La Concordia Colorada
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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La Concordia Colorada

El quince de febrero de 1901 y en los altos de la rotisería Lanata en el hotel del mismo nombre que funcionaba en una de las esquinas de la calle Sarandí frente a la Plaza Constitución (Matriz), un grupo de dirigentes colorados discutía las gestiones por unificar a todo el partido en torno a una Carta Orgánica única y se intercambiaban ideas sobre el manifiesto que convocaría al debate definitivo respecto al carácter de las instituciones comunes a darse.

Eran momentos de intensa movilización política. Para el día siguiente estaba citada una asamblea partidaria con el fin de apoyar la política de partido.

Pero no fue éste el primer intento organizativo en el Partido. Como lo recuerda Pivel[i]: en el año 1872 las diversas tendencias coloradas se unen con el fin de enfrentar con mejores condiciones a los adversarios tradicionales (la abstención blanca posterior hizo estériles estos esfuerzos organizativos), "para lo cual se hicieron elecciones internas con un notable reglamento y con el fin de designar los candidatos que el partido habría de sostener".

Pero lo que distingue a Batlle es que quería una articulación de los órganos partidarios por la cual la asamblea de afiliados o de delegados de sus miembros, la Convención por ejemplo, no fuera un órgano homologador de decisiones tomadas por el o los cupulares dirigentes que en nombre del partido ocupaban el poder.

Esta última situación será la que el Partido Colorado vivió antes de la aparición de Batlle y, asimismo, la que caracterizó, lo recuerda Lindahl([ii]), a los "otros" Partidos Colorados.

Iniciados primero como corrientes de opinión pasaron a ser luego de extorsión, como ocurrió cuando pide el maninismo “el todo” aportando el mínimo, que era sin embargo necesario para que el partido alcanzase el triunfo electoral.

Aquel grupo estaba integrado por José Batlle y Ordóñez, Máximo Tajes, Eduardo Vázquez, Antonio María Rodríguez, Pedro Pallares, Juan Juan Blengio Rocca, Juan M. Lago, Mario Pérez, Juan Maza, Pedro Figari, Benito Cuñarro y José Serrato.

El manifiesto aprobado, redactado en lo sustancial por Antonio María Rodríguez, señala: "Ha llegado el momento de que cesen las divisiones y la peligrosa anarquía que reina en el seno de nuestro glorioso partido. Y todo buen colorado, olvidando disidencias pasadas preste sólo oídos a las elocuentes y reiteradas manifestaciones de opinión que vienen produciéndose en toda la República, en pro de una unificación de las distintas fracciones en que desgraciadamente se halla dividida nuestra gloriosa colectividad política"..

Para ese objeto se propone que "todos nos sometamos al fallo de la soberanía del partido, procediendo a la disolución de las comisiones existentes y a la constitución de una sola autoridad partidaria en la que figuren todos nuestros hombres diligentes y se hallen representadas todas nuestras tendencias".

“Con éstos propósitos elevados y generosos - se agrega - debe abordarse la obra que iniciamos de la unión sincera del Partido Colorado. Obra que todos mirarán con simpatía pues constituye el medio mas eficaz de hacer duradera la paz de la República, de asegurar el funcionamiento regular de sus instituciones y de que al frente de ellas estén los hombres mas representativos y mejor preparados".

Los trabajos se manifiestan en los plenos poderes con que la Convención Nacional del Partido Colorado invistió a la Comisión Directiva para la sanción de la Carta Orgánica. Era el martes 28 de mayo de 1901.

El 3 de junio, con asistencia de 108 de sus miembros, comienza el debate, centralizándose en la calificación de liberal a dar al Partido.

“El Día” lo consigna así: "En discusión del art. 1 que consagra miembros del partido colorado a todos los individuos que acepten sus tradiciones y simpatizan con sus tendencias liberales, se produce un debate largo en el que tomaron parte Salterain, Lago, Sosa, Rodó, Herrera, Batlle, Florito, Carámbula, etc. Unos sostenían que desde que aun no se habían proclamado los principios del Partido no podían calificarse o definirse en la Carta Orgánica y que además el calificativo liberal era deficiente.

Otros opinaban que el Partido Colorado debía demostrar en contraposición con el adversario que su espíritu colectivo es especialmente liberal. Esta última opinión triunfó y el artículo quedó redactado en la fórmula propuesta por Salterain".

Casi dos meses luego, el lunes 12 de agosto de 1901, se sancionó el texto definitivo.

Una de las máximas aspiraciones de Batlle había sido aceptada por casi todos sus adversarios internos: la formación de clubes seccionales que permitieran la elaboración de la opinión partidaria y fueran el núcleo inicial de soporte del partido.

Ese fue, tal vez, el primer paso político directo en pos de la Presidencia, que alcanzaría dos años después.

Habrá un Club Seccional - dice el art. 3 - en cada una de las secciones judiciales de la república, compuesto de todas las personas residentes en la sección que se inscriban en el respectivo "Registro Seccional del Partido".

Corresponde a los Clubes Seccionales - señala el art. 5 - reunidos en asamblea: 1) Elegir los miembros del Comité Ejecutivo del Club Seccional y designar en el mismo acto los delegados del Club a la Asamblea Departamental. Unos y otros deberán tener por lo menos veinte años de edad y hallarse inscriptos en los Registros Cívicos y del Partido. 2) Adoptar las medidas necesarias para subvenir a los gastos del Club Seccional, sin perjuicio de lo dispuesto en los arts. 35 y ss. sobre organización del Tesoro del Partido.

No vaya a creerse que inmediatamente después de este acuerdo, el partido Colorado pasó a actuar como tal.

El propio Batlle y Ordóñez reconoce esa circunstancia, valorizando, sin embargo, la actuación de lo que llama partidos históricos y la etapa que se vivía en los inicios de 1902, ya de cara a la elección presidencial: “Creo que, debido a ellos, podemos tener una organización política relativamente superior. Vale más, en efecto, agitarse al calor de recuerdos cuya evocación traza para la actividad un programa de ideas o sentimientos más o menos definidos, que servir los intereses particulares de un hombre o de un grupo de hombres; y valen más nuestras colectividades, como son, informes todavía, sin programas claros de acción ni tendencias precisas, que la completa anarquía de opiniones y de intereses que las sustituirían si se lograra suprimirlas”.[iii]

 [i] Pivel Devoto, Juan E. Historia de los Partidos Políticos. Tipografía Atlántida 1942

 [ii] Lindahl, Goran Batlle. Fundador de la Democracia. Arca 1971 

[iii] José Batlle y Ordóñez, La lucha de los partidos. El Día 18 de enero de 1902.

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