Trabajo, Capital y Plusvalía:
¿una triada de categorías en desaparición?

Mario González Arencibia

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Modificaciones en el proceso de trabajo y “flexibilidad de las relaciones laborales"

“Al cambiar el desarrollo de la capacidad productiva, cambian también las relaciones sociales y las leyes que la rigen” (Marx, 1965:xxxi).

Contextualizando el nuevo paradigma tecno-económico

En el proceso de obtención de plusvalía ha desempeñado un papel importante el empleo del nuevo paradigma tecno-económico, mediante el cual el capital, ha modificado el proceso de trabajo empleando nuevos métodos de organización de producción y de prestación de servicios, los cuales se basan en el aprovechamiento de las reservas de productividad y en la utilización de las calificaciones, la competencia entre obreros, y acentuando la motivación de éstos por el trabajo.

Estos métodos han implicado nuevas exigencias de rendimiento y procesos de selección empresarial, en lo que es trascendente la mayor exclusión social, sobre todo del personal de mayor edad, menor calificación y de menor rendimiento.

En este entorno de transformaciones, también se evidencian variaciones en los métodos de trabajo, basadas en que se opone al fordismo empresarial el toyotismo,[1] el cual se tiende a adecuar con mayor posibilidad a la forma en que opera la economía globalizada y al sistema de producción flexible. Existen autores que distinguen el toyotismo del pre y posfordismo al plantear que este es una nueva forma de gestionar los factores del proceso de trabajo teniendo como rasgo típico en la experiencia japonesa la desespecialización de los trabajadores profesionales y en lugar de dispersarlos los pone a cumplir con actividades multifuncionales.[2]

Por lo que el método de gestión llamado “toyotismo”, por quienes intentan velar la teoría de la plusvalía es un cambio radical en los métodos de trabajo que intenta transformar el antiguo modelo fordista basado en una producción de escala siempre en expansión, siendo una respuesta a la crisis capitalista dentro del proceso de trabajo, como consecuencia del ensanchamiento del mercado y de la necesidad de reducir los costos “superfluos” del capital, tanto constante como variable. Su modelo es la “fábrica mínima” reduciendo tanto las existencias de stock como de materias primas, a lo que está vinculado una importante reducción del personal.

Junto a la introducción de nuevas maquinarias, se busca liquidar la “rigidez” del trabajo asociado a la cadena de montaje del fordismo incorporando modalidades como la polivalencia y el trabajo en células, lo que consiste en que un obrero o equipo de obreros esté capacitado para realizar múltiples funciones y no una, como era anteriormente. Por esta vía aumenta la intensidad del trabajo, y se intenta eliminar el tiempo de trabajo muerto y las distintas resistencias a la cadena de montaje ideadas por los obreros, también se introduce la competencia en el interior de la fábrica.

En el modelo tradicional se simplificaba la relación entre la empresa y el entorno. Este se suponía como un conjunto de variables o factores funcionales para las exigencias de aprovechamiento de la industria. No se valoraba la complejidad de la sociedad, la riqueza de recursos y de relaciones con el entorno. La organización del trabajo seguía un modelo jerárquico funcional que establecía los métodos y tiempos de trabajo. En síntesis, eran tres los puntos básicos de la metodología taylorista, la primera, como es sabido, se relacionaba con la división entre proyecto y realización, la segunda con el control autoritario, la tercera que constituye la esencia misma de la metodología científica del trabajo, "La mejor vía", que era la estandarización.

Los principios de la organización taylorista del trabajo de la que se habla  anteriormente, se basan en la “administración científica” desarrollada por Frederick W. Taylor, a fines del siglo XIX, y son: 1) la disociación del proceso de trabajo de la destreza y pericia de los obreros, que separa el proceso de trabajo del conocimiento de los obreros; 2) la separación de la concepción de la ejecución, de manera de asegurar el control de la gerencia sobre todo aquello relacionado con el estudio de los procesos de trabajo, y 3) el uso del monopolio del conocimiento para controlar cada paso del proceso de trabajo y su ejecución, de modo que el trabajo debe ser planeado totalmente por la gerencia y las tareas laborales simplificadas han ser comunicadas al obrero como instrucciones de cómo debe ser hecha cada tarea y el tiempo exacto para realizarla (Braverman, 1978). El objetivo de Taylor era reducir el control de los trabajadores sobre la producción, fragmentando y parcializando cada tarea, estudiando los tiempos y movimientos que requerían.

La aplicación de estos principios fue desarrollada y perfeccionada posteriormente con la introducción de la banda o cadena de montaje, en la Ford Motor Company, en la construcción y ensamblaje de automóviles; dicha cadena establecía puestos fijos donde los obreros ejecutaban operaciones simples, controlaría el ritmo de ensamblaje incrementando la intensidad del trabajo. Estos desarrollos se extendieron en la industria manufacturera de Estados Unidos para la producción en serie de mercancías de consumo de masas, en los años veinte. Con ello se incrementa radicalmente la separación entre trabajo manual e intelectual y se reduce enormemente el tiempo de desplazamiento y manipulación de objetos muy pesados y se ahorra fuerza de trabajo, gracias al empleo industrial de la energía eléctrica.

El modelo de organización fordista basada en la cadena de armado y en las nuevas tecnologías, ligadas a la mecanización, daba la posibilidad de definir un modelo universal de organización del trabajo adecuado para producir productos estandarizados para mercados cada vez más amplios. En este ámbito los trabajadores únicamente ejecutaban órdenes, con rendimientos inferiores adecuados para elaborar productos de una calidad estándar o ínfima y en cantidades elevadas. Era un mecanismo que basaba la reducción de costos y por lo tanto de utilidades, en la cantidad de producción (Berra, 1996).

Sin embargo, el crecimiento del proceso de globalización ya no requiere de una homogeneización de productos ni de una universalización de modelos de consumo. Cambia por completo la relación producción - mercados. Es el mercado el que define la producción, se presenta la necesidad de fabricar productos nuevos de diferentes tipos como respuesta a las exigencias y a las demandas del mercado. En todos los niveles, sean de oficina, intermedios y de directivos, es necesaria una reorganización tendiente a la división entre realización y proyecto. Es necesario un personal polivalente capaz de involucrarse en el proceso productivo para dar sugerencias e intervenir en las alteraciones productivas.

El efecto es que la nueva estrategia empresarial está estructurando el trabajo de producción y de servicios, creando condiciones para organizar el trabajo de manera más variada, cooperativa y con la participación de los interesados (Thurow, 1994:31-79). El resultado ha sido que el cambio estructural ha modificado las formas del trabajo y de la organización del trabajo, y con ello las actividades asalariadas mismas, observándose sobre todo en el capitalismo desarrollado, cambios en la estructura del empleo, los cuales si bien evolucionan de manera diferente en cada país, asumen en general la siguiente dinámica (Castells, 1996:256-260):

§                     Desaparición progresiva del empleo agrícola;

§                     descenso constante del empleo industrial tradicional;

§                     ascenso de los servicios sociales y de producción;

§                     creciente diversificación de las actividades de servicios;

§                     rápido ascenso de los puestos ejecutivos, profesionales y técnicos;

§                     formación de un proletariado de cuello blanco;

§                     estabilidad relativa de una cuota considerable de empleo minorista;

§                     incremento simultáneo de los niveles más elevados y bajos de la estructura ocupacional;

§                     mejora relativa de la estructura ocupacional a lo largo del tiempo, ya que el crecimiento de la cuota asignada a las ocupaciones que  requieren mayor preparación y educación superior es en proporción, más elevado que el observado en las categorías de nivel inferior.

Estas tendencias han contribuido al cambio del perfil y del contexto organizativo-institucional de la actividad retribuida, que se encuentra cada vez menos representada por el tipo de trabajo de producción de la fabricación en masa, mostrando una creciente diferenciación de tipos de trabajo[3] y exigencias de calificaciones (ver Anexo No.1) En este ámbito tiende a perder significado la gran empresa frente a la pequeña y mediana empresa, las cuales con frecuencia se despliegan en condiciones de mercado inestables y formas de organización flexibles, y contratos laborales muy individualizados. Con ello se erosiona el sistema taylorista-fordista de actividades de producción estandarizadas ejecutadas en el marco de grandes empresas.

Este conjunto de tendencias es el resultado de cambios organizativos que tienen una incidencia fundamental en la determinación de una nueva proletarización, al estar dirigidos a su adecuación aprovechando las capacidades de las personas. Estos cambios han sido clasificados en la literatura sobre el tema en cuatro grandes categorías.


 

[1] Método de gestión empleado por las empresas japonesas que se caracterizan por la colaboración entre la dirección y el trabajador, una mano de obra multifuncional, el control de calidad total y la reducción de la inestabilidad. (Castells, 1996:185-186).

[2] Esta concepción plantea el sistema de suministro kan ban o justo a tiempo el cual consiste en pensar al revés el proceso de fabricación, lo que significa desarrollar producciones por pedidos, derivando de ello las demandas de insumos necesarios para esa producción, su propósito fundamental es “cero stocks”  (Coriat,. Pensar al revés: trabajo y organización de la empresa japonesa. México Siglo XXI editores p. 20-21.

[3] Robert Reich, en su obra el trabajo de las naciones distingue tres tipos fundamentales de trabajo en la sociedad del futuro: los servicios de producción rutinarios; los servicios personales, y los servicios simbólicos (Reich ,1994: 171-180). Castells caracteriza los siguientes tipos de trabajadores en el proceso de producción de bienes y servicios organizados en torno a la tecnología de la información: a) los mandos que asumen las decisiones estratégicas y planifican; los investigadores, que innovan en los procesos de producción y en los productos; c) los diseñadores que adaptan, presentan y seleccionan el objetivo de la innovación; los integradores que tercian entre los aportes de las tres categorías anteriores tomando en cuenta los medios con que cuenta la empresa; e) los operadores que ejecutan tareas bajo su propia iniciativa y comprensión; f) los operadores que realizan las tareas más simples (Castells, 1996: 273).


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