América Latina Hoy
¿Y Hasta Cuándo?

Iván Ureta-Vaquero
César Calvo

 

 

La falta de Optimización de Recursos Internos en América Latina.

La situación que se ha descrito anteriormente es la que impidió a América Latina aprovechar la situación ventajosa que se presentaba a nivel internacional una vez terminada la primera guerra mundial. Sin embargo hubiera podido parecer que a partir de la tercera década del siglo XX, el signo podría haber cambiado. De alguna manera, la tradicional economía agroexportadora que se experimentó durante los treinta primeros años se basó en un modelo que sigue repitiéndose hasta la actualidad y que se representa en la gráfica.

Tras la primera guerra mundial, Inglaterra dejó de ser el motor financiero del mundo y con su caída, se precipitó también el patrón oro y la movilidad de capitales. Tanto los capitales como, la tecnología y el know –how buscaron nuevas áreas donde se pudieron refugiar. Como indica Bulmer-Thomas (2000:186) países como Argentina y Brasil, que tenían una fuerte dependencia respecto a los mercados europeos para el financiamiento de sus balanzas de pagos. En esta circunstancia los bancos europeos exigieron el pago de los préstamos lo que provocó una gran desequilibrio interno en los países latinoamericanos. Esta fue la reacción lógica de varios países en posguerra. Alemania tenía once acreedores, Gran Bretaña, dieciséis y Francia diez. De acuerdo con Alcroft (2003:64), las deudas entre los aliados ascendían a 26.500 millones de dólares y la mayor parte de esta cantidad se debía a Estados Unidos y a Inglaterra.

Durante la guerra, Estados Unidos fue el país que más se benefició de la contracción de los mercados y así, en el período 1913-1929, logró penetrar en América Latina de una forma notable. Cuando todavía no había terminado la guerra, ya era el principal proveedor de México, América Central y el Caribe. Gracias a la apertura del canal de Panamá en una no inocente fecha de 1914, Estados Unidos pudo controlar de mejor manera el comercio latinoamericano. Tras el intercambio comercial vino la implantación de sucursales bancarias norteamericanas en América Latina y varias empresas se colocaron en el subcontinente. Tras la guerra, Estados Unidos ya tenía una posición sólida y hegemónica en la región. Alemania, tradicional socio comercial, tenía unas graves deudas que pagar y eso permitió que Estados Unidos pudiera desarrollar su estrategia de una forma más sólida en base a una actuación solitaria.

A partir del Tratado de Versalles en 1919, se trabajó en la restauración del patrón oro. Obviamente, Inglaterra sufrió las consecuencias de la guerra y los países que tradicionalmente habían dependido inelásticamente de ella también. Además teniendo en cuenta que la economía latinoamericana había sido tradicionalmente agrícola, el hecho de que también existiese una dinámica agricultura en Estados Unidos no fue una buena noticia. Entre 1913 y 1929, la exportaciones estadounidenses superaron ampliamente a las latinoamericanas. Como indican Cardoso y Brignoli (1979), en este período las exportaciones latinoamericanas crecieron 110.6% y las norteamericanas un 161.2%.

Durante los años veinte, Estados Unidos, como una de las principales fuentes de capital extranjero, representó ventajas e inconvenientes para las dependientes economías latinoamericanas. Esta situación de ventaja internacional supo aprovecharla y nuevamente América Latina pasó integrar un diálogo asimétrico con la nueva potencia pujante. En las repúblicas más pequeñas, los préstamos estuvieron directamente relacionados con los intereses de la política exterior de los Estados Unidos. Como indica Bulmer-Thomas (2003:191), muchos países se vieron obligados a someterse al control norteamericano de las aduanas o hasta de los ferrocarriles nacionales para garantizar el pronto pago de la deuda. Estas políticas desencadenaron tal fiebre de préstamos que los colombianos Laureano Gómez y Alfonso López Pumarejo la denominaron “la danza de los millones”. En realidad, todos estos préstamos realizados en América Latina, no sirvieron prácticamente para nada ya que no se hizo prácticamente ningún esfuerzo por invertirlos productivamente. Como indica Bulmer-Thomas (2003:192) citando a Stallings (1987:131), aunque durante los años veinte sólo el 4.7% del total del valor de los préstamos norteamericanos a América Latina fueron declarados como de “propósitos desconocidos”, no menos de 50.3% fueron para la “refinanciación” y 12.1% para “fines generales”.

Como se puede apreciar, a lo largo de la historia económica de América Latina, la tendencia a la petición de préstamos estuvo relacionada con una falta alarmante de tejido institucional que pudiera organizar y diseñar los programas de desarrollo político y económico de las nuevas repúblicas. Las características de este particular tejido institucional y legal se correspondería con la célebre frase de uno de los principales reformistas atenienses, Solón, quien dijo que la ley es como una tela de araña; detiene a lo débil pero es arrasada por lo fuerte y poderoso.

Como podemos observar en la anterior gráfica de Optimización de Recursos Internos, se puede observar un nivel determinado de renta –que puede estar integrado por los préstamos, por los beneficios obtenidos de la venta de un producto estrella, etc- y una escasa ORI. El modelo es completamente insostenible y representa las características de las economías latinoamericanas desde, al menos, la constitución de ls repúblicas. La consecuencia es el endeudamiento crónico basado en una actitud financiera de dependencia a los grupos de interés que configuran la creación de las instituciones que les protegen. En una situación como la descrita en la gráfica muy fácilmente pueden reproducirse las consecuencias del “mal holandés”.


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