URUGUAY
UN DESTINO INCIERTO
Jorge Otero Menéndez
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De la Euforia al Dolor
El MERCOSUR ha tenido el efecto de un alcaloide: estimuló artificialmente la actividad subregional, su empleo causó un profundo deterioro y cuando se cortó su presencia provocó esa suerte de síndrome, que los españoles llaman popularmente “el mono”, que no es otra cosa que el de abstinencia. Y así estamos, a la espera que se recupere Argentina, que mejore algo más Brasil para volver a recuperar la forzada euforia y luego recaer en la postración.
Si algo ha hecho el MERCOSUR por nosotros es convertir en profeta a toda persona con sentido común: Desde ese punto de vista fácilmente se percibe que siempre encontraremos delante, viejas y graves dificultades. Para ello bastará con no tomar en consideración la historia y hacer olvidar lo que hoy estamos viviendo. Ahora bien, ¿qué es lo que se debió tener presente?
No obstante la relevancia de la respuesta a la anterior pregunta, es menester también tener en cuenta, con rango causal, algo que ya consignamos: el funcionamiento actual de nuestro régimen político que enerva las discusiones trascendentes, y las decisiones que nos atañen a todos son adoptadas en pequeño círculo.
Más allá de la capacidad de los dirigentes políticos que integran éste peculiar caudillismo colegiado, digamos que el funcionamiento de una democracia de estas características no tiene mayor destino y su aplicación dista de lo que se supone que encierra como contenido el concepto.
La acepción mínima de democracia – aquella que refiere sustancialmente a la casi exclusiva posibilidad de realizar elecciones libres – corresponde a un ideal a alcanzar en el siglo XIX, en el que los levantamientos armados y los golpes de estado constituían el núcleo de eventuales cambios de gobierno y, si se quiere, de participar de algún modo en la adopción de decisiones.
El haber retomado a finales del siglo XX aquel ideal político del siglo XIX vino acompañado, con el hecho de zambullirnos en él, de déficit fiscal, comercial, crisis bancaria, profundización de relaciones con nuestros vecinos, la intensa emigración de uruguayos, el ahorro llevado al exterior, en fin. Sólo la inversión externa puede ser mirada como mayor. La de aquél siglo XIX se entiende.
De cualquier modo, es menester que el tema del futuro del Mercosur sea abordado colectivamente para que todos podamos sentirnos y ser responsables por el curso futuro de cuestión tan crucial para el país, como es un crecimiento económico sólido y justo[i].
Nuestra posición es que puede ser visto como otra gran ideologización y la manifestación de un voluntarismo que rara vez (por no decir nunca) ha conducido a buen puerto. ¡Ni siquiera tomó en cuenta las disparidades de desarrollo de los países miembros! Es decir, lo obvio.
Ideologización, repetimos, en tanto predominio de ideas sin sustento en la práctica. Es decir, que se parte de una idea y con ella se embiste a la realidad, que la resiste. Una idea que no tiene otro sustento que una firme y comprensible esperanza y una fuerte carga emocional.
Lo cierto es que durante un prolongado lapso de la pasada centuria, Uruguay vivió política y comercialmente de espaldas a la Argentina y Paraguay, manteniendo un relacionamiento zonal cuyo transcurrir fue de suerte variada con Brasil.
Lo sustancial del relacionamiento uruguayo - algo análogo, al menos, puede decirse de los restantes países miembros del acuerdo subregional - tanto político como comercial quedó absorbido por los polos europeos y estadounidense, fuertes sucesores de la débil metrópolis que resultó España, confirmada con las reformas carolinas. Las de Carlos III. Y la caída posterior del Imperio Británico
Si bien durante el siglo XIX Brasil y Uruguay estrecharon una relación discontinua pero con rasgos de mutuo y particular favorecimiento, fue a comienzo de la pasada centuria que adquiere un pleno carácter significativo por la actuación del primero en el área a instancias del barón de Río Branco, para pasar, luego de un relativo impasse y con el canciller Osvaldo Aranha, a un relevante acercamiento. Aunque no es posible olvidar los constructivos arreglos de nuestra Deuda con el Tesoro de Río en los que participó como senador brasileño el ex canciller de Brasil Lauro Müller y nuestro ministro de Relaciones Exteriores Baltasar Brum.
Posteriormente fue clara la decisión gubernamental uruguaya por la búsqueda de reafirmar una "tercera pata" de respaldo al enervamiento de eventuales presiones de nuestros vecinos y en las que se especializó Buenos Aires en singulares momentos.
En este sentido son de recordar, por ejemplo, las tensiones vividas como consecuencia del estado de pre conflicto entre Argentina y Chile que coincidió con el gobierno de Juan Lindolfo Cuestas.
[i] Lo sustancial de este último tramo fue publicado en marzo de 1999 por el autor, en EL Diario, bajo el título MERCOSUR: Bajémonos de la montaña rusa.
