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EL PALIMPSESTO DE LA CIUDAD: CIUDAD EDUCADORA

Jahir Rodríguez Rodríguez

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HOMBRE Y NATURALEZA

"Cuando se persigue el origen de uno cualquiera de los problemas del medio ambiente, salta a la vista una verdad ineludible, las causas radicales de esta crisis no las hallamos en la interacción del hombre con la naturaleza sino en la interacción de los hombres entre sí. Esto es, que para resolver la crisis del medio ambiente hay que dejar resueltos el problema de la pobreza, el de la justicia social y el de la guerra; que la deuda que tenemos contraída con la naturaleza, que es la medida de la crisis ecológica, no puede ser enjugada persona a persona, usando envases reciclables o poniendo en práctica hábitos ecológicamente sanos, sino que hay que liquidarla con la vieja moneda de la justicia social. En suma que a la paz de la naturaleza debe antecederle una paz de los humanos".

BARRY COMMONER

CAPITULO IV: LOS HILOS INVISIBLES DE LA CIUDAD

"La ciudad tiene una doble consideración: ser un espacio simbólico, es decir, que contiene una sucesión de códigos que permiten definir múltiples diálogos e identidades, según las lecturas que haga la sociedad; y ser un espacio simbiótico por cuanto permite el encuentro, el mutuo entendimiento y la integración de diversos sectores sociales y de éstos con el Estado"

FERNANDO CARRIÓN M.

Como lo expresara Italo Calvino, en su exquisito texto de las Ciudades Invisibles, la ciudad posee un magnetismo irresistible y un poder singular de seducción. Es el escenario de las angustias y los padecimientos cotidianos, pero también la residencia terrestre de nuestras alegrías y el plano regulador de nuestros sueños y nuestras esperanzas. La ciudad contiene su propia lectura, está escrita y reescrita por las acciones del hombre y su entorno, lo que constituye la semiótica de la ciudad y la simbólica de su acción. Como lo sostiene, al referirse a ciudad Santa fé de Bogotá, Fernando Garavito:

"Mi ciudad es este conjunto de calles que caben en mi memoria, en el agitado olfato de mi perro. Como en Saramago, he comenzado a vivir fuera de su recinto amurallado por cuanto yo soy ella misma, yo la habito, la sufro, la recorro, la persigo, la gozo en el libro que leo, en la palabra. La ciudad es la palabra. Una ciudad como ésta es seis millones de ciudades, sobre ella cada uno tendrá sus pulsiones, sus cifras, su calendario. Mi ciudad comienza en 1944 y morirá un día de estos, cuando la de todos cumpla cuatrocientos y tantos años. A esta ciudad yo no le añadiría casi nada, y no podría hacerla prescindir de todo lo que para mí es indeseable porque, de seguro, eso mismo es hermoso para otros. A esta ciudad, la mía, le falta música, le falta agua, le faltan amaneceres y crepúsculos. Sobra decir que mi ciudad no es la del motociclista de Kundera, que arrasa con la lentitud del entomólogo que descubre una especie de moscas.

Mi ciudad tiene poco que ver con el movimiento que gira en torno de calles, garajes y avenidas. Sólo el encuentro, es cierto, en los complejos recovecos del mundo que no fue, pero no importa. Aunque es difícil, cada día el pueblo con nuevos hechos, trato de recompensarla con sonrisas. Como a muchos, la ciudad de los otros me atropella, me saca la lengua, me pone zancadilla. Quiero decir que esta es una ciudad que no conozco. La mía está hecha de un atardecer con sol de los venados, un libro de Verlaine y las campanas de la iglesia que llaman para el Angelus".(1)

El palimpsesto de la ciudad se lee y traduce a cada instante y a cada momento: "El espacio de la ciudad que entendido así no sólo se refiere a sus límites territoriales, sino que su espacio implica una construcción simbólica" (2), de ahí que el sistema de representación abarque los conjuntos conceptuales y simbólicos, a través de los cuales los diferentes grupos que constituyen esa colectividad tratan de interpretarse a sí mismos y al mundo. Corresponde a la simbología en tanto que representación permitir a los hombres verse de una manera y no de otra, interpretarse e interpretar su mundo.

Este sistema de representación también incluye los métodos por medio de los cuales dicha colectividad trata de ampliar sus conocimientos y su saber-hacer. Es, en otras palabras, lo que constituye nuestra forma de ver y los conceptos que tenemos sobre el mundo.

Ahora bien, la ciudad y la comunicación son realidades inseparables. La ciudad es el hábitat natural de la comunicación, la produce y la contiene. Es el escenario donde la ciudadanía configura sus códigos como imagen y construcción social, es el lugar donde el discurso se proyecta.


1. GARAVITO, Fernando. En: El Espectador. Escrito de memoria. Bogotá. 1999. p. 3.
2. SILVA, Armando. El arte en el ciudadano. Bogotá, 1985. p. 18.

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