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VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCIÓN

Edgardo González Medina

 

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El Pacto de Punto Fijo por la Planificación estatal

En el mismo enero de 1959 dice Betancourt ante la asamblea de profesionales y técnicos del partido AD:

“...En épocas anteriores el régimen democrático estaba muy saturado de la idea liberal del laissez faire, pero ese concepto ya pertenece a la historia antigua. La democracia moderna no puede concebirse sino en términos de planeamiento y de orientación de rumbos de los procesos sociales. Mito y mística de nuestros tiempos es la planificación. La planificación es temida por gentes que recuerdan demasiado el dirigismo coercitivo nazi-fascista y también los métodos impositivos de la planificación soviética. Pero perfectamente conciliable es la planificación con el estímulo a la iniciativa individual y con el respeto a ciertos valores fundamentales a nuestra civilización. Sin planificación no es posible un desarrollo coherente y progresivo de las sociedades modernas. Cuando hablamos de planificación, tenemos que plantearnos las cuestiones en términos de lapsos de gestión administrativa, no en términos – insisto – de una gestión limitada a un quinquenio de gobierno, sino a cuatro o cinco quinquenios de gobierno. Disponemos de reservas de petróleo que van a durar quince o veinte años, para señalar un plazo tentativo...”.

Mientras Betancourt delineaba características de su próximo gobierno, el periódico de AD, controlado por el grupo radical (MIR) aseguraba:

“...Estamos seguros de que Rómulo Betancourt, el presidente de todos los venezolanos, sabrá ser el personero de los anhelos soterrados de una nación, que aspirando a ser libre, luchó inútilmente por alcanzar la libertad y que anhelando ser feliz encontró siempre interpuesta su marcha...”.

En abril de 1959, a dos meses de haber tomado Betancourt posesión de la Presidencia de la República, el Buró Juvenil de AD publica unas conclusiones del Pleno Juvenil Nacional que agreden a Pepe Figueres de Costa Rica y a Muñoz Marín de Puerto Rico, e inmediatamente la Dirección Nacional – incluyendo los del ala radical – suscriben un desagravio a ambos dirigentes extranjeros, manifestando que las conclusiones del Pleno Juvenil no reflejan el pensamiento del partido. 91

Unidad y lucha de contrarios: Mientras comienza el proceso irreversible de escisión en AD, una comisión constituida por Raúl Ramos Giménez, Héctor Vargas Acosta y José Angel Ciliberto por AD, Dionisio López Orihuela, Enrique Betancourt y Galíndez, y José Herrera Oropeza, por URD, y Miguel Angel Landáez, Rodolfo José Cárdenas, y Pedro Pablo Aguilar, por COPEI, elaboran juntos el reglamento del Pacto de Punto de Fijo, que sería dado a conocer el 24 de julio de 1959. Previamente se habían firmado dos pactos sucesivos: El del 31 de octubre de 1958, en vísperas del inicio de la campaña electoral, y el del 6 de diciembre de 1958, cuando se ratifica el anterior y se acuerda impulsar un programa de gobierno común independientemente del candidato que ganara las elecciones, suscrito un día antes del acto electoral, entre Betancourt, Larrazábal y Caldera, independientemente de los partidos políticos, en la sede del Consejo Supremo Electoral a pedido de su Presidente, Fidel Rotondaro. Desde el 13 de febrero de 1959 Rómulo Betancourt logra ser Presidente efectivo, después de convenir con las mismas fuerzas que habían derrocado a Gallegos en 1948, el respeto a un régimen democrático de gobierno donde estaban representadas todas las fuerzas políticas del momento, excepto el Partido Comunista de Venezuela, afiliado a la III Internacional, ala de izquierda de la socialdemocracia venezolana. La división del MIR se gestaba como sustituta en cierta forma de la esperable disolución de la precaria unidad entre los partidos. Cuando se disputa el poder, lo único cierto es que alguien tiene que salir. El proceso de contradicciones giraba en torno al Estado, lo cual fue siempre muy bien entendido por la dirigencia de AD. La expansión del Estado, cuyo objetivo era mitigar las contradicciones entre clases poco desarrolladas, segregaba a sectores ideologizados, clasistas, que miraban la sociedad con el lente de la lucha entre burguesía y proletariado. Las ideas de planificación – punto de apoyo para le reorganización estatal -, profundamente enraizada en el pensamiento del viejo partido reformista, junto a la movilización divisionista ( no otra cosa era la apariencia de unidad) , prefiguraba ya el fenómeno de la expansión del Estado dentro de un contexto de pluripartidismo en el cual solo aquellos con ideas claras acerca del devenir de sus propias estrategias sacaban provecho. El 30 de diciembre de 1958, cuando ya Betancourt era Presidente Electo, se había decretado un sistema de planificación que se justificaba bajo el argumento del mejoramiento de la administración pública, previéndose la implementación de una oficina de planificación adscrita a la Presidencia de la República. Aunque ya los EE.UU. daban paso a la planificación en latinoamérica por boca de economistas de la OEA, no es menos cierto que la planificación entre los expertos venezolanos tenía raíces en la visión de la planificación soviética, moderada por fuerza de la sujeción a los EE.UU.

De sobra se sabía que la planificación no iba a nacer desligada de sus limitaciones técnicas y políticas, y que desde el inicio dependería en gran parte de técnicos extranjeros remitidos por organismos internacionales acreedores o por acreer de Venezuela, como ya sin planificación alguna venía haciendo el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Al igual que en la mayoría de las iniciativas de la estrategia de expansión del Estado, cuyo punto de inflexión histórica en el siglo XX fue el Pacto de Punto Fijo, la facultad del Estado quedaba allí, subyacente, inminente, casi solo para el porvenir, y se toleraba que una parte del mandado92 estuviere hecho.

En 1959 AD es un partido con elevada efervescencia revolucionaria. Todos sus integrantes y corrientes internas se disputan la frase más radical. Los documentos de la época revelan al grupo liderado por Raúl Ramos Giménez, especializado en el planteamiento de la Reforma Agraria, mientras que el grupo más radical no solamente sostenía el programa de Reforma Agraria sino exponía una formulación de políticas antiimperialistas por medio del desarrollo industrial. Los planteamientos de todos son resumidos regularmente en una publicación interna secreta, destinada a los comandos dirigentes, llamada Carta Política, donde se trazan lineamientos estratégicos y tácticos en materia económica y política.

A mediados de 1959, en una de esas Cartas, se dice detectados problemas monetarios que ya comienzan a anunciar la crisis económica que sobrevendría luego. Por una parte la fuga de divisas, que ejercía sus doloridos efectos sobre la Balanza de Pagos y que había impulsado un déficit cercano a los cuatrocientos millones de dólares en 1958, acentuado a su vez en 1959 e imputado al aumento de importaciones generadas por las deficiencias de la estructura productiva interna, a la huida de capitales especulativos conectados con la dictadura de Pérez Jiménez, y al pago de la deuda heredada del régimen anterior; esto último debido a que el Estado había contraído deudas con residentes o nacionales que en el último año de Pérez Jiménez (1957) habían vendido sus activos financieros a empresas o bancos extranjeros a través de la banca nacional, que los descontaba de esta manera, y así la deuda transferida a instituciones externas llegó a calcularse como el componente fundamental de los cuatro mil quinientos millones de dólares de deuda estatal contraída con los contratistas nacionales. Al convertirse la deuda en bolívares a deuda en dólares, se manifestaba el efecto sobre la Balanza Externa y las Reservas Internacionales en particular.

Durante el año de 1958 y 1959 las expectativas financieras eran precarias para Venezuela. Los capitales se imponían en el juego político chantajeando con una contracción económica que en última instancia hubiera sido más débil frente al Estado Venezolano de lo que podía pensarse. Pero la consigna de Unidad Nacional, como táctica frente a unas Fuerzas Armadas siempre en trance de asestar el asalto al Poder, engrandecía los problemas y magnificaba al capitalismo criollo. No era menos cierto, tampoco, que el destino de la estructura económica era un animal acorralado frente a unas masas populares agrupadas en partidos donde se postulaban expropiaciones y nacionalizaciones.

Se produjo así mismo por estas razones, una contracción del crédito bancario, redundando en una simultánea escasez de dinero en los bancos. En la teoría económica se concibe que si aumenta la cantidad de dinero en manos de la gente, también pueda hacerlo el ahorro o el consumo, y con éste los precios. Pero es de difícil comprobación fáctica que los precios bajen proporcionalmente a una baja de la masa monetaria, moviéndose la situación de la demanda monetaria a un nuevo equilibrio de precios. La demanda sigue siendo la misma por la rigidez de las percepciones nominales del ingreso, derivada entre otras de la contratación colectiva de trabajo, multiplicándose la velocidad con que el dinero cambia de manos, excepto que la economía caiga en recesión o se impulse la baja de los ingresos nominales93. La disminución de los medios de pago disponibles ocasionaría un aumento de la circulación de dinero en ausencia de tendencias contractivas de la oferta productiva, y afectaría la capacidad de ahorro, lo cual iría a incidir sobre otros procesos.

Los postulados con respecto a la política petrolera prefiguraban que no sería posible en lo inmediato elevar la masa monetaria por obra del gasto fiscal, mucho menos en tanto que desde 1957 se alzaba sobre Venezuela el terrible fantasma de la baja de los precios del barril y las restricciones proteccionistas de los EE.UU. en su mercado interno destinadas a garantizar las ganancias del petróleo texano.

La Carta Política No. 4 de la dirección de AD, en diciembre de 1959, apuntaba un cambio en las relaciones sociales:

“...Tanto comerciantes como constructores han acudido a la banca en busca de préstamos para atender sus compromisos en momentos en que aquella tenía menos posibilidades de atenderlos. De allí que en algunos casos ha tenido que apelarse a la usura con altos intereses. Por otro lado, se está dando el caso de grandes compañías con muchos capitales en máquinas, terrenos o instalaciones que por carecer de dinero efectivo para sus operaciones corrientes se han visto obligadas a cederle a la Banca gran número de acciones. Esto plantea la perspectiva de una concentración monopolística de la propiedad, de la cual el capital bancario se fundiría con el capital industrial, creando una situación inquietante para el futuro de las instituciones democráticas en Venezuela...”


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