Trabajo, Capital y Plusvalía:
¿una triada de categorías en desaparición?

Mario González Arencibia

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Introducción

Marx demostró con gran previsión, a través de su minuciosa investigación de las relaciones capitalistas de producción, el conflicto entre el trabajo y el capital, al concebirlo como dos poderes independientes unidos por lazos naturales vinculado a la obtención de plusvalía, pero conservados en campos opuestos. Sin embargo, en el actual contexto de la globalización como parte del esfuerzo de los ideólogos del fin de la ideología, han emergido con más fuerza criterios que plantean la tesis del fin del trabajo, cuyos supuestos a partir de la diversidad de autores que tratan el tema se clasifican en cuatro direcciones fundamentales (De la Garza Toledo, 1999:3-7):

Tesis 1: La decadencia de la industria en relación con los servicios y el cambio en la estructura de las ocupaciones con crecimiento relativo de trabajadores calificados, técnicos e ingenieros, cuellos blancos, mujeres y jóvenes y por otro lado, la extensión de empleos atípicos y trabajos precarios, por hora, a tiempo parcial eventuales, de mujeres, migrantes y minorías étnicas, así como la persistencia de niveles altos de desempleo en Europa, han incrementado la heterogeneidad de los trabajadores con repercusión en sus normas, valores y actitudes.

Tesis 2: El fin del trabajo debe entenderse en términos sociológicos como fin de la centralidad del trabajo en el conjunto de las relaciones sociales, en particular en cuanto a la conformación de identidades colectivas. Se trata de "la fragmentación de los mundos de vida".

Tesis 3: La pérdida de la importancia del trabajo se relaciona con su función de generador de valor.

Tesis 4: La crisis del trabajo es un problema político, resultado de una lucha que la clase obrera perdió desde los ochenta (debido a los cambios en el régimen de acumulación y a la crisis sindical).

En este marco de criterios ha sido trascendente la obra de Jeremy Rifkin, EL FIN DEL TRABAJO quien plantea que con las transformaciones promovidas por la innovación tecnológica, el trabajo humano está siendo sistemáticamente eliminado del proceso de producción, adhiriéndose a “la idea de que estamos ante el fin de la clase obrera y del trabajo mismo”(Rifkin, 1996:23).[1]

También han sido prolíferas otras versiones, que plantean que la reestructuración de la producción, la alienación y la degradación del obrero es cosa del pasado; se difunde además la afirmación de que la explotación cede su puesto a la colaboración voluntaria  y de iguales derechos entre obreros y capitalistas, y que dentro de los marcos de dicha colaboración los frutos del trabajo se distribuyen de forma justa entre sus participantes, por consiguiente, desaparece el proceso de obtención de plusvalía. El aspecto central de este andamiaje de ideas es que se pretende crear la imagen de que se está disolviendo la contradicción trabajo asalariado-capital.

En correspondencia con lo anteriormente esbozado, el problema que ocupa esta investigación gira en torno a la siguiente pregunta: ¿En las nuevas condiciones de la globalización están desapareciendo las categorías, trabajo, capital y plusvalía?

A partir de los asuntos planteados, este ensayo persigue como objetivo analizar las modificaciones en la relación trabajo-capital y su incidencia en el proceso de obtención de plusvalía, desde el enfoque de la Economía Política Marxista.

La idea central que se sostiene a lo largo del trabajo es que las nuevas condiciones de valorización del capital, en un contexto marcado por profundos cambios estructurales en la base económica y política del sistema, está creando las condiciones que permiten variar la correlación de fuerzas a favor del capital, pero ello no niega en modo alguno la existencia de la clase obrera, ni tampoco la existencia del trabajo mismo, y mucho menos la extinción de las relaciones de explotación.  De lo que se trata es de la presencia de modificaciones en las formas de apropiación de los resultados del trabajo a la manera capitalista.


 

[1] El tema planteado por este autor no es nuevo, los primeros textos que abordaron la llamada crisis de la clase obrera, se ubican en los escritos de Alain Toraine, La societé post-industrial, París, Galilée 1969, cuya idea tenía como base que el antagonismo explotador-explotado en el terreno de la producción dejaba de representar la contradicción principal del sistema social, por el ascenso de una nueva capa de técnicos y administradores alienados pero no proletarizados. Toraine recuperaba así una idea ya esbozada en los textos de Marcuse (1968) quien destaca la idea de cómo los trabajadores manuales son remplazados por una “clase de técnicos, científicos e ingenieros” (Marcuse , 1968:7). En la década de 80’y de los 90s siguiendo estas ideas se han destacado autores como: André Gorz, con su trabajo “Adios al Proletariado” (1982), Offe, Disorganized Capitalismo (1985), así como, Peter Drucker, La Sociedad Postcapitalista (1994), y Eric Hobsbawn, con sus ensayos, La historia del Siglo XX (1914-1991) y The Age of The Extremes (1996).


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