Formación de capital y ciclos económicos
Una introducción al análisis macroeconómico

Adrián Osvaldo Ravier
 

 

 

El Proceso de Formación de Capital y la Teoría del Crecimiento Económico

 

Análisis robinsoniano: tasa de interés, ahorro, inversión y formación de capital

 

La tasa de interés está íntimamente relacionada con el ahorro, la inversión y la formación de capital. Para demostrar dichas relaciones, Eugen Böhm Bawerk (1959, pp. 102-118) primero y luego sus seguidores de la Escuela Austriaca de Economía utilizaron un esquema robinsoniano o de economía autística.

Robinson Crusoe recién llegado a una isla encuentra como único medio de subsistencia la recolección de frutas. En un primer momento divide el día en 10 horas de trabajo y 14 horas de descanso. Recoge en sus horas de trabajo, 2 frutas por hora, obteniendo así, diariamente, 20 frutas.

 

 

Robinson desea ahora salir de esta precaria situación. Observa empresarialmente que si contara con un palo largo de varios metros y largo alcance podría golpear los arbustos con fuerza y conseguir la misma producción en menor tiempo, o una mayor producción en el mismo tiempo. Digamos que su plan es que el bien de capital en cuestión le permita obtener 5 frutas por hora. Entonces Robinson se decide a encarar el proyecto. Para ello, decide emplear 5 de las 10 horas en las que trabajaba y 5 de las 14 horas que descansaba para construir el bien de capital. Esto implica restricción de consumo y/o descanso, lo que significa AHORRO.

 

¿Qué fue lo que indujo a Robinson a ahorrar? La perspectiva de 5 frutas por hora mañana vs. 2 frutas por hora hoy. La diferencia, o sea, 3 frutas por hora, es la tasa de interés originario, es decir, el valor adicional que recompensa la espera.

El palo de varios metros que fabrica Robinson, es el bien de capital, es decir, una combinación de naturaleza más trabajo, que le permitirá elevar la productividad (mayor producción en menos tiempo) de su labor. Lo que está haciendo Robinson es inversión, esto es utilizar el ahorro para la fabricación de nuevos bienes de capital.

 

 

Lo visto nos permite obtener tres importantes conclusiones: en primer lugar que para invertir es necesario un período de ahorro previo. Sólo si hay ahorro, hay inversión. El ahorro es la condición necesaria para la inversión. En segundo lugar, que el ahorro tiende a ser igual (en cuantía) a la inversión. Y en tercer lugar, que el interés originario es un fenómeno no monetario. El interés originario existe desde que el individuo actúa y economiza. El interés originario es una implicancia de la acción humana. En palabras de Ludwig von Mises (1949, pp.626-627):

“El interés originario es una categoría de la acción humana. Aparece en toda evaluación de bienes externos al hombre y jamás podrá esfumarse. Si reapareciera aquella situación que se dio al finalizar el primer milenio de la era cristiana, en la cual había un general convencimiento del inminente fin del mundo, la gente dejaría de preocuparse por la provisión de las necesidades terrenales del futuro. Los factores de producción perderían todo valor y carecerían de importancia para el hombre. Pero no desaparecería el descuento de bienes futuros por presentes, sino que aumentaría considerablemente. Por otra parte, la desaparición del interés originario significaría que la gente dejaría de interesarse por satisfacer sus más inmediatas necesidades; significaría que preferirían disfrutar de dos manzanas dentro de mil o diez mil años en lugar de disfrutar de una manzana hoy, mañana, dentro de un año o diez años”;

 

Pero volvamos al análisis robinsoniano: Terminado el proceso de ahorro, inversión y formación de capital y suponiendo que Robinson Crusoe realizó cálculos correctos se consiguió un aumento en su productividad. Su jornada laboral se redujo de 10 a 4 horas, pudiendo dedicar las restantes a descanso o la fabricación de nuevos bienes de capital, o a lo que sus preferencias subjetivas e individuales le indiquen.

Una nueva conclusión que podemos observar de este simple análisis es que el capital es el medio indispensable para elevar el nivel de vida. Como bien señala Jesús Huerta de Soto (1998, p.224):

“Es claro, por tanto, que, al igual que la diferencia entre el Robinson Crusoe ‘rico’ con la vara y el Robinson Crusoe ‘pobre’ sin ella radicaba en que el primero disponía de un bien de capital que había logrado gracias a un ahorro previo, la diferencia esencial entre las sociedades ricas y las sociedades pobres no radica en que las primeras dediquen más esfuerzo al trabajo, ni siquiera en que dispongan de mayores conocimientos desde el punto de vista tecnológico, sino básicamente en que las naciones ricas poseen un mayor entramado de bienes de capital empresarialmente bien invertidos, en forma de máquinas, herramientas, ordenadores, edificios, productos semielaborados, etc., que se ha hecho posible gracias al ahorro previo de sus ciudadanos. O, dicho de otra manera, que las sociedades comparativamente más ricas lo son porque tienen más tiempo acumulado en forma de bienes de capital, lo que les permite encontrarse temporalmente más cerca de la consecución de fines de un valor muy superior”;


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