Influencia del neoliberalismo en la dialéctica del campesinado

Irma Lorena Acosta Reveles

 

SEGUNDO CAPÍTULO

TRAYECTORIA DEL CAMPESINADO EN EL SUBDESARROLLO

FORMA DE CRECIMIENTO ABSOLUTO

En los primeros años de la década de los ochenta se reorienta el rumbo de la economía mexicana, tras dos sexenios de sostener con recursos extraordinarios la forma de crecimiento relativo. Los organismos financieros internacionales (el Fondo Monetario Internacional, y Banco Mundial, principalmente) estaban promoviendo con éxito en la región la adopción de políticas económicas de corte liberal y monetarista. Enfatizan los beneficios y la necesidad de controlar la inflación a partir de la masa monetaria circulante, y de contraer el gasto público para revertir su déficit crónico –en la perspectiva de cubrir puntualmente con los compromisos de la deuda externa-; asimismo, proponen acciones administrativas y modificaciones legislativas indispensables para favorecer la circulación irrestricta de los flujos de inversión y de productos entre países.

Su discurso reza desde entonces que de la eliminación de limitaciones artificiales al tráfico interno y entre fronteras depende el acceso de los mejores productos y a los mejores precios a cualquier parte del mundo que sean necesarios. Encarar la competencia, sin depender del apoyo público, se ofrece como la vía por excelencia para lograr al crecimiento y superar el subdesarrollo.

En el nuevo esquema la clave para aumentar la producción y la productividad del país es concentrarse en la generación de aquellos bienes que puedan tener oportunidad de colocarse con alguna ventaja en los mercados externos, para lo cual se propone reconvertir la planta productiva industrial y promover la inversión nacional, pero sobre todo, ensanchar la esfera de acción del capital foráneo, aun en aquellas actividades económicas otrora reservadas sólo a los mexicanos o de carácter estratégico. Las políticas de ajuste estructural y estabilización fueron concebidas para allanar el camino a la forma de crecimiento absoluto.

Así se compromete la economía en su conjunto a ser más atractiva para participar de los flujos financieros internacionales, y más eficiente para contender en el mercado libre; por su parte el mercado doméstico queda relegado a un papel subsidiario. En poco tiempo éste se contrae como efecto de la reducción del presupuesto público para inversión y fomento económico; del deterioro del precio de la fuerza de trabajo, y del aumento del desempleo.

Conforme se ejecutaba una drástica reducción de los recursos gubernamentales, se comenzó a desmantelar la estructura institucional que había servido al Estado para intervenir abiertamente en el juego económico. Ya puesta toda la atención en las actividades potencialmente lucrativas, el subsector agropecuario pierde relevancia; también quedó atrás todo interés por recuperar la soberanía alimentaria, tanto por la presión que se ejercía en torno a la apertura comercial, como por los bajos precios que el mercado mundial de productos agroalimentarios estaba ofreciendo.

En la planta productiva, el proceso de reorientación económica en los últimos sexenios ha sido de gran conmoción y pérdidas tanto a nivel de la pequeña producción como de la industria, resultado precisamente de un enfrentamiento desventajoso con los mejores en cada rama. El sector obrero lo ha resentido en la caída de los salarios reales y en el detrimento de sus condiciones laborales, como principal recurso para atraer a los inversionistas; los índices de pobreza y de pobreza extrema crecen con rapidez debido al detrimento en el nivel de vida de la población ocupada y al desempleo. Otra de sus secuelas ha sido la expansión extraordinaria de la sobrepoblación relativa y absoluta en las ciudades y en el campo.

Por lo que toca a las pequeñas explotaciones agropecuarias, más allá del régimen jurídico a que se encuentra adscrita su propiedad, la estrategia de crecimiento por la vía de las exportaciones ha sido definitiva en su evolución. No se trata, como lo hemos propuesto al principio de este trabajo, de que las políticas económicas y el entorno propio de la forma de crecimiento absoluto sea el responsable de su deterioro y ruina, sino de que es éste el contexto menos propicio para su sobrevivencia en condiciones relativamente constantes, puesto que agudiza sus contradicciones. Para explicarlo mejor retomaremos algunas ideas previas:

1. La tendencia a la descomposición de las pequeñas explotaciones “no capitalistas” proviene tanto de su propia estructura material como de su organización interna; así como de la articulación que desde su origen, y a lo largo de su trayectoria establece con el sistema económico dominante. La propensión a su agotamiento está determinada por la naturaleza de los vínculos que se tienden con el capital en el subdesarrollo.

2.- Estas unidades operan típicamente movidas por el objetivo de su reproducción, sin empleo de trabajo asalariado, con escasos y precarios medios de producción, que tienden a un deterioro progresivo, puesto que no se renuevan periódicamente.

3.- A lo largo del periodo propio de la forma de crecimiento relativo habían podido insertarse eventualmente al ciclo económico global en virtud de la demanda interna que incitaba el proceso de industrialización, y que la producción agrícola eminentemente capitalista no cubría (es decir, por una funcionalidad económica excepcional).

4.- También en este lapso su nivel de ingresos se sostuvo sin una baja significativa sólo a partir de:

a) El subsidio estatal al ciclo productivo que se traducía en costos de producción atenuados; de lo que resultaban precios bajos de los bienes-salario y de los insumos industriales,

b) las alteraciones que la intervención pública generaba en el mercado interno: en el mercado de dinero con los créditos blandos; en el mercado de productos, con los precios de garantía y las limitaciones legales al mercado de tierras; y

c) la protección respecto al mercado externo.

En estas condiciones contaban con los ingresos suficientes para satisfacer el consumo familiar y retroalimentar, en condiciones relativamente estables, el ciclo productivo. Pero su participación en el mercado se sostenía artificialmente, al tiempo que contenía su desgaste. Con el neoliberalismo como eje para la toma de decisiones de política económica, el sistema tiende a descartar a las unidades de producción ineficientes, y esto incluye al campesinado (en tanto opera con criterios diferentes a la búsqueda de la ganancia). Y también incluye a los pequeños productores capitalistas poco rentables, y que por diferentes motivos no puedan estar a la altura de la competencia.

Pero volvamos con las explotaciones campesinas. En la forma de crecimiento absoluto sus productos pierden importancia para un mercado interno disminuido y no pueden aspirar al mercado externo reservado para los más aptos. Carecen de función en el proyecto económico vigente a nivel nacional, y no reportan ventaja alguna a la acumulación de capital en su conjunto. Incluso tienden a perder su capacidad de participar en el consumo. Estas circunstancias son el resultado principalmente de:

1. El retiro de los apoyos del Estado en el proceso productivo y en otros rubros como el acopio y comercialización, que obliga al productor a asumir los a costos reales, y enfrentar la inflación sin privilegios.

2. El deterioro de los precios reales de sus productos como parte de la política de restricción salarial -especialmente de los granos básicos-, y por efecto de la convergencia en el mercado doméstico de los productos extranjeros.

3. La depresión del mercado interno -que tiene entre sus causas la contracción del empleo-, y las características de este mercado, teóricamente libre, pero que en realidad tiende a ser monopólico.

4. La exposición de su patrimonio en tierras –en el caso de los propietarios ejidales y comunales- a la acción de la oferta y la demanda, bajo el supuesto de que el mercado libre es eficiente en la asignación de los recursos productivos.

5. Arreglos administrativos y jurídicos para la llegada de las inversiones, aún cuando éstas no se orienten a las actividades productivas.

6.- El alto costo del dinero, y sus escasez, especialmente para las actividades poco lucrativas.

En síntesis, el entorno no puede ser más propicio para que se desplieguen abiertamente las contradicciones internas de la unidad de producción campesina, y las que guarda respecto al capital:

En primer lugar, la base material de su unidad productiva –que resulta de una particular conjunción entre la fuerza de trabajo empleada y sus medios de producción- permanecen rezagadas respecto al desarrollo de las fuerzas productivas predominante, siendo éste último el que determina el tiempo de trabajo socialmente necesario para la elaboración de un producto, es decir, su valor.

De lo que resulta que el valor incorporado a su producto, apreciado unitariamente, es superior al valor del mismo artículo generado en condiciones capitalistas. Pero ocurre que los bienes a los que puede acceder en el mercado con la venta del mismo, son cada día más escasos.

En segundo término sus costos tienden a crecer mientras sus ingresos tienden a decrecer, con el consecuente deterioro de su consumo familiar y productivo, por lo que se acude a las más diversas estrategias de reproducción, que como ya lo hemos anotado, se trata de actividades alternativas para complementar sus ingresos en la expectativa de dar continuidad a su actividad principal, que es el cultivo del suelo.

En tercer lugar, con escaso rendimiento, y operando con pérdidas, participa en el mercado apenas lo suficiente para obtener los ingresos que le permitan cubrir sus necesidades más elementales y reproducirse como campesino, por lo que su producto no participa en lo general al fijarse los precios de mercado.

Y finalmente, esta situación tiende a llegar a sus límites porque literalmente estas explotaciones consumen en su esfuerzo por mantener sus ingresos, las condiciones objetivas sobre las que opera: Se esfuerza por extraer la mayor cantidad de productos posible con menos recursos: procesos productivos que pueden representar ventajas en lo inmediato pero que van erosionando el suelo (por ejemplo el monocultivo, los plaguicidas e insecticidas baratos pero nocivos para la conservación del suelo, etc.), el desplazamiento de la fuerza de trabajo familiar buscando empleo u otras ocupaciones, la carencia de recursos para reemplazar o al menos dar mantenimiento a sus instrumentos de trabajo, el deshacerse de parte de sus bienes para cubrir deudas o poner en riesgo su patrimonio, al ofrecerlo en garantía para obtener liquidez, etc.

Además de su patrimonio, el ánimo campesino también se ha venido desgastando; cansados de esperar del Estado una respuesta, y de observar que independientemente de sus esfuerzos no son capaces de aventajar las leyes del mercado, es lógico que se vean tentados a abandonar su actividad. Así, las cosas, la proporción del ingreso campesino proveniente de otras actividades tiende a aumentar respecto al ingreso proveniente del predio.

Pero a fin de cuentas, los medios de producción con los que cuenta el campesino para vivir, estén o no incorporados a la circulación mercantil, no resuelven su problema esencial, que es su reproducción, en todo caso ahora es más fácil orillarlos a deshacerse de sus bienes, abandonar su actividad o desplazarlos.

Podemos concluir entonces que aunque lo parezca a simple vista, evidentemente la crisis de reproducción que vive hoy la economía campesina, y que se agudiza día con día, no es el efecto de las medidas administrativas, jurídicas o políticas de la forma de crecimiento vigente, por más perversas que se nos antojen; pero ocurre sí que bajo las nuevas reglas del juego, los campesinos no tienen cabida y tampoco futuro como tales. Las razones son obvias, el mercado no los requiere, y para el sistema no son agentes económicos eficientes ni tienen el potencial para serlo. Las mismas unidades de producción organizadas de forma capitalista, frente a la aguda competencia, han iniciado un proceso de campesinización. Esta es ahora la nueva vía a través de la cual se ha venido nutriendo el sector campesino en la última década, puesto que ya no hay reparto gratuito de tierras.

El grueso de las unidades de producción de tipo campesino y subcampesino, se sostienen con dificultades en niveles de subsistencia e infrasubsistencia, pero su mantenimiento está en relación directa con el drenaje de recursos que les puedan reportar sus estrategias de sobrevivencia y la política social.

Y ya que tocamos el punto... Si bien en su categoría de sobrepoblación consolidada este segmento de la población, muy importante en números todavía, no reporta ventaja alguna para el desenvolvimiento del capital en el subdesarrollo, sí reporta cierta ventaja política. A lo largo de su trayectoria, el campesino se mantuvo cerca del Estado dispuesto a apoyar al régimen, primero comprometido por la reforma agraria, luego por el apoyo a la producción, y recientemente sólo por la caridad.

La política social parece ser por ahora la única respuesta del aparato estatal a las demandas campesinas. Sobra decir que no representa alternativa alguna: la tendencia lógica del trayecto de las entidades campesinas, como se expresó, no puede detenerse artificialmente ni contenerse indefinidamente. Y por otro lado, la partida del presupuesto público destinada a los sectores más empobrecidos está supeditada a los ingresos y a otras prioridades, pretender subsidiar el consumo de una sobrepoblación ampliada que se expande cada día, nunca será suficiente. Pero mientras el sistema no sea capaz de ofrecer alguna alternativa de vida al campesino y a otros estratos de la sobrepoblación consolidada que les permita por sus propios medios hacerse cargo de sí mismos, el erario público deberá sobrellevar esa carga; suspender estos apoyos significaría un impulso adicional a la actual conflictividad social.


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