La Economía Política de la Construcción del Socialismo
Figueroa Albelo y otros

 

 

RELACIONES DE PRODUCCIÓN Y DE PROPIEDAD: CONTRADICCIONES ESTRUCTURALES EN LA TRANSICIÓN SOCIALISTA EXTRAORDINARIA

 

Víctor M. Figueroa Albelo

 

Si la economía política estudia el sistema de relaciones de producción, entonces resulta indispensable el examen estructural del contenido y características de dicho sistema en la formación económica de transición al socialismo desde una perspectiva lógica e histórica. Las nuevas relaciones de producción socialistas en su formación y despliegue están acompañadas de otros modos de producción y de propiedad sobre los medios de producción, dando lugar a un sistema complejo de carácter heterogéneo en el plano económico y social. Fenómeno este que constituye una regularidad, una necesidad objetiva de estos procesos, particularmente, en la periferia subdesarrollada.

La heterogeneidad da lugar a su vez a un sistema particular de contradicciones que abarcan y penetran todos los ámbitos de la reproducción económica, social y espiritual de estas sociedades. En este punto se examinarán solo aquellas de carácter estructural, o sea las vinculadas más directamente con la base económica de este período sin obviar algunas referencias a otras dimensiones de su existencia.

 

 

I. RELACIONES SOCIALES DE PRODUCCIÓN EN LA TRANSICIÓN Y LA HETEROGENEIDAD

La Economía Política de la construcción del socialismo como ciencia reconoce que: “En la producción de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política (…)”.[1] De aquí el concepto de formación económico-social. Las relaciones de producción conforman un sistema que abarca desde la producción y apropiación del excedente económico, pasando por la distribución de la riqueza, intercambio y el consumo final.[2] La ley de la correspondencia entre el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción es el fundamento de la teoría marxista del desarrollo la que no excluye el papel de la superestructura, incluida la cultura.[3]

Ahora bien, estas “relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad” tienen lugar siempre a partir de y en el marco de determinadas “relaciones de propiedad”. Estas últimas se sustantivan y realizan económica y jurídicamente en el mismo proceso histórico de apropiación de los medios de producción y la convención social las santifica jurídicamente.

En sentido económico, la propiedad no es más que el monopolio que ejercen determinadas personas, colectivos o la sociedad (parcial o en pleno) sobre los medios de producción, en tanto que esferas privativas de su voluntad; ellas condicionan las formas sociales de articulación-relación de los medios de producción con los productores directos en la producción y apropiación del excedente económico. “Lo único que distingue unos de otros los tipos económicos de sociedad, (...), es la forma en que este trabajo excedente le es arrancado al productor inmediato, al obrero (...)”.[4] “El trabajo excedente no fue inventado por el capital. Dondequiera que una parte de la sociedad posee el monopolio de los medios de producción nos encontramos con el fenómeno de que el trabajador, libre o esclavizado, tiene que añadir al tiempo de trabajo necesario para poder vivir una cantidad de tiempo suplementario, durante el cual trabaja para producir los medios de vida destinados al propietario de los medios de producción (...)”.[5]  (Ver sobre la propiedad y la propiedad socialista en otro apartado).

Somos de la tesis de que la construcción del socialismo en la periferia responde al concepto de una “formación económico social” particular de transición en la historia.

Veamos en este punto el contenido de la base económica, —esto es, como conjunto de relaciones de producción con su composición estructural—, del período de transición socialista en su evolución práctico-histórica.

La transición al socialismo para Marx y Engels ocuparía un espacio temporal económico histórico breve, caracterizado por una base económica homogénea. El fundamento de esta tesis descansa en la concepción del comunismo como fruto del desarrollo capitalista en los países más avanzados que de paso habrían eliminado previamente a la pequeña producción urbana y rural. Mucho más tarde, Engels refiriéndose a las naciones atrasadas, “semicivilizadas”, expresó que estas accederían paulatinamente a la revolución política y económica a condición de la victoria de la revolución en Europa y Norteamérica; lo que les llevaría plazos prolongados pasando por diversas etapas que “no podían precisarse de antemano” a tenor con las particularidades nacionales. Lo primero no ocurrió ciertamente pues las revoluciones tuvieron lugar en los países atrasados del capitalismo monopolista y en las neocolonias.

El modelo de transición al socialismo en Rusia y en el resto de las ex colonias zaristas, incluido el caso de Mongolia, a principios del siglo XX, constituía un modo particular de acumulación para promover el desarrollo bajo el mando del proletariado y las banderas del socialismo. Ocuparía un tramo histórico prolongado porque se imbricaban dos movimientos diferenciados y simultáneos: primero, el de Rusia que avanzaría del capitalismo monopolista y monopolista de estado atrasado de la época para alcanzar los niveles de las fuerzas productivas de Europa y Norteamérica y, segundo, el paso (salto) de las ex colonias de la era precapitalista mediante etapas sucesivas y múltiples hacia la construcción socialista en plazos indeterminados previamente.[6]

La Nueva Política Económica (NEP) instaurada después de concluida la guerra civil, sustituyendo al Comunismo de Guerra, contenía los vectores clave del proceso particular de acumulación originaria socialista, el enfoque estructural-funcional del sistema económico en transición y sus dimensiones correspondientes en la superestructura, específicamente en las esferas de la política, la lucha de clases y la cultura entre otras.

La NEP proyectó por primera vez la necesidad objetiva de un sistema socioeconómico heterogéneo de relaciones de producción para construir el socialismo en un país atrasado. Lenin demostró teóricamente dicha necesidad a partir de la conocida ley universal de la socialización según la cual las fuerzas productivas heterogéneas por su nivel reclaman formas diferenciadas de apropiación social. La razón política de este enfoque socializatorio es fundamental por dos razones básicas, primero, las clases y grupos sociales con sus intereses, las alianzas políticas internas para sostener el poder más la influencia de la lucha de clases en el plano internacional. Segundo, no hay que olvidar que fueron las revueltas campesinas en el Volga las que advirtieron la necesidad del cambio radical de la política económica en esos años.

El sistema de relaciones de producción de la transición nepista conformaba una totalidad única, múltiple y diferenciada compuesta por cincos tipos o modos de producción e intercambio (socialista, capitalista de estado, capitalista, privado individual, y patriarcal) con sus formas correspondientes de propiedad y agentes económicos específicos. Era una economía heterogénea (mixta o multitipo) en el plano estructural en la que el tipo socialista emergente tendería a convertirse en el eslabón central del movimiento económico.  Con tal estructura podían crearse los incentivos necesarios para impulsar el desarrollo dinámico y eficiente de la economía, la modernidad productiva, el equilibrio político y la victoria del socialismo.

Si la NEP representó la clave del modelo estratégico de desarrollo.[7] Algunos no logran aislar a la NEP de las deformaciones promovidas posteriormente por Stalin que condujeran a una violentación o ruptura precipitada del modelo nepista y del período de transición al socialismo.[8] En el que se imbricaron o mezclaron concepciones del Comunismo de Guerra de la NEP, especialmente lo referido al cálculo económico en el marco de relaciones de mercado restringidas.[9] Así surge el llamado modelo soviético. La conclusión del período de transición en la URSS se declaró precipitadamente una vez universalizada la forma estatal de economía seguida de la cooperativista.

Después de la II Guerra Mundial, muchos países de la periferia subdesarrollada europea (excepto Checoslovaquia y la parte oriental de Alemania) y otras naciones del Tercer Mundo hicieron sus revoluciones políticas y declararon la vía socialista del desarrollo. La pregunta clave para el marxismo consistía en determinar lo particular de esta transición. Fidel en Chile enunció una tesis fundamental: constituye un modelo particular de desarrollo para salir del subdesarrollo. Otra pregunta versaba sobre la configuración estructural modelo económico para alcanzar dichos objetivos ante el atraso de las fuerzas productivas de estos países con sus enormes desniveles técnico-productivos, diversidad estructural y social. En principio, el carácter heterogéneo de la base económico-social por un período prolongado, comandada por el tipo socialista sobre las fuerzas productivas fundamentales, podía y debía ser la respuesta estructural.

Los procesos revolucionarios victoriosos se orientaron, bajo la conducción del Estado, a lograr el dominio y posterior predominio de las relaciones socialistas de producción, coexistiendo durante un tiempo con formas capitalistas y precapitalistas, subordinadas a la regulación creciente del tipo socialista. Pero casi todos reprodujeron más o menos rápidamente el modelo soviético posnepista. Las tesis acerca de la asimilación-integración de estos países a la "economía socialista desarrollada" y las concepciones y prácticas acerca de la posibilidad y viabilidad de implantar universalmente los axiomas del "socialismo real" directamente, llevaron a violentar (saltar) de un modo u otro una que otra tarea y etapa de la construcción socialista en las distintas experiencias nacionales con sus lógicas e históricas diferencias.

El modelo postnepista o eurosoviético fracasó, se derrumbó. Antes del derrumbe del campo socialista, China y Viet Nam, y Cuba a partir de los 90ta, desplegaron reformas estructurales y funcionales, dando a luz a un tipo original de economía heterogénea (mixta[10] o multitipo) de transición al socialismo, encabezada por las relaciones de propiedad y de producción socialistas acompañadas por los tipos capitalista privado, capitalista de estado y la pequeña producción mercantil urbana y rural.[11]

La construcción socialista es una formación económico-social en transición al socialismo compuesto por un sistema heterogéneo de relaciones de propiedad sobre los medios de producción cada una con sistemas particulares de producción, distribución, intercambio, consumo y dirección los cuales interactúan en un tejido económico y social de interdependencias, que se integran en una totalidad única nacional. En esta totalidad domina o predomina el tipo socialista de economía, llamado a comandar el movimiento económico-social y espiritual hacia el desarrollo en íntima y multilateral interdependencia interna con la superestructura y el entorno internacional. El movimiento del sistema en su conjunto transcurre por diversas etapas de desarrollo y su conclusión como período específico hay que concebirlo en los marcos de cambios revolucionarios a escala regional o planetaria.

La dialéctica base-superestructura en esta formación económico-social particular[12] y sus relaciones con las fuerzas productivas internas en su articulación con las mundializadas es un componente obligado de esta economía. La superestructura es un factor determinante en el proceso de transformación revolucionaria; ella refleja, formaliza y recrea las relaciones económicas, sociales y espirituales de esta sociedad; en una palabra, reproduce al hombre como ser social afirmándolo en su individualidad y a la sociedad como identidad, pero al mismo tiempo, puede frenar y hasta distorsionar el curso socialista y el proceso de formación del hombre nuevo.

Entonces el problema consiste en desarrollar la economía política particular de esta formación social en transición al socialismo que asuma y refleje las peculiaridades de las relaciones socialistas de producción y su funcionamiento en sus íntimas relaciones de vinculación e interdependencia con el resto de los componentes de la estructura económica y social heterogénea.

 

II. CONTRADICCIONES ESTRUCTURALES EN LA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO

Cuando se habla de contradicciones se está aceptando un principio clave de la dialéctica que explica y fundamenta en última instancia el movimiento de los sistemas económicos. La unidad fenoménica (diferencia, interpenetración) se compone de contrarios que mutuamente se condicionan y mutuamente se excluyen; en la lucha (oposición, contraposición) por la unidad y la exclusión subyacen las fuerzas que desencadenan el movimiento, el cambio y el desarrollo social; especialmente el cambio de los modos de producción en la historia de la que el hombre es su hacedor consciente.

Esta dialéctica del movimiento en la historia se explica porque a cada sistema de relaciones sociales de producción le son inherentes ciertos y determinados intereses económicos. Estos intereses se ponen de manifiesto en la esfera de la política por intermedio de las clases y grupos sociales correspondientes, organizados en partidos políticos que dirimen sus disputas en los campos: económico y superestructural (poder político e ideológico). En la superficie fenoménica todas estas relaciones contradictorias aparecen en forma nebulosa, intermediadas por las luchas y alianzas entre los partidos y organizaciones diversas que definitivamente representan a una u otra clase social antagónica o aliada.

Las contradicciones conforman siempre un sistema donde podrían distinguirse, según los diversos planos analíticos e interdependencias que se tomen de referentes, las de perfil antagónico y no antagónico según el carácter político-económico de los opuestos dentro del sistema dado y su lugar en el cambio; también cabe subrayar la contradicción fundamental y las no fundamentales, ateniéndonos al lugar y papel que ocupan en el movimiento y el desarrollo.

 

Una estructura semejante existió durante la NEP en época de Lenin y hoy en China y Viet Nam.

 

La llamada contradicción fundamental revela la esencia cualitativa particular de cada sistema económico-social dado y por lo mismo explica el fundamento de su reproducción y desarrollo. (El carácter social de la producción frente a la forma privada de apropiación sintetiza el conflicto existencial del capital, su carácter progresivo y la tendencia histórica limitada de este régimen de producción). Las contradicciones no fundamentales abarcan una amplísima gama de relaciones fenoménicas que están subordinadas a la esencia y lógica de cada sistema de relaciones de producción e intercambio; ellas revisten formas específicas de existencia y realización en cada etapa del desarrollo de los distintos regímenes de producción aunque algunas rigen en más de un modo de producción, digamos por ejemplo, la contradicción derivada del aislamiento económico (absoluto o relativo) de los productores sociales.

 

1. TIPOLOGÍA DE LAS CONTRADICCIONES ESTRUCTURALES

El sistema y carácter que asumen las contradicciones en la construcción socialista dependen de la estructura heterogénea que asuma el modelo económico, ateniéndose a las peculiaridades internas de cada país y al entorno internacional durante todas las etapas de su desenvolvimiento histórico. Su composición estructural incluye entre otros momentos analíticos los siguientes:

v      Las contradicciones entre los distintos tipos de economía (intertipos) en los marcos de la totalidad, o sea de la economía única nacional de la transición al socialismo, las que revelan la unidad del sistema y la lucha entre sus componentes económicos y sociales. Aquí están presentes la contradicción antagónica fundamental de la economía de transición y otras no antagónicas.

v      Las contradicciones propias o intrínsecas a cada tipo de economía destacan lo que los hace particular y diferentes unos de los otros. Entonces la heterogeneidad da lugar a la existencia de múltiples contradicciones fundamentales como tipos de economía existan, que mutuamente se condicionan y mutuamente se excluyen. Ahora bien, la transición como totalidad destaca necesariamente a primer plano la contradicción fundamental del tipo socialista como eje dominante de la tendencia al desarrollo; por lo mismo el resto de las contradicciones aparecerán mediadas y subordinadas a un nivel determinado de acuerdo a múltiples circunstancias histórico-concretas del mismo proceso de construcción socialista.

v      La contradicción entre la economía única (totalidad) y sus componentes económico-sociales en cuanto a la circulación y realización del producto global.

v      La contradicción de la economía-nación vs economía mundial.

Los tipos de economía en la transición socialista representan por separado un modo particular de producción y a cada uno de los cuales corresponde una determinada forma específica de propiedad sobre los medios de producción con sus relaciones sociales de producción, fuerzas productivas, intereses y leyes económicas, clases sociales y visión ideológica. También por supuesto las contradicciones internas propias a cada tipo dado de economía. La unidad (relación de interdependencia dentro de la economía nacional única) y lucha (enfrentamiento, competencia, emulación) rige para la economía y sociedad de transición al socialismo.

Si las relaciones sociales de producción son diversas, lo mismo sucede con las fuerzas productivas a escala social, cargadas de distorsiones y desproporciones estructurales derivadas del atraso y subdesarrollo del capitalismo periférico. Sin embargo, suponen siempre un cierto nivel de integración e interdependencia técnica, tecnológica y productiva interna y de dependencias estructurales externas; o sea una proporcionalidad sobre cuya base tiene lugar la reproducción ampliada (contando con que las limitaciones y obstáculos que impone al ciclo económico interno y al despegue económico). Los intereses y leyes económicas nunca se dan en estado puro al interior de los tipos de economía de la transición, sino que lo hacen necesariamente bajo múltiples mediaciones y solapamientos a través de todo un sistema complejo de vínculos de dependencia e interdependencia entre los diversos tipos de economía, bajo la influencia del modo dominante de producción e intercambio.

Este es el marco global en que se desenvuelve la lucha por la hegemonía político-económica y la interrogante del quién vence a quién durante el período de transición del capitalismo al socialismo.

2. CONTRADICCIONES INTERNAS, PROPIAS, AL TIPO SOCIALISTA DE ECONOMÍA

Como que el tipo socialista es la nueva cualidad emergente, el promotor del cambio socioeconómico y el eje central de la acumulación originaria, veamos las contradicciones internas que le son inherentes, haciendo abstracción por el momento de la existencia de las economías no socialistas que lo acompañan.

El tipo socialista se forma, –como se sabe–, a partir de la nacionalización del gran capital y surge la propiedad socialista que inaugura las nuevas e incipientes relaciones sociales de producción. Estas relaciones emergentes coexisten durante un tiempo no predeterminado con las relaciones de producción no socialistas. La economía socialista naciente está matizada por múltiples circunstancias propias a cada país: desarrollo alcanzado, grado de heterogeneidad socioeconómica, las clases y lucha de sociales, relaciones políticas, étnicas, culturales, tradiciones, idiosincrasia y otras cualidades, más el estado del entorno internacional. 

Contradicción fundamental: ley del excedente económico socialista

Una cuestión de método. Primero, la contradicción fundamental de la economía socialista en la transición no cabría explicarla por sí misma, sino tomando en cuenta la idea que tengamos de ella en su estadio superior, o sea, en la fase comunista. Esa cualidad madura no existe y solo podremos aproximarnos a su contenido esencial con la ayuda de algunas de las tesis de la teoría marxista del desarrollo. Segundo, esta contradicción sirve para definir los rasgos esenciales del comunismo, del socialismo y de la economía socialista en formación durante el período de la transición. En este último debe contener algunos de los rasgos esenciales comunes de aquella en la fase comunista, haciendo las debidas aproximaciones y salvedades.

Marx y Engels plantearon que el comunismo es “Una sociedad en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición primaria del libre desenvolvimiento de todos”,[13] proceso este solo dable bajo la premisa de la propiedad comunista la cual “no restaura la propiedad privada ya destruida, sino una propiedad individual que recoge los progresos de la era capitalista: una propiedad individual basada en la cooperación y en la posesión colectiva de la tierra y de los medios de producción producidos por el propio trabajo”.[14] Entonces el comunismo supone un estado de cosas en que “cada miembro de la sociedad participa(r) no solo en la producción, sino también en la distribución y en la administración de las riquezas sociales” y “mediante la dirección planificada de toda la producción (se) acreciente de tal modo las fuerzas productivas de la sociedad y su rendimiento”, con lo “que se asegure a cada cual en proporciones cada vez mayores la satisfacción de todas sus necesidades razonables”.[15] Pero nos prevenían: “el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual”.[16]

Las tesis enunciadas hay que concebirlas en sus contextos ideales: la visión de los clásicos acerca del comunismo como fenómeno universal procedente del mundo capitalista desarrollado y en su fase última, más madura. De tales tesis es posible deducir lo siguiente en relación con el contenido de la contradicción fundamental del comunismo:

  • Las fuerzas productivas sociales son apropiadas socialmente por la sociedad en pleno y cada uno de sus miembros aptos para trabajar con plena conciencia de lo que hacen y con la eficiencia que corresponde a la de un productor-propietario: único modo de realización plena del trabajador como propietario social.
  • El dominio consciente equivale a la regulación planificada de la economía y de la sociedad la cual subordina el movimiento económico, y tiende objetivamente a la concordancia entre los actos y fines intencionales (predeterminados) de los hombres con los resultados no-intencionales; de este modo ocurre la transformación paulatina de la no-intencionalidad de los resultados finales en una determinación intencional consciente.
  • La expansión continua de las fuerzas productivas, de la producción y de la productividad, junto al hombre que transforma su conciencia, es el fundamento material y humano de la nueva sociedad.
  • El consumo “razonable” reproduce al hombre en una dimensión histórica condicionada, subordinada por la forma y la cantidad y la ética en correspondencia con el nivel de desarrollo alcanzado por la capacidad productiva de la sociedad. La equidad, la igualdad social plena y el libre desarrollo de la personalidad, el hombre nuevo del que nos hablara reiteradamente el Che, sintetizan dinámicamente el objetivo de esta sociedad.

En resumen, la síntesis de la contradicción fundamental se expresa a través de la realización del productor como propietario social individualizado, –realización humana por intermedio de la sociedad– con todos sus atributos correspondientes y subjetividad social emancipada y libre. Esto sea dicho en el plano de los grandes objetivos del sistema, enfatizando su costado ético.

La ley económica que se desprende de la contradicción fundamental tiene que versar sobre la economía, cuya síntesis superior es el excedente económico o plusproducto. Sin excedente económico creciente y eficientemente producido no hay progreso posible. El cambio sustantivo en las nuevas condiciones radica en que asume un carácter social dual: en la producción y en su apropiación por la sociedad en su propio beneficio como totalidad.

En la misma línea de pensamiento de Marx, refiriéndose al socialismo a finales de siglo XIX, Engels precisó su dialéctica de desarrollo “La llamada sociedad socialista no es una cosa hecha de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla como todos los demás regímenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación”.[17]  Por eso, en la fase socialista del desarrollo la contradicción fundamental no se puede plantear exactamente igual a la de la fase comunista, aunque su esencia sea la misma, menos todavía en la construcción del socialismo. Esas diferencias pueden reconocerse al menos en dos planos, primero, la socialización de las fuerzas productivas admite diversidad de formas de propiedad y explotación aunque bajo diversas formas socialistas. Segundo, el nivel todavía insuficiente de las fuerzas productivas nacionales e internacionales –recordemos que esta última visión concuerda con la tesis de Marx-Engels sobre el comunismo universalizado– en que el desarrollo de las primeras requiere de estimuladores especiales y de otras mediaciones económicas y superestructurales porque el trabajo no constituye aún una necesidad vital, y, tercero, el largo proceso necesario para la transformación de la conciencia y la cultura de los individuos heredados del capitalismo. Este proceso no habrá concluido todavía en la primera fase.

Mucho más cerca a la visión del socialismo en la transición dentro de la periferia, el Che afirma que "El socialismo no es una sociedad de beneficencia, no es un régimen utópico basado en la bondad del hombre como hombre. El Socialismo es un régimen al que se llega históricamente, y que tiene como base la socialización de los bienes fundamentales de producción y la distribución equitativa de todas las riquezas de la sociedad, dentro de un marco en el cual haya producción de tipo social”.[18] Entonces, la capacidad y posibilidades para potenciar la producción de un Excedente Económico, Cada Vez Mayor y con Mayor Eficiencia, es decisivo en su lucha frente al resto de las economías existentes a lo interno y frente a la economía capitalista internacional.

La contradicción fundamental de la economía socialista durante el período de transición en la periferia subdesarrollada es mucho más limitada en su campo de acción en tanto que representa –como ya se sabe– un modelo particular de desarrollo en que el tipo socialista se convierte en alternativa y fuente de la acumulación originaria a fin de impulsar el salto o despegue económico y social mediante un proceso paulatino y gradual de desarrollo hacia la civilización desde el subdesarrollo periférico en los marcos de una mayor o menor heterogeneidad socioeconómica por lo que coexisten diversos tipos de economía con sus propias contradicciones fundamentales.

También no hay que olvidar que este proceso transcurre en medio del atraso del cual se quiere escapar y la lucha política, ideológica y militar frente a las clases sociales retrógradas y a las embestidas del imperialismo. Necesariamente resulta un proceso prolongado y difícil que entraña incluso diversidad de etapas antes de llegar al socialismo mundializado. La contradicción fundamental propia al tipo socialista comanda y expresa la esencia y perspectiva del sistema en transición visto como totalidad, y por su carácter y perspectiva contiene, en principio, aunque en forma embrionaria, tosca, incompleta todavía, aquellas esencias del comunismo. De no ser así se perdería inevitablemente el rumbo hacia el desarrollo comunista. El Che sintetizó el ABC de la transición para construir el comunismo desde la periferia: “producción, más productividad, conciencia” con lo que subraya la continuidad de las etapas y fases del desarrollo comunista y el papel histórico y fin último de la transición socialista en la periferia.

La contradicción fundamental sirve de guía para el diseño de las estrategias y políticas económicas, basadas en los principios de equidad, justicia social, humanismo, ética y democracia en las que aparece involucrado todo el pueblo y que subordina la acción del resto de los tipos de economía no socialistas.

Socialización de las fuerzas productivas atrasadas: salto a la modernidad

La contraposición entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción es un conflicto sempiterno y universal. Esta articulación no cabe interpretarla mecánicamente y no puede medirse porque no es una proporción matemática. Sin embargo, en la construcción socialista desde el subdesarrollo adquiere una trascendencia particular puesto que de su solución depende el desarrollo eficiente de la economía en su conjunto y la victoria económica e ideológica del régimen socialista.

El problema se reduce a que la socialización por la sociedad subdesarrollada de los medios fundamentales de producción choca con el atraso (absoluto y relativo) de las fuerzas productivas. Las formas sociales de socialización –bien la estatal, cooperativa u otras modalidades– son, como regla, más avanzadas que su base material de sustentación; esta dicotomía se revela finalmente en la eficiencia o falta de eficiencia que se sintetizan en los conceptos de socialización formal y real (capacidad de dominar, dirigir, regular, controlar y hacer eficientes la apropiación de unas determinadas fuerzas productivas). Esta asimetría no se resuelve ni en el corto ni el mediano plazo, sino en un larguísimo período histórico de acumulación originaria socialista. En este plano intervienen múltiples variables internas y externas que asumen un rol decisivo, como el tamaño y estructura técnico-productiva y socioeconómico de la economía, las reservas de recursos naturales, los avances de la RCT, la dimensión cuantitativa y cualitativa de la fuerza de trabajo nacional y otra innumerable cantidad de variables internas y externas (coyunturales y de largo plazo). Las estrategias y las políticas económicas sintetizan estas aspiraciones y metas intencionales de la sociedad.

La transición extraordinaria en la periferia en comparación con el orden capitalista subdesarrollado, ahora bajo su forma neoliberal, a pesar de todas las dificultades y obstáculos internos, amenazas y bloqueos externos, ha demostrado poseer una capacidad más elevada y humana para impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas materiales y el “desarrollo humano” en toda su extensión e integralidad. La cooperación, bajo sus diversas y múltiples variedades, incluso con medios de producción atrasados, es capaz de potenciar la capacidad productiva de los individuos sociales, liberados de la explotación, gracias al entusiasmo de las masas. Esta tesis la confirman múltiples experiencias socialistas,[19] como el caso de la Revolución Cubana que ha alcanzado un relativo desarrollo de la industrialización, un potente despliegue de la ciencia y la técnica y, sobre todo, un alto desarrollo humano en y desde el subdesarrollo sin que este último pueda darse por superado totalmente.

Formas de la propiedad socialista (ver más adelante sobre este tema)

La existencia de dos formas de propiedad socialista, la estatal de todo el pueblo y cooperativa (de grupo), revela la existencia de diferencias socioeconómicas por el grado y nivel diferenciado de socialización de la base productiva, y otras diferencias en cuanto a las condiciones de trabajo, las relaciones de distribución, la productividad, la eficiencia y los niveles de ingreso y consumo de los trabajadores y sus familias.

Mecanismo económico y formas de propiedad socialistas

Las relaciones de organización, dirección y control de la economía socialista, más concretamente el mecanismo económico, forman parte de las relaciones sociales de producción bajo su forma más superficial y concreta. Las contradicciones principales que se encierran en este contexto son: 1) el grado de correspondencia entre las relaciones de producción-fuerzas productivas tomadas de conjunto, por un lado, y, de otro, el mecanismo económico de su realización efectiva. 2) el grado de correspondencia de este mecanismo con la vigencia y acción de las leyes económicas objetivas y la participación activa-real de los trabajadores, y 3) el nivel de articulación superestructura-base económica.

Estas contradicciones son clave en el desarrollo socialista periférico, al menos, por las razones siguientes. Primero, el bajo nivel cultural inicial de la población y la carencia de fuerza de trabajo formada y entrenada para dirigir con conciencia técnica, económica y política la producción social y el aparato productivo. La revolución cultural transcurre con cierto retraso respecto a los cambios económicos, aunque ella se inicia precisamente con la liberación nacional y el paso al socialismo. En consecuencia surge la tendencia al burocratismo. Segundo, el mecanismo económico socialista fue el aspecto menos desarrollado y más polémico de la construcción socialista en el mundo. El atraso de la economía política figuró como una de sus causas. Estos países se vieron forzados a tomar prestado o copiaron las formas de organización y gestión de los países socialistas más desarrollados sin ajustarlas y adaptarlas a sus peculiaridades nacionales. Tercero, la lucha de clases y las visiones subjetivistas apuraron en no pocas experiencias la socialización de fuerzas productivas no socializables por la vía de la propiedad de todo el pueblo, lo que se tradujo objetivamente en tendencias burocráticas. Cuarto, la base agraria o agroindustrial predominante de casi todos estos países se erigió (y erige) en una dificultad genético-económica para la socialización socialista, la acumulación originaria y el desarrollo económico.

Centralización y descentralización

 

Sin salirnos de esta esfera, merece especial atención la contradicción superestructura-base económica (conjunto de relaciones sociales de producción). Esta contradicción encierra no pocos elementos que se mantendrán hasta que se arribe a la fase comunista como es el caso del Estado y su papel en el desenvolvimiento económico. Centremos la atención en la contradicción centralización-descentralización en la dirección y administración de la cosa económica. Ambos polos forman una unidad indisoluble y están en oposición.

La centralización es la forma de ser de una sociedad que está obligada a dirigir la reproducción conscientemente, esto es, distribuir los recursos escasos en direcciones determinadas para satisfacer las demandas productivas y del desarrollo humano, esto es, la reproducción ampliada con un enfoque social. Esta dinámica debe conducir al despegue económico para liquidar la estructura deformada de la economía subdesarrollada –desproporciones y distorsiones técnico-económicas productivas y sociales a escala nacional y territorial– al nivel de la ciencia y la técnica más avanzada. La superestructura dispone de capacidad suficiente y autónoma hasta ciertos límites para influir en el desenvolvimiento de las fuerzas productivas; es más, está llamada a constituir uno de sus ejes dinamizadores. No hay que olvidar que el hombre es la fuerza productiva fundamental con su conciencia, voluntad, cultura, iniciativa, capacidad de innovación, gestión y organización.

Los eslabones inferiores de la economía, (territoriales y empresariales), son los encargados de la organización y dirección de la producción y reproducción mediante la combinación de los factores escasos asignados por determinación centralizada. Su función objetivo consiste en alcanzar la máxima eficiencia y calidad de la producción y los servicios, así como la maximización del excedente económico absoluto y relativo. Estas funciones requieren de un cierto nivel de autonomía para la toma de decisiones y la optimización de los procesos. Entonces la combinación de ambos polos en cada etapa de la transición es clave para lograr la optimización macro y microeconómica.

 

3. CONTRADICCIONES DEL SISTEMA HETEROGÉNEO COMO TOTALIDAD

Contradicción antagónica fundamental: la lucha entre el socialismo y el capitalismo

El tipo capitalista y el socialista son esencialmente antagónicos, excluyentes históricamente en el plano nacional e internacional; la lucha multilateral entre ambos decide el destino histórico de la transición al socialismo. El conflicto capital /trabajo que encierra la esencia explotadora del régimen del capital pretende subordinar el movimiento económico a su objetivo supremo la maximización de la cuota de ganancia. La sociedad, por su parte, intenta por todos los medios limitar la explotación del hombre por el hombre, la espontaneidad y la anarquía que le son consustanciales al capital.

La oposición del capitalismo privado, derrotado como modo fundamental de producción, pero no vencido, frente al socialismo naciente, débil todavía, constituye la contradicción antagónica de la transición periférica al socialismo. La lucha entre ellos se dirime bajo múltiples formas –cruentas e incruentas– y en los planos económico, político, cultural, ideológico y otros. El desenlace final –el quién vence a quién– tiene su solución última en la capacidad potencial del tipo socialista para superar el nivel de productividad y de eficiencia del capitalista, con rostro humano, justicia, equidad, democracia y desenajenación.


 

Socialismo vs capitalismo de estado en la transición

Las contradicciones entre el socialismo y el resto de los tipos económicos no capitalistas asumen un carácter no antagónico, salvo en el caso del capitalismo de Estado el cual encierra en sí mismo la dicotomía socialismo-capitalismo. El capitalismo de Estado de la transición al socialismo –sobre todo aquel en que se funde o fusiona el capital privado y la propiedad estatal socialista– contiene al unísono dos tipos de contradicciones estructurales, la propia al socialismo y otra al capitalismo, y, por lo mismo, se subordina a dos leyes económicas: la del excedente económico socialista y de la plusvalía. El problema aquí consiste, de modo semejante a como ocurre con el capital privado, en suavizar la explotación parcial del hombre por el hombre sin que se niegue la plusvalía porque excluiría la existencia de este tipo de economía.

 

Pequeña producción mercantil y socialismo en la transición

La pequeña producción mercantil se basa en la propiedad privada o usufructuaria sobre la tierra y otros medios de producción, el trabajo personal y familiar para producir bienes y servicios, una parte de los cuales cubren sus necesidades –economía de autosubsistencia– y otra se comercializa en el mercado. El carácter social de su trabajo y su producto frente a su forma privada individual centra su contradicción y expresa el obstáculo histórico fundamental de este tipo de economía.

Los productores privados son a la vez propietarios y trabajadores; no explotan, como regla, trabajo ajeno; es, por lo tanto, una clase aliada del proletariado en tanto que trabajadores.

La acción espontánea de la ley de valor propende, de un lado, al crecimiento anárquico de las fuerzas productivas y a la diferenciación económica social de estos productores; por otro, a la transformación del dinero y medios de producción en capital entre muchos de aquellos y, en consecuencia, la proletarización de unos frente al aburguesamiento de otros. No hay que olvidar que los pequeños productores forman un entramado económico y social numeroso e importante en los países subdesarrollados que transitan al socialismo (China y Vietnam son ejemplos elocuentes).

La pequeña producción está enlazada contradictoriamente con el resto de los tipos de economía, especialmente con la socialista.

Las relaciones económicas y la interdependencia del sector capitalista y el de los pequeños productores privados, conocidas de antaño, en la transición se atenúan, limitándose las transferencias de excedente económico y las mutaciones sociales mediante la regulación social, la protección de la sociedad a los pequeños productores, las políticas de empleo, salarios y otras medidas de control. Pero la ley del valor crea capitalismo a cada hora, a cada minuto y a cada segundo, como afirmara Lenin. A esa lógica no escapa, aunque sea tangencialmente, la pequeña producción durante la transición al socialismo.

La economía socialista y los productores privados se diferencian en múltiple aspectos: la gran producción socializada vs la pequeña producción individual; la propiedad social vs la privada; el trabajo privado vs el directamente social; la anarquía y la espontaneidad vs el desarrollo planificado. Hay también otros costados sociales y culturales en esta dicotomía, por ello era y sigue siendo de suma importancia la política económica y social orientada a atraer a los pequeños productores a la causa del proletariado.

Los vínculos intereconómicos del sector privado individual con el resto de las economías de la transición son de carácter mercantil, pero ello no excluye que su actividad escape a la colaboración, la cooperación y regulación por el Estado proletario. Los niveles y grados de articulación e interdependencia que se logren alcanzar entre el tipo socialista y esta última es una cuestión clave para el desarrollo en muchos países.

Es posible que este sector sea útil y conveniente, incluso que se amplíe conscientemente durante un tiempo prolongado, sobre todo en aquellos segmentos de la división social del trabajo en que resulta la única forma de organización viable y eficiente de producción al nivel de la tecnología contemporánea. La pequeña producción independiente no tiene que entrar en conflicto con la economía socializada. La socialización de este sector no se decide por decreto, sino que es producto del progreso económico, científico-técnico y social y de métodos y vías apropiadas y voluntarias para su socialización. En esta dirección influye de algún modo el carácter y agudeza de la lucha de clases en cada etapa del desarrollo.

La tendencia a la desaparición de los pequeños productores no opera en la transición socialista como en el capitalismo donde la gran producción masiva los arruina sistemáticamente. La nueva sociedad no admite tal solución por principios de solidaridad y de alianza clasista pues dispone de mecanismos y medios de transformación social sin pasar por el expediente de la quiebra y proletarización forzosa de los pequeños productores. La asimilación-regulación de la pequeña producción mercantil puede llevarse a cabo por intermedio de fórmulas del capitalismo de Estado, la cooperativización y también por intermedio de la absorción voluntara a formas estatales de economía. La vía cooperativa, bajo los principios de voluntariedad y democráticos de organización, cabe interpretarla como el método de socialización de la pequeña producción más viable y comprensible para el salto a una economía de gran escala y a la liberación real de los pequeños productores y sus familias.

Economía única y sus componentes económico-sociales

La heterogeneidad socioeconómica determina objetivamente un cierto aislamiento económico entre los tipos de economía vista en el ámbito de todo el sistema en su conjunto: en ello radica la esencia de la contradicción global de la economía. La economía de transición es mercantil, no ha dejado de serlo, aunque comienza a perder dicha esencia.

El tipo socialista produce preferentemente valores de uso sociales en función de los requerimientos del desarrollo y de las necesidades del pueblo sin olvidar la medida racional del gasto medio de trabajo social ni del excedente económico. La regulación planificada es un conditio sine quanom de toda producción socializada. Con mucha más razón cuando este tipo de producción socializada exige la cooperación, la combinación del trabajo y la regulación planificada consciente de las proporciones que aseguren el movimiento económico. Pero el tipo capitalista sigue produciendo en función de maximizar la ganancia, mientras que la pequeña producción mercantil se guía por dos principios a saber: el valor de uso para la reproducción familiar y el producto-mercancía para el intercambio. Por su parte el denominado capitalismo de Estado conjuga contradictoriamente el interés del capital privado y el de la economía social, o sea la plusvalía y el excedente económico socialista. Los fenómenos señalados plantean el problema siguiente ¿cómo ocurre la interpenetración de los distintos tipos y formas de economía, de qué modo asignar los factores de la producción escasos –tierra, medios de producción producidos por el trabajo humano, fuerza de trabajo y recursos financieros– y asegurar el intercambio de los bienes producidos –medios de producción y medios de consumo- entre los distintos agentes que componen la economía nacional única?

Esta contradicción es la causa clave del carácter objetivo de la ley del valor como ley articuladora de la producción y el intercambio en todo el cuerpo económico de la transición; pues homogeniza las relaciones económicas entre los diversos tipos de economía. Entonces, la espontaneidad y cierto grado de anarquía de la producción y de enajenación son inevitables objetivamente durante la construcción socialista.

Mas la asignación de los recursos y la producción no pueden subordinarse simple y llanamente al valor y a la espontaneidad, cuando el segmento dominante de la economía —la socialista— opera sobre una base planificada con el objetivo de romper el atraso, consolidando y ampliando el sector socializado para satisfacer las demandas del desarrollo y de la población.[20] Entonces, la planificación del desarrollo tiene que extenderse necesariamente a toda la economía en su conjunto mediante el diseño de estrategias de desarrollo del mediano y largo plazos que definan las prioridades en la asignación de los factores de la producción a fin de alcanzar una proporcionalidad más integradora y progresiva del conjunto nacional. En resumen, el valor y la regulación planificada son los articuladores del mecanismo económico en la economía heterogénea de transición al socialismo por lo que funcionalmente constituye una economía planificada de mercado. La libertad y la enajenación bregan en la lucha entre quién vence a quién.

 

ECONOMÍA NACIONAL Y ECONOMÍA MUNDO

La liberación nacional y la construcción socialista entran en conflicto con la filosofía colonial de las grandes potencias que dominan la economía mundo, los mercados, las tecnologías y los recursos financieros. La burguesía mundial y el proletariado en el poder son entidades antípodas, representan sistemas irreconciliables. Este conflicto se dirime internacionalmente en todos los ámbitos de la lucha de clases: económico, político, ideológico, cultural e incluso militar.

La transición en la periferia no liquida, ni puede hacerlo, las relaciones de dependencia estructural externa que hereda y que se reproducen hasta cierto punto por las relaciones de interdependencia mundial a la que no pueden escapar estos países. Los países que siguen construyendo el socialismo junto al resto de los del Tercer Mundo exigen un nuevo esquema de relaciones internacionales que termine con el intercambio desigual, libere las transferencias tecnológicas de las trabas actuales, abra los mercados de los países industriales a los bienes y servicios de los subdesarrollados y anule la deuda externa entre otras cuestiones.

La guerra económica imperialista ha impuesto, como regla, la ruptura, amputación o limitación de las relaciones económicas internacionales de la periferia con un encadenamiento de efectos nocivos como la semiparálisis o colapsamiento del aparato productivo nacional. La reconversión tecnológica y la apertura de nuevos mercados sustitutivos se convierten en un problema clave para estas transiciones. Durante largo tiempo esta situación tuvo salida con el apoyo de la URSS y del CAME que aseguraron los soportes básicos indispensables de la reproducción ampliada e hizo menos penoso, difícil y costoso el camino de la recuperación y del desarrollo. La caída del campo socialista sitúa este problema en una nueva dimensión, aunque no imposible de encontrar salidas. El ejemplo de Cuba lo confirma desde los años noventa.

En los tiempos que corren hay espacios e intersticios aprovechables en este mundo globalizado, pues, no son pocas las contradicciones existentes y por desarrollarse. Así lo demuestran las pugnas entre las transnacionales y los poderes regionales en torno a las áreas de mercado, en el frente financiero, la especulación, las intervenciones militares, ahora bajo la invocación falsa de la lucha contra el terrorismo. Tales conflictividades ocurren a pesar de que los intereses hegemónicos transnacionales están unificados bajo el poderío norteamericano.

Los países en transición socialista en la periferia se plantean la polidependencia en las relaciones internacionales como un enfoque justo, positivo y viable. Hay reservas para ampliar la cooperación y la colaboración ventajosa entre los países que siguen construyendo el socialismo efectivamente, así como en la promoción de la cooperación Sur-Sur hay otra plataforma posible y viable de cooperación beneficiosa con independencia de las diferencias ideológico-políticas existentes, siguiendo estrategias y políticas internacionales coherentes de respeto a la soberanía, la autodeterminación y al derecho de cada pueblo a darse el sistema político y social que estime conveniente.

 

III. PROPIEDAD Y RELACIONES DE PRODUCCIÓN

 

La propiedad socialista sobre los medios de producción y su articulación con las relaciones sociales de producción socialistas han sido fuente de una prolongada polémica en la teoría económica; especialmente la conceptualización de la propiedad estatal y cooperativa y su lugar y papel diferenciados en la construcción del socialismo. Otra cuestión clave, prácticamente olvidada por la teoría económica, se refiere a las contradicciones que encierra esta economía; después del legado de Lenin, la “teoría” del “socialismo desarrollado”, entronizó la sociedad de la armonía perfecta, las “contradicciones cesaron” y con ella la dialéctica del desarrollo. Estos problemas cobran una enorme connotación económica y social desde la perspectiva de la transición extraordinaria al socialismo, caracterizada por la heterogeneidad de las relaciones de propiedad y socioeconómica. En este epígrafe simplemente intentaremos esclarecer nuestro punto de vista sobre estas cuestiones a la luz de la teoría y la experiencia de la transición socialista periférica.

La economía política acerca de la unidad y diferencias entre las relaciones sociales de producción y la propiedad sobre los medios de producción es un gran problema a esclarecer para el desarrollo de la economía política del socialismo y más propiamente la de su estadio de transición en la periferia subdesarrollada.

En la producción de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; (subrayado de V. F.), estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales [21] que se realizan como un sistema desde la producción-apropiación directa de la riqueza, pasando por su distribución, intercambio y consumo.[22] Así, Marx nos plantea sintéticamente, el contenido de la famosísima ley de la correspondencia entre el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción como fundamento de la teoría general del desarrollo histórico. [23]

Ahora bien, estas “relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad” tienen lugar siempre a partir de y en el marco de determinadas “relaciones de propiedad”. Estas últimas se sustantivan y realizan económica y jurídicamente en el mismo proceso histórico de apropiación de los medios de producción, y la convención social la santifica jurídicamente. En sentido económico, la propiedad no es más que el monopolio que ejercen determinadas personas, colectivos o la sociedad (parcial o en pleno) sobre los medios de producción, en tanto que esferas privativas de su voluntad; ellas condicionan las formas de articulación-relación de los medios de producción con los productores directos en la producción y apropiación del excedente económico. “Lo único que distingue unos de otros los tipos económicos de sociedad, (...), es la forma en que este trabajo excedente le es arrancado al productor inmediato, al obrero (...). El trabajo excedente no fue inventado por el capital”.[24]  

Luego la propiedad se erige en la premisa estructural para la “construcción” de ciertas y determinadas relaciones sociales de producción histórico-concretas con una determinada polarización-diferenciación de contrarios, que mutuamente se presuponen y mutuamente se excluyen, en el proceso de producción, distribución, intercambio y consumo del producto social y especialmente del excedente económico que tipifica y diferencia a cada régimen económico-social en la historia. La propiedad se encarna definitivamente en una expresión jurídica que consolida el modo de producción histórico. Por eso mismo, no puede aceptarse su conceptualización como relación hombre-cosa u hombre-naturaleza eterno e inmutable tal como lo explican los tratadistas occidentales.

La pretensión de revelar el contenido de las relaciones sociales de producción y sus leyes económicas partiendo de las relaciones de propiedad y la identificación absoluta de la propiedad con las relaciones de producción, no es más que una ilusión metafísica. Precisamente esa es la esencia de la critica de Marx a Proudhon que “al establecer la propiedad como relación independiente peca de algo más que de falta de método; prueba claramente que no ha comprendido el lazo que une a todas las formas de la producción burguesa, que no ha comprendido el carácter histórico y transitorio de las formas de producción en una época determinada”.[25] Marx, por el contrario, nos enseña que sólo después de haber desentrañado plenamente la esencia del sistema de relaciones de producción capitalistas y su ley económica fundamental es que se puede arribar a una definición de la propiedad burguesa: “Ahora, (…), vista del lado del capitalista, se convierte en el derecho a apropiarse trabajo ajeno no retribuido, o su producto, y, vista del lado del obrero, como la imposibilidad de hacer suyo el producto de su trabajo”.[26]

En conclusión, la propiedad como entidad económica no se explica por si misma, tampoco revela directa y explícitamente el contenido y carácter de las relaciones de producción ni sus leyes inmanentes. Al contrario, son las relaciones reales de producción, una vez asimiladas por la economía política, las que pueden explicar la esencia del sistema de propiedad correspondiente. Tales son a nuestro modo de ver los vínculos genético-funcionales y, por tanto, metodológicos que unen y articulan a las relaciones de propiedad y de producción.[27]

 

PROPIEDAD Y RELACIONES SOCIALISTAS DE PRODUCCIÓN

La propiedad social socialista sienta las bases para la formación de un sistema de relaciones de producción que posee una lógica, una dinámica y leyes económicas específicas que la economía política debe encargarse de explicar a fin de arribar a una definición de la esencia económico-social de la propiedad socialista y sus formas. La pretendida identificación de la propiedad socialista y las relaciones de producción homónimas no es exacta.

La propiedad socialista sobre los medios de producción en la transición socialista se instaura como nueva calidad por un acto jurídico sustentado en el poder político del proletariado, fuerza dominante de la sociedad. En esa etapa ella coexiste, íntima y contradictoriamente, con otras formas de propiedad y relaciones de producción durante un tiempo más o menos prolongado. Naturalmente, la nueva calidad surge bajo una forma inmadura, incompleta todavía, pero encierra la esencia de su forma superior madura. De ahí que resulte necesario partir para su explicación de su naturaleza prospectiva que es precisamente lo que hicieron los clásicos del marxismo.

Marx, Engels y Lenin, cuando se refirieron al nuevo modo de producción luego de la supresión del capitalismo, se mantuvieron fieles a su teoría general del desarrollo, auscultando el curso y tendencias de la socialización capitalista de las fuerzas productivas, especialmente en el tránsito del capitalismo de libre concurrencia a la era monopolista y después Lenin en el capitalismo monopolista de estado.

En su época ya las sociedades por acciones, cooperativas fabriles y los monopolios revelaban, según Marx, “la supresión del régimen de producción capitalista dentro del propio régimen de producción capitalista (…) como simple fase de transición hacia una nueva forma de producción”.[28] Por ejemplo, la sociedad por acciones “representa una abolición de la industria privada capitalista a base del propio régimen capitalista”,[29] mientras en las fábricas cooperativas “aparece abolido el antagonismo entre el capital y el trabajo, aunque, por el momento, solamente bajo una forma en que los obreros asociados son sus propios capitalitas, es decir, emplean los medios de producción para valorizar su propio trabajo”.[30] Finalmente, “Las empresas capitalistas por acciones deben ser consideradas, al igual que las fábricas cooperativas, como formas de transición entre el régimen capitalista de producción y el de su producción asociada”.[31]

Por su parte Engels plantea que “En los trusts, la libre competencia se trueca en monopolio y la producción caótica de la sociedad capitalista capitula ante la producción planificada de la naciente sociedad socialista. Claro está que, por el momento, en provecho y beneficio de los capitalistas”.[32] Y Lenin postula más adelante "el socialismo no es más que el paso siguiente del monopolio capitalista de Estado. O dicho en otros términos, el socialismo no es más que el monopolio capitalista de Estado puesto al servicio de todo el pueblo y que, por ello, ha dejado de ser monopolio capitalista".[33]

En resumen, la teoría de la socialización conduce a Marx a una primera y esencial definición de la propiedad social socialista la cual “no restaura la propiedad privada ya destruida, sino una propiedad individual que recoge los progresos de la era capitalista: una propiedad individual basada en la cooperación y en la posesión colectiva de la tierra y de los medios de producción producidos por el propio trabajo”.[34] La propiedad social socialista es, entonces, una propiedad individual socializada. Esta definición a primera vista resulta incomprensible, pero no lo es, pues hay que tomar en cuenta la mutación dialéctica que sufre la esencia de la propiedad individual. Históricamente hablando, esta propiedad individual se fundamenta en la plena identidad del individuo como propietario, trabajador, administrador y dueño del producto de su trabajo, del excedente económico, y fue la base de partida histórica en la formación de la “libre individualidad”.  Esa misma esencia es la que se restaura, ahora, en su negación dialéctica como entidad socializada por la sociedad mediante “la cooperación y la posesión colectiva de los medios de producción” socializados en forma incompleta previamente por los monopolios, las cooperativas y el capitalismo monopolista de Estado.

Acerca de las relaciones de producción socializadas poco podían aportar, lógicamente, los fundadores del socialismo científico. Ellos no eran utopistas. Engels se limitó a caracterizar el nuevo “estado de cosas” que se generaría el que permitiría a “cada miembro de la sociedad participar no solo en la producción, sino también en la distribución y en la administración de las riquezas sociales” y que “mediante la dirección planificada de toda la producción, (se V.F.) acreciente de tal modo las fuerzas productivas de la sociedad y su rendimiento, que se asegure a cada cual en proporciones cada vez mayores la satisfacción de todas sus necesidades razonables”.[35]

Estas relaciones de producción garantizan finalmente el más pleno desarrollo de la “libre individualidad”, ahora, en y por intermedio de la comunidad asociada, solidaria y democrática. Entonces, la realización socioeconómica y cultural de la propiedad social socialista se alcanza realmente si se logra como tendencia inmanente a su esencia la identificación propietario-productor entre los trabajadores asociados con todas sus implicaciones, derechos y deberes correspondientes sobre la base económica y la superestructura.

Aclaremos el sentido de la cooperación y la combinación del trabajo como formas socializatorias de las fuerzas productivas en la historia y sus particularidades en las relaciones de producción socialistas. La cooperación representa universalmente el trabajo de muchos “coordinados y reunidos con arreglo a un plan en el mismo proceso de producción o en procesos de producción distintos, pero enlazados” cuya dimensión o “alcance depende de la concentración de estos elementos[36] El producto final es social pues es fruto del trabajo colectivo (combinado) directa o indirectamente con lo que se ensancha la noción de trabajo productivo. La regulación consciente, planificada de la producción cooperada es inexcusable al interior de los monopolios. Por su parte, la cooperación socialista difiere solamente en que su escala abarca a la economía y sociedad en su conjunto; de igual modo que la planificación de todo el sistema de proporciones económicas y sociales se impone como una necesidad objetiva a todo el cuerpo de la sociedad.

La esencia de la “posesión colectiva” radica en que el dominio social de las fuerzas productivas es ejecutado por la “sociedad en pleno”, bajo el dominio de la sociedad, garantizando la identidad productor-propietario de los asociados y con ella la democracia participativa con indiferencia de las formas concretas que asumiera la propiedad socialista.

Las nuevas relaciones de producción socializadas dan lugar a la aparición de nuevas categorías y leyes económicas. Su estudio y conceptualización corresponde a la economía política. Estos problemas no fueron abordados, −y era lógico que así fuera−, por los clásicos, incluido Lenin, salvo algunas indicaciones tangenciales sobre la planificación y la ley de la distribución. La economía política socialista que se fundara posteriormente poco avanzó científicamente en esta dirección. Las observaciones del Che en los apuntes para su libro en 1965 justamente critican esta insuficiencia. En época reciente, el autor y otros colegas, intentaron adentrarse en esta problemática desde la transición socialista con algunos aportes pero incompletos todavía.[37]

Lo que sí sabemos consiste en que la conciliación de los intereses del productor asociado en tanto que trabajador, colectivo, empresario y propietario social no es una premisa de partida, sino resultado de un proceso complejo, prolongado y contradictorio que debe ser construido mediante la combinación armónica de todo el sistema de intereses vigentes. También que la formación de una nueva conciencia y del consenso democrático permanente con sus mecanismos económicos y sociales correspondientes es la única vía posible y durable de realización socioeconómico de la propiedad socialista, pues de otro modo tendería a destruirse por la reducción del esfuerzo laboral, la indisciplina social, la baja productividad y eficiencia y la enajenación.

PROPIEDAD ESTATAL SOCIALISTA

La “posesión colectiva” y sus formas de realización están muy vinculadas como concepto y práctica a la experiencia socializatoria del capitalismo de los monopolios, cooperativas y capitalismo monopolista de Estado, y también a la articulación sociedad-Estado proletario y la socialización de la pequeña producción privada individual durante la transición. Esta visión es clave para interpretar las formas históricas que asumió la “posesión colectiva” en el socialismo eurosoviético y en las transiciones periféricas.

El desarrollo capitalista había puesto de relieve desde finales del siglo XIX que “al impulsar cada vez más la conversión en propiedad del Estado de los grandes medios socializados de producción, −afirma Engels−, ella misma señala el camino por la que esta revolución ha de ser realizada. El proletariado toma en sus manos el poder del Estado y convierte, en primer lugar, los medios de producción en propiedad del Estado[38], o dicho de otro modo “el proletariado toma el poder público y, por medio de él, convierte en propiedad pública los medios sociales de producción, que se escapan de las manos (subrayado de V. F.) de la burguesía”.[39] Por supuesto que Engels se refiere a las fuerzas productivas fundamentales.

Este postulado político-económico es totalmente congruente con la teoría del desarrollo. El Estado proletario, por su parte, comienza desde el principio a negarse, a extinguirse, proceso que culmina finalmente cuando la “riqueza corra a chorros llenos” y el trabajo se convierta en una “necesidad vital” ara el género humano; en tales circunstancias cesa el “gobierno de la gente” y para dar paso a la “administración de las cosas” por intermedio de la organización de la “comuna comunista” la que se convierte en el eslabón orgánico básico de la nueva sociedad. Luego, la propiedad estatal socialista hay que entenderla como una forma histórica transicional hacia la comuna.

Quedaba pendiente, sin embargo, las formas que revestiría y el mecanismo económico de realización de la propiedad estatal en esa larga transición hasta su extinción. Originalmente se entendió que esta forma de propiedad obligaba al Estado a ejercer la doble función de propietario y productor directo a través de colectivos laborales con un esquema centralizado y vertical de dirección bajo la égida de un plan totalizador. La socialización productor-sociedad-consumidor sería directa y sin mediaciones. En consecuencia se naturalizaban las relaciones económicas y el excedente económico pasaba a los fondos públicos para ser distribuido a los fines de la acumulación y el consumo ateniéndose a determinadas reglas.

La forma estatal tuvo su reflejo histórico incipiente en las críticas que Marx hiciese a la experiencia negativa de la Comuna de París. Más tarde, bajo la modalidad propietario-productor directo se validó en la Unión Soviética antes de la NEP y con el surgimiento del modelo soviético se erigió en los hechos en forma única y universal de realización práctica de la posesión colectiva socialista sobre todas las fuerzas productivas materiales. Dicha experiencia sería trasplantada posteriormente a la comunidad socialista internacional. La práctica histórica confirmaría que esta concepción de la propiedad socialista contenía un conflicto entre las fuerzas productivas y la forma social de apropiación que, a su vez, se proyectaba inevitablemente en una marcada socialización formal frente a la real y efectiva apropiación de los medios de producción socializados, y por lo mismo encerraba el peligro de la mediación (intromisión) burocrática como “solución” a aquellas contradicciones con sus componentes enajenantes en la dirección, la estratificación social y, por último, en un retraso no justificado de la expansión económica y consiguiente solución a las aspiraciones de bienestar material, espiritual, humanista y democrático propios al socialismo. Estos fenómenos se hicieron sentir bien temprano en la URSS y en otros países.

Las reformas económicas en varios países que siguen construyendo el socialismo después del derrumbe nacen al conjuro de la crítica a la praxis histórica del modelo eurosoviético e impulsado por las crisis y las nuevas circunstancias que rodean la construcción socialista. La esencia de los cambios consiste en se ha ido revalorizando la errónea identificación de la propiedad socialista con su forma estatal; esta última empezó a considerase una representación aproximada, refleja, no idéntica a la propiedad socialista. Además dicha propiedad se viene limitando a las fuerzas productivas fundamentales. Mas, el cambio más radical radica en que la propiedad estatal se asume como una entidad dual, aislando la función de propiedad de la sociedad, representada por el Estado, de la de explotación directa, la administración, que ejecutan los colectivos laborales, organizados en empresas con autonomía en la reproducción. En este plano se retoma, por lo visto, la conocida interpretación de Marx sobre el capital en propiedad y el capital en funciones propios a la existencia del capital de préstamo. De este modo los atributos del Estado-propietario se trasladan al manejo social del excedente económico, a la regulación planificada y al control de la economía. La función de administración (gestión) de la producción directa es un atributo de los colectivos laborales que disponen de autonomía suficiente en íntima interacción con la planificación global y el mercado. Con este paso también, las reformas abrieron espacios a otras formas no estatales de economía en sectores con menor grado de socialización –concretamente en relación con la propiedad-explotación de medios no fundamentales de producción, la pequeña y mediana en la industria, la agricultura y los servicios– que adoptaron formas cooperativas y privadas, individual y capitalista, que antes estaban estatizadas. En fin, las reformas parecen inspirarse y representan un claro retorno al modelo nepista de la transición socialista.

PROPIEDAD COOPERATIVA Y SOCIALISMO

El cooperativismo de los viejos utopistas (Fourier, Saint-Simon y Owen[40] ) forma parte de las fuentes originales del marxismo. Los utopistas veían en la organización cooperativa una fórmula de transición pacífica gradual del capitalismo al comunismo sin lucha de clases. Estas ideas fueron justamente criticadas por Marx desde el ángulo político-social, sin excluir la esencia y posibilidades del cooperativismo en la construcción comunista.

En 1866, Marx enunció una tesis recurrente que negaba al movimiento cooperativista la posibilidad de ser promotor del cambio revolucionario de la sociedad capitalista: “El movimiento cooperativo (...) jamás podrá transformar la sociedad capitalista”.[41] Al mismo tiempo no lo descarta sino subraya sus posibilidades en la construcción socialista porque “A fin de convertir la producción social en un sistema armónico y vasto de trabajo cooperativo (subrayado por V.F.) son indispensables cambios sociales generales, cambios de las condiciones de la sociedad, que solo pueden lograrse mediante el paso de las fuerzas organizadas de la sociedad, es decir, del poder político de manos de los capitalistas y propietarios de tierras a manos de los productores mismos.” [42] Esta tesis es congruente con la formulada en El Capital cuando afirma que las fábricas cooperativas “demuestran cómo al llegar a una determinada fase de desarrollo de las fuerza materiales productivas y de formas sociales de producción adecuadas a ellas, del seno de un régimen de producción surge y se desarrolla naturalmente otro nuevo”.[43] Luego entonces ellas se integran a ese “sistema armónico y vasto de trabajo cooperativo”.

El cooperativismo se incorporó definitivamente a la política proletaria europea del siglo XIX ante el tratamiento que debían darle los socialistas a los pequeños productores —especialmente a los campesinos— que el capitalismo no había logrado erradicar como supusieron originalmente Marx y Engels. El cooperativismo socialista representaba en sí mismo una fórmula de socialización apropiada a los pequeños productores debido a que estos eran trabajadores y a la vez propietarios, por tanto debían considerase aliados legítimos del proletariado. En este contexto hay una pregunta sin respuesta: ¿qué relación puede guardar la tesis de la “comuna” con la de la “cooperativa” en cuanto a la viabilidad de la “posesión colectiva” por la “sociedad en pleno” de los medios de producción en el proceso de construcción comunista?

Con la NEP renacieron los “sueños de los viejos cooperativistas” en el contexto de la revolución soviética. [44] En la última etapa de su vida, Lenin postuló que el cooperativismo era la vía magistral para la construcción del socialismo a partir de la NEP, y según sus palabras, esta postura resumía el “cambio radical que se ha operado en todo nuestro punto de vista sobre el socialismo”. [45] Aquella tesis y su primera experiencia precursora fueron, tras la muerte de Lenin, bien ocultada, amputada o en todo caso subvaloradas.

Hagamos un sumario de los postulados leninistas principales acerca del cooperativismo en la construcción del socialismo. Primero, “cuando los medios de producción pertenecen a la sociedad, cuando es un hecho el triunfo del proletariado sobre la burguesía, el régimen de los cooperadores cultos es el socialismo”.[46] De este planteamiento se deriva al menos lo siguiente: los cooperadores realizan el monopolio de la “posesión colectiva” bajo dos premisas: 1- el dominio del poder político por parte de los trabajadores, esto es, el Estado de los trabajadores y 2- la sociedad ejerce el monopolio de la propiedad sobre los medios de producción por intermedio del Estado como su representante. Tales serían las iniciales básicas para globalizar la cooperativización en plena concordancia con las ideas de Marx.

Segundo, las cooperativas “no se distinguen de las empresas socialistas siempre y cuando se hayan establecido en un terreno del Estado y empleen medios de producción pertenecientes al Estado, es decir a la clase obrera”.[47] De acuerdo a esta tesis la cooperativa es un tipo socialista de economía; una forma socializada universal de todas las fuerzas productivas y están en capacidad de yuxtaponerse y/o sustituir a la forma estatal. Con esta visión se rompe la concepción estrecha que la reduce a una fórmula socializatoria válida solamente para transformar la pequeña producción. Lenin enfatiza tanto el carácter proletario de las cooperativas que podría deducirse erróneamente que llega a negar el carácter socialista de las cooperativas formadas a partir de pequeños productores privados.[48]

Tercero, “con la máxima organización de los trabajadores en cooperativas, alcanza por sí mismo su objetivo ese socialismo que antes suscitaba legítimas burlas, sonrisas y desdén (...). En el fondo, todo lo que necesitamos es organizar, con la suficiente amplitud y profundidad, en cooperativas a la población rusa durante la dominación de la NEP”. [49] El análisis comparado del carácter socioeconómico de las empresas cooperativas con respecto a las del capitalismo privado y del capitalismo de Estado, no dejan margen a error en cuanto a que el cooperativismo universalizado, bajo el poder de los trabajadores y el monopolio estatal de la propiedad, conducían al socialismo. ¡Eh, ahí, la esencia de la proposición leninista para la construcción socialista en la URSS! ¡Ese era el “cambio radical” que había advertido!

En resumen: la visión leninista del cooperativismo en la construcción del socialismo encierra varias ideas esenciales: [50]

·       La compatibilidad del cooperativismo con la socialización socialista de todas las fuerzas productivas existentes y vía más asequible e inmediata de formar y recrear la conciencia de propietario-productor entre los trabajadores.

·       La promoción del cooperativismo es función de la sociedad y con su apoyo directo (material y financiero), contando con la voluntariedad de los productores como principio supremo.

·       La diversidad de formas concretas de la organización cooperativa –en el trabajo, la circulación, en la producción y en otras esferas.

·       La autogestión participativa reproduce la identidad propietario-trabajador a nivel de cada colectivo de forma comprensible, directa e inmediata.

·       Con la participación en el excedente económico de los productores según su aporte en trabajo y en los resultados finales cesa la explotación del hombre por el hombre.

·       El aporte de una parte del excedente económico colectivo al fondo social común recrea la conciencia de propietario del todo social en los asociados.

·       La democracia cooperativista o democracia participativa real es la esencia del movimiento social cooperativo en todos los procesos de reproducción económica y social.

·       El trabajo y el bienestar colectivos promueven la solidaridad a nivel de cada grupo lo que se refuerza con la universalización del cooperativismo a escala nacional.

En la experiencia socialista posterior a Lenin, el cooperativismo fue asumido en su sentido estrecho como instrumento de socialización de la economía privada individual campesina y urbana. La identificación total de la propiedad social socialista con la estatal en el modelo eurosoviético desde los años treinta, daría a luz a esta interpretación.

Este socialismo de base cooperativa preconizado por Lenin no negaba, sino presuponía un Estado proletario fuerte que concentrara la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción, pero explotados por colectivos laborales en “posesión colectiva”. El control del excedente económico y su manejo por el Estado, con destino a la acumulación y el consumo, solo es posible en estas circunstancias si se organizaba la cooperación y la regulación de las relaciones económicas a escala de la nación.

Las reformas económicas realizadas en muchas economías del ex campo socialista vienen modificando las coordenadas que sirvieron de fundamento al modelo eurosoviético que se derrumbara con mucha pena y ninguna gloria entre 1989 y 1991, especialmente el modelo de empresa estatal y el florecimiento del cooperativismo en algunos países con una concepción más amplia e integral. Todo ello ofrece un cuadro revalorizado de los principales principios sustentados por la NEP en las especiales condiciones de los países subdesarrollados en el contexto de la globalización y unipolaridad mundial en el siglo XXI.

 

 

 


 

[1] Marx, C., Prólogo a la Crítica de la Economía Política. Ed. Política. La Habana, 1966, p.12.

[2] Marx, C. El Capital. T. I. Ed. Ciencias Sociales. La Habana, 1973, p 456.

[3] Vale la pena aclarar que esta ley no puede ser interpretada mecánicamente –desgraciadamente así sucedió en no pocos casos– tampoco puede negarse la autonomía relativa de las relaciones de producción y su capacidad de movilizar o retrancar el desarrollo de las fuerzas productivas en la historia de la humanidad.

[4] Marx, C. El Capital. Tomo I. Ed. C. Sociales. La Habana, 1973, p. 176.

[5] Marx, C. El Capital. Tomo I. Op. Cit. P. 192. Engels en el Antidühring (Editora Pueblo y Educación. La Habana, 1978 p. 253) retoma y amplía esta tesis en su crítica a Dühring.

[6] Estas circunstancias son indispensable tomarla en cuenta porque a veces se califica a la URSS de los inicios de la transición como subdesarrollada genéricamente, olvidándose la dimensión histórica de la economía y de las fuerzas productivas, su relatividad espacio-temporal, así como la propia relatividad de los conceptos que sirven para describir la realidad. Cierto es que el concepto de subdesarrollo es lícito para calificar a una parte de aquel país, precisamente a las ex colonias zaristas.

[7] No hay espacio para describir aquí la aguda polémica ni sus actores en los años veinte en que intervino la flor y nata del Partido Bolchevique en torno a la construcción socialista en la URSS.

[8] Ver el libro “El derrumbe del modelo eurosoviético: una visión desde Cuba”. Editorial F. Varela. La Habana, 1994.

[9] Ver por ejemplo el trabajo de Dolores Vilá Blanco: “Las reformas y su lugar en la transición al socialismo”, en Teoría Socio-política. Selección de temas tomo I (Colectivo de Autores). Editorial Félix Varela, La Habana 2000

[10] Los representantes de la síntesis neoclásica y la socialdemocracia utilizan este término para edulcorar al capitalismo desarrollado. En la transición socialista este concepto es de signo y contenido esencialmente diferente. Lenin la denominó economía heterogénea de múltiples tipos socioeconómicos o multitipo.

[11] El VI Congreso del Partido Comunista de Viet Nam,  en diciembre de 1986, aprobó la  Renovación Multifacética para la “etapa inicial del período de transición al socialismo” desde el subdesarrollo, además de subrayar el carácter prolongado de la construcción socialista. Reconoció, por otro lado, la existencia de diferentes estructuras socioeconómicas entre las que se incluye: la socialista (estatal y cooperativa), la pequeña producción mercantil y de pequeño patrono, la capitalista privada, la capitalista de Estado y la economía natural-autárquica (economía de autoconsumo para paliar el hambre y disminuir la pobreza).  

[12] El derecho no puede colocarse más allá de los límites que le imponen las relaciones económicas, so pena de convertirse en una retranca o una intervención perturbadora. Igual sucede con las demás formas de la superestructura.

[13] Carlos Marx y Federico Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Obras Escogidas en dos tomos, Editorial progreso, Moscú 1971 T I p. 39.

[14] Marx, C. El Capital, Tomo I. Op. Cit. , p. 700

[15] C. Marx-F. Engels. O. E. en 2 tomos. Ed. Progreso. Moscú, 1973, p. 171.

[16] Marx, C. y Engels, F. La Ideología Alemana. Ed. Política. La Habana, 1979, p. 36.

[17] Federico Engels. Carta de Engels a Otto Von Boenigk en Breslau 21 de agosto de 1890. Obras Escogidas Tomo 3, Editorial Progreso Moscú 1980 p. 512.

[18] Guevara, E. En selección de aspectos esenciales de la teoría y la práctica económica en el pensamiento de Ernesto Che Guevara. La Habana 1990, p. 182.

[19] En el mundo actual se reconoce que hay países que a pesar de atraso en comparación con respecto al nivel del PIB per cápita, han podido alcanzar niveles superiores de desarrollo humano simplemente modificando la distribución del ingreso, orientado a una mayor equidad, utilizando una parte del excedente económico para cerrar la brecha de consumo entre los ricos y las clases y grupos sociales menos favorecidos.

[20] Por ejemplo, difícilmente interese al capital la inversión en la infraestructura social y productiva o en la industria pesada que requiere grandes inversiones y beneficios no competitivos. Pero un país que quiera romper con el atraso y deformación necesita con urgencia de la infraestructura y de la industria pesada.

[21] Marx, C., Prólogo a la Crítica de la Economía Política. Ed. Política. La Habana, 1966, p.12.

[22] Marx, C. El Capital. T. I. Idem, p. 456.

[23] Vale la pena aclarar que esta ley no puede ser interpretada mecánicamente –desgraciadamente así sucedió en no pocos casos– tampoco puede negarse la autonomía relativa de las relaciones de producción y su capacidad de movilizar o retrancar el desarrollo de las fuerzas productivas en la historia de la humanidad.

[24] Engels en el Antidüring retoma y amplía esta tesis de Marx. Op. Cit., p. 253.

[25] Marx-Engels. O. E. en tres tomos. T. II, Ed. Progreso, s/f. p.171.

[26] Marx, C. El Capital. T. I. Op. Cit., p. 700.

[27] Tomado de la monografía del autor “Hacia una Economía Política del Régimen Cooperativo Agrícola Socialista en la Transición Extraordinaria”. Ed. UCLV, 1998

[28] Marx. C. El Capital. T. I. Op. Cit. p. 458.

[29] Op. Cit. P. 458

[30] Idem, p. 460.

[31] Ibidem, p. 460.

[32] Engels, F. Antidühring. Ed. Pueblo y Educación. Edición V. La Habana, 1978, p. 338.

[33] Engels, F. O. E. en tres tomos, T. I. Op. Cit. p.276

[34] Marx, C. El Capital, Tomo I. Op. Cit. , p. 700

[35] C. Marx-F. Engels. O. E. en 2 tomos. Ed. Progreso. Moscú, 1973, p. 171.

[36] Idem, p. 281.

[37] Ver los textos del autor en “Lecciones de Economía Política de la Construcción Socialista” para carreras económicas y no económicas. Ed ENPES y Pueblo y Educación. 1991, 1992 y 2003; y el trabajo monográfico “Hacia una Economía Política del Régimen Cooperativo Agrícola Socialista en la Transición Extraordinaria”. Ed. UCLV, F. B. 1998.

[38] Engels, F. Antidühring. Op. Cit., p.341

[39] Engels, F. Antidühring. Op. Cit., p.347

[40] “creó, como medida de transición hacia una organización social enteramente comunista, sociedades cooperativas (cooperativas de consumo y de producción), que han servido por menos para demostrar prácticamente que el comerciante y el fabricante no son indispensables (...)”. Antidϋring. Op. Cit., p. 321.

[41] Marx, C. Instrucciones sobre diversos problemas a los delegados del Consejo Central Provisional. O. E. en tres tomos. T. II. Ed. Progreso Moscú, s/f, p. 81

[42].Idem, p. 81.

[43] Marx, C. El Capital, T. I. Op. Cit., p. 460

[44] Lenin examina los fundamentos de la economía de transición, especialmente la NEP, en múltiples trabajos y discursos: "Acerca del infantilismo de izquierda y el espíritu pequeño burgués", "Economía y Política en la época de la dictadura del proletariado", "La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo", Sobre los impuestos en especies y otros. Ver: en O. E. en 3 tomos, tomos II y III. Ed. Progreso. S/f.  Moscú. URSS.

[45] Lenin, V.I. Folleto sobre Cooperativas. Ed. Progreso, Moscú, 1980, p.34.

[46] Op. Cit., p. 34.

[47] Idem, p. 34.

[48] Entretanto, hay que recordar que la reforma agraria soviética había nacionalizado (estatizado) toda la tierra que luego fue distribuida en usufructo entre los campesinos.

[49] Ibídem, pp.28-29.

[50] Figueroa Albelo, V. M. “El cooperativismo en la reforma del modelo económico de la transición al socialismo en Cuba”. Tesis doctoral. Enero-Junio, 1997


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