Trabajo, Capital y Plusvalía:
¿una triada de categorías en desaparición?

Mario González Arencibia

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Efectos de la globalización de la economía: ¿desproletarización?

Desde el ángulo del factor externo, es importante destacar el lugar que desempeña la mayor movilidad del capital, a través de la existencia de formas específicas de expansión del capital que tienden a emerger con fuerza desde hace dos décadas atrás, haciendo énfasis en la descentralización de la producción de viejas industrias que se trasladan a los países subdesarrollados en busca de bajos salarios. Este fenómeno ha sido facilitado en la actualidad por las nuevas tecnologías de comunicación, al permitir nuevos niveles de relocalización de la planta productiva, así como una mayor expansión del comercio. Ello ha implicado un “ensanchamiento” de los circuitos de obtención de plusvalía con la migración de fuerza de trabajo, en el “Norte” y en el “Sur” (Fox, 1995:108).[1]

Tanto en el  “Norte” como en el “Sur”, el trabajo tiende a quedar indefenso con respecto al capital, ello se traduce en una mayor supeditación del trabajo al capital por las posibilidades que tiene de utilizar fuerza de trabajo de inmigrantes producto de la creación de un mercado global de fuerza de trabajo, en el cual la situación de un país y las medidas que allí se toman, influyen cada vez más en las decisiones que adoptan otros con respecto a los salarios y el empleo. Mientras que con respecto al capital el efecto tiende a ser un acrecentamiento de la plusvalía, debido a que las mercancías producidas con bajos salarios, permiten vender mercancías por encima del valor, aunque más baratas que los competidores.

El conjunto de transformaciones planteadas ha traído como consecuencias una recomposición de la clase obrera, en dos direcciones: 1) una redistribución geográfica de la industria y el crecimiento absoluto de los trabajadores industriales, y 2) el despliegue de la organización industrial-maquinizada en el sector de “servicios”, hacia donde se han extendido las formas de trabajo social alienado (Velasco, 1998:273). En lo concerniente al primer aspecto, según datos de la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI, 1995), en países con una base industrial significativa se ha producido una severa contracción del empleo, unido al estancamiento virtual en la creación de puestos de trabajo en las manufacturas.[2]

Entre 1980 y 1994, en las 26 naciones que aparecen en el Anexo 2, se desvanecieron casi 17 millones de empleos industriales. Mientras en las naciones con plantas industriales más amplias las nuevas tecnologías incrementaban el producto por unidad de trabajo a una tasa anual del 3%, el empleo descendía un punto por año, de 1980 a 1994. Tales datos podrían confirmar la tesis de la llamada “desproletarización” o extinción de la clase obrera.

Sin embargo, si nos atenemos a las ideas siguientes: a) el proceso de valorización del capital ha sufrido modificaciones; b) aparición de un sistema global de manufacturas a través del despliegue de sus condiciones de valorización a nuevos territorios; c) resultando de ello lo que en la literatura se denomina una nueva división internacional del trabajo y la consiguiente globalización de la producción, aspectos que datan de la década del 70´y principios del 80´; podría confirmarse, también la idea de que lo que se ha producido es una globalización de la clase obrera industrial; de lo que se deriva que en las condiciones de despliegue del proceso de globalización, la evolución de la correlación de fuerzas entre clases, no es posible hacerla sólo observando la capacidad de contratación del capital en un país, sino en el conjunto de la economía mundial.

Este fenómeno ha sido acelerado por variados factores, entre ellos la revolución en las comunicaciones, la cual ha permitido aprovechar las ventajas de heterogeneidad estructural de las naciones, consolidando el sistema global de manufacturas. Ello fue posible además por la flexibilización del capital debido al derrumbe del socialismo, creando condiciones más propicias para romper con los acuerdos de “unidad nacional”, como pleno empleo y Estado de bienestar social. Con lo que en Europa y EEUU, se ponen en juego las funciones de la ley del valor, a través del estímulo al cambio tecnológico, la imposición de programas de privatización, destrucción de empresas nacionales que se ven compensadas con la redistribución de los medios de producción y el empleo en el ámbito de un sistema mundial de manufacturas, cuyo destino son los países subdesarrollados.

En el anexo 3 se puede apreciar el impacto de este sistema en el mercado de trabajo de los países subdesarrollados en las 15 naciones consideradas, el número de trabajadores industriales creció de 43 millones a 90.7, según esto, la globalización no ha implicado la desaparición de la clase obrera, por el contrario su número ha aumentado de 175 millones de trabajadores en las manufacturas en 1980 a 215 millones en 1994, la mayor parte de ellos en los países subdesarrollados, una fuente importante de ello lo ha sido la migración del campo a las ciudades (Velasco, 1998:276). El resultado es que  tiene lugar la creación de un mercado mundial de fuerza de trabajo disponible, lo cual responde a las necesidades de valorización del capital, quien construye con su expansión la llamada “fábrica global”, y como fruto de ello, tiene lugar la constitución de un proletariado “unido” por un proceso de trabajo integrado globalmente (Velasco, 1998:276).

La conformación de esta “fábrica global” contiene toda una diversidad de salarios articulados a través de los métodos de obtención de plusvalía absoluta y relativa. Es posible apreciar en el anexo 2, que la reducción de la fuerza de trabajo va pareja con un acrecentamiento de la masa de plusvalía creada por cada obrero. En el anexo 2 la plusvalía, el lento crecimiento de la productividad y la reducida participación de los salarios en el producto social, se acentuó con el avance de la globalización. En los anexos 2 y 3 se destaca que a pesar de diferencias estructurales entre países, la tasa de plusvalía tiene una tendencia ascendente, también es observable un salario mundial que se expande y se contrae, independientemente de las diferencias nacionales de salarios. La variedad de salarios en los diferentes países significa que el valor de la fuerza de trabajo varía, lo cual está determinado por la estructura industrial específica de cada nación, en unos países se está produciendo un cambio en la base material de la producción debido al cambio tecnológico y en otros se han estado creando las condiciones por parte del gran capital transnacional para el desarrollo del trabajo fabril que implica el empleo de mayor cantidad de fuerza de trabajo.

Las modificaciones planteadas están conduciendo a una correlación de fuerza en las condiciones de contratación de la fuerza de trabajo que se define globalmente, debido a la mayor movilidad del capital. La gran “fábrica global” y el mayor ensanchamiento del proceso de obtención de plusvalía en la década del 80 y el 90 se han visto complementados, por el avance de múltiples acuerdos de integración regional desarrollados en países subdesarrollados, bajo la influencia del libre cambio que tiende a beneficiar al capital. Estos acuerdos en el área de América Latina han sido muy difundidos entre ellos está el Pacto Andino, el Mercado Común Centroamericano, el CARICOM y el MERCOSUR. Este último de particular importancia por la capacidad de su mercado, pues abarca un 60% de la superficie total de América Latina, un 45% de su población y el 50% de su producto, es un mercado que cuenta con 200 millones de habitantes y un PIB de casi 800 mil millones de dólares.

MERCOSUR se ha desplegado a partir del llamado enfoque de “regionalismo abierto”, preconizando la libre circulación de bienes, de capitales y de mano de obra, con la finalidad de obtener espacios competitivos en la economía mundial, la cual exige precios competitivos bajo dos vías fundamentales: aumentar la productividad o reducir el costo de la mano de obra. En el caso de estos países han optado por el segundo camino mano de obra barata.

Es por esta razón que la “nueva industria competitiva” latinoamericana, en general es la de la libre producción (maquila), que saca provecho de una mano de obra barata en detrimento de las inversiones en materia de investigación tecnológica, de formación de personal y de programas educativos, lo cual va en contra del trabajo. Por lo que la tendencia podría ser que con tratados comerciales como MERCOSUR, y la ampliación del Tratado de Libre Comercio, América Latina se transforme en una “gigantesca maquiladora” que de lugar a mayores niveles de concentración del proletariado industrial que sirve al gran capital.


 

[1]Ver además Matthew J. Slauhter and Phillip Swagel. Does globalization lower  wages and export jobs?. International Monetary Fund. Economic Issues No. 11 Washington, D. C. 1997 pp. 12.

[2] Esta reducción ha sido más aguda en Europa del Este, como Polonia y Bulgaria, donde el empleo se redujo en un 50% de 1980 a 1994, siendo también muy severa la mutilación de fuerza de trabajo en Rusia, EEEUU, Reino Unido y Alemania.


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