Una Dudosa Vicisitud
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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Una Dudosa Vicisitud

Otro momento de supuesta tensión fue el vivido con motivo de la eventualidad de un apoyo de la Alemania del keiser Guillermo II (1859-1941) a la colonia de sus connacionales que habitaban en el sur de Brasil, destinado a “castigar” el apoyo uruguayo a los aliados durante la Primera Guerra Mundial. Un sólido respaldo del presidente argentino Hipólito Yrigoyen (1852-1933) al gobierno presidido por Feliciano Viera (1915-1919) en caso de concretarse la invocada posibilidad termina el problema.

Dicha actitud la consigna el jefe de Estado uruguayo Feliciano Viera en su mensaje a la Asamblea General del 15 de febrero de 1918.

De cualquier modo, es difícil de pensar que esa eventualidad de conflicto pudiera tener siquiera una sombra de concreción.

La actitud del gobierno uruguayo ante el argentino parecería que estuvo destinada, más que nada, a la política interna y la regional dadas las posiciones neutralistas que se dejaban ver en nuestra Asamblea General, la posición sustentada por el gobierno uruguayo (Baltasar Brum era el ministro de Relaciones Exteriores), la participación de Brasil en la guerra y la propia neutralidad argentina.

Hipólito Yrigoyen era una radical neutralista y no es lógico suponer que el gobierno brasileño de entonces iría a permitir “la creación” – aunque fuera en los hechos – de una república alemana a sus expensas territoriales a favor de su enemigo. Aunque una actitud “keiserista” argentina hubiera complicado la existencia de Brasil. Es de recordar, asimismo, la defensa del panamericanismo que formula el gobierno uruguayo.

La ruptura de relaciones de Brasil con Alemania se produjo en agosto de 1917 y en octubre le declaró la guerra. Los hechos se produjeron durante la gestión de Wenceslao Braz Pereira (1914-1918), hombre que sin duda fue longevo: 1868-1966.

Casi nos inclinaríamos por interpretar el hecho también como un “mandado” que el gobierno uruguayo cumple al brasileño, de amable advertencia de respuesta zonal ante eventuales agresiones alemanas a países del área, que Yrigoyen comprendió a cabalidad, en ese, su primer gobierno (1916-1922), muy a pesar de las ideas de Estanislao Zeballos.

Algunos de estos acercamientos gubernamentales provocaron una cierta inquietud en grupos de presión brasileños, correspondiente a las dura derecha del país. Pero esos “nerviosismos” se apoyaban en meras hipótesis de irrealismo político, como la “carta Brandi” en que se atribuía a João Goulart (1918-1976), cuando era ministro de Trabajo de Getulio Vargas (1883-1954), la intención de formar en Brasil una república sindical con el apoyo de Perón (1895-1974)[i].

Y fue entre Vargas y Perón que se reeditó el acuerdo que volvió a denominarse de ABC, como cuando fue presidente argentino Victorino de la Plaza[ii] (1914-1916), con el fin, en esta oportunidad, de involucrar convenios comerciales entre Argentina, Brasil y Chile.

Pero preocupaciones serias en Uruguay, respecto a consecuencias negativas para nosotros de un acercamiento de los vecinos en materia económica y comercial, no hubieran tenido fundamento.

DDebemos recordar que el alineamiento brasileño con los EE.UU., impuesto tal vez por la entendida como natural y paulatina sustitución de influencias que ocurrió entre Londres y Washington supuso un recorrido análogo realizado casi con prolijidad por Itamaraty. Posición facilitada por las adoptadas por Buenos Aires que parecía no resignarse ante la nueva realidad internacional, prefiriendo entonces ser neutral, reconozcamos, más allá de ideologías, partidos e intereses concretos. Y esto es cierto, salvo cuando la Segunda Guerra Mundial. Pero este es otro tema.

Luego sobrevino la diabólica articulación del Cono Sur que supuso la instalación del régimen de la doctrina de la seguridad nacional en Brasil, en 1964. Y sus trágicas consecuencias como las Operaciones de represión, Limpeça, Bandeirantes, Yakarta y Cóndor[iii].

Las democracias sobrevinientes quisieron más que superar dificultades del pasado o grandes ejes problemáticos que nunca existieron, encontrar formas de fluido relacionamiento que fueran constructivos al interés general ( no importó si primero al de San Pablo y Buenos Aires) y funcionales al asentamiento de las democracias que se iniciaban.

Ambos gobiernos federales de nuestros vecinos supieron siempre que la cuestión del MERCOSUR no era más que una nueva tarjeta de presentación a ser utilizada según la conveniencia de cada uno y en el momento que cada parte creyese conveniente. Y es muy difícil que, para ellos, suponga algo más sólido. Lo más que puede ocurrir es que el gobierno de Brasil continúe considerándolo un instrumento de su política exterior, buscándolo ampliar hacia el ámbito sudamericano. Labor que Argentina y Uruguay parecen vanamente dispuestos a evitar, si tomamos en cuenta el informal apoyo que sus gobiernos han dado recientemente a las preocupaciones mexicanas a ese respecto.

[i] El documento, probadamente fraguado y denominado "Carta Brandi" daba por cierta una articulación de João Goulart con el general Juan Domingo Perón - el cual ya había sido apartado del poder por la denominada Revolución Libertadora de 1955 - destinada a lograr armas para las clases obreras brasileñas y concretar una república sindical en Brasil. La calumnia no solamente no prosperó sino que, además, Goulart obtuvo en la elección más votos que su compañero de fórmula, Juscelino Kubitschek (1902-1976). Le legislación electoral de entonces suponía que se sufragara separadamente por el candidato presidencial y por el candidato a la Vicepresidencia de la misma fórmula.  

[ii] Victoriano de la Plaza completó el período de Roque Sáenz Pêña (1910-1914) y entre otros cargos fue ministro de Relaciones Exteriores de Julio A. Roca quien había mejorado sustancialmente las relaciones con Brasil. 

[iii] Jorge Otero, João Goulart, lembranças no exilio. Casa Jorge Editora. Río de Janeiro. 2001, y Jorge Otero, De Lula a Jango.. Ediciones de la Plaza 2003.

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