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EL PALIMPSESTO DE LA CIUDAD: CIUDAD EDUCADORA

Jahir Rodríguez Rodríguez

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1.3.2.1 Ciudad y proyecto político.

Construir políticamente una ciudad es dotarla de procesos políticos y administrativos que permitan el auto gobierno y la participación. Construir socialmente la ciudad es algo que debe hacerse desde la sociedad local. Ello significa potenciar su capacidad de auto organización y movilización política. El proyecto político tiene como tarea el fortalecimiento del tejido social y una nueva forma de concebir y vivir lo político en la ciudad y su región, apoyados en una propuesta ética y técnica con una decidida conducción política, una base social fuerte y un proyecto cultural que identifique la ciudad.

Las ciudades se deben constituir en sí mismas proyectos políticos, dotarse para la acción política y para ejercer como verdaderas Polis. A este respecto el pensador chileno Sergio Boisier ha avanzado en diversas formulaciones para contextualizar la ciudad y la región en el marco y en la propuesta de un proyecto político.

Advierte que construir políticamente una región (ciudad) es dotarla de estructuras políticas y administrativas que permitan un grado variable de autogobierno, algo que incluso puede hacerse por decreto. Y a renglón seguido conceptúa:

"Construir socialmente una región (ciudad) es algo que debe hacerse desde y con la incipiente sociedad regional, toda vez que este proceso significa potenciar su capacidad de auto-organización, transformando una comunidad inanimada, segmentada por intereses sectoriales, poco perceptiva de su identificación territorial y en definitiva, pasiva, en otra organizada, cohesionada, consciente de la identidad sociedad-región, capaz de movilizarse tras proyectos colectivos, es decir, capaz de transformarse en sujeto de su propio desarrollo". (1)

Este proceso de construcción regional se apoya a su turno en la puesta en práctica de dos proyectos: uno, de carácter político regional, productor de cohesión y de movilización y, otro, de naturaleza cultural regional, productor de la percepción colectiva y de identidad.

El primero de ellos supone definir, advierte Boisier, un futuro regional donde la ideología, su condición política, su apoyo social y su basamento técnico sean, soporte y se materialice en un escenario posible dentro de la gama de escenarios regionales deseables; el segundo, supone una inteligente combinación de la apropiación regional de las culturas locales vernáculas pre-existentes y la apropiación regional de la cultura regional.

Vista desde la perspectiva urbanística y de construcción de ciudad para aprovechar las potencialidades y hacer frente a los problemas que el desarrollo de la ciudad plantea, hay que dotarla de un proyecto colectivo capaz de ordenar el desarrollo urbano en beneficio de la mayoría de la población. Este diseño colectivo, democráticamente definido y aplicado con los intereses mayoritarios, contribuirá a la construcción de una ciudad colectiva y socialmente apropiada por los ciudadanos.

Este proyecto no puede centrarse solamente en la transformación física de la estructura urbana. Debe contribuir de manera significativa al cambio de las estructuras mentales, y en sentido Gramsciano, debe cambiar la superestructura de la sociedad.

La transformación física del espacio es un factor importante en este proyecto de mejoramiento, pues como se ha indicado con anterioridad, la configuración del territorio es, al mismo tiempo, elemento resultante y condicionante de los procesos sociales que en él tienen lugar.

Uno de los principales requisitos para dotar a la ciudad de un proyecto de este tipo es adaptar las estructuras políticas y administrativas a los requerimientos que las nuevas dinámicas territoriales y sociales plantean. Esto debe hacerse a todas las escalas: desde lo global hasta lo local, con el propósito de que se permita planificar y gestionar unidades significativas del territorio de la ciudad, la región y el país.

Un proyecto político de esta dimensión para la ciudad, debe establecer un determinado ordenamiento del territorio que le permita definir con claridad las opciones de desarrollo futuro para beneficiar a la mayoría de la población. Este proyecto debe ser un ejercicio de construcción de la democracia local como expresión de la política en el mejor sentido de la palabra.

El pensador chileno, a renglón seguido nos plantea que la cultura y la identidad asociada al territorio hoy se revitalizan, no sólo como valores intrínsecos, sino como factores de competitividad regional. Los territorios organizados son los nuevos actores de la competencia internacional por el capital, por la tecnología y por los nichos de mercado. Tales territorios _en tanto regiones y/o ciudades- deben proyectarse a sí mismos como una unidad con identidad reconocida, como una totalidad referenciada, capaz de ofrecer una "imagen corporativa" en el mejor sentido del término. Esto resulta posible _advierte- sólo si la región es capaz de generar un proyecto socialmente concertado, que no es otra cosa que un verdadero proyecto político generador de una movilización social. Muchas veces ello no será posible si tal proyecto no se acompaña y articula con un "proyecto cultural" que genere y/o refuerce la identidad de la comunidad con su propio hábitat regional.(2)

No cabe duda de que asistimos al fin de una época, así como se acabó Grecia, Roma. Como proyectos, hoy el proyecto político se convierte en el eje de la actividad y la construcción de las ciudades. Participamos en la construcción de nuevos escenarios que nos plantean nuevos tiempos, nuevas acciones y nuevas interpretaciones, visibles en la manera como se reorganizan las formas de trabajo y vida. Podemos afirmar que es una época de transición, en cuanto no se acaba de configurarse.

Los cambios más notorios y en los cuales el proyecto de ciudad tiene que inscribirse, nos habla de las transformaciones que se operan al nivel del saber y del conocimiento.

Estas transformaciones son visibles en los cambios tecnológicos de la electrónica, la cibernética y la ingeniería genética, operativizados a través de los servicios personales, la tecnología doméstica e industrial, las computadoras, la bioagricultura y las telecomunicaciones. La velocidad de los cambios también afecta la manera como se da el conocimiento. Cada vez asistimos a una competencia educativa que no solo requiere investigación y enseñanza sino aceleradamente exige información actualizada como componente básico de ese conocimiento, con el consabido peligro de que la información tienda a desplazar la profundidad del conocimiento.

La época de entrecruce de centurias trae una serie de prácticas nuevas para la construcción de las ciudades, algunas derivadas de los cambios políticos, otras de los imaginarios colectivos y otras más, de los intentos de modernización de las instituciones y de las estructuras en las cuales funciona la sociedad.

Estas prácticas nuevas nos hablan no sólo de un cambio cultural sino también de un cambio al interior del proceso social: sin duda, observamos como se producen una serie de modificaciones en los comportamientos y hábitos de las personas en sus relaciones con las instituciones públicas, en la manera como se relacionan con el Estado y sobre todo, en los mecanismos de construcción de lo público.

Todas estas situaciones traen tras de sí, otra manera de ser y hacer política. Cursamos un momento histórico de la ciudad cuya tarea central es la construcción de una nueva ciudadanía en la que todos nos sintamos representados y que haga compatibles igualdad con libertad; unidad con multiplicidad y diversidad con diferencia. Sin duda esto implica un proceso de deconstrucción de lo político _como idea y como práctica-, y de reconstrucción de una nueva manera de ser de la política que, recuperando su pasado, sea capaz de decir y construir lo nuevo como práctica y como discurso.

Si se parte del concepto de que el proyecto político debe buscar creativamente una nueva manera de hacer ciudad y ciudadanía, esto significa que se debe construir una nueva responsabilidad social e individual, tener mucha transparencia y ante todo abandonar el corporativismo, que con una tradición de gremio ha defendido los intereses individuales de la sociedad.

No basta con tener intereses claros de ciudad y de sociedad desde el proyecto político, es necesario construir el bloque histórico del que hablara Gramsci y construir nuevas formas de organización. Es también necesario dotar a la ciudad de una teoría, que partiendo de toda pretensión totalizante, de cuenta de los procesos de la realidad y tenga una capacidad permanente para explicar los fenómenos nuevos esa capacidad consiste en saber retomar lo elementos vivos de la sociedad como expresión de su pasado y recomponerlos en este final de siglo de tal manera que puedan ser explicativo y proyectivos de la época.

El proyecto de ciudad que desde la concepción educadora se puede construir, está inspirada en nuevas formas de gestión ciudadana y de proyectos urbanos, a este respecto Jordi Borja y Castells han hecho un importante ejercicio de reflexión que juzgamos oportuno destacar, el cual se expresa en el decálogo de gestores del desarrollo urbano:

- Las ciudades tienen calles, no carreteras.

- La ciudad es un espacio público.

- Hacer ciudad es construir lugares para la gente, para andar y encontrarse.

- Las obras se empiezan y se acaban bien.

- El desarrollo urbano se materializa en un programa de obras, pero sólo construye la ciudad futura si responde a un proyecto global.

- Las operaciones de desarrollo urbano son actuaciones integradas y estratégicas.

- En la ciudad el camino más corto entre dos puntos es el más hermoso. La estética urbana hace la ciudad vivible.

- Una ciudad democrática es una ciudad visible, con referencias físicas y simbólicas que ubiquen a su gente.

- Construir la ciudad futura es una tarea de todos.

- El progreso de la ciudad se mide por el progreso en cantidad y calidad de sus espacios públicos.

- No hay desarrollo urbano positivo sin capacidad de invención y de previsión. La ciudad del mañana se construye reinventando la ciudad del pasado y diseñando ciudad en las fronteras de la ciudad actual.

- La calidad del desarrollo urbano depende de la socialización de la cultura arquitectónica y estética de los espacios públicos, pero también de la penetración de la cultura cívica en los diversos actores de la ciudad.(3) Por último destacan los autores:

"la condición para que los grandes proyectos urbanos tengan esta multidimensionalidad depende de la eficacia del sistema democrático basado en la descentralización del Estado y la autonomía local, la representatividad y la transparencia del gobierno de la ciudad y la multiplicación de los mecanismos de participación y de comunicación."(4)


1. BOISIER, Sergio. El difícil arte de hacer región. Op. cit. p. 75 y ss

2. Cfr. BOISIER, Sergio. Postmodernismo territorial y globalización: regiones pivótales y regiones virtuales. Ilpes. Santiago de Chile. 1993.

3. BORJA, Jordi; CASTELLS, Manuel. Lo local y lo global. La gestión de las ciudades en la era de la información. Taurus. Madrid. 1997. p. 262 y ss.

4. Cfr. BORJA, Jordi. CASTELLS. Ibib.


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