Trabajo, Capital y Plusvalía:
¿una triada de categorías en desaparición?

Mario González Arencibia

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Sobre la sumatoria del impacto de TIC para la clase obrera

La transformación del trabajo también va acompañada de efectos perjudiciales, sobre todo para la clase obrera, debido a que en el contexto señalado se pone en tela de juicio la relación laboral normal, al modificarse el carácter social del trabajo, organizado desde las empresas y “tutoreado” por la gestión pública, lo cual tiende a agudizar los problemas en el ámbito de la política de empleo y la posibilidad del trabajador de presionar al capital. La nueva dinámica del trabajo asume cada vez más un carácter precario cuyo contenido se expresa en que provoca una fuerte proliferación de empleos atípicos: tiempo parcial, trabajo temporal, horarios flexibles, contratos de corta duración, préstamo de trabajadores entre empresas, nuevas formas de trabajo a domicilio y de trabajo clandestino. En el caso de Europa, entre 1992 y 1996, la casi totalidad de empleos creados eran de jornada parcial (Goldfinger, 1998:35).

La multiplicación de los empleos atípicos se debe a varias causas, en el plano de la oferta de trabajo, ello forma parte de estrategias de adaptación a una economía global que funciona sin cesar, dando respuesta a las presiones de la competencia, lo cual exige el uso más eficaz y flexible de la fuerza de trabajo. El desarrollo de empleos no tradicionales obedece a la evolución de la demanda, pues los consumidores desean poder comprar a cualquier hora del día y para satisfacer sus aspiraciones se necesitan espacios abiertos a cualquier hora del día, ello se refleja en las gestiones de Internet, la cual es insomne. Otro de los factores que hace posible la existencia del trabajo precario fundamentalmente en América Latina es la elevada tasa de desempleo y de subempleo, y la instalación de empresas transnacionales que no exigen gran calificación de mano de obra.

La preocupación en relación con el trabajo precario consiste en que este, unido al contenido de la flexibilidad ha pasado a ser una forma específica de producción de plusvalía que busca reducir los costos de mano de obra, eliminar el pago de seguridad social y otras conquistas laborales, al mismo tiempo que el capital queda libra para despedir al trabajador en dependencia del ciclo productivo.

El resultado es que en este ámbito emerge una élite para la colaboración con el capital; donde la masa que se ve condenada al trabajo precario es marginalizada, sirve como ejército de reserva a una industria que requiere poder ajustar rápidamente los efectivos empleados a las variaciones de la demanda (Gorz, 1991: 65-66). Ello, de hecho, contribuye a una segmentación del proceso del mercado de trabajo y a una sustancial pérdida de poder en la negociación colectiva por parte del movimiento sindical, contribuyendo a la fragmentación de la clase obrera.[1] En este entorno el capital ha logrado sacar cada vez más ventajas de los “excluidos” del cambio tecnológico o conocidos también como ejército industrial de reserva, quienes si bien históricamente han sido un foco de presión del capital, en las condiciones del capitalismo actual es más tenaz –los “excluidos” ejercen mayor presión sobre el trabajo que sobre el capital -.

En el caso de economías como las de EEUU, en este contexto el panorama de las ganancias ha mejorado significativamente para las corporaciones, las cuales entre 1989 y 1997, aumentaron sus ganancias en un 82% y la tasa de beneficio en un 27%. Sin embargo, la reducción de la inflación sólo favoreció a los dueños del capital, su impacto en el nivel de vida de la población no fue relevante, la reducción de los salarios entre un 8% y un 12% entre 1979 y 1997 explica esto, a lo que se añade que un tercio de los trabajadores –en el período señalado- obtuvieron empleos de menor calificación donde su remuneración es menor. Estos trabajadores constituyen el ejército industrial de reserva que presiona a la baja de salarios (Brenner, 1998:250).

De otra parte, se han desarrollado reformas laborales que han flexibilizado la entrada y salida de la fuerza de trabajo del mercado laboral. El efecto ha sido la creación de modalidades de contratación más favorables al capital, a través de la rescisión de contratos, la más habitual y sin ningún costo para el capital, es la extinción del contrato sobre todo para los trabajadores temporales. También existen los despidos disciplinarios, bajo la tendencia del abaratamiento del despido, es decir, sin indemnización (Brenner, 1998:250).

Por consiguiente, el proceso de acumulación capitalista en las nuevas condiciones revela un aumento sostenido de dificultades en la producción y apropiación de valor. En este marco una de las transformaciones más notables es la capacidad electrónica de trasmitir y procesar información en tiempo real, aspecto que posibilita una interacción instantánea entre los trabajadores que operan y la infraestructura existente. Ello ha contribuido a que los procesos concretos de trabajo en la producción como en la circulación sean el fundamento de una profunda transformación en el ámbito empresarial.

Los aspectos planteados también podrían interpretarse como uno de los factores de la crisis de la tradicional forma de gestión de las unidades estatales nacionales de producción y apropiación de plusvalía. El hecho es que las nuevas tecnologías y sobre todo, aquellas que tienen particular influencia en la organización del proceso de trabajo, están afectando el funcionamiento de la gestión empresarial. De modo que lo que está en juego, no es sólo un modelo más eficiente de organización, sino también formas de poder, es decir, modos y capacidad de control sobre los aspectos técnicos económicos y administrativos de la empresa.

Esto afecta tanto a la definición de esferas de competencia a nivel gerencial como a las relaciones que se establecen entre los mandos de ejecución y los obreros. Por lo tanto, en las nuevas tecnologías se redefinen los niveles de participación en la elaboración de los objetivos y en la determinación de los medios para lograrlos, es decir, la nueva tecnología está contribuyendo a una redefinición en la relación trabajo-capital, lo cual tiene obvias repercusiones en la sociedad, en lo que se refiere a equidad y democracia.


 

[1] En Holanda la afiliación sindical de trabajadores no agrícolas descendió del 43% al 35%  de 1979 a 1987,.en Francia del 22% al 17% en el mismo período. En estados Unidos la desarticulación fue mayor, sólo 16 millones de trabajadores estaban organizados en trade-unions de una fuerza de trabajo asalariada de 132 millones, lo que representaba un 12%, muy inferior a 1970 cuando 31% de los trabajadores estuvo organizado sindicalmente. Bureau of Census, US Department of Commerce, United States Statistical Abstract, Washington 1996, P. 436. Un interesante análisis sobre este tópico pudiera verse en: Steve Fraser. Is democracy good for union?. En: Dissent New York, Summer 1998 pp. 33-39. En el caso de Japón el índice de sindicalización es muy alto con la particularidad de que están organizados sobre la base de la empresa, y son parte del equipo más que un adversario del capital (Thurow, 1994:163)


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