Más Rápidos que la Vieja Europa
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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Más Rápidos que la Vieja Europa

Por un lado, las cúpulas políticas presentan como causa principal de la crisis presente poderosas razones externas, las que estarían, por ello, fuera de nuestra posibilidad concreta el manejarlas; por otro, suponen que nuestro sistema político tiene una solidez que únicamente es menester modificar el Estado, “operándolo” de lo que tiene aquello que destacan como ripio o insano, para alcanzar un aireado y saludable desarrollo de la República.

Sin embargo, con cualquier motivo nuestra dirigencia es pródiga en adjetivos exaltadores de nuestra incorporación al Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y de los valores que representa nuestro régimen democrático. Los puntos de vista afines en estos elogios constituyen, aparentemente, una vasta gama.

Más allá que algunos piensen que el MERCOSUR es una trinchera o un bastión en la lucha contra la voracidad de países centrales y empresas transnacionales, y otros crean que “la patria” crece en mercado y tamaño de ese modo, constituyéndose en un atajo hacia la nueva globalización “capitalista”, si se observa detenidamente se verá que un común denominador subyace a posiciones aparentemente dispares y explica, asimismo, la siempre publicitada adhesión a la peculiar democracia que habitamos: Ninguna incluye una mínima preocupación por haberse ignorado a la ciudadanía cuando nuestra adhesión al Tratado de Asunción, ni por desatender ellas – así queremos suponerlo para no pensar mal – las cláusulas fundamentales de dicho convenio, las que violaron el orden jurídico latinoamericano y desdeñaron las conquistas que el país había logrado en las negociaciones involucradas cuando su inserción económica regional. Por ejemplo, en lo que refiere a nuestra posibilidad de dar y recibir ventajas comerciales sin que debieran extenderse estas, automáticamente, a los demás participantes del concierto integracionista, y cuyo objetivo (el del estatus que permitía dicha posibilidad) era precisamente compensar las asimetrías regionales existentes en las producciones y el comercio exterior.

Esa condición el Uruguay la logró recién siete años después de la firma del primer Tratado de Montevideo en la materia, el de 1960. El que crea la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC)

Categoría ésta que, pese a todo, no tiene punto de comparación con las ventajas compensatorias de un diferente nivel de desarrollo de los estados miembros que otorga la Unión Europea[i] (1993) – a la que el presidente de la República de la época se encargó de disminuir en importancia ante el recién creado MERCOSUR, pero antes de su “perfeccionamiento” en Ouro Preto (1994). Y ratifica luego que el Cono sur había logrado una más rápida integración que la vieja Europa... ¿Es necesario hablar más al respecto?

Al afirmarse y reafirmarse que lo habíamos hecho más rápido y mejor que el bloque comercial exitoso y fuerte, nadie en el gobierno ignoraba que se perdía la condición favorable que había obtenido el Uruguay cuando se reconoció que su economía no era igual en dimensión a la de Argentina o Brasil, ni que el tomar en cuenta ese tipo de diferencia fuera uno de los pilares en que se construyó la integración europea, esto es, con el objetivo de alcanzar un crecimiento armónico de las naciones participantes, incluso en los desniveles regionales internos. Lo primero porque se dice en el Mensaje Presidencial, lo segundo – la comparación vista como favorable – porque no es posible establecer paralelismos sin desconocer las características de uno y otro proceso...

La circunstancia toda reviste tal gravedad que no es posible pensar que quienes lo hicieron protagonizaron una mera grosería para con la realidad y su pasado. Máxime si tenemos en cuenta que el mismo procedimiento de subestimar antecedentes continuó siendo, y lo fue hasta ese momento, el norte de la brújula del nunca encontrado crecimiento sostenido del país. Es más que un simple olvido de los acontecimientos de la historia que han tenido nuestras elites. Ha sido una característica del incumplimiento de su tarea. De cara al futuro.

¿A qué pregunta se respondió de ese modo, integrándonos de ésta peculiar manera, en nuestro notorio y previsible perjuicio? No lo sabemos.

Lo que sí creemos es que fue un síndrome de agorafobia, de terror al vacío lo que los llevó al abismo. Basta leer las actas de las sesiones del Senado en las que se aprobó el Tratado de Asunción para percibir que un manifiesto temor predominó sobre cualquier otra consideración – y hubo destacadas e importantes intervenciones (casi ninguna referida a la historia de la subregión y sus países miembros) de casi todos quienes usaron la palabra. Era el temor a la soledad. Incluso se pensó – sinceramente, no tenemos porqué dudarlo - que contrariamente a lo firmados por Argentina y Brasil perderíamos esos mercados que tanto desvío comercial habían costado. Y dicho pánico nos hizo perder todo lo que Uruguay había conseguido durante décadas dada su condición de socio menor del emprendimiento integrador.

 Es más, como veremos luego, nos constituimos en la excepción a lo que habitualmente son estos acuerdos. No solamente perdimos ventajas obtenida tras innúmeros esfuerzos de negociación, no solamente era incorrecta la observación de la caducidad de los acuerdos comerciales que teníamos con nuestros vecinos, sino que además quedamos sometidos a su voluntad en material de política comercial externa, cuando esto era absolutamente innecesario. Nada impide – salvo la voluntad de Asrgentina y Brasil - que optemos por bilataralismos selectivos, mientras se llevan adelante las negociaciones multilaterales impuestas y nunca concretadas en beneficio nuestro. Relaciones de entre bloques que, por ahora, tienen mucho de formal y nada de efectivo.

El gobierno de Brasil, por ejemplo, en diversas ocasiones ha agujereado el Arancel Externo Común del Mercosur con acuerdos orientados con terceros países en el sentido que señalamos. Y lo hizo toda vez que ha querido. Igualmente procedió con respecto al cumplimiento de lo acordado entre las partes contratantes: lo respeta únicamente cuando así lo desea. En ésta materia, Argentina no ha quedado muy atrás. Pero, ¿no estamos nosotros advertidos de esta circunstancia?

 La realidad es que no tenemos mucho que exportar y lo poco que tenemos sustancialmente, no tiene buenos precios en el mundo o carecen de demanda. Esto es lo naturalmente alcanzado luego de la fuerte apuesta en favor de los servicios, el financiero el primero. Y lo que es posible lograr en esa materia lo sabemos históricamente. Por experiencia propia. Ni siquiera Suiza ha convertido en exclusiva esa actividad.

Por ello, nadie puede dejar de tener presente que dado el buscado y pequeño tamaño habitacional del país, las características del mundo contemporáneo y nuestras necesidades de crecimiento económico, uno de los caminos de superación es estar, como se supo hacer en el pasado, a la vanguardia de lo que reclama el mundo. Es decir: la investigación científica, el estímulo a la iniciativa de pequeñas y medianas empresas, y un apoyo decidido a la producción con alto valor agregado. ¿No se obliga, acaso, incluso en los EE.UU. a su sistema financiero a atender obligatoriamente el crédito en esos sectores de su economía?

¿De dónde ha salido la idea de permanecer pendiente el país entero de la buena fortuna de la evolución de productos con escaso valor agregado, de disminuida demanda efectiva y de los cuales somos competidores de nuestros vecinos, que son además nuestros socios?

¿No resulta chocantemente ridículo y doloroso todo esto?

Se pensó sólo en términos inmediatos de obtener no ya una ampliación de mercados seguros sino fusionarse casi en una misma y vacía nacionalidad, como ridículamente lo anuncia nuestro pasaporte.

Y se prefirió el enceguecimiento, canalizando el injustificado temor del perjuicio que podría representar para nosotros los acuerdos entre nuestros vecinos, sumándonos a ellos, abandonando todo lo conquistado hasta ese momento. Se entiende: las compensaciones comerciales para el déficit crónico de nuestra balanza comercial con ellos.

[i] La Unión Europea se concreta en el Tratado de Maastrich, firmado en la ciudad holandesa del mismo nombre, en 1991, por los doce miembros de la Comunidad Económica. Entró en vigor en noviembre de 1993. El 1 de enero de 1995 se incorporan a la ya entonces Unión Europea, Austria, Finlandia y Suecia.

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