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VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCIÓN

Edgardo González Medina

 

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Un diagnóstico partidista del rol del Estado

En 1975 el cuestionamiento al papel del Estado se encuentra en efervescencia. El entonces ministro de planificación Gumersindo Rodríguez arremete curiosamente contra el keynesianismo en una exposición ante la Comisión Ejecutiva Permanente del Consejo Interamericano Económico y Social, el 11 de junio de ese año:

“...Una manifestación de este transplante mecánico de modelos lo constituyó la aplicación de conceptos keynesianos de política económica de estabilización a corto plazo, provenientes de economías desarrolladas, con propósito de desarrollo en nuestras economías subdesarrolladas...(..)...La política compensatoria del gasto público, complementada por la expansión de la oferta monetaria para inducir las bajas requeridas en los tipos de interés, fue utilizada en países capitalistas con amplia capacidad instalada y excelente dotación de gerencia y recursos humanos, para generar la demanda agregada de bienes y servicios de consumo e inversión requerida como sustituto de las bajas en el poder de compra producidas por las fluctuaciones de los mercados capitalistas. El éxito –a veces discutible – de las políticas keynesianas de expansión económica para rehabilitar la producción, se debió a que existía una capacidad instalada que solo había cesado de producir momentáneamente, además de la gerencia organizada en espera de los mercados para poner plantas en movimiento y la mano de obra entrenada en la industria moderna que, transitoriamente, había sido desplazada en sus ocupaciones...(...)...Cuando en América Latina nuestros economistas recomendaron políticas similares de expansión fiscal y monetaria para promover el desarrollo económico, la producción y el empleo, hicieron a nuestros pueblos simples víctimas de sus inocentes juegos. La dilatación de la oferta monetaria y del gasto público, produjeron de inmediato una amplificación de la demanda monetaria agregada; pero la inexistencia de la capacidad instalada para satisfacer el torrente de las compras así estimuladas, de la infraestructura del almacenamiento, transporte y comercialización, de la gerencia que atiende todos los aspectos logísticos de la producción y la distribución, y de la mano de obra debidamente entrenada en los modernos procesos, no podía generar más que una masiva filtración de los efectos multiplicadores de las compras hacia las economías capitalistas desarrolladas, acentuando la dependencia y reciclando hacia estos países la escasa cantidad de divisas que obteníamos como pago de nuestras exportaciones de productos primarios. Agotadas en las importaciones las reservas internacionales, era inevitable el establecimiento de controles de cambio y el cierre de fronteras y puertos a las importaciones. La contención, así lograda, de la demanda interna dentro de nuestros propios territorios, producía irreversibles tensiones inflacionarias que terminaban intensificando los grandes abismos en la distribución de los ingresos y las riquezas, acentuando de paso la distorsión de la economía mediante el estímulo a las ganancias y a la colocación masiva de ahorros en el desarrollo inmobiliario y la especulación...”131

Las afirmaciones del ministro eran archiconocidas. La teoría keynesiana se enfrentó con la necesidad de recirculación del capital, de modo que a un mayor equilibrio de la economía norteamericana seguía un mayor endeudamiento de los países periféricos hasta que la imposibilidad de éstos últimos para revertir capitales hacia el centro del imperialismo, o para pagar las deudas, afectó las propias economías desarrolladas.

Para ajustar la política económica se recurre a una mayor planificación en Venezuela. Pero las afirmaciones de Gumersindo Rodríguez constituyen una argumentación importante en momentos en que no solo se diseña el V Plan de la Nación, sino en tiempos que no se requería en Venezuela una tarea keynesiana excepcional que comenzara con el esfuerzo de recabar dinero de la circulación económica para redistribuirlo, sino que ingresaba al Estado un torrente monetario proveniente de las alzas de precio del barril, de manera que el modelo keynesiano era una cosa natural para nuestra economía, pareciendo la mejor oportunidad de aplicarse.

Continúa Rodríguez:

“...Economías como la norteamericana o la soviética constituyen terrenos apropiados en alto grado para la regulación y la planificación. Se caracterizan por un bajo grado de apertura económica, pues su comercio exterior representa una reducida proporción de sus transacciones totales...(...)...nuestras economías son radicalmente diferentes: Están fracturadas en su estructura productiva e integradas por un sector corporativo moderno, donde actúa como líder tecnológico y gerencial la empresa multinacional; y por una economía marginal o subyacente en el campo y las ciudades, que no es más que un dispositivo de nuestras sociedades para retener vegetativamente las legiones de trabajadores aparentes. Estas dos economías llevan existencias paralelas y, cuando entran en contacto, es para que las unidades económicas mas organizadas y planificadas restrinjan y empobrezcan a las economías marginales por la vía de la apropiación de sus escasos excedentes económicos...”132

El diagnóstico de Rodríguez ni siquiera constituía una novedad para AD. El Buró Sindical de este partido parecía velar desde hace tiempo porque la acumulación estatal no drenara absolutamente hacia los grupos capitalistas. En 1964 el propio Gumersindo Rodríguez, dirigiéndose a los sindicalistas dice:

“...La clase obrera venezolana sabe que, por mejor que sea la sociedad que vaya conquistando, siempre habrá motivo de lucha para resolver aquellos conflictos entre los diversos grupos sociales que se derivan no siempre de la división de la riqueza y de la propiedad, sino de las mismas tareas de la producción social...(...)...En esta hora de nuestra historia democrática, la clase obrera debe clarificar sus posiciones; es preciso que defina, en un lenguaje inconfundible, su actitud frente al problema del Estado y del poder político...(...)...en cuanto al problema del poder debe quedar establecido que éste no puede ser en ninguna sociedad democrática el patrimonio exclusivo de un grupo social, sino la representación de todos los intereses de la nación. La clase obrera no puede plantearse la tarea de la conquista del poder para si sola, como no podía tolerarse a otra clase que tuviese tales pretensiones. La sociedad se ha ido haciendo tan compleja y sus grupos se han estratificado tanto, que resulta imposible dirigir una nación con los solos esfuerzos de una sección social de éste...(...)...Esta tesis general, en cuanto al problema del poder, debe concretarse en ciertas fórmulas de carácter práctico. Ya no pueden seguirse tolerando como correcta la práctica de los gobiernos progresistas, de tomar en cuenta a veces el interés “gerencial” o “inversionista” para la integración de los cuadros de la administración o de los institutos autónomos, sin recordar las reservas de talento que hay en los sectores conductores del movimiento obrero...(...)...hay que aceptar, como justa y necesaria, la práctica de llamar al gobierno y a las empresas del Estado a hombres vinculados a la actividad productiva con mentalidad progresista...”133

En todo caso, la teoría de AD acerca del Estado no era un secreto sino para aquellos que nunca se molestaron en leer los documentos doctrinarios. Su teoría había nacido aún antes que la fundación del partido AD en 1941. Ya en la tesis política del PDN (Partido Democrático Nacionalista), que era una versión mas completa de anteriores documentos, se describía un Estado monopolizador de la riqueza y se argumentaba:

“...No tiene un simple interés académico este análisis del rol que juega el Estado en la vida nacional. De él se deduce, necesariamente, la idea de que el Estado está mas capacitado en Venezuela que en otros países de América para ejercer, aún antes de que una transformación profunda de tipo democrático se opere en su estructura, una influencia determinante en la vida de la Nación...(...)...El Estado venezolano por su especial potencialidad económica, está capacitado, como pocos de América Latina, para adoptar posturas polémicas frente a los sectores sociales de los cuales es la expresión política, si las fuerzas populares actúan con resolución y cautela a un mismo tiempo. La posición de equilibrismo de los actuales dirigentes del Estado venezolano que los lleva a hacer concesiones al frente democrático y al frente reaccionario, revela bien que no se ha realizado aún una soldadura cabal y definitiva alrededor de él de las fuerzas retrógradas, y que los gobiernos venezolanos, cuando tienen frente a sí un movimiento de masas en permanente actitud de vigilancia y lucha, son aptos para eludir en parte la influencia regresiva de los sectores resueltamente definidos contra el progreso nacional, que constituyen los soportes del Estado...”134

Después de un siglo – digamos desde 1835 -, en que la relación entre las clases explotadas y el Estado venezolano era confusa, apareciendo siempre la clase dominante controlando el poder político, AD había deslindado con claridad el fenómeno: Hay una relativa autonomía del Estado, dice en 1941, cuarenta años antes que ningún teórico en el mundo lo pusiera sobre el papel.


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