Formación de capital y ciclos económicos
Una introducción al análisis macroeconómico

Adrián Osvaldo Ravier
 

 

Intervención Estatal y Ciclos Económicos

 

Ha sido imprescindible el desarrollo previo sobre la formación del capital o Teoría de Crecimiento Económico Austriaco para poder pasar a continuación a considerar las distorsiones o perturbaciones provocadas por el estado al controlar todo lo pertinente a política monetaria y también política fiscal y cambiaria.

Comenzaremos por destacar algunas falacias de la teoría de Lord Keynes respecto de los ciclos económicos ya que ha sido él, el posible fundador de la Macroeconomía moderna y quien ha dado origen a las políticas económicas, fundamentalmente monetarias, que hoy aplican todos los bancos centrales del mundo.

Luego, procederemos a considerar algunas recomendaciones de política monetaria del monetarista y premio Nóbel Milton Friedman las cuales son en la actualidad aplicadas por la Reserva Federal de los Estados Unidos y que se han ido extendiendo a todo el resto de los Bancos Centrales. Cabe destacar que desde 1971 ha sido eliminado por completo el patrón oro y no hay país en el mundo cuya moneda no esté bajo las decisiones de política monetaria de algún banco central.[1]

El tercer paso será justamente considerar cuáles son los problemas y dificultades que presenta dicho modelo para los hacedores de políticas públicas y fundamentalmente para la coordinación de ahorristas, productores y consumidores en cuanto a producir aquello que los individuos que componen la sociedad prefieren según sus escalas de valores subjetivas y que se traduce a través del sistema de precios.

El cuarto punto será entonces comenzar a vincular dichas distorsiones con los ciclos económicos sobre los cuales ningún país del mundo hoy está exento.

Intentaremos introducir el análisis dentro de las herramientas ya visualizadas previamente como la estructura intertemporal de la producción o el triángulo hayekiano, el mercado de fondos prestables y la frontera de posibilidades de la producción (FPP) para intentar representar las distorsiones sobre la tasa de interés y las perturbaciones en todo sentido sobre una sana formación de capital.

Al mismo tiempo volveremos a introducir las etapas del ciclo económico para culminar nuevamente con la representación gráfica que surge del aporte de Roger Garrison.

 

2.1 - Keynes, la Teoría General y los ciclos económicos

 A pesar de ser reconocida como “Teoría general”, el libro que Keynes publica en 1936 desarrolla sólo una “teoría particular”, sólo aplicable a aquellas circunstancias en las que, por existir con carácter generalizado capacidad ociosa en todos los sectores de la economía, ésta se encontrara en las fases más profundas de una depresión. Cabe destacar que incluso para este caso particular, las conclusiones de la teoría keynesiana son erróneas según se explica en este segundo apartado.[2]

En su “Teoría General” John Maynard Keynes destina un capítulo completo a “Notas sobre el ciclo económico”. El mismo presenta varios argumentos que aun hoy se encuentran plasmados en los escritos de los economistas más destacados. Tomaremos algunas palabras para intentar resumir algunos de sus argumentos (1936, p. 285):

“En condiciones de laissez-faire, quizá sea imposible evitar las fluctuaciones amplias en la ocupación sin un cambio trascendental en la psicología de los mercados de inversión, cambio que no hay razón para esperar que ocurra. En conclusión, afirmo que el deber de ordenar el volumen actual de inversión no puede dejarse con garantías de seguridad en manos de los particulares”; [3]

 

Vemos entonces como Keynes muestra una interpretación contraria a la de la Escuela Austriaca de Economía en cuanto al origen de los ciclos económicos. Mientras los austriacos consideran que las fluctuaciones no pueden ser jamás fruto del libre proceso de mercado y que deben, necesariamente, ser consecuencia de factores exógenos, Keynes explica lo contrario apuntando a la “psicología de los mercados de inversión” o lo que él llamo “animal spirits”.

Al respecto no podemos dejar de citar las palabras del trabajo “Keynes en Harvard, el engaño económico como credo político” que editara el Centro de Estudios sobre la Libertad en 1981 (p. 78):

“Keynes demostraba grandes prejuicios contra el capital de riesgo que lleva a la civilización hacia cada vez mayores progresos técnicos. Se opone a aquellas medidas económicas que producen como resultado nuevos gustos entre el público consumidor. Desprecia asimismo a la empresa privada que es ‘a menudo una lotería’ de la cual ‘surgen grandes desigualdades en cuanto a riqueza’. En esta obra Keynes muestra una precoz (1924) inclinación en contra del ahorro y la inversión como virtudes económicas. Por el contrario, transforma en malas esas virtudes.”

 

Pero no concluye allí. Keynes considera que la política económica, y fundamentalmente la política monetaria debe estar al servicio de evitar o más precisamente suavizar estos ciclos económicos. Al respecto (1936, p. 286):

“El remedio correcto para el ciclo económico no puede encontrarse en evitar los auges y conservarnos así en semidepresiones permanentes, sino en evitar las depresiones y conservarnos de este modo en un cuasi-auge continuo”.

 

Luego agrega (1936, pp. 288-289):

“El remedio estaría en varias medidas destinadas a fortalecer la propensión a consumir, redistribuyendo los ingresos, o de otro modo, de manera que un nivel dado de ocupación requiera un volumen menor de inversión corriente para sustentarlo. (...)

Además, estoy dispuesto a admitir que el camino más prudente sería el de avanzar en ambos frentes a la vez. Al mismo tiempo que procuraría conseguir una tasa de inversión controlada socialmente con vistas a la baja progresiva de la eficiencia marginal del capital, abogaría por toda clase de medidas para aumentar la propensión a consumir; porque es improbable que pueda sostenerse la ocupación plena, con la propensión a consumir existente, sea lo que fuera lo que hiciéramos respecto a la inversión. Cabe, por tanto, que ambas políticas funcionen juntas –promover la inversión y, al mismo tiempo, el consumo, no simplemente hasta el nivel que correspondería al aumento de la inversión con la propensión existente de consumo, sino a una altura todavía mayor”;[4]

 

Y más adelante concluye (1936, p. 291):

“Es la mayor producción lo que provoca el incremento de ahorro; y el alza de los precios sólo es un subproducto del aumento de productos, que igual ocurrirá, si no hay más ahorro, sino, en su lugar, mayor propensión a consumir”;

 

De esta manera vemos como Keynes confunde constantemente las relaciones entre variables y la causalidad que existe entre ellas. Así como malinterpretó la Ley de Say, que aquí no hemos tenido tiempo de discutir, también afirma lo opuesto que al principio del presente trabajo hemos demostrado.[5]

Como se observó en la primer parte del presente trabajo, es el ahorro lo que permite la inversión y el alargamiento en la estructura de la producción. No es la producción lo que provoca el incremento de ahorro.

Pero resumamos en el siguiente gráfico las ideas que hoy rondan por la mentes de los hacedores de políticas públicas:

 

Gráfico Nº 8 – Keynes, la Teoría General y los ciclos económicos

Los ciclos económicos pueden ser definidos como las constantes alzas y bajas en el producto de un determinado país. El objetivo de la política económica recomendada por Keynes iría entonces destinada a terminar con la curva de alzas y bajas y transformarla con políticas activas en la línea recta, esto es, un crecimiento constante.

Al respecto y siguiendo los contenidos ya vistos, en una situación como la de la crisis del ´30 de desempleo y depresión en donde la inversión y el consumo se encuentren por debajo de la FPP, Keynes recomendaría políticas activas destinadas a aumentar el consumo y la inversión simultáneamente. Según observamos en el gráfico Nº 9, aquí no importa si el traspaso es de X a Y o de X a Z. Es indiferente puesto que su objetivo es simplemente ubicarse sobre la FPP.

 


 

Gráfico Nº 9 – Keynes vs Hayek. La eficiencia del mercado
 

Ahora, Hayek no estuvo de acuerdo con Keynes precisamente porque no desconoce el problema del conocimiento que previamente destacamos. El problema económico no es simplemente asignar recursos escasos a necesidades urgentes e ilimitadas sino más bien asignar los recursos escasos y limitados a aquellas necesidades que los individuos consideran importantes. Esto sólo se transmite a los empresarios a través del sistema de precios y entre ellos, la tasa de interés como previamente demostramos. No es lo mismo el punto Y que el punto Z, a pesar de que ambos se encuentren sobre la FPP. El pleno empleo podrá alcanzarse en ambos puntos, pero sólo uno es aquel que refleja las preferencias de los individuos en el mercado. Sólo el libre proceso de mercado a través del sistema de precios puede conducir al punto sobre la FPP que alcanza el pleno empleo y a la vez que es eficiente.

En palabras de Juan Carlos Cachanosky,

“Todas las personas tienen una escala de preferencias y sus acciones siempre están dirigidas a satisfacer las necesidades que consideran prioritarias. Aunque cometan un error y luego se arrepientan, siempre hacen lo que consideran más importante y dejan de lado aquello que les gustaría hacer pero, por falta de tiempo o dinero, no pueden. Comprender que todos operamos sobre la base de una escala de preferencias es clave para definir la eficiencia económica. (...)

Podemos concluir, entonces, que para lograr la eficiencia económica, es decir, producir la mayor cantidad de bienes y servicios prioritarios, se necesita una gran cantidad de información: (1) cómo está compuesta y varía la escala de preferencias de cada uno de los individuos de la sociedad (bienes de consumo),(2) qué recursos productivos hay disponibles en cantidad y calidad, y (3) que conocimiento tecnológico se necesita para convertir los bienes de producción en bienes de consumo”;

 

Y luego concluye,

“Hasta el momento no se ha encontrado mejor manera de coordinar la producción que el mecanismo de los precios. Este mecanismo permite coordinar los dos tipos de información que se necesitan para asignar eficientemente los recursos: (1) la información acerca de qué bienes y servicios de consumo hay que producir, y en qué cantidad y calidad, (2) la información acerca de qué bienes y servicios de producción hay disponibles en cantidad, calidad y ubicación”; [6]

Ahora, para cerrar el epígrafe concluiremos el desarrollo de la crítica a Keynes con lo que hoy se conoce como la Curva de Phillips de corto plazo:

 

Gráfico Nº 10 – Keynes y la Curva de Phillips en el corto plazo

En términos keynesianos el hacedor de políticas públicas puede bajar el desempleo (m) si acepta un nivel de inflación (p) más elevado (AàB). En otras palabras, la curva de Phillips implicaría intentar reducir los salarios reales vía crecimiento del nivel general de precios.

Este paradigma fue el reinante entre 1940 y 1970 hasta que la crisis de finales de los años setenta sucumbió fuertemente tanto a los hacedores de políticas públicas como a los teóricos que abalaban la teoría keynesiana. Los años setenta fueron dominados por una profunda depresión altamente inflacionaria, situación que hoy se conoce como “stagflation” (estanflación). La experiencia demostraba que el “remedio keynesiano” para absorber el desempleo había fracasado: los trabajadores habían aprendido a pedir aumentos en los salarios que al menos les compensen de la disminución del poder adquisitivo de su dinero, de manera que la expansión crediticia y de la demanda efectiva que los keynesianos han propugnado ha perdido paulatinamente su capacidad de generar empleo y todo ello a costa de crear distorsiones cada vez más graves en la estructura productiva.

Surgiría entonces un nuevo enfoque alternativo al keynesiano, que sin renunciar a la metodología positivista y bajo el mismo herramental triunfaría teóricamente hasta nuestros días. Este enfoque es el llamado “Monetarista”, que si bien haya su principal representante en Milton Friedman tiene su origen incluso varias décadas antes que la revolución keynesiana de los años treinta.


 


[1] Debemos destacar que aquellos países que tiene su moneda local atada a alguna divisa como el dólar, el euro, el yen o una combinación de los mismos, no dependen de la política monetaria del banco central local, pero sí del banco central que emite dichas divisas. De esta manera, estos países han preferido estar atados a la política monetaria de bancos centrales cuya performance ha permitido una mayor estabilidad en sus monedas.

[2] Esta “teoría particular” que estudia el enfoque keynesiano podríamos representarlo gráficamente dentro de la Frontera de Posibilidades de Producción (FPP) que previamente analizamos, de la siguiente manera:

A su vez, dentro de esta representación podríamos argumentar que las políticas keynesianas llevarían a la economía hacia su izquierda, donde se estimula un alto consumo y un muy bajo nivel de ahorro e inversión. Es quizás esta misma razón la que lleva a que las políticas keynesianas siempre fracasen en su intento de recuperar una economía deprimida.

Para una crítica de la “Teoría General” de Keynes se recomienda la lectura de Murray N. Rothbard, “Keynes, the man”, publicado originalmente en “Dissent on Keynes: A Critical Appraisal of Keynesian Economics”, Editado por Mark Skousen, New York: Praeger (1992), pp.171-198. Existe una edición on-line en The Ludwig von Mises Institute, 2003; Friedrich A. von Hayek, “Contra Keynes y Cambridge”, Unión Editorial, 1996;  Wladimir Kraus, “The Fundamental Error of Mainstream Macroeconomics”, April 2005, Ludwig von Mises Institute; José Ignacio del Castillo , “La refutación de Keynes”, Libertas 35, Octubre de 2001; Jacques Rueff, “Las falacias de la Teoría General de Lord Keynes”, Libertas 9, Octubre de 1988; Keynes en Harvard, el engaño económico como credo político, Centro de Estudios sobre la Libertad, Buenos Aires, 1981 (original en inglés, A Veritas Foundation Staff Study).

[3] Justamente es éste argumento el que ha llevado a Lord Keynes a interpretar la crisis del `30 como una consecuencia del “inestable sistema capitalista”. Richard Ebeling (2000, p. 20) sostiene al respecto: “Contrary to Keynes´ interpretation, the Great Depression was not the result of ‘reckless’ and ‘unstable capitalism’. The Great Depression was caused by monetary mismanagement by America´s central bank, the Federal Reserve System. The Depression´s intensity and duration were the result of government interventionist and collectivist policies that prevented the required readjustments in the economy that would have enabled a normal recovery in a much shorter period of time”;

Esto puede traducirse de la siguiente manera: “En forma contraria a la interpretación de Keynes, la Gran Depresión no fue el resultado del ‘peligroso’ e ‘inestable capitalismo’ combinado con la pasividad e indiferencia del gobierno. La Gran Depresión fue causada por la mala administración monetaria por parte del banco central americano, el Sistema de la Reserva Federal. La intensa y duradera depresión fue el resultado de la intervención gubernamental y las políticas colectivistas que impidieron el ajuste requerido por la economía que hubiera permitido una recuperación normal en un período de tiempo mucho más corto”;

El lector interesado en una interpretación austriaca sobre la Gran Depresión puede acceder a la lectura de “La crisis del 30” de Juan Carlos Cachanosky (1989); y si desea mayor profundidad puede acceder a “America´s Great Depression” de Murray N. Rothbard (1963), http://www.mises.org/rothbard/agd.pdf

[4] Keynes define la eficiencia marginal del capital “como si fuera igual a la tasa de descuento que lograría igualar el valor presente de la serie de anualidades dada por los rendimientos esperados del bien de capital, en todo el tiempo que dure, a su precio de oferta”. Para una crítica a la “eficiencia marginal del capital” se recomienda al lector dirigirse a Jesús Huerta de Soto, Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, pp. 432-434. Al respecto Huerta de Soto explica: “El error más importante de Keynes es considerar que la inversión viene determinada por la ‘eficiencia marginal del capital’, tal y como acabamos de ver que la ha definido, considerando que el precio de oferta del bien de capital está dado y no varía, aunque se modifiquen las expectativas de beneficio de los empresarios. [...] El mismo Hayek ha puesto impecablemente de manifiesto que toda la doctrina keynesiana de la ‘eficiencia marginal del capital’ como determinante de la inversión sólo es admisible si se supone que no existe escasez alguna de bienes de capital  y que, por tanto, puede adquirirse cualquier cantidad de éstos a un precio constante prefijado.”

[5] Para una correcta interpretación de la Ley de Say, se recomienda la lectura de los Fundamentos de Análisis Económico (1994), de Alberto Benegas Lynch (h), pp. 90-97; Por su parte, las incorrectas interpretaciones de Keynes sobre la teoría económica que imperaba hasta 1936 se deben posiblemente a lo limitado de sus estudios. Hayek por ejemplo, nos ha indicado que su bagaje teórico se limitaba casi exclusivamente a la economía de Alfred Marshall y que era incapaz de entender libros de economía escritos en lenguas extranjeras. En palabras de Hayek (1972; p. 101): “Keynes was not a highly trained or a very sophisticated economist theorist. He started from a rather elementary Marshallism economics and what had been achieved by Walras and Pareto, the Austrians and the Swedes was very much a closed book to him. I have reason to doubt whether he ever fully mastered the theory of international trade; I don´t think he had ever thought systematically on the theory of capital, and even in the theory of the value of money his starting point –and later the object of his criticism- appears to have been a very simple, equation-of-exchange-type of the quantity theory rather than the much more sophisticated cash-balances approach of Alfred Marshall”. Siguiendo a Schumpeter (véase pie de página 15 del presente trabajo) podríamos argumentar que el éxito de la Teoría General de Keynes se debió fundamentalmente a que “su argumentación apoyaba algunas de las preferencias políticas más acusadas de gran número de economistas”. En otras palabras, no es erróneo argumentar que la “Teoría General” venía “como anillo al dedo” para justificar las políticas de incremento de gasto público que los dirigentes necesitan para conseguir más votos. Al respecto, se explica en el libro ya citado, Keynes en Harvard: el engaño económico como credo político, p. 91: “Como el Treatise on Money fuera un fracaso, Keynes resolvió formular un nuevo enfoque de su credo político. Durante cinco años trabajó para conformar una teoría que sirviera para el adoctrinamiento de la mayoría de los economistas del mundo. Calculó (y el cálculo era correcto) que si se podía vender a los economistas y a los docentes de economía una teoría económica inspirada políticamente, estas ideas eventualmente se filtrarían hasta llegar al gobierno, las escuelas y los medios de información general. Keynes resume su propósito observando que: ‘Las ideas de los economistas y de los filósofos políticos, tanto cuando son buenas como cuando son malas, tienen mayor fuerza de lo que se suele creer. Lo cierto es que el mundo está regido por muy poca cosa más que esto’.”

[6] Juan Carlos Cachanosky, “Eficiencia Económica y Sistemas Jurídicos”, Economía, pp. 23-25. A todo aquel interesado en profundizar sobre el tema “eficiencia” bajo el pensamiento austríaco no puede dejar de leer el trabajo del Profesor Jesús Huerta de Soto titulado “La teoría de la  eficiencia dinámica”, publicado en el primer número de la revista Procesos de Mercado (2004). Allí se critican las concepciones de óptimo de Pareto y eficiencia estática, culminando con la presentación de un enfoque alternativo “que surge como resultado natural de la teoría de los procesos de mercado impulsados por la capacidad, a la vez creativa y coordinadora, de la función empresarial”. Si bien este concepto alternativo no se ha introducido con carácter general en nuestra disciplina, son diversos autores los que han cultivado el campo de la eficiencia dinámica. Economistas de la talla de Mises, Hayek y Schumpeter, u otros más próximos a nosotros como Rothbard, Kirzner, North con su concepto de “eficiencia adaptativa”, o el propio Leibestein con su concepto de “eficiencia-x”, se han preocupado de una u otra forma por desarrollar o proponer criterios alternativos en mayor o menor medida coincidentes o próximos a nuestro concepto de la eficiencia dinámica. En dicho estudio se consideran las diversas aportaciones de estos autores.


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