La transición de mercados a sociedades emergentes

Iván Ureta-Vaquero

 

SEGUNDA PARTE

Mercados Emergentes: ¿Qué características socioeconómicas enfrentan? El caso de Perú.

I. Algunos problemas de origen.

Uno de los principales problemas de inicio a los que hay que enfrentarse antes que nada, es que cuando se investiga o escribe sobre economía, al estar tan ávidos de resultados, nos obsesionamos con encontrar en esta ciencia la solución a todos nuestros males. De este modo, como no enfocamos bien la pregunta ni la forma de enfrentarnos a ella, somos incapaces de obtener respuestas satisfactorias.

En esencia, ni la economía ni los sistemas económicos tienen la “culpa” de que existan tantas desigualdades sociales. El problema lo debemos buscar en el enfoque antropológico que subyace bajo la epidermis de cada una de las propuestas económicas técnicamente realizadas. Es decir, el problema no es económico, sino antropogénico. Sí, es cierto por ello, que estamos expuestos a utilizar el lenguaje y los conceptos de una forma un tanto pervertida. Acuñamos conceptos para etiquetar supuestas abstracciones y así, por lo menos, tener objetivado al culpable de todo. Esta es la razón por la cual nuestro vocabulario, técnico o no, está lleno de héroes o villanos.

Sin embargo no nos damos cuenta que asumiendo estos planteamientos sin demasiados miramientos intelectuales, en realidad no estamos afrontando de forma responsable el diseño de propuestas innovadoras que con marcado carácter antropológico traten de resolver los problemas sociales de la actualidad. Pero cuando hablamos de antropología no estamos hablando de antropología física o cultural, sino que estamos descendiendo a la interpretación profunda de quién es el hombre y cómo actúa descifrando así el “misterio” de la acción que permite la figuración de subsistemas teórico-prácticos como la economía.

Hablar de desarrollo –y también de crecimiento- es tratar de negociar con una palabra mágica que intrínsecamente parece que porta la semilla secreta de la esencia de la economía. O eso al menos se intuye. Si no fuera así, no se entenderían los esfuerzos que se hacen por intentar esclarecer las claves del desarrollo económico, o en resumen, de ¿qué hay que hacer para desarrollarse? ¿Cómo se han desarrollado los países? Hasta el momento todavía pesa la caracterización de la evolución de los países de un historiador de la economía como Rostow. Pero su análisis hoy en día resulta poco satisfactorio si analizamos al desarrollo económico desde una perspectiva subjetiva, no objetiva. Es decir, parece que las recetas del crecimiento y del desarrollo de un país tiene que ver con tasas mensurables estadísticamente con cierta facilidad. Así se suele hacer un análisis objetivo del crecimiento y del desarrollo de una economía la cual supondría aceptar la aparición de una sociedad a imagen y semejanza de las características de esos ciclos económicos. Sin embargo, hablar del desarrollo subjetivo es hablar de desarrollo imaginado, generado y propuesto por el hombre de la sociedad y así, el desarrollo es una consecuencia, es un producto del hombre. Un bien del hombre.

Se puede decir según esta idea que el desarrollo no genera bienes, sino que el desarrollo es un bien generado por el propio hombre. Por eso insistíamos al principio en la idea de que los sistemas económicos si fallan lo hacen por la visión antropológica que subyace a ellos. En este libro por tanto quisiera destacar como hipótesis de trabajo fundamental, el carácter subjetivo del desarrollo frente a su habitual objetivismo con el que se acepta.

Este comentado objetivismo que pesa sobre los conceptos de crecimiento y desarrollo y que lleva aparejada una visión marcadamente antiantropológica ha provocado que en los últimos cincuenta años hayan caído tres grandes paradigmas del desarrollo económico: el paradigma clásico, la teoría de la dependencia estructuralista y la teoría neoclásica del desarrollo. Como decía al principio, el fracaso de las propuestas económicas viene de la mano de una interpretación básicamente objetiva desprovista de su dimensión subjetiva. Así como dice Bosch, el ser humano es el fundamento para toda acción económica, política y social y tiene sus propios intereses y metas; por lo tanto, la libertad es el valor principal, siendo el desarrollo un fenómeno normativo. De este modo Bosch plantea que las teorías del desarrollo fracasadas postularon unas teorías sin metodología.

Con estos problemas de origen, son muchos los intentos por establecer nuevas fórmulas que permitirían a la población -con dificultades en la gestión de su mejora comunitaria- su colocación en una posición de mayor competitividad en los mercados, sobre todo, una vez que la liberación económica ha provocado una nueva forma de interactuación de la economía con el hombre y viceversa. Los países económicamente más dinámicos, a partir de la década de los cincuenta se mostraron muy preocupados, al menos de forma teórica, por establecer las causas del subdesarrollo y de las formas de paliarlo. Aunque desde otra perspectiva, se podría llegar a pensar, a tenor de los resultados obtenidos en estas décadas, que estos países, primero del tercer mundo, luego subdesarrollados, posteriormente en vías de desarrollo y actualmente, emergentes, han servido y sirven de laboratorios sobre los cuales pueden experimentarse diversas fórmulas de desarrollo.

Según estas concepciones más teóricas que prácticas y efectivas, se pueden diferenciar tres generaciones en las políticas de desarrollo en América Latina.(1) La primera etapa abarcó los años 1950 y 1960 caracterizándose por la intervención de los gobiernos nacionales como actores centrales del desarrollo. En vista a la escasez de resultados de esta primera generación se desarrolló una segunda desde finales de los años 70 y comienzos de los 80, cuando se buscaron alternativas endógenas de desarrollo a partir de actores, recursos y capacidades locales. Finalmente, la tercera generación que corresponde a la situación actual, y que es hija de la coyuntura económica neoliberal, busca sistemas de Producción Territorial dentro de un contexto global. Es decir, colocar las economías locales dentro de un amplio contexto económico nacional e internacional. Para ello se indica que quienes compiten ya no sólo son las empresas sino los Sistemas Territoriales de Producción. Pero aquí surge un problema grave de aplicación de esta metodología. Michael Porter, analizando el efecto de las políticas gubernamentales dice que para lograr un incremento de la productividad, las empresas -Las cuales estaríamos integrando dentro de los Sistemas de Producción Territorial- deben tener acceso a una gama de herramientas avanzadas como: Educación y Entrenamiento (2), relacionadas con los Recursos Humanos, la ciencia y la tecnología, la infraestructura, la información y los subsidios directos.

Sin embargo, ¿cómo pueden implementarse estas medidas características de la tercera generación en una comunidad que difícilmente es capaz de optimizar todos sus recursos internos, ya sean públicos o privados? ¿hasta que punto es importante la convergencia de los sectores públicos y privados a la hora de desarrollar un proyecto comunitario?. Todo ello con un telón de fondo muy definido; unas políticas tradicionalmente centralizadas, con un nivel de informalidad superior al 50% de la PEA En el lapso 1990-2000, la tasa de empleo informal creció a un ritmo anual de 0.65, lo que significa que de no invertirse esta tendencia, en 2.010 el nivel de informalidad alcanzaría el 65.7% (3). Podemos observar que en ambos casos, los datos levantados hacen referencia a diferentes sectores, menos a la agricultura y a la pesca, siendo Perú, un país principalmente agrícola en su sentido económico y desde el prisma organización social y comunitaria, con una escasa representatividad ciudadana en sus instituciones, con problemas de corrupción, de escasa inversión social, con problemas estructurales que dificultan las salidas, con escasez de planificación que se demuestra en la ausencia de fuentes fidedignas y censos completos de las provincias lejanas o incluso de las propias capitales, pocas garantías o dificultades para cumplir los contratos (4)– tanto del sector privado como del público – o escasez de títulos de propiedad, problema que se está tratando de revertir pero todavía con escasos resultados.(5)

Estos son algunos de los problemas por los cuales suponemos que, todavía, los retos de la segunda generación no han sido superados, y que únicamente con la consolidación de esta segunda fase, puede acometerse una tercera con mayores posibilidades de sostenibilidad. Lo que en definitiva se propone es un cambio de mentalidad, un giro copernicano que favorezca la convergencia entre las instituciones públicas y privadas, pudiendo ser capaces de consolidarse en el mediano plazo para alcanzar, gracias a la optimización de sus recursos internos (O.R.I.) (6) una nueva frontera de producción-organización integral, llegando así a un nuevo techo conseguido por su propio esfuerzo (7), y posibilitando entonces, y solo entonces, un acceso a los fondos y ayudas procedentes de la cooperación internacional de una forma eficiente y adaptada a una realidad reinventada por si misma, conocedora de sus problemas, debilidades, fortalezas y horizontes. De esta forma, es posible ahorrar numerosos recursos que se diluyen en una política de C.I. difusa, desorientada y fundamentalmente asistencialista. Pero hay que insistir en los conceptos del mediano y largo plazo, ya que de no planificar de esta forma un cambio, las economías periféricas se verán sometidas a los rápidos cambios económicos que se originan a nivel mundial, socavando de forma más irreparable las posibilidades de superar la causación circular de la pobreza como ya sugirió Myrdal en su momento.(8)


1. CEBALLOS, Miguel (2.003): Desarrollo económico global: una herramienta para mejorar la gobernabilidad. Universidad de Georgetown, Banco Mundial y BIRF. Pág 2 y siguientes.

2. Considero que el término “entrenamiento” asociado con Recursos Humanos o Capital Humano, no es apropiado por cuanto, supone que las Competencias del trabajador son básicamente reductibles a su concepción de mero elemento de producción en un sistema económico capitalista. Más adelante haremos referencia a los conceptos de agentia (agencia), agente y capacidades, utilizadas por Amartya Sen, e incluso de forma indirecta por Juan Pablo II.

3. Fuente OIT andina. Sin embargo, en otra estadística de la OIT, se cifra el empleo informal en Perú en un 71.5%. Aunque hay que observar que estas estadísticas se circunscriben únicamente a la Lima metropolitana, no considerando el total de departamentos del país, lo que, en caso de elaborarse, elevaría la cifra de informalidad.

4. Resulta muy útil la visión sobre la teoría del cumplimiento de contratos que ofrece Spiller, la cual identifica el cumplimiento de los contratos con el desarrollo institucional, ecuación que ofrece una visión sobre el grado de éxito o fracaso que puede tener en contexto determinado, iniciativas de diferente índole. SPILLER, T. Pablo (2004): “Una teoría institucional de los contratos públicos” Universidad de California. Berkeley.

5. Este problema fue advertido con buen criterio por Hernando de Soto, quien pensó que una de las salidas de la pobreza consistía precisamente en cuantificar los bienes de las personas en situación de pobreza, darles un título de propiedad para convertirlos en activos que les permitiese tener credibilidad ante una entidad bancaria para obtener un crédito. En DE SOTO, Hernando (1998): “El misterio del capital”. El Comercio, Lima. Sin embargo, uno de los principales problemas de su teoría es la escasez de datos en cuanto a la metodología empleada para cuantificar los bienes de la pobreza, algo que ya criticó Roy Culpepper en su artículo CULPEPPER, Roy (2.002): “Demystifing Hernando de Soto: a review of the mistery of Capital”. North South Institute. Canadá. En www.nsi-ins.ca/ensi/pdf/desoto.pdf Pero además hay que tener en cuenta las dificultades de desarrollar un plan de estas características de forma masiva, sobre todo teniendo en cuenta la escasez de censos completos, no solo de Lima sino de las provincias, además del grado de desarrollo del subsector económico informal, la desbancarización progresiva como consecuencia de medidas coyunturales de captación de recursos por parte de un gobierno que necesita recaudar más recursos y lo hace castigando al formal con el ITF (Impuesto sobre Transacciones Financieras). Ante este clima de desconfianza institucional, el grado de éxito de implementación de medidas de titulación de propiedades no tiene un sustento lógico. Esta política se viene desarrollando desde 1998, tres décadas después de la Reforma Agraria de Velasco en 1969, tras la cual, muchos de los pequeños propietarios que habían recibido tierras de la desamortización latifundista, se encontraban en una situación de incertidumbre legal con respecto a sus tierras. En 1998, únicamente 300.000 de los 3,5 millones de propietarios de tierras rurales en el Perú disponían títulos de propiedad lo suficientemente válidos como para ser reconocidos en los tribunales en caso de litigio. Pero este no es un problema exclusivo que nos permita culpar el deterioro del agro peruano, sino que es un problema que se enraiza desde la época de la conquista y los fracasos por crear un procesos de descentralización desde 1821, momento en que se instauró la república. Sobre esta cuestión problemática que no tiene un motivo actual sino histórico, ver mi trabajo URETA, Iván (2.004): “La descentralización peruana y el desarrollo del sector agrario”. Actas del XII Coloquio de Geografía Rural. Universidad de León. España. En prensa. A pesar de estos problemas estructurales, la incertidumbre de no poseer títulos de propiedad con los cuales poder sustentar la petición de un crédito ante una entidad bancaria o simplemente revalorizar el valor de las tierras, el gobierno peruano inició en los 90 un programa de entrega de documentos de titularidad a más de dos millones de campesinos. Entre 1996 y 2001 se entregaron 1,2 millones de títulos de propiedad, y se espera registrar otro millón hasta 2006. Incluso el BID apoyó el proceso mediante la concesión de un préstamo de US$21 millones en 1996 y otro por US$$23,3 millones en 2001. Este macroproceso se integra dentro del Proyecto Especial Titulación de Tierras y Catastro Rural (PETT). Ya que efectivamente sin un catastro es imposible implementar una reforma agraria. De todos modos, tras cerca de una década de entrega de titulaciones, la situación del agro sigue manteniendo unos índices de desarrollo similar. Los más perjudicados siguen siendo esos pequeños propietarios quienes a pesar de poder estar titulados, carecen de las posibilidades de representación comunal que proteja sus intereses o una política de subsidios agrarios, a través de la cual el gobierno pudiera proteger sus producciones. Y según los datos del ministerio de agricultura: “La agricultura peruana constituye una economía de parceleros en la cual el 85% de los agricultores tiene parcelas con menos de 10 hectáreas predominando las unidades productivas con un área entre 3 y 10 hectáreas (33%) (. Existen 5.7 millones de predios rurales de los cuales figuran inscritos en registro públicos solamente un tercio (1.9 millones). El fraccionamiento de las parcelas en pequeños minifundios y su gran dispersión representan un límite a la eficiencia productiva al tiempo que eleva los costos del transporte.” En www.portalagrario.gob.pe/agricola1.shtml. Para ver los productos agroindustriales (procesamiento de productos agrícolas) que se exportan desde Perú ver GINOCCHIO, Luis (1993): “Agroindustria”. Sietevientos. Lima. Págs 16 y siguientes.

6. No emplearemos el concepto “recurso” desde una perspectiva clásica, sino que en él integraremos (de forma resumida) la población (P), los recursos naturales (R), la tecnología (T) y las instituciones sociales (X), pudiéndose establecer una identidad con respecto a la renta (Y): y=f( P,R,T,X)

7. Reiteramos aquí la idea de Oskar Lange quien habló de la acumulación propio esfuerzo. En LANGE, Oskar (1970): Ensayos de Planificación Económica. Ariel. Barcelona. Págs 10 y siguientes. En dicho texto Lange decía que la ayuda de la C.I. o las ayudas económicas externas podían ser útiles en las fases de despegue económico, pero que posteriormente el proceso de acumulación debía dirigirse por los propios protagonistas. Nosotros en este sentido creemos que, un porcentaje alto de esa ayuda económica que podría influir en el movimiento de despegue de una economía, se encuentra dentro de los recursos que las economías disponen pero que no son capaces de movilizarlos por falta de organización y planificación o trabas gubernamentales, tendentes a desarrollar los indicadores de un marco macroeconómico desvinculándose en muchas ocasiones de la microeconomía.

8. Para mayores resulta imprescindible la consulta de MYRDAL, G (1962): Teoría Económica. Regiones subdesarrolladas. FCE. México. Del mismo autor MYRDAL, G (1964): El reto de la sociedad opulenta. FCE. México.


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