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EL PALIMPSESTO DE LA CIUDAD: CIUDAD EDUCADORA

Jahir Rodríguez Rodríguez

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2.3. PERSPECTIVA PEDAGÓGICA.

Sobre el escenario de la historia de la humanidad y sobre el teatro de la civilización occidental se alzan los bastiones de la ciudad, sobre ellos el ideal pedagógico cobra vital importancia en el proceso de construcción de identidad y de construcción de ciudad. Se destaca que la construcción de las ciudades debe llenarse de expresión y contenido, de tiempo y espacio, de pensamiento y de acción, de geografía e historia, de realidad y proyecto.

Mario Gennari ha subrayado que la antropología pedagógica de la ciudad es la expresión que conviene a cualquier intento de abordar adecuadamente una antropología urbana. La idea está también presente en la filosofía de Platón y Aristóteles, en la poesía de Goethe y Flaubert, en la literatuta de Dostoyevski y Thomas Mann o en la pedagogía de Agustín de Hipona y Rousseau.(1)

La pedagogía de la ciudad nace al mismo tiempo que el conocimiento y la conciencia del producto humano en que consiste la ciudad; ésta en definitiva, cuenta mediante la historia de su diseño urbano, su pedagogía, la misma historia de los hombres que han habitado en ella.

Cada ciudad traduce una imagen simbólica que el tiempo calcifica en la conciencia de los hombres y en la síntesis cultural de la civilización, la ciudad, al igual que el hombre, se forma a través de la mediación entre idealidad con realidad.

El ideal pedagógico de la ciudad sondea el significado de la educación del espacio urbano y ejercita una formación humanística centrada en los valores éticos y estéticos que le proporcionan al hombre los valores de su actuación y el reconocimiento como ser social. Así los ideales de la pedagogía son partes constitutiva del humanismo y la construcción de la ciudad. Al primero le sucede el urbanismo y al segundo el hombre.

La pedagogía relaciona y desarticula la (dis) conformidad entre la ciencia y la cultura, la filosofía y la historia; no anula la especificidad de cada una de ellas, sino que al mediarlas posibilita su identidad y diferencia. Y en un sistema de hegemonía cultural determinado, la pedagogía es el hiato del bloque histórico "la soldadura" de la cultura y de la filosofía.

En la llamada "pedagogía creativa"(2), para Gramsci la relación pedagógica no es la transmisión del conocimiento ni siquiera de la cultura, sino ante todo, la articulación de la historicidad y de la conciencia de dicha historicidad por el individuo como por el pueblo-nación.

Entiende Gramsci por creativo, el sentido relativo al pensamiento "que modifica el modo de sentir del mayor número y, por lo mismo, la propia realidad, que no puede ser pensada sin este mayor número. Creativo, también...". La reconstrucción del concepto de creatividad abarca y compromete los términos de participación-comunidad y socialización.

Esto es, sitúa la Escuela, el estudiantado, los individuos y, en general, a la sociedad civil en el mundo de la vida, en la historia como portadora y creadora de alternativas sociales y culturales. Se trata de desarrollar la personalidad histórica de la escuela y de la cultura y, para ello, la pedagogía desempeña un papel de primer orden.

En esta dialéctica saber-comprender-sentir y sentir-comprender-saber, los intelectuales, los maestros producen una relación de intercambio de elementos individuales entre gobernantes y gobernados, entre dirigentes y dirigidos. O sea que se realiza la vida de conjunto, exclusivamente, en la fuerza social; se crea el "bloque histórico" -según lo expresa el pensador italiano- en el proceso de la construcción del ser.

Sobre este aspecto, tanto en El ser y el tiempo, de Heidegger como en Iluminaciones, de W. Benjamin, y en los Cuadernos de la cárcel de Gramsci, hay una búsqueda de la afirmación del ser y un sentido de producción de lo bello. En este sentido, la transparencia no es el trasluz, sino la frescura del pensamiento, la fraternidad y la ironía que los griegos enseñaron. Es lo "abierto en el mundo", el mar, la investigación y el saber. No es sólo la "Regla de Oro", sino el mundo simbólico, el escenario, el habla, la calle y la mirada.

La pedagogía no reemplaza la política, ha advertido el profesor Flórez, su misión es precisamente romper sin violencia con las ataduras, desarrollar la innovación social desde la formación de nuevos ciudadanos, abrir esperanzas de cambio hacia un mundo mejor sobre la base de la comprensión, la solidaridad y el consenso voluntario de las personas. Este es el fundamento de la verdadera democracia, la comunicación libre de dominación y el mutuo reconocimiento entre los ciudadanos y las comunidades. En palabras de Misgeld:

"La educación es un proceso por medio del cual enseñamos los unos a los otros el respeto por las capacidades humanas de tolerar, de responder con honestidad, dignidad y coraje a situaciones exigentes. No creo que exista un programa o una técnica para lograr esto que no sea la comunicación constante y la presencia de cada uno de nosotros en el otro.

La educación entendida de esta forma equivale al desarrollo de actitudes fundamentales para la democracia... por supuesto estoy enfatizando en un significado de educación que le otorga más importancia a los valores morales y sociales, a los compromisos básicos humanos y sociales, que a las habilidades y competencias cognitivas. Estoy pensando en la educación para los derechos humanos" (3)

La educación es pues la base, el órgano genital de la democracia y, a la vez la democracia es educadora. O como dice Toro, aprenderá el niño educado en la democracia a no agredir a su congénere, a reorientar su agresividad hacia el amor, hacia la defensa de la vida y evitar que se convierta en destrucción y muerte:

"Hay que enseñarle a los niños a dejar el combate sin perder la combatividad. A ser fuerte pero sin perder la ternura ni la compasión por el otro... el otro por ser diferente puede ser complemento, o quizás mi opositor pero nunca mi enemigo. Ello significa aprender a valorar la vida del otro como mi propia vida, valorar la diferencia..."(4)

El nuevo ciudadano educado y formado en el marco de un proyecto de ciudad educadora debe aprender a pensar pensando, aprender a hablar hablando por cuenta propia, aprender a respetar reconociendo su propia dignidad, aprender a escuchar en la reciprocidad de la palabra. El derecho a hablar no es un fin en sí mismo, se conquista, se legitima, al enunciarle al otro algo diferente.


1. Cfr. GENNARI, Mario. Semántica de la ciudad y educación. Pedagogía de la ciudad. Herder. Barcelona. 1995. p. 14 y ss. 2. Cfr. GANTIVA SILVA, Jorge. Un ensayo sobre Gramsci. Magisterio Santa fé de Bogotá. 1998.
3. MISGELD, Dieter. Modernidad, educación y derechos humanos. Piie. Santiago de Chile. 1994. p 67.
4. TORO, Bernardo. Los siete aprendizajes básicos para la convivencia social. Fundación Social. Bogotá. 1994. p 4.

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