BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales
 

 

MANEJO DEL AMBIENTE Y RIESGOS AMBIENTALES EN LA REGIÓN FRESERA DEL ESTADO DE MÉXICO

José Isabel Juan Pérez (CV)

 

 

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6. Geografía e historia ambiental.

Los historiadores de lo ambiental se han apoyado en muchos geógrafos en busca de discernimiento: en figuras aún activas, como Michael Williams, y en otras activas hasta hace relativamente poco, como Carl O. Sauer (1931) y Lucien Febvre (1993). A lo largo del último siglo, académicos de las dos disciplinas han cruzado de uno a otro territorio, y han descubierto que es mucho lo que comparten en temperamento.

Los geógrafos, como los historiadores, han tendido a ser más descriptivos que analíticos (esto depende del tipo de estudio). Concentrándose en el espacio antes que en el tiempo, han mapeado la distribución de las cosas, del mismo modo en que los historiadores han narrado la secuencia de los acontecimientos. Los geógrafos han disfrutado un buen paisaje tanto como los historiadores han gozado de un buen relato. Ambos han demostrado inclinación a lo particular y resistencia a la generalización fácil – una cualidad que puede constituir su virtud común y su fortaleza.

Sin embargo, ambos comparten también debilidades parecidas, sobre todo en su tendencia recurrente a perder de vista la conexión elemental entre lo humano y la naturaleza: los historiadores, cuando han medido el tiempo únicamente a través de elecciones y dinastías; los geógrafos, cuando han intentado reducir la tierra y sus complejidades a la idea abstracta de "espacio".

La naturaleza, la tierra, el clima, los ecosistemas: he aquí las entidades relevantes. Cuando los geógrafos han hablado acerca de tales fuerzas, han ofrecido mucho de información valiosa a la nueva historia. Han sido sobre todo geógrafos quienes han ayudado a entender que nuestra situación ya no es la de vernos conformados por nuestro medio ambiente, sino más bien somos nosotros los que nos encargamos de conformarlo en medida cada vez mayor, y a menudo de manera desastrosa. Ahora, la responsabilidad común de ambas disciplinas consiste en descubrir porqué la gente moderna se ha esforzado tanto en escapar a las restricciones de la naturaleza, y cuáles han sido los efectos ecológicos de ese deseo.

Planteada de manera tan amplia, con tantas líneas posibles de investigación, podría parecer que la historia ambiental no tiene coherencia, que incluye prácticamente todo lo que ha sido y lo que será. Puede parecer tan abarcadora, compleja y exigente como para resultar imposible de ejercerla salvo en el más restringido de los lugares y los tiempos, por ejemplo, en una isla pequeña y poco poblada, muy alejada del resto del mundo y, además, sólo durante un período de seis semanas. Los historiadores de todos los campos reconocerán ese sentimiento de verse engullido por su propio objeto de estudio. Más allá de lo inclusiva o especializada que sea la propia perspectiva, en estos días el pasado parece ser una confusión rumorosa de voces, fuerzas, acontecimientos, estructuras y relaciones que plantean un desafío insalvable a cualquier intento de comprensión coherente.

El concepto de geografía cultural ha estado en boga como si fuese una novedad en la geografía anglosajona y francesa, sin embargo en la geografía hispana y alemana es un concepto consustancial a la Geografía humana. El término aparece en los EE UU a comienzos del siglo XX, aunque con un sentido diferente. Se trataba de la contraposición en los mapas de la representación de la naturaleza y de los elementos creados por el hombre: poblaciones, vías de comunicación, cultivos, etc. Tras la primera guerra mundial en Alemania aparecerían ideas muy similares, con una concepción más acusada de la transformación humana del medio. La geografía cultural deja de lado los condicionamientos biológicos para considerar únicamente los que proceden de la actividad humana.

En Estados Unidos de Norteamérica su máximo representante, en los años 1920 y 1930, fue Carl O. Sauer, y sus alumnos de la escuela californiana. Transformó el término desde la preocupación por los elementos humanos que poblaban el paisaje, hasta la preocupación por la cultura que los creaba. Y a la postre por la historia de las civilizaciones. En 1931, Sauer publica el ensayo «Cultural Geography».

Puesto el acento en la dimensión estrictamente material de la cultura, la geografía cultural toma desde su origen salvo escasas excepciones respecto del estudio del vasto conjunto de elementos que participan en la percepción del entorno, campo relegado tradicionalmente a la etnografía. Así mismo, el fenómeno de la cultura urbana queda borrado por el énfasis en el universo de las pequeñas comunidades rurales, cuyas categorías conceptuales no se adaptan al análisis del mismo. La temprana obsolescencia de los conceptos desde los cuales los geógrafos culturales construyeron sus objetos de estudio, tal vez sea el motivo del escaso desarrollo de la geografía cultural en las universidades latinoamericanas.

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