Formación de capital y ciclos económicos
Una introducción al análisis macroeconómico

Adrián Osvaldo Ravier
 

 

El Proceso de Formación de Capital y la Teoría del Crecimiento Económico

El proceso en el marco social

La Estructura Intertemporal de la Producción

 

En el primer número de la revista Procesos de Mercado, Miguel Angel Alonso Neira, explica (2004; pp.115-116):

“Muchos teóricos de la Economía consideran que uno de los principales desafíos de los macroeconomistas contemporáneos consiste en reconciliar:

a)       Las rigideces a corto plazo, el paro involuntario, o la economía por el lado de la demanda de los autores keynesianos, con la flexibilidad a largo plazo, el pleno empleo, o la economía por el lado de la oferta de los economistas clásicos o neoclásicos.

b)       El movimiento conjunto de la inversión y el consumo en el corto plazo keynesiano, con el tradeoff que existe entre estas dos variables en el largo plazo clásico o neoclásico.

¿Cómo compatibilizar ambos enfoques si aceptamos que al largo plazo sólo se puede llegar a través de una secuencia de cortos plazo? En la Acción Humana (1949), Ludwig von Mises escribía: ‘Debemos guardarnos de la falacia habitual de trazar una línea divisoria profunda entre los efectos a corto plazo y a largo plazo. Lo que sucede en el corto plazo son precisamente las primeras etapas de una cadena de transformaciones sucesivas que tenderá a provocar los efectos a largo plazo’;”

 

Justamente buscando una respuesta a este dilema es que Trevor Swan ha llegado a la conclusión de que la combinación correcta es que uno debe ser keynesiano a corto plazo y neoclásico a largo plazo.

Los economistas austríacos, y en especial Friedrich A. von Hayek, han centrado sus esfuerzos en la búsqueda de este acoplamiento real, desarrollando lo que puede considerarse una macroeconomía del medio plazo. Es lo que Miguel Angel Alonso Neira (2004, p.116), siguiendo a Roger Garrison, llama en su trabajo ya citado: “La macroeconomía del capital”.

En su trabajo Prices and Production[1], (o en español, Precios y Producción), Hayek desarrolla lo que se denominaría “el Triángulo Hayekiano”. El mismo no es otra cosa que la Estructura intertemporal de la Producción que desarrollaremos a continuación. La misma no tiene otro objeto que el de simplificar y facilitar la comprensión de la compleja estructura de etapas productivas que existen en una sociedad moderna.

Cabe remarcar, sin embargo, que autores como Mises no necesitaron de estas herramientas mecanicistas para explicar los argumentos esenciales que desarrollamos previamente y que profundizaremos en adelante. Pero sí permite observar con mayor detenimiento algunas consecuencias del proceso de formación de capital.

 

Gráfico Nº 1 – Estructura de la producción

 

Siguiendo a Rothbard (2004, 206) la estructura de la producción y los pagos respectivos que se ven en el gráfico Nº 1 operan de la siguiente manera: los consumidores gastan 100 onzas en determinado bien. De esas 100 onzas, 5 corresponden a ingresos por intereses de los vendedores del bien de consumo y 95 onzas se utilizan como pago a los dueños de los factores. En nuestro ejemplo 15 se destinan a los factores originarios tierra y trabajo y 80 onzas, a la adquisición de servicios de los factores bienes de capital de un orden más alto. En la segunda etapa, los capitalistas reciben 80 onzas como pago por la venta de su producto.

De las 80 onzas, 16 se destinan a la adquisición de los factores tierra y trabajo, y 4 corresponden a ingresos, en concepto de intereses, de los capitalistas del segundo nivel de producción. Los 60 restantes se utilizan para la obtención de bienes de capital de orden superior. El proceso se repite hasta que, en la última etapa, los capitalistas de orden superior obtienen 20 onzas como renta, se quedan con 1 como ingreso por intereses y destinan 19 al pago de los factores tierra y trabajo. La suma total de los ingresos de los factores tierra y trabajo es de 83 onzas. El ingreso total en concepto de intereses es de 17 onzas.

Evidentemente, los capitalistas preferirán destinar su capital en aquellas etapas de la producción que les otorgue mayor rentabilidad.

De esta manera, en el ejemplo detallado, tenemos,

o       Para la primer etapa, un ingreso por intereses de 5 onzas, y un costo conformado por 80 onzas por los factores bienes de capital más las 15 onzas destinadas a pagar factores tierra y trabajo. La rentabilidad es entonces:                  5 / ( 80 + 15 ) = 0.0526 = 5,26 %

o       En la segunda etapa, siguiendo el mismo análisis la rentabilidad sería de:

4 / ( 60 + 16 ) = 5.26 %

o       En la tercer etapa: 3 / ( 45 + 12 ) = 5.26 %

o       Y en la última etapa: 1 / ( 19 ) = 5.26 %

 

De aquí puede afirmarse que para los capitalistas es indistinto invertir en una etapa u otra de las detalladas. Pero no ocurre lo mismo con las etapas  cuarta y quinta. Observemos,

o       En la cuarta etapa: 2 / ( 30 + 13 ) = 0.0465 = 4.65 %

o       En la quinta etapa: 2 / ( 20 + 8 ) = 0.0714 = 7.14 %

 

En un  mundo real de incertidumbre, la tendencia de los actos empresariales va siempre dirigida a establecer una tasa de interés uniforme a través de todo el mercado. La razón de esta uniformidad resulta evidente: si en la etapa 1 de producción del bien se obtiene 5.26 % y en la etapa 4 del mismo bien se obtiene el 4.65 %, los capitalistas dejarán de invertir en el segundo caso y se lanzarán a invertir en el primero. A su vez, si en la etapa 2 de la producción del bien se obtiene 5.26 % y en la etapa 5 se obtiene 7.14% los capitalistas dejarán de invertir en el primer caso y se lanzarán a invertir en el segundo.[2]

Como resultado, el margen de precio se modificará de acuerdo con las ofertas y demandas existentes y las tasas de interés tenderán a igualarse.

De esta manera, nuevamente podemos observar como la tasa de interés indica a los empresarios qué nuevas etapas productivas o proyectos de inversión pueden y deben emprender y cuáles no, para mantener coordinados, en la medida de lo humanamente posible, los comportamientos de ahorradores, consumidores e inversores, evitando que las distintas etapas productivas, o bien se queden demasiado cortas o se alarguen indebidamente.

Esto es lo que otorga dinamismo al proceso de mercado, como un proceso de recombinación de producción de nuevos tipos, y de compra y venta de bienes de capital, que genera una estructura productiva dinámica y muy compleja, y que siempre tiende a expandirse.


 


[1] En la introducción a la edición española de Precios y Producción (1996, p. 9) José Luis Feito explica que “la historia de esta obra es, si se me permite la expresión, la historia de un ‘fracaso triunfal’ [...] porque si bien es verdad que Hayek no consiguió lo que se proponía con este pequeño gran libro en los años treinta, no es menos cierto que sus reflexiones en Precios y Producción han servido para mantener encendida una llama que ha iluminado desarrollos teóricos y visiones del fenómeno económico que hoy tienen plena validez.”. Véase por ejemplo el caso de Schumpeter quien en su Historia del Análisis Económico (1971, p. 1215) explicaba sobre este libro: “Tuvo un éxito arrollador entre los economistas norteamericanos, éxito jamás igualado por un libro estrictamente teórico [...] El éxito de la Teoría General de Keynes , si bien fue mayor, no es comparable, porque, por grandes que sean sus méritos analíticos, no hay duda que debe primordialmente su victoriosa carrera a que su argumentación apoyaba algunas de las preferencias políticas más acusadas de gran número de economistas. Hayek, en cambio, nadaba contra corriente. [...] Al éxito del libro de Hayek sucedió una reacción crítica muy violenta que no sirvió, al principio, más que para subrayar el valor de la teoría, pero al final terminó dirigiendo a los profesionales hacia otros autores y hacia otros intereses. La sociopsicología de este episodio merecería un estudio detenido”. Cabe aclarar sin embargo, que la teoría de Schumpeter se encontraba enmarcada bajo el positivismo walrasiano, y como afirma el mismo José Luis Feito (1996, p. 11) en esta introducción, “el Hayek de Precios y Producción tiene poco que ver con la moderna Escuela Austríaca de Economía. Por el contrario, es un economista que acepta plenamente el paradigma walrasiano. En efecto, para el Hayek de comienzo de los años 30 este paradigma constituía el núcleo central de la teoría económica.”; Otro ejemplo es el de Robert E. Lucas (1981, p.215), quien se pregunta: “¿Por qué en las economías capitalistas las variables agregadas registran repetidamente oscilaciones alrededor de determinadas tendencias? Antes de la aparición de la Teoría General de Keynes era ésta la cuestión fundamental que se planteaba al investigación económica [...] y había acuerdo general sobre cómo abordarla. Por citar a Hayek, el mejor ejemplo de la teoría dominante aquellos años: La incorporación del fenómeno del ciclo a la teoría del equilibrio económico, con el que aparentemente está en contradicción, es el problema crucial de la teoría económica [...] Por teoría del equilibrio entiendo primordialmente la moderna teoría de la interdependencia general de todas las variables económicas, según se ha expuesto de forma insuperable por los teóricos de la escuela de Lausana.

[2] Si bien el presente análisis es para las distintas etapas de la producción dentro de un mismo bien, el análisis no varía si lo hacemos comparando rentabilidades de bienes totalmente distintos.


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