URUGUAY UN DESTINO INCIERTO
Jorge Otero Menéndez
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Una Visión Extraña
Los matrimonios cruzados que hemos visto entre las casas reinantes no eran para iniciar o consolidar alianzas defensivas o agresivas sino, eventualmente, para mostrar una cierta inclinación a eliminar la posibilidad de malos entendidos. ¿De qué otro modo puede entenderse si no, la continuidad de los acuerdos entre Inglaterra y Portugal? Parecería que el dilema que se planteó éste último era ser absorbido por Castilla primero, España después, viendo totalmente desatendidos cualquier interés nacional (y la visión se acrecentó cuando se descubrió oro en Brasil) o vivir en una independencia relativa con respecto al Reino Unido que le ofrecía, de tanto en tanto, algún beneficio y la permanente autonomía de España. Su principal competidora como metrópolis.
No obstante no falta quien sostiene una ampliada visión de la España “Una”. Se ha dicho que la “unidad nacional española[i] es producto de la <revolución administrativa> que inician los decretos de Nueva Planta (aquellos que aprueba Felipe V contra diversos reinos españoles por haber ayudado al archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión española[ii]) y que viene a sustituir, sobre los territorios mutilados de Portugal y de las prolongaciones italianas de la Corona de Aragón, <a esa otra España – medieval, renancentista y barroca – constituida por una pluralidad de reinos autónomos, incluido Portugal, conscientes en sus gentes y en sus destinos de una común pertenencia a una más ancha realidad supranacional – Hispania, España – extendida a toda la Península>”.
El autor[iii] observa poco después: “El que antes de 1640 pudiera Portugal caber con naturalidad en el modelo <constitucional> de la monarquía hispánica y el que, por tanto, la cronología de su segregación no sea precisamente remota, explican las razones históricas y subjetivas que avalan y estimulan las añoranzas españolas de recomposición ibérica”.
Nos parece que cuando refiere al “antes de 1640[iv]” el ensayista quiso referir a la casa de los Austria, la que sobrevino a partir de Carlos I (1500-1558), que supuso el ahogo de las expresiones locales castellanas y de ahí la sublevación de sus comunidades (1520) contra ese nuevo rey extranjero. Si quiere referir a los instaurado por los Reyes Católicos vimos que puede ser considerado su reinado como la última gran manifestación de traiciones y guerras civiles. Pero se presenta allí una inflexión de la tendencia concentrándose el esfuerzo en el antisemitismo.
De cualquier modo, como vimos rápidamente, lo de Portugal como reino independiente es de varios siglos antes, aunque sus reyes participaran en los conflictos en la Península Ibérica, fundamentalmente en la lucha contra los moros.
Pensar lo ocurrido con Felipe II (1527-1598) como la natural desembocadura de un lento proceso de integración es como si dijéramos que el comienzo del MERCOSUR se dio con la creación de la Provincia Cisplatina. Lo cual es, por lo menos, excesivo por más integracionista que se sea. Eso pese a que se quiera sostener la modernización que supuso en diversas áreas y el crecimiento a que dio lugar la presencia portuguesa en Montevideo...
De ahí que el propio autor señale más adelante: “...entiendo que la vida de <espaldas vueltas>, política consciente en Portugal, es la consecuencia y el elemental reflejo de un nacionalismo que ha nacido y se ha consolidado en buena medida a través de una fundamental negación española, que aún lo consustancia en la actualidad” (1982).
Se puede decir que los gobiernos de Portugal y España se integran resueltamente cuando se trata de un bloque mayor que el Ibérico: La Unión Europea. Mejor dicho, en la Comunidad Económica Europea, primero y, posteriormente, en la Unión Europea. Y esa integración se produce dependiendo ambos de las fuertes ayudas económicas que proceden de los países de mayor desarrollo de la Europa unida.
[i] Hipólito de la Torre Gómez.. Portugal: un nacionalismo antiespañol. Revista de Occidente Nro. 17. Año 1982. Cita más adelante textualmente a José María Jover. Historia de España. Madrid. Espasa Calpe, 1981, tomo XX-XXIV, pág. LVIII
[ii] La Guerra por la sucesión del trono español se produce a la muerte del austria Carlos II (1661-1700) conocido como “El Hechizado”. Un hombre indiscutiblemente imbécil, pero alfeñique. Su sucesión originó una guerra civil española – otra más – ahora entre los partidarios del borbón duque de Anjou, bisnieto de Felipe IV y el archiduque Carlos, el austria nieto de Felipe IV. Es decir, del mismo monarca, padre de Carlos “El Hechizado”.
Los llamados decretos de Nueva Planta se aprobaron en tres etapas. El primero, el de 1707 supuso la eliminación de los fueros de Aragón y Valencia, creándose Audiencias Generales a cuyo frente colocó un capitán general. El segundo decreto fue adoptado en 1715 afectó a Mallorca. El tecero, de 1717, alcanzó a Cataluña y se llegó al extremo de prohibir incluso el idioma. Un antecesor, como se ve, de Francisco Franco.
[iii] Me refiero a Hipólito de la Torre Gómez. Op. cit.
[iv] En pleno gobierno de Felipe IV (1605-1665)
