Formación de capital y ciclos económicos
Una introducción al análisis macroeconómico

Adrián Osvaldo Ravier
 

 

 

El Proceso de Formación de Capital y la Teoría del Crecimiento Económico

 

Siguiendo con el comentario inicial, comenzaremos nuestro estudio desde el análisis praxeológico[1] de la acción humana de tal forma de comprender el origen de la tasa de interés como concepto fundamental dentro del “edificio” de la teoría del capital.

El segundo paso será analizar las relaciones entre la tasa o tipo de interés y el ahorro, la inversión y la formación de capital. Para ello creemos importante utilizar el modelo de economía autística de Robinson Crusoe. Recién en un tercer paso, consideraremos el proceso de formación de capital en el marco social apoyándonos sobre los puntos vistos previamente. Aquí será fundamental considerar una representación gráfica que enseña la estructura intertemporal de la producción con sus múltiples etapas. Comprendidos estos puntos, intentaremos plantear lo que sería el “modelo de crecimiento económico austriaco”, el cual a su vez combinaremos con el aporte de Roger Garrison, para llevar dicho modelo a una representación gráfica.

 

1.1 - Análisis praxeológico de la tasa de interés

 

La Escuela Austriaca de Economía construye su edificio de teoría económica partiendo del concepto de “Acción Humana”. La misma es definida simplemente como comportamiento deliberado, el cual se debe diferenciar claramente de aquellos movimientos observados que no son intencionales como actos reflejos o respuestas involuntarias a ciertos estímulos. Dicho comportamiento deliberado siempre busca pasar de un estado menos satisfactorio a otro más satisfactorio. Es decir, la insatisfacción es el incentivo de la acción; el sujeto que actúa lo hace porque está insatisfecho y busca mejorar su situación.

Todos los seres humanos actúan en virtud de su existencia y naturaleza. Esta “verdad fundamental”, representa el axioma central del edificio que en estas páginas intentaremos reproducir. El ámbito íntegro de la praxeología y el de su subdivisión mejor desarrollada, la economía[2], se basa en el análisis de las necesarias implicancias lógicas de este concepto.

 

1.1.1 - Las implicancias directas de la acción humana

 

La primera implicancia que podemos deducir del axioma central “acción humana” es la idea de individualismo. La acción humana sólo puede ser llevada a cabo por sujetos actuantes individuales. Sólo los individuos tienen fines y pueden actuar para alcanzarlos. No existen fines o acciones de “grupos” o “colectividades” diferentes de las acciones de diversos individuos específicos. En otras palabras, las “sociedades” o “grupos” no tienen existencia independiente de las acciones de sus miembros particulares.

Ahora bien, para iniciar la acción el individuo necesita contar con alguna idea que le permita alcanzar el fin. La acción consiste en el comportamiento de individuos dirigido hacia fines, en la forma en que ellos crean que les permitirá lograr su objetivo. La acción requiere de un plan o ideas tecnológicas para llegar a él.

A su vez, los hombres se encuentran en cierta situación o entorno, el cual los individuos intentarán cambiar para cumplir con sus objetivos. Dentro de dicho entorno habrá elementos que podrá manejar y otros que no. Los primeros son medios, los otros, condiciones generales del entorno.

Por otra parte, toda acción humana tiene lugar en el tiempo. El individuo es mortal por naturaleza y sólo cuenta con 24 horas por día para alcanzar sus fines. El tiempo representa entonces un medio escaso que aparece en toda acción humana.

La acción requiere elección de los fines que se buscarán alcanzar y de los medios que se utilizarán para cumplir los objetivos. El tiempo es escaso para el hombre, por lo cual cualquiera sea el fin que se desea satisfacer, habrá otros que quedarán insatisfechos.[3]

Hemos dicho que el tiempo es escaso, es limitado. Sin embargo esto no sólo ocurre con el tiempo, sino también con todos los recursos. Si no fueren escasos no habría necesidad de asignarlos y serían condiciones generales. Al asignarlos, el individuo economiza los medios para satisfacer los fines más deseados. Quien actúa ordena sus fines alternativos según una escala de prioridades de acuerdo con el valor que tiene para él. Esta sería su escala de valores o preferencias, la cual es subjetiva ya que varía de un individuo a otro, o incluso, en un mismo individuo en dos momentos distintos.

Otra implicancia de la acción es la incertidumbre acerca del futuro. Esto debe darse necesariamente, porque lo contrario negaría toda posibilidad de acción. Si el hombre tuviere pleno conocimiento de los eventos futuros no actuaría, ya que ninguno de sus actos podría cambiar la situación. Entraríamos en lo que suele llamarse “determinismo”. Esta incertidumbre acerca de los sucesos futuros surge de dos fuentes básicas: la imposibilidad de predecir los actos de elección de los individuos y el conocimiento insuficiente sobre la ocurrencia o no de los fenómenos naturales. Desde luego, esto no significa que el hombre no se esfuerce en hacer estimaciones sobre los sucesos futuros. De hecho, cualquier sujeto actuante, al emplear medios, estima que con ellos obtendrá el objetivo deseado. Pero no hay certeza. Todas su acciones son especulaciones basadas en su juicio acerca del curso de acción de los acontecimientos futuros. La omnipresencia de la incertidumbre introduce la siempre presente posibilidad de error en la acción humana. El individuo puede descubrir, después de contemplada su acción, que los medios han sido inapropiados para el logro de sus fines.

En resumen, Rothbard (2004, p. 31) explica,

“La acción es un comportamiento deliberado dirigido hacia el logro, en algún momento futuro, de fines que involucran la satisfacción de deseos que de otro modo no se cumplirían. Lleva en sí la expectativa de un estado menos insatisfactorio como su resultado natural. El individuo que actúa elige, entre los elementos de su entorno, los que le servirán como medios para lograr sus objetivos, economizándolos al emplearlos para obtener los fines que valora (dejando insatisfechos los menos valorados), y de la manera que considera más adecuada para alcanzarlos. Su método –los medios que elija- pueden resultar apropiados o no”;

 

El análisis praxeológico realizado implicaría entonces grandes falencias sobre el análisis económico que el Mainstream desarrolla hoy en prácticamente todas las universidades del mundo. En primer lugar, olvidan el individualismo con su escala de valoraciones o preferencias subjetiva. El Mainstream prefiere utilizar en su análisis un agente maximizador representativo que siempre responde de la misma forma ante cada situación. En segundo lugar, ignoran la importancia del tiempo. Sus modelos son estáticos fundamentalmente por la dificultad de la herramienta matemática como lenguaje para incorporarlo. Podemos afirmar que hasta ahora, la intención de incorporar modelos dinámicos ha sido en vano. En tercer lugar, los modelos de competencia perfecta niegan la existencia de incertidumbre y especulación. El agente maximizador no especula respecto del futuro. Tiene pleno conocimiento de qué medios debe utilizar y cómo debe aplicarlos para alcanzar sus fines. Lo mismo ocurre sobre las condiciones generales, esto es, no podrían surgir en dichos modelos eventos naturales que no estén bajo el control del los agentes maximizadores. Y por último, debemos mencionar la principal crítica que el premio Nóbel Hayek hace al enfoque que en la introducción definimos como “Macroeconomía”, y que consiste en que los analistas trabajan con macroagregados (tales como el nivel general de precios), que impiden al analista comprender los efectos de naturaleza microeconómica que ocurren en el mercado con cada política intervencionista.[4]

En la medida en que todo lo determinen funciones macroagregadas, la teoría tradicional de determinación de los precios relativos a nivel microeconómico y la teoría del capital, del interés y de la distribución, que constituyen la médula de la teoría económica y que veremos en adelante, deja de ser entendida. Lo más triste es que, como dice Hayek,

“I fear the theory will still give us a lot of trouble: it has left us with a lost generation of economists who have learnt nothing else”.[5]

 

Esto en definitiva lleva a considerar cuál es el problema económico. Para Lionel Robins como representante de la economía neoclásica o tradicional “el problema es la escasez de recursos necesarios para la satisfacción de una variedad de fines.” Mientras que para Hayek o para la Escuela Austriaca en su conjunto “el problema no es meramente la escasez de recursos, sino, más fundamentalmente, la ignorancia acerca de cuáles y cuántos recursos y qué tecnologías para transformarlos están disponibles y cuáles son los fines a satisfacer.” El problema aquí es el la dispersión del conocimiento.

 

1.1.2 - La ley de preferencia temporal y la tasa de interés

 

De las implicancias mencionadas, uno puede deducir las tres leyes fundamentales de la teoría económica. Estos son: la ley de utilidad marginal[6], la ley de rendimientos decrecientes y la ley de preferencia temporal.

En esta oportunidad sólo analizaremos esta última, pero el lector puede dirigirse a “Acción Humana” de Ludwig von Mises o a “Man, Economy and State” de Murray N. Rothbard si quiere profundizar en este tema en particular.[7]

La esencia de la tasa de interés proviene del análisis de las implicancias de la acción que recién realizamos. Allí observamos que el hombre tiene una tendencia a consumir en el presente y no en el futuro. Esto podemos demostrarlo de dos formas:

Primero, si algún hombre naturalmente tendiera a consumir en el futuro, sucedería que hoy esperaría para mañana; pero mañana se convertiría en hoy y así sucesivamente. Luego, no consumiría. Pero no consumir implica contradecir el axioma praxeológico fundamental: toda acción implica pasar de una situación poco satisfactoria a otra más satisfactoria, cosa que implica que el sujeto actuante intenta satisfacer siempre una necesidad, o sea consumir.

Una segunda demostración de la ley es que el  tiempo es un medio escaso; luego, para economizarlo, el sujeto actuante trata de arribar a la situación más satisfactoria en la menor cantidad de tiempo posible.

De esta manera podemos enunciar el Teorema o Ley de Preferencia Temporal, el cual versa de la siguiente manera: “Toda persona prefiere consumir en el presente antes que en el futuro, o bien prefiere consumir en un futuro menos remoto antes que en uno más remoto.” De este teorema se deduce la tasa de interés. Dado que el individuo prefiere el consumo presente al consumo futuro, para inducirlo a postergar su consumo para el futuro, debe dársele al bien a consumir un valor adicional que compense la espera. Este valor adicional se denomina “interés originario”.

Interés originario es entonces, la diferencia entre el valor que el sujeto actuante asigna a un bien en el presente y el valor que el mismo sujeto asigna al mismo bien en el futuro. La cuantía de interés originario tiende a ser directamente proporcional a la preferencia temporal del sujeto actuante. En efecto: cuanto más valore éste el presente con respecto al futuro, mayor tenderá a ser la cuantía de interés para inducirle a ahorrar (postergar el consumo para el futuro; abstención de consumo; producción no consumida).

Por todo lo dicho, la tasa de interés es un factor subjetivo. Varía de un individuo a otro, e incluso puede variar en un mismo individuo en dos momentos distintos.

Completo ya el análisis praxeológico de la tasa de interés podemos pasar a analizar su relación con el ahorro, la inversión y la formación de capital a través del caso de Robinson Crusoe. Previamente veamos en el siguiente cuadro el recorrido realizado:

 

Cuadro Nº 1 – Análisis praxeológico de la Tasa de interés


 


[1] Para un estudio detallado de la Praxeología el lector puede acceder a los “Fundamentos filosóficos y epistemológicos de la Praxeología” de Gabriel J. Zanotti, Editorial UNSTA, junio de 2004.

[2] Ludwig von Mises ha llamado a esta subdivisión “cataláctica”. Al respecto el lector puede dirigirse a “La Acción Humana. Tratado de Economía”, Unión Editorial SA, Madrid, España, 2001 (1966), pp. 283-286.

[3] Esto es lo que se suele llamar costo de oportunidad.

[4] Podemos denominar Mainstream o enfoque neoclásico a la combinación de la teoría objetiva de los clásicos, con la teoría de la utilidad marginal de Walras, el positivismo de Alfred Marshall, la teoría monetarista de Milton Friedman, las expectativas racionales de Robert Lucas y la teoría de los ciclos reales de los últimos premio Nóbel Kydland y Prescott.  Como vemos esta es una visión amplia del enfoque neoclásico ya que estamos incluyendo en el mismo a Monetaristas y lo que hoy suele llamarse, los “Nuevos Clásicos”.

Respecto de las principales críticas que los economistas austríacos hacen al Mainstream neoclásico, véase Jesús Huerta de Soto (2001), “La Escuela Austríaca de Economía, mercado y creatividad empresarial”. En la conclusión del capítulo 1 de dicho libro, Huerta de Soto (2001, p. 32) explica: “Las principales críticas que los economistas austríacos hacen a los neoclásicos y que, de paso, ponen de manifiesto los elementos básicos diferenciadores de su punto de vista, son las siguientes: en primer lugar, concentrarse exclusivamente en estados de equilibrio a través de un modelo maximizador que supone que está ‘dada’ la información que necesitan los agentes en cuanto a sus funciones objetivo y a sus restricciones; segundo, la elección en muchos casos arbitraria, de variables y parámetros, tanto en cuanto a la función objetivo como en cuanto a las restricciones, tendiéndose a incluir aquellos aspectos más obvios, con olvido de otros de gran trascendencia, pero que tienen una mayor dificultad en cuanto a su tratamiento empírico (valores morales, hábitos y tradiciones, instituciones, etc.); tercero, concentrarse en modelos de equilibrio que tratan con el formalismo de las matemáticas y que ocultan cuáles son las verdaderas relaciones de causa y efecto, y cuarto, elevar el nivel de conclusiones teóricas lo que no nos son sino meras interpretaciones de la realidad históricas que pueden llegar a ser relevantes en algunas circunstancias concretas, pero que no puede admitirse que tengan una validez teórica universal, puesto que tan sólo conllevan un conocimiento históricamente contingente”;

Para una versión más resumida, el lector puede dirigirse al trabajo del mismo autor titulado “La Escuela Austriaca Moderna frente a la Neoclásica”.

http://www.eumed.net/cursecon/textos/Huerta_de_Soto_austria-vs-neocla.pdf

[5] Traducido al español: “Temo que la teoría nos dará muchos más problemas: nos ha dejado con una generación perdida de economistas que no han aprendido nada más.” Friedrich A. von Hayek, (1978, p. 287); Y al respecto, cabe repasar las palabras de John Hicks (1970, p. 235): “Cuando se escriba la historia del análisis económico durante los años treinta, uno de los protagonistas destacados del drama, porque aquello fue bastante dramático, será el profesor Hayek. Los escritos económicos de Hayek –no me refiero a sus obras posteriores de teoría política o sociología- son casi desconocidos por el estudiante de economía actual. Difícilmente se recuerda que hubo un tiempo en que las teorías de Hayek rivalizaban con las nuevas teorías de Keynes. ¿Quién tenía razón, Hayek o Keynes? [...] No pocos economistas han pasado varios años tratando de responder a estar pregunta; muchos, incluyéndome a mí mismo, tardaron bastante en decidirse. ¿Por qué sucedió esto?”. (la cursiva es nuestra).

[6] La mayoría de los libros de texto de economía y de historia del pensamiento económico no diferencian entre la concepción de la Ley de Utilidad Marginal que emprendieron entre 1871 y 1874, Carl Menger, William Stanley Jevons y Léon Walras. Peor aún, proclamen que la revolución subjetivista iniciada por Menger en 1871 ya ha sido plenamente absorbida por la teoría económica moderna. Debemos afirmar sin embargo que estas declaraciones son mera retórica. Todavía es mucho lo que sigue influyendo en nuestra ciencia el antiguo “objetivismo” de la Escuela Clásica (bajo los pensadores Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill y Carl Marx) que dominó la economía hasta la revolución marginalista. Y son varios e importantes los diferentes campos de la teoría económica que hasta ahora han permanecido en gran parte estériles como consecuencia de la imperfecta recepción y asimilación de la “concepción subjetivista”.

Quizás una de las áreas más importantes de la economía en la cual la influencia de la revolución marginalista y del subjetivismo aún no se ha hecho notar es la relacionada con el dinero y lo que hasta aquí hemos enmarcado bajo el concepto “Macroeconomía”.

[7] Ludwig von Mises, La Acción Humana: Por la Ley de la Utilidad Marginal, pp. 143-152; Por la Ley del Rendimiento, pp. 153-156.


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