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VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCIÓN

Edgardo González Medina

 

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La asignación del ahorro como indicador de explotación imperial

Toda economía contemporánea produce para factores internos y externos. El valor de la producción territorial se dirige a devolver a los mercados de trabajo y mercancías lo que se ha retirado de ellas para fines reproductivos. Sabemos que se regresa al mercado de mercancías el valor antes retirado en formas materiales, y constituye un equivalente al consumo intermedio del sistema productivo. Y sabemos que el retorno hecho al mercado de trabajo equivale fundamentalmente al valor de reproducción humana diaria de las energías físicas y mentales de los trabajadores, es decir el costo salarial. En una economía capitalista parte de ese valor producido se dirige a la ganancia de los empresarios, cuyo valor está destinado a preservar en sus manos no solamente sus propios medios de vida y reproducción de sus energías físicas y mentales, sino capitales con los cuales continuar su actividad empresarial. El ingreso de los factores es asignado en primero orden a una demanda interna constituida por la corriente de adquisiciones de bienes y servicios hechas por su población, que incluye a empresarios y trabajadores, y así mismo a las nuevas inversiones de capital que hacen los empresarios, destinadas a generar nuevos productos y servicios que la población adquiera subsiguientemente. Este circuito productivo, por tanto, supone que el valor de lo que se produce es adquirido por quienes lo producen, y toda oferta crea su propia demanda. No obstante, esta igualdad no se verifica en la práctica. Los requerimientos de inversión emergen de decisiones basadas en expectativas de ganancia empresarial, u originadas en políticas de Estado, mientras que las decisiones de consumo privado se fundan primero en necesidades básicas, como alimentación, vivienda, etc., y luego en gustos y preferencias, como viajes, artículos de lujo, etc. Dos posiciones de la historia económica han evidenciado a su manera que toda oferta no crea su propia demanda. La primera, expuesta por Carlos Marx, y en tiempos mas recientes la expuesta por John Maynard Keynes.77 Como resultado se genera un ahorro social, es decir una corriente monetaria que no se dirige a satisfacer el consumo de bienes y servicios, y sobre la cual la teoría económica debe suponer se carga la inversión del mismo período78 . No es un defecto de la Ley de Say propiamente, sino una deficiencia del sistema capitalista, a pesar de que Juan Bautista Say la formuló dentro del capitalismo. Una consecuencia estriba en que las deficiencias de la demanda interna de un país derivan en una elevación del grado de explotación externa de ese país.

Cuando verificamos que algunas altas inversiones no resultan productivas, porque se realizan a un ritmo que no garantiza el crecimiento autosostenido, podemos suponer que esas inversiones van a derivar en beneficio de factores externos al país. Pero otras veces el Estado venezolano ha efectuado en diversas épocas, altas inversiones que no han redundado en beneficios para la población venezolana sino se convierten en corrientes monetarias que terminan en los bancos norteamericanos. Una relación entre el ahorro y el estado de la productividad del capital supone en teoría una potencialidad de crecimiento garantizado, porque se presume que la corriente de ahorro va a tender a igualarse con la corriente de nuevas inversiones, se va a dirigir a nuevas inversiones. Es una exigencia del modelo económico: Que la inversión se realice a plena capacidad y que el ahorro sea igual a la inversión. La inversión está destinada a cerrar la brecha entre oferta y demanda. Pero en Venezuela no ha sido así en la práctica. Por el contrario, entre ahorro e inversión hay una brecha histórica. El ahorro se ha dirigido a un mercado de dinero progresivamente especulativo que ha deteriorado sistemáticamente esas potencialidades del crecimiento económico y social y que al atraer capital líquido mediante tasas de ganancia también líquidas y de rápida realización, en esa misma medida impulsa la demanda de altas tasas de ganancia de las actividades productivas, presionando el alza de los precios de los factores productivos. Cuando se examina la tasa de crecimiento garantizado nos damos cuenta que sus cifras altas ocurren por una alta productividad del capital y una propensión al ahorro cónsona con un planteamiento de crecimiento económico alto. Inclusive se aparta en cierta forma de una tercera exigencia del modelo económico que nos postula acercar la tasa de crecimiento garantizada a la tasa de aumento de absorción de la mano de obra (g=s/v=n), que históricamente ha estado alrededor del 3% interanual, aunque esta igualdad es una situación difícil de encontrar en cualquier economía. En Venezuela podemos estimar que en términos reales, mientras el ahorro ha crecido a una tasa promedio interanual aproximada del 9,71%, la inversión ha crecido a un ritmo también interanual de 3.52%, entre 1950 y 2005 (ver cuadro c.18), y si detallamos la función estimada de inversión respecto el ahorro, observamos la ruptura del requisito teórico de igualdad de ambas corrientes.

Si acudimos al examen del crecimiento del producto, encontrando que la tasa histórica promedio interanual es del 3,84%. Como vemos, ninguna observación se identifica a la tasa garantizada que resulta del estado de la productividad y de la capacidad de ahorro de la economía, que hemos estimado en 7,3% promedio interanual de la larga serie. Entre 1950 y 2005, los tres períodos que arrojan altos promedios de inversión respecto al ahorro, son los períodos de Pérez Jiménez, Rómulo Betancourt y Jaime Lusinchi (ver c.20).

C.20. PROMEDIOS DE LA RAZON INVERSION-AHORRO POR PERIODOS POLITICOS CONSIDERADOS años Períodos Inv / ahorro 1950-57 Periodo perezjimenista 169,26% 1958-63 Gobierno de Betancourt 90,28% 1964-68 Gobierno de Leoni 81,30% 1969-73 Gobierno de Caldera 61,77% 1974-78 Gobierno de CAP I 78,66% 1979-83 Gobierno de Luis Herrera 84,78% 1984-88 Gobierno de J. Lusinchi 94,24% 1989-92 Gobierno de CAP II-Provisional 79,15% 1993-98 Gobierno de Caldera II 46,04% 1999-05 Gobierno de Hugo Chávez 56,93%

El autor R.G.D. Allen, cita a Robinson, quien afirma que el hecho de que todas las variables crezcan al mismo ritmo parece un estado de cosas mítico, lo cual no es suficiente para no seguir sosteniendo que una condición del desarrollo es el crecimiento, a un ritmo similar, del capital y el producto, con independencia incluso del incremento de la mano de obra, ya que lo que tratamos de examinar es toda esta época capitalista del siglo XX, que en el caso venezolano justifica aquella afirmación de Herman Khan acerca de que algunas economías que experimentado alto crecimiento del producto y la inversión viven sin embargo una época de oro bastarda.79

En nuestro país, entre 1950 y 2002 la magnitud de mayor vigor ha sido el ahorro, esa parte de la oferta real que no alcanza a ser absorbida totalmente por la sociedad venezolana: su ritmo de crecimiento ha sido aproximadamente equivalente a tres veces el ritmo de crecimiento de la inversión, tres veces el ritmo de crecimiento del producto y tres veces el ritmo de crecimiento poblacional. Esta situación se corresponde con el hecho de que el grado de explotación de los trabajadores ha aumentado a lo largo de la serie en una cifra superior al 9% promedio interanual, como se demostrará mas adelante.

Las soluciones simplificadoras, en dado caso, se han dirigido no tanto a considerar que las variables crezcan al mismo ritmo, sino que crezcan a un mismo ritmo sostenido proporcional a la tasa garantizada de crecimiento, dado como cierta la explotación imperial, por la cual una parte del valor generado en un país deriva hacia otras economías mas desarrolladas, lo que ha sido el caso venezolano.

> Gráfico 7: Ahorro e Inversion

> Gráfico 8: Funcion de Ahorro respecto Inversion

> Gráfico 9 : Función de Ahorro respecto el Ingreso

> Gráfico 10: Absorción proporcional del Ahorro por la Inversión


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