Trabajo, Capital y Plusvalía:
¿una triada de categorías en desaparición?

Mario González Arencibia

Esta página puede carecer de formato, fórmulas, notas, gráficos o tablas. Puede bajarse el libro completo en formato DOC comprimido ZIP (133 páginas, 275 Kb)
pulsando aquí

 

Frente al mito del fin del trabajo y de la clase obrera

Como colofón de este ensayo ahora se avanzará en la precisión de otros elementos que contrarrestan la tesis del fin del trabajo y de la clase obrera, a partir de reconocer, que la constatación de la reducción del empleo en esferas focalizadas, no debe servir de argumento para defender la idea de que las modificaciones en el paradigma tecnológico están produciendo un mundo sin trabajo, y mucho menos que esté desapareciendo la clase obrera, es importante en esta dirección valorar variadas cuestiones que -a juicio del autor de esta investigación- contradicen esta tesis, entre ellas:

El empleo de la fuerza de trabajo es el trabajo mismo, lo que significa que independientemente de las modificaciones que se produzcan en el proceso de trabajo será necesaria siempre la fuerza de trabajo en el desempeño de las relaciones sociales de producción. La transformación del dinero en capital está condicionada por la compra de fuerza de trabajo en el mercado de mercancías; es con la transformación de la fuerza de trabajo en mercancía cuando comienza la época de dominación del capital. Por lo que capital y trabajo son una unidad dialéctica, unidos por el objetivo fundamental del sistema: producción de plusvalía. Estas acotaciones sugieren que las nuevas formas de organización del trabajo no eliminan la subordinación del trabajo al capital; el obrero continúa vendiendo su fuerza de trabajo.

Marx demostró que los medios de producción se convierten en capital sólo en determinadas condiciones: cuando se emplean como instrumento de apropiación de plusvalía; es decir, de trabajo no retribuido de los asalariados. El capital es una relación social de producción que expresa un vínculo entre dos clases: capitalistas y obreros, el cual se valoriza mediante la explotación de fuerza de trabajo. Por consiguiente, el capital representa plusvalía acumulada.

En términos generales, el trabajo continua siendo la base de la sociedad, lo que no se puede negar es que la sociedad actual está frente a una gran transformación del trabajo en todo el mundo. El proceso de automatización generó la intensificación del trabajo, pero no su desaparición. Ahora se vuelve menos pesado físicamente pero más intensivo y además, la gente trabaja más horas. Se podría colocar como ejemplo de esto, a los países de la tríada donde, la cantidad de horas trabajadas en Estados Unidos, Europa, Japón aumentó de 515 a 623 mil millones entre 1970 y 1998, es decir un 21%. Mientras esta cantidad permaneció más o menos constante en Europa (250 mil millones), aumentó mucho en Estados Unidos (150 a 250 mil millones) y sensiblemente en Japón (115 a 123 mil millones).[1]

Históricamente, la innovación tecnológica ha sido fuente de creación de empleos; el empleo de las nuevas tecnologías no conduce al fin del trabajo, por el contrario, sus posibilidades abren novedosas fuentes de empleos como el teletrabajo que genera numerosas oportunidades. En este ámbito se transforma profundamente el contenido del trabajo en lo concerniente a su naturaleza, organización y sus relaciones con otras actividades. Es importante reconocer los resultados del teletrabajo el cual con relación al trabajo concreto, se modifica sustancialmente, debido a que  su esencia no es producir objetos físicos, sino la manipulación de datos, imágenes y símbolos por lo que el contenido del trabajo se vuelve más abstracto.

Las profundas transformaciones que implican las nuevas tecnologías producen tendencias heterogéneas en relación con la generación de empleo. Se debe considerar que la introducción de nuevas tecnologías conduce a la aparición de nuevas ramas que exigen también de la presencia de nuevos tipos de empleos. Esta experiencia ha sido valida en el caso de la industria de software en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico durante los años 80´; también en el caso de Japón se ha visto expresada la misma tendencia, donde de 1980 a 1990 el número de empleos pasó de 75 mil puestos de trabajo a 350 mil (Freeman y Soete, 1994:82).

Estudios realizados en Japón sugieren que la introducción de las tecnologías de la información (TI) creará empleos por una magnitud del 4% de su fuerza de trabajo entre el año 2000 y el 2004, lo que equivale a 2 millones y medio de nuevas plazas laborales. De ellas, un 31% será creado directamente por la industria de la información y comunicaciones, un 27% se originará en nuevos productos y servicios en los cuales se utilizan las TI, y un 42% provendrá de la introducción del comercio electrónico (Departamento de Estudios, 2000:14) (Ver Anexo 5).

En EEUU ha ocurrido una tendencia similar, donde el número de empleados en servicios de procesamiento de datos creció de 304 mil en 1980 a 835 mil en 1991 (Freeman y Soete, 1994:82). Por consiguiente, la introducción de nuevas tecnologías no implica necesariamente una absoluta reducción del empleo.

Es importante en este marco considerar los posibles  efectos de corto y de largo plazo que sobre el mercado laboral puede tener el desempeño del comercio electrónico. Ello se debe a que el uso del comercio electrónico altera dentro de la empresa los procesos de información y comunicación, afectando la organización interna y la posición competitiva respecto de otras empresas, lo que finalmente redunda sobre el mercado laboral. El resultado final será la combinación de los nuevos trabajos que surgirán -producto de este nuevo medio de interacción- y los que desaparecerán a consecuencia del reemplazo de intermediarios y otros agentes en la cadena de distribución. Debido a esto, entender el impacto del comercio electrónico sobre el funcionamiento del mercado laboral supone entender qué industrias lo usarán de forma intensiva, qué tipo de empleos dejará de ser necesario y qué habilidades requiere un trabajador insertado en un nuevo escenario en el que la administración eficiente de la información es determinante.

En el ámbito de sectores industriales, se debe considerar que la proliferación del comercio electrónico está estrictamente vinculada al desarrollo del sector de la Internet, cuya medición en términos de importancia laboral es aún difícil de precisar. En el caso de Estados Unidos, cerca del 1% de la fuerza laboral se encuentra empleada en la industria de Internet. El impacto directo sobre el empleo, sin embargo, podría no ser proporcional al crecimiento de esta industria, debido a su baja intensidad en el uso de mano de obra (Departamento de Estudios, 2000:15).

Sus impactos indirectos, en cambio, pueden llegar a ser considerables, teniendo en cuenta que afectan transversalmente al resto de la economía. Respecto del perfil y habilidades de la mano de obra en la nueva economía, queda claro que la cantidad demandada por profesionales con formación en Tecnologías de la Información es cada vez mayor. Sin embargo, habilidades para conducir empresas en este escenario nuevo y dinámico son también requeridas. Es decir, en la medida en que el comercio electrónico se masifique la fuerza laboral deberá ser flexible y con múltiples capacidades, las cuales deberán ser mantenidas en el largo plazo.

Es indiscutible que la mayoría del empleo en las economías  desarrolladas está localizado en los servicios y que este sector está ocupando un lugar destacado en los aportes al producto interno bruto de estas economías; sin embargo, ello no significa que las industrias manufactureras estén desapareciendo de modo absoluto. Según Castells, se observan dos tendencias, Alemania y Japón hacia servicios avanzados manteniendo una industria poderosa; y la de Inglaterra y EEUU con decadencia industrial, preservando servicios tradicionales e incrementando los avanzados (Castells, 1996).

En esta misma línea es necesario advertir  además, que la economía de los servicios tiene particular relación con la actividad fabril, es decir son ramas complementarias, lo que explica que es prácticamente imposible la desaparición de trabajo fabril de manera absoluta. En cuanto a los procesos de trabajo,  existen servicios que no se diferencian de los procesos fabriles en cuanto a organización del trabajo, tecnologías, relaciones laborales o calificaciones. Otros son más parecidos a los procesos artesanales en los que la producción se realiza con equipo o herramientas sencillas y las características del producto dependen de las habilidades del trabajador.[2]

Si bien se confirma la tendencia al auge del empleo que coloca la atención en la información como puestos ejecutivos, profesionales, y que el trabajador técnico profesional adquiere una mayor importancia estratégica, no debe soslayarse que al mismo tiempo, aumenta la fuerza de trabajo en actividades y servicios inferiores y menos calificados.

En la evolución del nivel de empleo inciden múltiples factores: la introducción de las nuevas tecnologías, el crecimiento demográfico, la incorporación de la mujer al trabajo, la edad de jubilación, el fenómeno migratorio, la evolución de las familias, la extensión de la jornada laboral. Pero el factor que más influye, es el estado en que se encuentra en la economía: una etapa expansiva genera empleo, una recesiva provoca desempleo.

Los “límites sociales” entre la clase obrera y determinadas partes de los estratos intelectuales se vuelven más fluidos con la Revolución Científico Técnica. Con relación a esto se observan dos tendencias, la primera tiene su expresión en la creación de nuevas profesiones y de nuevas formas de actividad en la producción material. Ligado a esto crecen grupos de obreros que con una alta calificación profesional y formación económica, hacen un trabajo principalmente intelectual, por ejemplo, en campos tales como control, mando, vigilancia y mantenimiento de instalaciones técnicas. Estos obreros apenas se diferencian en su calificación de una gran parte de los técnicos e ingenieros activos en la empresa capitalista. La tendencia es que esta masa de obreros aumenta rápidamente con el continuo progreso de la ciencia y la técnica. De esta manera esta porción tiende a representar una dirección importante de las perspectivas del crecimiento cualitativo de la clase obrera.

Por otra parte, crece el número de técnicos e ingenieros encargados del cuidado y mando directo de instalaciones de producción. Esta parte del personal ingeniero-técnico no se diferencia esencialmente de los obreros de la producción en lo que respecta a su papel en la organización social del trabajo, el ambiente de trabajo, disciplina industrial, ingresos e intereses. El efecto es que de entre la masa de intelectuales, ésta se encuentra socio-estructuralmente más cerca de la clase obrera, fundiéndose  con ella, y por esencia, se vuelve un grupo social especial dentro de ésta.

La lectura de lo anterior permite pensar en que con la introducción de las nuevas tecnologías ligadas a la automatización se acelera la proletarización de un creciente sector de los intelectuales activos. Esto es resultado de lo siguiente: a) con la introducción de nuevas tecnologías se reducen paulatinamente aquellos procesos de trabajo que para un esfuerzo físico o muy pesado, sólo contienen un reducido componente intelectual; b) crece la parte de trabajo intelectual dentro de aquellas actividades que son caracterizadas como físicas; c) crecen aquellos procesos de trabajo que requieren un trabajo principalmente intelectual.

Para los defensores de la ideología neoliberal el concepto de clase obrera está ligado a aquellos hombres que son activos manualmente, la consecuencia es, según sus conclusiones, que el aumento del trabajo intelectual en la producción material significa el adiós a la clase obrera.  Es necesario partir de la valoración de que los criterios para la determinación de las diferencias entre la clase obrera y la intelectualidad, no pueden ser deducidos de las diferencias entre el trabajo físico e intelectual. Se podría entender por intelectualidad, el conjunto de trabajadores que hace principalmente un trabajo intelectual y dispone de la correspondiente calificación, por regla general, un título universitario o escuela técnica. Sin embargo, la formulación inversa en la que se oculta el verdadero problema, no es evidentemente exacta: la clase obrera  no es simplemente el conjunto de seres humanos que trabajan principalmente con su cuerpo.

Toda secuencia de trabajo como proceso metabólico entre humano y naturaleza, está ligada en sí al desgaste de energía muscular y nerviosa. Lo que se quiere esbozar es que la equiparación usual durante mucho tiempo, de la clase obrera con el conjunto de asalariados corporalmente activos fue realmente  una simplificación.  Sin embargo, con esto no se afirmaba que la clase obrera no desarrollara ningún tipo de trabajo intelectual. El trabajo físico en esta definición es  una condición necesaria, pero no suficiente para la pertenencia a la clase obrera. Por lo que, la simplificadora equiparación de la clase obrera con el conjunto de trabajadores que hace principalmente trabajo físico no es correcta. Se puede comprobar que con el desarrollo tecnológico crecen múltiples funciones del trabajo, incluso en el proceso de producción que son de naturaleza intelectual.

El aumento del trabajo intelectual en el proceso de producción directa  - en las funciones de control y vigilancia- no es una simple consecuencia de la Revolución Científico Técnica, sino al mismo tiempo una premisa decisiva para dominar esa revolución. Por consiguiente, las consecuencias socio-estructurales que resultan de las diferentes relaciones entre el trabajo físico e intelectual, es el desarrollo superior de la clase obrera misma. Con el aumento en la producción material y el consiguiente crecimiento de los técnicos e ingenieros directamente ligados a la producción material, se aprecia en lo esencial un proceso cualitativamente nuevo en el desarrollo de la clase obrera.

La separación entre obreros intelectuales y manuales en el capitalismo, no cambia absolutamente  nada en que la relación de cada una de esas personas sea la del obrero asalariado con respecto al capital. El concepto marxista de proletariado asume éste como la clase de los desposeídos que no pueden prescindir de vender su fuerza de trabajo al capital para obtener los víveres necesarios para su sustento.  El tránsito de los trabajadores a ramas estratégicas como los “nuevos servicios”, no niega la identidad de éstos como proletarios; tampoco excluye la noción de explotación, allí también aparecen las características del proceso productivo entre el patrón y el asalariado, persistiendo la naturaleza de la plusvalía; ello no niega el carácter social del trabajo, este se expresa en formas más complejas de cooperación, como la computarización de los procesos.

El crecimiento de los trabajadores del sector de los servicios en la Población Económicamente Activa, no debe verse ligado al fin de la clase obrera; esto es expresión de modificaciones en las características concretas del proceso de trabajo que inciden en la reconstrucción de una nueva clase obrera.

En el contorno de los “nuevos servicios” subsisten las características propias del proceso de trabajo con rasgos de tipo capitalistas, es decir, la fuerza de trabajo sigue siendo una mercancía especial, persiste el proceso de obtención de plusvalía, permanece además el carácter cada vez más social del proceso de producción junto al carácter cada vez más privado de apropiación de los resultados del trabajo, lo que significa que el mercado de fuerza de trabajo continua subordinado al proceso de valorización al responder a las necesidades del capital.

Con la introducción de las nuevas tecnologías el nivel de sometimiento del trabajo al capital se acrecienta. Marx, al explicar las consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero, deja ver cómo la maquinaria al hacer inútil la fuerza del músculo, permite emplear obreros sin fuerza muscular o sin desarrollo físico completo, lo cual posibilitó el empleo de trabajo de la mujer y el niño, siendo el primer grito de la aplicación capitalista de la maquinaria. Con ello Marx deja claro que aquel instrumento gigantesco creado para eliminar trabajo y obreros se convertía inmediatamente en medio de multiplicación del número de asalariados, colocando a todos los individuos de la familia obrera sin distinción de sexo y edad, bajo la dependencia inmediata del capital. Esto aplicado al objeto de estudio de este trabajo,  sugiere la idea de que la introducción de las nuevas tecnologías en los procesos productivos amplía no sólo el material humano de explotación, sino también su grado de explotación.

El empleo de las nuevas tecnologías acrecienta nuevos motivos que determinan la prolongación de la jornada de trabajo, a la par que revoluciona los métodos de trabajo y el carácter del organismo social de trabajo, en términos que rompen la resistencia que a esta tendencia se opone,  colocando a disposición del capital un mayor número de sectores de la clase obrera.

Pensar que el trabajo asalariado desaparece mientras que el sistema capitalista basado en la relación salarial seguiría extendiéndose indefinidamente no tiene sentido. La "salida" del sistema salarial no significaría una superación del antagonismo trabajo-capital, sino un debilitamiento de las protecciones sociales conquistadas por los asalariados, y por lo tanto un refuerzo de la relación social alienante.[3]

Los representantes del fin del trabajo confunden la reducción, inclusive la desaparición, del trabajo alienante, con la negación del trabajo como principio genérico, imbricado con otros, del género humano. Que el hombre pueda alcanzar un estado de automatización de las actividades económicas que lo dispense casi totalmente de las tareas productivas, y que así pueda dar libre curso a sus capacidades creadoras no significa que desaparezca el trabajo.

La realidad actual muestra que con el desempeño del acelerado proceso de globalización el trabajo asalariado se extiende a escala mundial y nada permite entrever su desaparición  próxima.


 

[1] Harribey, Jean-Marie. El fin del trabajo: de la ilusión al objetivo. Archivo disponible en: http://www.clacso.edu.ar/~libros/neffa/2harri.pdf. p. 2.

[2] Por ejemplo, reparar una central telefónica no difiere de reparar un equipo fabril microelectrónico. (Campillo, y De la Garza, 1998:49).

[3] Harribey, Jean-Marie. El fin del trabajo: de la ilusión al objetivo. Archivo disponible en: http://www.clacso.edu.ar/~libros/neffa/2harri.pdf. p. 2.


Google
 
Web eumed.net

 

Volver al índice de Trabajo, Capital y Plusvalía: ¿una triada de categorías en desaparición?

Volver a "Libros Gratis de Economía"

Volver a la "Enciclopedia y Biblioteca de Economía EMVI"