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EL PALIMPSESTO DE LA CIUDAD: CIUDAD EDUCADORA

Jahir Rodríguez Rodríguez

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2.2.4 La ciudad como creación colectiva.

Los procesos de aprendizaje a escala social constituyen la condición y la posibilidad de desarrollo de las relaciones sociales y de la innovación incesante de las fuerzas productivas. El marco en el que estos procesos de aprendizaje se despliegan se encuentra implícito en los diversos momentos del continuo socialización -aprendizaje.

Su expresión más depurada está graficada en los procesos institucionales que intencional y deliberadamente se disponen para la formación e inserción de los hombres en la vida social y en el mundo productivo. Por ello, la lógica de la modernización, que impone un fuerte sentido instrumental a las acciones pedagógicas y didácticas, se manifiesta en las elaboraciones teóricas que sirven de fundamento a los procesos educativos formales.(1)

Las ciudades, importantes ahora más que nunca, despliegan nuevos saberes para todos aquellos que la habitan; se aprende de la ciudad, en la ciudad y con la ciudad. Ella misma constituye un factor decisivo de la irrigación del conocimiento en las sociedades contemporáneas.

En ellas, se forman los ciudadanos y constituyen espacios de convivencia y de aprendizaje de lo social; espacios de aprendizaje que disciplinan la vida cotidiana, que a través de sus regulaciones, forman al sujeto en la disciplina de la vida moderna. Igualmente en el contexto de la interacción cotidiana, dota de sentido a los saberes, las actitudes, costumbres y acciones sociales de los hombres.

La ciudad diversa, plural y democrática, como espacio por excelencia para albergar, comunicar y desarrollar las diferencias, es un lugar estratégico para el proyecto colectivo. En razón de las diferencias entre las ciudades y la heterogeneidad que caracteriza su interior, no es posible definir una única cultura de lo urbano. Cada ciudad tiene su propia razón de ser, justificación y expresión estética y cívica, como elementos autóctonos que le brindan un sentido único, no replicable en perspectivas holísticas. Son las ciudades en su complejidad las que colectivamente conforman la experiencia global de lo urbano. Al reconocer la heterogeneidad, la ética citadina no parte del abandono de la equidad social y cultural. Por el contrario, un fundamento de la equidad está en el derecho de todos a ser iguales en la diferencia.(2)

Con el desarrollo de la sociedad, la ciudad deseada posibilita el desarrollo de la individualización de los sujetos y a la vez el fortalecimiento de lo colectivo. Tal ciudad favorece la aparición de sujetos autónomos, con capacidad de integrarse adecuada y libremente a lo público y de asumir como ciudadanos su responsabilidad y sus acuerdos en el proyecto urbano. Estos enunciados permiten reflexionar el tema de la convivencia social desde una óptica más íntima y en cierto sentido poética, como es asumirla desde la amistad. Libanio de Antioquía afirmaba que el aspecto más agradable y útil de la vida ciudadana consiste en la posibilidad de una vida asociada y de relaciones humanas recíprocas:

"... con lo bonito que es hablar y, mejor aún, escuchar y mejor que todo dar consejos, solidarizarse con las experiencias de los propios amigos, participar en sus alegrías y en sus penas y recibir la misma simpatía... el placer de la amistad se va perfeccionando con relaciones constantes".(3)

Desde siempre se ha ensalzado la amistad como una virtud cívica propia de los ciudadanos. Cuando así se hace, y se la convierte en amistad cívica, incluso en fraternidad cívica, a veces no se repara en la interna contradicción que ocultan tales expresiones. Porque si lo cívico hace referencia al reino de lo público, la amistad es una virtud de la intimidad, de lo familiar y más íntimo de uno, aquello precisamente que huye de la luz de la publicidad y se esconde en las sombras de la intimidad.(4)

Frente a ello, la civilidad expresa un tipo de sociabilidad que tiende a proteger entre sí a las personas, permitiéndoles no obstante disfrutar de la compañía de los otros. La civilidad expresa un tipo de conducta social que, de forma deliberada, se autoimpone una distancia entre los individuos, los cuales establecen límites metafóricos para frenar la ferocidad potencial de las relaciones humanas. Las personas sólo pueden ser sociables cuando se aseguran una protección respecto a los demás, es decir, cuando separan sus lazos e interponen, por así decirlo, un espacio intermedio entre ellos -una esfera pública, un ámbito común- justo para impedir, como diría Hannah Arendt.(5)


1. Ibid.
2. Ver: Anexo No. 3 p.395. Carta colectiva. IV Encuentro Internacional Hábitat. Colombia. Medellín, 1996.
3. Citado por SATIZABAL, Carlos Eduardo. La utopía del habitar urbano. Santa fé de Bogotá, 1996. p. 346
4. Cfr. BARCENA. Op. cit.
5. En: Arendt. La crisis...

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