El Primer Asilo
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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¿El Primer Asilo?

Lecor, en Montevideo, no sólo se dedica a la gestión para la que fue destinado sino que, además, participa de la problemática interna de las Provincias Unidas y de Chile.

En ese mismo año de 1817 hace de anfitrión del patriota chileno José Miguel Carrera (1785-1821), el militar del Cono Sur que mayor grado habría obtenido en España en las luchas contra el ejército de Napoleón y quien mayor radicalismo había mostrado por la independencia de su país, al frente de su gobierno. Fue Carrera quien ya había sancionado por ese entonces la primera Constitución de Chile, creado el primer pabellón, declarado la libertad de vientres, organizado los institutos de enseñanza y establecido las primeras relaciones consulares de su país.

Llegó Carrera a Montevideo – inaugurando de algún modo lo que luego será tradicional en la república – buscando asilo como perseguido político. Se había fugado de Buenos Aires donde Juan Martín de Pueyrredón (1777-1850) lo detuvo para hacerle un favor a José de San Martín a quien le debía en parte su cargo al haber participado éste en el primer golpe de Estado en el que pudo intervenir a poco de su llegada a las Provincias Unidas desde España.

San Martín – quien participó en casi todos los conflictos intestinos que su precaria salud le permitió y siempre que no estuviese de licencia por vacaciones, dos características importantes de sus normales actividades - se encontraba militando fuertemente en Mendoza en favor de su socio y amigo Bernardo O’Higgins (1778-1842)[i],  y se disponía a cruzar Los Andes.

Tenía José Miguel Carrera por esos jefes un sólido y justificado desprecio intelectual y militar, y había llegado a Buenos Aires procedente de los EE.UU. donde había obtenido cuatro barcos de guerra, armas, municiones, dinero y reclutado una importante grupo de oficiales para continuar con la revolución independentista y republicana que había iniciado en Chile.

De todos dichos bienes se apropia Pueyrredón, mientras ordena la detención de Carrera. Éste, finalmente, logra escapar y llega a Montevideo primero, como dijimos, en busca de asilo y luego, ya instalado y bajo la amigable mirada de Lecor, de apoyos para su lucha transandina. Desde nuestra ciudad, y gracias a una imprenta que logra rescatar de los bienes que le habían sido confiscados por el gobierno porteño, realiza una campaña de prensa en defensa de sus ideas y critica la política que llevan adelante Pueyrredón, San Martín y Bernardo O’Higgins y el fuerte e intransigente monarquismo que estos sostienen y defienden.

Publica entonces “la Gaceta de un Pueblo del Río de la Plata a las Provincias de Sudamérica” y escribe asimismo en “El Hurón”, contestándole desde Buenos Aires, “La Gaceta”, y desde Santiago, “El Duende”.

Su amigo, Carlos Federico Lecor, sin embargo, no tuvo condiciones para respaldarlo por mucho tiempo dadas las fuertes quejas que planteó el Directorio porteño en la corte de Río de Janeiro, reclamando su entrega al gobierno de Buenos Aires. Hecho que el jefe portugués no solo elude de cumplir. Lo viola ayudando a Carrera a fugarse.

Luego de abandonar Montevideo se integra Carrera a las fuerzas del entrerriano Francisco Ramírez (1786-1821), reclutando tropas chilenas, y participa junto a las de Santa Fe y Corrientes en la batalla de Cepeda, la que tuvo lugar en febrero de 1820. Posteriormente la suerte le fue adversa – unos dos años después de haberse refugiado en Montevideo – y se retira al Sur de las Provincias Unidas, donde acuerda con los indios ranqueles y diversos caudillos provinciales la continuidad de la defensa del Sistema Federal y se convierte en el jefe militar más importante del litoral cisandino.

O’Higgins y San Martín, sabedores del riesgo que el pensamiento republicano de Carrera significaba para sus propios fines políticos y económicos, concretan a través de los medios financieros necesarios una coalición que pueda vencer al revolucionario. Para ello fue necesario, sin embargo, la traición de un comandante cordobés, que lo hace prisionero. Sus enemigos no se detenían en gastos, ni en métodos.

Finalmente, y como antes lo habían sido sus hermanos - en repugnante episodio en el que estuvo involucrado el tucumano Bernardo Monteagudo (1786-1825), unos pocos años antes que lo asesinaran en Lima, fervoroso partidario de diversas causas -, José Miguel Carrera fue fusilado en Mendoza por orden de un tribunal militar designado por el gobierno sanmartiniano encabezado por Tomás Godoy Cruz (1791-1852) - cerca del mediodía del martes 4 de setiembre de 1821. En sus últimos momentos de vida se vio acompañado por el sacerdote oriental José Benito Lamas (1787-1857), quien se encontraba por ese entonces en aquella provincia argentina cumpliendo funciones docentes. Y lo hace Lamas en la cárcel del Sótano, en escena que lleva al lienzo Juan Manuel Blanes. Es el Carrera que recuerda Pablo Neruda en su Canto General: “Dijiste Libertad antes que nadie, cuando el susurro iba de piedra en piedra, / escondido en los patios, humillado.”

[i] Bernardo O’Higgins era hijo ilegítimo de un aventurero irlandés que llega a ser gobernador de Chile y virrey de Perú. Ambrosio O’Higgins era su nombre. Luego de llegar al virreinato de Nueva Granada se dedicó en Quito primero y en Lima después a ser un desaliñado vendedor ambulante. Unos años después instaló una tienda con un amigo español, dando pronto quiebra el negocio y debiendo huir los dos socios. El español, pasando el tiempo fue arzobispo de Lima y nuestro Ambrosio en Chile recomendado por un médico inglés el capitán general del reino de Chile lo nombra agrimensor. Con el tiempo pasa a integrar como recluta las filas del ejército con el fin de enfrentar a los araucanos. En ésta actividad inicia la carrera que lo llevará a ser capitán general de Chile, presidente de la Audiencia de Santiago, marqués de Osorno, barón de Ballener y virrey de Perú. Su principal preocupación en Lima fue el mejoramiento de sus calles, aceras y avenidas en recuerdo de sus malas épocas por esos sitios, como vendedor ambulante. La madre de Bernardo O’Higgins fue Isabel Riquelme. Ver Incas, Virreyes y Presidentes del Perú. Edición al cuidado de Gustavo Siles. Ediciones Peisa. Lima. S/f.

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