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VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCIÓN

Edgardo González Medina

 

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REFORMISMO Y REFLUJO REVOLUCIONARIO

La gesta de la división prietista

Carlos Andrés Pérez formaba un grupo secundario en AD. Era una especie de retaguardia. Desde el Ministerio de Relaciones Interiores había logrado captar elementos betancuristas, aunque tenía más enemigos que amigos, y conspicuos betancuristas veían de reojo al Ministro Policía, como era conocido. Al salir del Ministerio, sin embargo, el betancourismo lo impuso como jefe de la fracción parlamentaria.

Elevado Leoni en la Presidencia de la República, AD es un partido inconforme. Las seccionales bullen de rebeldía contra el funcionamiento del Estado, contra la economía, contra los dirigentes nacionales, contra los comunistas, contra la coalición, contra todo el mundo. El pueblo adeco había enfrentado momentos difíciles en el quinquenio anterior, y los activistas que se batieron contra los partidos insurrectos en sindicatos, universidades y barriadas, desarrollando la política de masas, en su mayoría forma parte de comandos regionales que se agrupan alrededor de Paz Galarraga, mientras los mas tibios burócratas que vieron pasar los años duros desde las ventanas de oficinas públicas, abandonados a la protección policial del régimen, en general no asumen otra credencial que ser betancuristas. Paradójicamente, muchísimos de quienes entre 1963 y 1967 enfrentaron la sangrienta retirada de los partidos insurreccionales, serán llamados al final comunistas infiltrados.

La coalición de ancha base pasa a justificar el enfrentamiento de betancuristas y pacistas. Carlos Andrés Pérez capitaliza demagógicamente buena parte del descontento de los adecos que deseaban un gobierno más auténtico y solidario con sus militantes. El ex-ministro se estrena en su nuevo puesto del CEN, combatiendo el modelo de coalición de Leoni, con quien terminaría aliado para expulsar a Prieto y Paz, quienes habían puesto el hombro a Leoni contra la propuesta betancurista de alianza con COPEI. Nuevos descontentos se suman en el transcurso del gobierno de Leoni, que van a engrosar el grupo de Paz Galarraga. Nutrido de descontentos, el grupo pacista termina siendo llevado a la oposición. A pesar de todo, no existía un liderazgo betancurista único, sino que entre varios se discutían el derecho a ser primus inter pares, como Luis Augusto Dubuc, Carlos Andrés Pérez, Francisco Olivo, Humberto Celli, Luis Piñerúa Ordaz, Jaime Lusinchi, y otros. Tanto Gonzalo Barrios y Luis Beltrán Prieto Figueroa, como Raúl Leoni, eran betancuristas de viejo cuño, más bien coetáneos y co-fundadores de AD. Prieto Figueroa, por ejemplo, estuvo votando en el CEN gran cantidad de veces junto con los betancuristas, durante 1964, 65 o 66. Las posiciones se van agudizando en la medida que el reflujo de los partidos insurreccionales deja suficiente tiempo a los dirigentes adecos para pensar en su propio gobierno. Leoni era un Presidente conciliador, que anhelaba sobre todo ser recordado como un demócrata que fue capaz de sostener el régimen democrático sin la aspereza de Betancourt. Elige a Gonzalo Barrios como Ministro del Interior, conocida la habilidad táctica de Barrios. Paz Galarraga se compromete en la política de pacificación y a tender caminos para una retirada definitiva del PCV y el MIR. Estos partidos comienzan a hablar de la presunta existencia de dos AD, una de las cuales era progresista y otra era la reaccionaria y tradicional corriente betancurista, según ellos. El PCV y el MIR diagnostican tanto como lo hace AD, el vacío político en que ha caído la democracia representativa. Aquellos lo perciben como un reflujo revolucionario, por el cual han perdido toda audiencia popular en las clases populares. AD por su lado, percibe la dificultad de hacer avanzar siquiera tímidas reformas que satisfacieran mínimas demandas sociales que les mantuvieran el apoyo popular. Fuerzas de oscura reacción se reorganizan, y las transnacionales levantan de nuevo presiones contra la política de no concesiones, contra la política de defensa de los precios a través de la OPEP, contra los intentos de desarrollo de la Corporación Venezolana de Petróleo y los tímidos avances de la flota petrolera nacional, contra la consigna en boga de la nacionalización del gas. Las petroleras comprometen al Congreso de los EE.UU., desde donde aprueban nuevas restricciones a la entrada de petróleo venezolano a ese país, tratándose de un petróleo mas barato y de más alta productividad que el West Texas. Las petroleras encuentran en Venezuela como aliados a la Federación de Cámarasde Comercio y Producción(FEDECAMARAS), la Iglesia, los grandes medios de comunicación audiovisual y personajes como Arturo Uslar Pietri, quien alerta al país de una inminente debacle cuando es aprobada una tímida reforma tributaria que ensancha los gravámenes a las transnacionales.

Al pacismo comienzan a ingresar nuevos inscritos desde la base, que entran a AD provenientes de las universidades, alguno que otro con antigua participación política de izquierda, etc. A su vez, la obra literaria en materia educativa del Maestro Prieto Figueroa empieza a revelarse en su contenido nacionalista, popular y revolucionario, que antes parecía no haber sido vista con propiedad. El propio Paz Galarraga evidencia progresivamente un discurso reformista de conocido tinte socialista, moderado, y ejerce creciente influencia en su orientación el pensamiento de un desconocido profesor de ciencias políticas, Demetrio Boersner, cuyos opúsculos son editados por la oficina de propaganda del partido y recomendados son sus libros sobre socialismo democrático.119 En materia petrolera sale al juego público Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien debate por televisión contra quienes renuevan sus ataques contra la OPEP y contra el diseño de políticas llamado pentágono de Pérez Alfonzo.120

La Dirección Nacional de AD parece intuir que no bastaba con que el PCV y el MIR regresaran al juego democrático, que en cierto sentido amenazaba la posición populista y reformista de AD. El partido parece advertir las posiciones que podrían llegar a sostener los partidos de izquierda en su reflujo revolucionario, y avanzan en la propuesta de un socialismo que “no está a la vuelta de la esquina”, en palabras de Paz Galarraga. Además, es evidente que el PCV y el MIR son esmirriadas organizaciones, cansadas, agotadas, frustradas, y que poco aportarán en lo inmediato a la lucha contra las fuerzas más derechistas del país desde posiciones electorales. El betancurismo popular, como corriente emocional de adecos furibundos anticomunistas, hace mutis en este desarrollo teórico, acostumbrados como estaban a pensar en masas reclamando reivindicaciones globales y burócratas haciendo favores personales desde las oficinas públicas. Ambas corrientes si acaso llegan a coincidir en la importancia del Estado como hábitat natural de la concentración económica venezolana, lo cual defendían ardorosamente frente a los planteamientos llamados desarrollistas que a estas alturas de 1967 se encuentran mejor elaborados por técnicos de las empresas privadas, también mas desarrolladas, que emergen a la vida política por medio del impulso de las organizaciones empresariales.

Reformismo y Modernización, e incluso Revolución y Modernización, se habían dado la mano hasta ahora, en que la Modernización emerge como planteamiento autonomizado del sentido político o ideológico. Frente al reformismo socialista del grupo pacista, la corriente betancurista se queda en sus planteamientos populistas tradicionales, que no encuentran mejor asidero que esa modernización aparentemente aséptica que les llega por vía de cualquier opinión que parezca práctica, convincente y viable de desarrollar. El gobierno de Leoni se combina mejor con estas ideas, que incluso se identifican más con la personalidad tolerante, liberal, del Presidente Leoni, quien no recordaba ya los programas máximos ni mínimos, de riguroso marxismo, volcados en el Plan de Barranquilla, redactado con Betancourt al comienzo de los años treinta.

El signo ideológico del segundo quinquenio de la democracia aparece orientado hacia la modernización sin signo ideológico, algo no aceptado en ese momento por los comandos adecos medios y de base, quienes revitalizaban con fuerza sus viejas ideas revolucionarias y en sus asambleas pedían la cabeza de los directores de FEDECAMARAS.

Una corriente del PCV apenas comenzaba a ensayar dardos en el escenario político, concentrándose en las cosas adjetivas de la correlación de fuerzas. En artículo publicado por Carlos Valencia (Pompeyo Márquez), dicen:

“...Está en juego la jefatura del partido AD. Carlos Andrés Pérez aspira a ser el testaferro de Betancourt. Está en perspectiva la candidatura presidencial adeca. Carlos Andrés Pérez aspira a serlo por mandato de Betancourt. Planteada así la situación, nos encontramos con una madeja, cuyo hilo conduce a la formación de un gobierno que estabilice la dominación colonial y contenga al movimiento revolucionario. Mas la cuestión está en cómo llegar a él...”.

Un horizonte de lagunas oscuras sustituía el análisis político, ausentes como estaban suficientes fundamentos ideológicos e históricos susceptibles de explicar mejor el momento experimentado. Muchos antiguos comunistas dudaban ya seriamente del método historicista de Marx. El PCV formaliza la retirada de la lucha armada en el VIII Pleno del Comité Central celebrado en 1967. Al imponerse la “línea blanda”, el PCV comenzaría una experiencia de sucesiva división, primero con los partidarios de la línea dura, entre los cuales destacaban Douglas Bravo, Francisco Prada y otros; luego con el Movimiento al Socialismo (MAS), dirigido por Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez y Freddy Muñoz, simultáneamente con la segregación del grupo Causa R, a cuyo frente estaba Alfredo Maneiro; y al poco tiempo Vanguardia Comunista, dirigida ésta por Eduardo Machado y Guillermo García Ponce.121

Reflujo revolucionario y retroceso del reformismo, se sintetizaban en un resultado que en algún momento resultó evidente: El agotamiento relativo del pluralismo democrático. Pero la política estaba presente como actividad esencial del venezolano, y el problema de las candidaturas se adelanta vertiginosamente en AD. Paz Galarraga carece del carisma de líder de masas, además de la honda resistencia del betancurismo a sus virtuales aspiraciones que por demás nunca exhibió. El grupo de Paz Galarraga toma como bandera la figura de Luis Beltrán Prieto Figueroa desde 1966, hombre de recia personalidad, de límpida trayectoria política, intelectual, gran comunicador frente a las masas, suficientemente radical frente a los factores de poder.


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