La Política Unidemensional
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URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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La Política Unidemensional

Por lo pronto reconozcamos que la interpretación que los gobiernos de los países subdesarrollados hacen de la globalización – por definición anti democrática[i] - , no premia la seriedad, ni significa algún antecedente positivo relevante en caso de crisis. Sanciona sí lo que califica como políticas irresponsables – es decir, las que perjudican a los beneficiarios de siempre o no les permiten a estos la realización de sus expectativas de ganancias - , y miran para arriba, en los momentos de dificultades. Esto lo siente todo el ancho cordón de países periféricos. Y probablemente sea esa circunstancia la que acentuará un replanteo en las soluciones a la ineludible crisis sistémica que sobrevendrá a la situación que se vive.

Todo aprovechamiento tiene un límite ya sea temporal o cuantitativo. Y esto el Norte parece intentar evadirlo, desde que en el centro del mismo se vive, por lo menos, una anemia moral muy fuerte que tuvo su reflejo en la burla que se ha hecho a los accionistas que creían en Wall Street, en la opacidad de actuación de los principales actores del mercado y, recientemente, la desconsideración de la propia ciudadanía.

Pese a ello, se ha señalado que el público estaba en condiciones de saber más sobre las economías latinoamericanas que lo que acontecía en el corazón de su sistema. Y sin duda ha ocurrido con la precipitada crisis detrás de viejos fantasmas, generados por la administración Bush.

En lo que hace a nosotros, lo aconsejable sería volver al pragmatismo. Reordenar las importancia de las cuestiones que hacen a las relaciones internacionales y, por consiguiente, a las regionales para que puedan ser, pese a todo, funcionales al desarrollo armónico y estable del país. Tarea ineludible en el Uruguay de la que las cúpulas han sabido ausentarse de su cumplimiento.

Bueno sería tener presente los éxitos que han obtenido Finlandia, Sudáfrica, Chile o el camino que llevó a ser “tan libre y feliz como lo es hoy Suiza[ii]”.  

Si la política internacional es básica para cualquier Estado, más aún lo debe ser para aquellos de relativa importancia o de muy reducido peso en el ámbito externo.

¿Habrá sido tomado en cuenta que “la política exterior de cada país se refiere, en primer lugar, a la preservación de su independencia y seguridad, y, en segundo lugar, a la prosecución y producción de sus intereses económicos......”[iii]

Lo dicho descarta fantasías, por más grandiosas o atrayentes que a un ojo frívolo pueda parecer, como quedar a merced de lo que ocurra por delegada iniciativa a terceros.

Miremos el bienestar de nuestra gente y apartemos con vehemencia funestas ideologizaciones, forjadas en extrañas lecturas de un pasado, cuyo transcurrir no es mirado como tal.

Éste, el pasado, no es la absurda posibilidad de concreción de una proyección del futuro: su valor consiste en la elaboración de un impreciso mapa, con el señalamiento de algunas puertas inconducentes del laberinto que es también el transcurrir de toda vida. Una de ellas es la que hemos mostrado y se puso de manifiesto en las crisis de 1868 y 1890.

Para diseñar una política internacional es menester reorganizar, por lo pronto, el Ministerio de Relaciones Exteriores[iv], reunificando o coordinando, además, las diversas dependencias del gobierno que se encargan de la ejecución y el planeamiento de nuestra presencia externa, teniendo presente, asimismo, de alguna manera, a las fuentes que establecieron José Ellauri y Lucas Obes, por ejemplo, y a las políticas expuestas pero no ensayadas cuando el área vivió problemas que podían involucrarnos, sin que tuviéramos nada que ganar y todo que perder en ello.

Esos eran tiempos que nuestra permanencia se veía comprometida por las graves consecuencias de muy probables enfrentamientos militares. Hoy día ocurre lo mismo, en el plano de las repercusiones en lo que supone el riesgo país real, por sus políticas comerciales, económicas y financieras.

Ese Ministerio debería desempeñar el papel que la gravedad de los problemas imponen. Desde ya sabemos que es una tarea de imposible realización en lo inmediato desde que su actuación ha quedado reducida a una ligera desarticulación de “la política exterior de Estado” que es la que estamos sufriendo.

Recuperar un Ministerio de esa naturaleza nos permitiría, asimismo, estar por lo menos advertidos del fracaso de la consensuada orientación externa, lo que supondría la posibilidad de desarrollos alternativos a la intensificación de la relación bilateral Argentina-Brasil, cuya postrer manifestación se vio en el último encuentro de Cardoso - Duhalde, en setiembre del 2002 y en Brasilia. Porque, vamos a entendernos, el desequilibrado eje Brasil – Argentina continúa actuando independientemente de nuestros intereses y, muchas veces, contra ellos.

Pareciera que el MERCOSUR es, para nosotros, una suerte de decoración con vocación de fachada, en cuya acera y a la intemperie exponemos lo mejor que tenemos para ser recogido por cualquiera de nuestros socios. Y su alternativa: invitar a otros a una sui generis “venta de garage”.

Reconozcamos el tremendo error que supuso ajustar nuestro destino al de dos países caracterizados por su inestabilidad económica, el consistente desatino de sus políticas públicas en lo que hace a un desarrollo armónico, a lo largo de décadas. Eso ya sería algo en el sentido correcto del abordaje que requieren las cosas.

Es cierto que se deben mantener las buenas relaciones regionales que nos impone la tradición, y el afecto. Pero una cosa es eso y otra la promiscuidad en el desacierto, la improvisación y la marcha imprevisible de grupos de interés que juegan su posición, siempre, contra el bienestar general de su propia población. ¿Qué no harán con la ajena?

[i] El ciudadano no tiene posibilidad alguna de hacer valer su condición y dicha globalización escapa a cualquier control. Como se sabe es fundamentalmente la referida a la velocidad de movimientos financieros.

[ii] En setiembre de 1946 – recuerda Karl W. Deutsch en El análisis de las relaciones internacionales. Paidós Buenos Aires 1974 - , en un famoso discurso pronunciado en Zurich, sir Winston Churchill propuso una “solución” para los problemas de Europa que, según dijo: “,,,,si se la adoptara en forma general y espontánea transformaría, como por milagro, toda la escena y en unos pocos años haría a toda Europa, o a la mayor parte de ella, tan libre y feliz como lo es hoy Suiza”. (La cita la recoge Deutsch de Andrew y Frances Boyd (comps), Eastern Union: A Study of the Trend Toward European Unity (Washington Public Affairs Press, 1949.

La declaración de Churchill, formulada con una anterioridad de casi cuatro años a la que se consideró el punto de largada de la nueva articulación de Europa y fue conocida como Declaración Shuman (mayo de 1950), decía: "Quisiera hablar hoy del drama de Europa (...) Entre los vencedores sólo se oye una Babel de voces. Entre los vencidos no encontramos sino silencio y desesperación (...) Existe un remedio que, si fuese adoptado global y espontáneamente por la mayoría de los pueblos de los numerosos países, podría, como por un milagro, transformar por completo la situación, y hacer de toda Europa, o de la mayor parte de ella, tan libre y feliz como la Suiza de nuestros días. ¿Cuál es este remedio soberano? Consiste en reconstituir la familia europea o, al menos, en tanto no podamos reconstituirla, dotarla de una estructura que le permita vivir y crecer en paz, en seguridad y en libertad. Debemos crear una suerte de Estados Unidos de Europa. (...) Para realizar esta tarea urgente, Francia y Alemania deben reconciliarse." 

[iii] Karl W. Deutsch. El análisis de las relaciones internacionales. Paidós. Buenos Aires. 1974. 

[iv] Es interesante, por fermental, la iniciativa que en ese sentido significa el trabajo de Alberto R. Fernández presentado a la Cámara de Industria en febrero de 2003.

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