Haciendo negocios en Venezuela
 

Luis Oliveros

 

Otro año más del Viernes Negro

 

Esta semana se cumplirá un nuevo aniversario de aquel famoso y “fatídico” 18 de febrero de 1983. Hasta este día, nuestro país disfrutó de tasas de inflación muy bajas (en un período, las más bajas del mundo), tipo de cambio fijo, altas y sostenibles tasas de crecimiento y una situación de balanza de pagos bastante favorable. Será recordada para siempre como el final de un largo período de estabilidad cambiaria y de precios que tuvo Venezuela, y el inicio de una nueva era de devaluación – inflación y fuerte recesión, proceso del cual 21 años después, lamentablemente no hemos podido salir.

La caída de los precios del petróleo que llevó a las exportaciones petroleras de 19.3 millardos de dólares en 1981 a casi 13.5 millardos en 1983 (una caída del 30%) y el inicio de la crisis de la deuda en América Latina, produjeron una fuga de capitales de casi 8.000 millones de dólares (y por ende el correspondiente descenso de las Reservas Internacionales), factores que hacían inminente una devaluación.

La corrección del tipo de cambio no fue tan fuerte por el establecimiento del control cambiario, sin embargo si analizamos el mercado libre (“paralelo”) de la época, vemos que para finales de 1983 el diferencial alcanzaba casi un 180%.

A pesar de los factores enumerados, estos solo fueron consecuencias obvias del agotamiento del modelo económico venezolano. La estructura fiscal del Estado rentista no pudo seguir generando los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades crecientes en condiciones de estancamiento y disminución prolongada de los ingresos petroleros. Recordemos que el gran error de nuestro país fue la percepción de permanentes, los dos boom petroleros de 1974 y 1979.

También es importante reconocer que parte de la gestación y desencadenamiento de la crisis obedeció a la inconsistencia de las políticas fiscal y monetaria (ambas expansivas) con el esquema de tipo de cambio fijo por parte del gobierno de la época, el cual evidenció serias carencias en el manejo de la materia económica.

A más de 20 años de aquella experiencia, nuestro país parece no haber aprendido de sus errores, y sigue empeñado en depender en un gran porcentaje del sector petrolero como generador de divisas y gran parte de nuestros ingresos fiscales. Mientras sigamos esta dependencia, los vaivenes del mercado petrolero, dictarán el errático comportamiento de nuestra economía.


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