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VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCIÓN

Edgardo González Medina

 

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EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO DE ESTADO

Solo hay un ser
honrado entre miles...
Hamlet

LA SALIDA DEL SIGLO XIX

El origen del reformismo

El partido Acción Democrática surge vinculado a las clases populares. No es AD en sus orígenes una alternativa de grupos o clases poderosas, sobre todo si nos atenemos a que como clases poderosas se podían denominar los grandes propietarios de tierras y una burguesía comercializadora que se había tomado posiciones de poder en el Estado profundamente centralista del General dictador Juan Vicente Gómez.

No obstante ser estos propietarios de tierras clases dominantes, no significaban en la práctica lo que podía atribuirle la literatura manualesca. Eran mas bien castas anquilosadas en el ejercicio de caducas noblecías de pacotilla, alcanzadas en el campo de las guerras civiles y a veces por la abyecta adulación a los caudillos rurales triunfantes. En una Venezuela donde siempre sobraron las tierras, incluyendo aquellas sin colonizar desde 1498, las haciendas se conseguían con el menor lance.

Entre 1899 y 1835 el caudillismo de los andinos había clausurado el siglo de las guerras rurales y propiciado un período de inserción del capital norteamericano que coincide con el ascenso de los EE.UU. como polo hegemónico del capitalismo a partir de la primera guerra mundial.

Este período ha sido abundantemente estudiado y descrito por importantes autores venezolanos entre quienes destacan Domingo Alberto Rangel, Luis Vallenilla, y Federico Brito Figueroa, siendo la obra de estos autores de una magnitud y profundidad que poco se necesita abundar en ello, y en consecuencia nos remitimos a esos textos cuando tratamos los años gomecistas.

Dice Domingo Alberto Rangel:

“...El imperialismo no puede penetrar sino en países vencidos por el pánico o desgonzados por el cansancio. Sus capitales necesitan la parálisis nacional. En una tierra donde haya una conciencia vigilante o tenga resortes de resistencia plenamente eficaces, sus hombres se detendrán. Es la experiencia de la historia. Un país sacudido de guerras, como lo fue la Venezuela de 1870 habría sido poco propicio al deslizamiento del Imperialismo en nuestro suelo... (...)... el atraso levantisco fue nuestro escudo... (...)... No hubiera sido fácil la implantación de los intereses imperialistas en nuestro suelo si el país no atraviesa ese descenso - la decadencia de Pocaterra - que significó el gobierno de Gómez... (...)... La Venezuela doblegada de 1920 - que no tenía fe ni alentaba esperanzas - era el país ideal. La llegada de las petroleras coincide con el peor momento de nuestra historia nacional. Fue el momento de la siesta, bochornosa y trágica como las de un mediodía con mucho sol. Es lo que diferencia profundamente la tiranía gomecista de las etapas anteriores en nuestra historia. Los tiempos de los caudillos fueron ciertamente anárquicos y estériles. Pero el país vibraba como un toro castigado por el tábano. Se derrochó el esfuerzo de las generaciones y arruinamos a Venezuela a fuerza de chuparle la sangre con labios de guerra. El hecho mismo que se guerreara tanto, era demostración de vida e interés. Guzmán Blanco intuía la ventaja que ese cuadro ofrecía para la independencia nacional... (...)... el gobierno se emancipa también del curso de la coyuntura económica dentro del país. No solo escapa la organización estatal a la tutela e interés de las clases productivas internas sino que, además, deja de serle cara la suerte de la mayoría abrumadora de los venezolanos... (...)... la política fiscal venezolana se convierte en el expediente más simple. Arrimar la totuma, como habría dicho el General Linares Alcántara, a aquella fuente y llenarla hasta el tope... (...)... La penetración imperialista del petróleo aplasta todo posible brote industrial del país y liquida la vieja agricultura. El calvario de la agricultura, que se hace patético a partir de 1933, habría producido en el Latifundio una reacción contra Gómez reanimando el ciclo de las protestas rurales. Pero es demasiado tarde. Ya en 1933, cuando comienza el gran desplome de la actividad agrícola, el Benemérito es el primer latifundista del país...” 2


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