecer”.

Guillermo sonreía y seguía comparando los documentos que tenía en la pantalla. Le agradaba leer de dos en dos, buscando analogías e imaginando que dialogaban con un fondo musical.

Fondo musical. ¿Cuál ponerle? ¿Mozart? ¿Su alumno Beethoven? Quizá. Los clásicos eran más intensos que acelerados. Definitivamente no es el ritmo vital de Bach que es anterior al clásico, barroco, donde la percepción del mundo es cercana a las de sus predecesores, los del renacimiento. O quizá un fondo de otros creadores posteriores al clásico, los llamados románticos y que son parte de un movimiento que se sabe creciente, como en Dvorak, Brahms, o más aun en Chopín o Rimsky-Korsakov. Aunque no. Todos ellos son de las etapas del pasado. Renacimiento, barroco, clásico, romántico. El fondo que corresponde es de la siguiente etapa, la moderna. Sí, puede ser del tiempo de Paúl Dukas, el autor de El Aprendiz de Brujo, que musicaliza ahí detalladamente un texto de una etapa anterior, la del clásico alemán Goethe pero reflejando el sentir del lustro final del siglo XIX, el pase de la etapa pre monopolista a la monopolista, con anuncio de las guerras entre los nacionalismos, que empieza con la primera guerra mundial.

Goethe y Dukas imaginan la historia del viejo mago cuyo aprendiz está deseoso de imitar a su maestro. El joven inexperto, que en un crescendo dramático desencadena fuerzas indetenibles.

Ahora, la globalización obliga a las entidades a crecer en tamaño y a reducir sus costes, para hacer frente a la creciente competencia que trae la interconexión de las economías. Y para crecer, el camino es fusionarse.

“El pozo de agua se llenó, pero la escoba siguió trayendo agua de la fuente. Y se rebalsó, pero la escoba siguió andando, no se detuvo. Y el aprendiz de brujo se dio cuenta de ello, pero no pudo detenerla. No encontraba, no había, no conocía en el libro del mago aquellas palabras que pudiesen revertir lo que se daba”.

Todo esto, mágico, que andaba por si mismo, se volvía incontrolable. Tenía que detenerse el movimiento de alguna forma y, en su desesperación, el aprendiz sólo atinó a lo único que se le ocurrió hacer. A traer un hacha y destrozar la escoba y los baldes, para que no continúen transportando el agua. Pero la magia fue mayor. Cada una de las astillas se convirtió en una nueva escoba. Cada uno de los trozos de los baldes rotos se convertía en un nuevo balde. Y todas las nuevas escobas tomaron sus nuevos baldes y empezaron a andar. Unían sus fuerzas. Y fueron a la fuente y continuaron trayendo agua. Con fuerza indetenible, incontrolable. Todas seguían acumulando en el pozo que ya ahora rebalsaba.

En 1998 creció nuevamente la ola de fusiones en los Estados Unidos.

• En abril, Citicorp y Travelers Group fueron los pioneros, al unirse en Citigroup, el entonces mayor grupo de servicios financieros del mundo.

• Tan sólo una semana después, los también estadounidenses Bank America y Nations Bank anunciaron su matrimonio, su fusión, con el nombre Nations Bank, el mayor banco comercial del país.

• Ese mismo día, Bank One compraba First Chicago, con lo que pasaba a ser la quinta mayor entidad bancaria de los Estados Unidos.

• En junio, Estados Unidos continuaba produciendo fusiones: Wells Fargo y Norwest unieron fuerzas para formar el sexto mayor banco del país.

Guillermo veía la angustia del aprendiz. Se había dado un cambio, un salto tecnológico en la forma de hacer las cosas. La magia se había desencadenado y ahora continuaba haciendo las cosas por sobre los deseos del creador.

No se podía detener las escobas ni los cauces de agua que ellas originaban.

La economía global - Es conocido el enloquecimiento del aprendiz de brujo, que desencadena fuerzas que crecen vertiginosamente y que él mismo no puede controlar.

En los últimos años, la industria marítima y portuaria había experimentado un fuerte proceso de concentración. Se fusionan empresas navieras de líneas regulares. Se forman alianzas que presionan por tener un mayor desarrollo tecnológico. Crece la diferencia de tamaño entre los grandes buques y los de tamaño promedio. Se hace rentable trasladar la carga de un pequeño buque alimentador a un buque más grande, para cruzar el Pacífico. El crecimiento, naviero observado a finales de los recientes años 90, se debió fundamentalmente a la construcción de los llamados buques post-Panamá, que exceden a las dimensiones máximas permitidas para transitar por el Canal.

Guillermo seguía buscando con el cuento del aprendiz y con la música que escuchaba, leyendo interesado en textos de macroeconomía. En Chile y en el Perú se están promoviendo los puertos nacionales, como una “salida” natural del continente hacia Asia y el Pacífico, aunque los puertos del Pacífico tienen la gran desventaja de estar restringidos por los Andes... en la costa del Atlántico se manipula tres veces más carga que en la costa del Pacífico. Reducen allá sus costos por las economías de escala.

Las escobas seguían avanzando, la música en crescendo dramático y los negocios, unos más y otros menos pero todos, avanzaban y crecían.

“Los puertos sudamericanos del Pacífico no están más cercanos a Asia que los del Atlántico. Desde Río de Janeiro se llega antes a Singapur e incluso a ONG Kong (vía Sudáfrica y Sri Lanka), que desde Antofagasta (cruzando el Pacífico). Los países sudamericanos del Pacífico no deben hacerse ilusiones al respecto”.

“Ya el aprendiz de brujo estaba desesperado”.

En 1997, las fusiones ascendieron a un total de un trillón de dólares (US$ 1.000.000.000.000) en los Estados Unidos, lo que equivalió al 12% de su Producto Bruto.

Guillermo observó nuevamente los rostros de todos los que a su alrededor estaban concentrados en sus respectivas pantallas.

Hacía cinco años, los principales banqueros de los mercados emergentes se jactaban del número de bancos que surgían para servir a sus economías. Ya todo estaba inundado. La fuente no es capaz de contener tanta agua. Hoy pasan mucho de su tiempo preguntándose ¿qué hacer para reducir el número de sus bancos?. ¿Cómo detener a las escobas? Alguien “chatea” por ahí sin darse cuenta de lo que pasa en la computadora vecina. Y muchos bancos locales se han vuelto demasiado débiles o demasiado pequeños para sobrevivir solos.

Se abrió la puerta. Entró el brujo. Vio los ríos y ríos de agua indetenible. Los capitales volátiles fueron los detonantes de las crisis financieras en las bolsas. Levantó los brazos. Conjuró un hechizo.

Su voz retumbó. Los caudales de agua se arremolinaron y empezaron a adquirir formas fantasmales, cascadas ascendentes, hielos quebradizos, vapores, nieblas, nubes, rayos, relámpagos.

El 92 con la devaluación en Europa. El 94 con el efecto tequila mexicano. El 97 la crisis asiática iniciada en Tailandia, que arrastraba el efecto burbuja japonés del 92 y que redujo en 30% a la liquidez mundial. El 98 con la crisis rusa. El 2000 con la crisis en Brasil. El 2001 con la de Argentina. El 2002 con Enron de USA, que casi no se conoció porque el mundo se distrajo oportunamente con la guerra en Irak.

Saddam se arriesgó al decir que vendería su petróleo cobrando en euros, cuando la deuda interna, principalmente agraria, y el déficit fiscal americano no lo hubiesen resistido. Bush hijo tuvo que actuar. Lo demás fue lo de menos, por las diferencias en las tecnologías. Actuó y ganó. El poder siguió concentrándose. Pero, ¿es viable y sostenible esta hiperconcentración? El poder ¿está en las super estructuras, en el aparato estatal, en los representantes de las instituciones globales? O está en las estructuras más pequeñas. En las relaciones entre el paciente y su dentista, en la familia, en las relaciones de pareja, entre el maestro y el alumno. Foucault ve que todo es heterogéneo, con cortes, con vacíos en diversos sentido, con extravíos, fallos, errores, no hay un origen ni una meta. Se opone así a Hegel. La historia ¿tiene genealogía? Nietzsche ¿se equivocó?

Hubo un gran estallido. La población quedó polarizada en dos frentes: La élite cosmopolita de analistas simbólicos, que controla las tecnologías y las otras fuerzas de la producción; y la legión de perdedores, los desempleados, con poca o ninguna esperanza de reubicarse en la nueva economía global tras la brecha digital.

Los bordes de la pantalla siguieron inmóviles. Los rostros de quienes estaban ahí sentados seguían expectantes en sus propios temas de interés.

El aprendiz no se movía. El mago se dirigió a su libro y lo cerró. Recogió su sombrero y lo limpió. Tomó su varita. Estaba aún entera. La acarició con cuidado, la guardó. Y mirando el horizonte, donde no existe el tiempo, cruzó la puerta y se retiró.

Guillermo no siguió leyendo.

Tomó distancia de esa computadora, la que había estado usando en el cibercafé. Tomó sus diskettes, miró los otros rostros de los “chateros” que lo ignoraban y se despidió de la pantalla de Internet en el momento en que ésta, como despidiéndose también, le mostraba una pregunta.

¿Para cuándo caerá el Wall Street?