La Historia Oficial de la Oposición 
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URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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La Historia Oficial de la Oposición 

Es un error identificar la democracia con el principio proporcional de distribución de escaños – de traducción de votos en bancas -, cuya gravedad se acrecienta al no hacerse referencia alguna, además, a temas que le son directamente anejos: los tamaños y diseños de las circunscripciones electorales y la representación territorial. Hacerlo con la derrota sufrida por el Batllismo, el 30 de julio de 1916, solo puede ser mirado como una manifestación de plena y nutrida incomprensión de los acontecimientos.

Descartamos, en consecuencia, las hipótesis que al respecto manejan, parafraseando a Jauretche, diversos historiadores con cama en la casa de una interpretación transgresora del transcurrir nacional – en las antípoda, se puede decir, de quien con mayor profundidad e indiscutible objetividad ha estudiado el tiempo, la obra y el pensamiento de Batlle: Milton I. Vagner, más allá de desconocer éste o no interpretaciones de nuestro siglo XIX, ¡como le fue imputado![i]. Las cuales debían ser sin duda sesgadas.

Discrepamos también con la afirmación, y las consecuencias que se derivan de ella, que dice: “El años 1916 marcó sin duda un antes y un después en el período hegemónico[ii] del batllismo (el subrayado es nuestro). Se le ha llamado con acierto la ‘bisagra’ del período, identificándolo como el jalón inicial del paulatino proceso de ‘freno’ que iría neutralizando los iniciales impulsos reformistas del ‘primer batllismo’ .”[iii]

Suponemos que en ese “primer batllismo” que luego conoce el “freno”, en un período que es “bisagra”, se incluye la inexistente obra social del gobierno de Williman (1907-11)[iv], por ejemplo. Es francamente ininteligible, a partir de los hechos, entender a qué cosa refiere el comentario.

Bueno sería mirar los acontecimientos desde una óptica que al menos recogiera algunos datos de lo ocurrido entonces y, en particular, los episodios que tienen como eje el denominado “Alto” de Viera, como consecuencia de la nota que el presidente Feliciano Viera enviara a la Convención Nacional Colorada luego de las elecciones para la elección de constituyentes, en julio de 1916[v].

Es menester referir también a la creencia[vi] que “el batllismo (identificado – se señala - con el cambio en lo social y con el satu quo en lo político) había sido derrotado[vii] por un conglomerado de fuerzas gremiales y políticas que, en su gran mayoría, eran conservadoras en lo social y democráticas (algunas de ellas – precisa el autor - solo coyunturalmente) en lo político”. Y esto va dicho porque, “a partir de 1916 – se sostiene - se abrió en el país un período signado por dos fenómenos de gran significación: la implantación honda de la democracia política y la consolidación del bloqueo al impulso reformista del primer “batllismo”. (el subrayado es nuestro).

De esa “implantación” bueno es señalar que el famoso proporcionalismo sólo es votado para la Cámara Baja. El Senado era elegido por vía indirecta[viii] siendo el principio mayoritario el único que se podía instrumentar (existía un senador por circunscripción electoral, es decir, por cada Departamento); El Consejo Nacional de Administración era integrado por miembros elegidos en el sistema de mayoría, con lista incompleta, y el presidente de la República no hay modo que resulte electo por vía proporcional....

Preferimos coincidir con lo afirmado por Barrán: “...en el Uruguay, lo “conservador” alude inequívocamente a la materia social pues a partir de 1904 dimos por supuesto el consenso sobre la necesidad de la libertad política.[ix]”

Vaya como posible explicación de los errores anteriormente referidos una manifiesta dificultad en el manejo de diversos conceptos de la ciencia política - como es la confusión entre garantías del sufragio y el significado del voto secreto, y el de la representación proporcional[x] - y en la desconsideración de nuestra propia historia política ya que, como se sabe, en aquél entonces se señalan algunas de estas cosas[xi].

Bueno habría sido que se hubiesen recordado las limitaciones que surgen de la utilización de términos en crudo.

En la España actual, verbigracia, el voto secreto consiste en el derecho del ciudadano a la posibilidad de ejercerlo. Lo cual invalida la atribuida condición al sufragio. El voto para considerarse secreto debe serlo obligatoriamente, no optativamente tal.

Lo cierto es que en ésta España de hoy día, indiscutiblemente democrática, cuando se hace uso de la posibilidad de sufragar en secreto se ha llegado incluso a denominar el hecho como “voto vergüenza”.

Es necesario decir algo más que “voto secreto” para que se entienda debidamente lo que se está afirmando o se pretende decir. En Italia, por ejemplo, en nombre de la democracia que “per se” implicaba el voto secreto, se instituyó para los sufragios de los legisladores en el ejercicio de sus tareas parlamentarias. Debido a lo cual emergieron los llamados “francotiradores”: diputados que luego de comprometerse en el partido a que pertenecían a acompañar determinada posición o un proyecto de ley concreto, hacían lo contrario, desde la clandestinidad de su sufragio. El cómo se puede sostener que debe ser secreto para los representados el voto de sus representantes en el ejercicio de la representación es una de las pautas del camino que llevó a la desaparición de la primera república italiana. De esa manera Italia, además, se instalaba en la representación individual y no en la partidaria de sus parlamentarios, dando un paso seguro y firme en términos de involución política[xii].

Volviendo a lo nuestro: si se ha referido sin objeción el número exacto de colorados que se abstuvieron de concurrir a las urnas en ocasión del 30 de julio, así como el de los blancos que procedieron de igual modo, se podría decir que no eran muy secretas las preferencias de los electores... Incluso los sectores conservadores rurales formaron “listas negras” de votantes colegialistas a los cuales se les negaría no solo trabajo sino incluso comida.

El voto secreto sí tuvo un valor práctico inmediato para el riverismo (tanto que su implantación fue una exigencia de ellos y no de otros, como consigna Eduardo Acevedo en su citada obra[xiii]), cuyos integrantes continuaban considerándose colorados, pese a no querer integrar el lema. La insistencia nacionalista parece obedecer al valor que le daban los riveristas al eventual confidencial pasaje de votos de colorados colegialistas hacia el anticolegialismo[xiv]. Fue precisamente ese poco más del 10% del electorado que obtuvieron estos últimos lo que permitió la derrota del Batllismo por las variadas fuerzas que se le opusieron en dichas elecciones de 1916. Esto, si no tomamos en cuenta a aquellos colorados que prefirieron abstenerse, y que constituían un número prácticamente igual a los nacionalistas que concurrieron a las urnas aquél histórico domingo de julio.

El voto secreto tuvo o podía tener, asimismo, relevancia en las elecciones del Partido Colorado. Y de ahí que Batlle se refiera con insistencia cuando las disputas electorales internas con “la fracción administrativa”, el Vierismo. Sin duda ahí, era el Batllismo el beneficiado y para él entonces, como para el Riverismo en el 16 tenía una importancia que permite referirlo como una garantía de democracia.

Pero además de la condición de obligatoriedad que requiere la vigencia del voto secreto es menester tomar en cuenta que el secreto del voto depende asimismo del tamaño de los circuitos electorales en relación al número y diversidad de las listas de candidatos[xv].  

Respecto a la clave proporcional, entre otras cosas, podría distinguirse en su aplicación entre “democracia a la entrada” y “democracia a la salida”. Es decir cuando la elección de representantes y la de formación de gobiernos. En ésta último, es casi imposible aplicar dicho principio, salvo para casos excepcionales, como puede ser un grave conflicto externo o interno. (No hablo de la eficacia del resultado sino de la situación que puede habilitar su vigencia). Un gobierno de ése modo integrado sería la reproducción del propio Parlamento que lo designa. Una suerte de “bis in idem” y, por lo mismo, de innecesaria y tal vez inconveniente presencia en tiempos de normalidad política o en escenarios no polarizados.

De hecho, la experiencia comparada conoce de algunos casos que admiten ser adecuados a dicha posibilidad y, uno de ellos se dio, paradojalmente si se quiere, en un país con sistema electoral mayoritario[xvi]: en Gran Bretaña cuando el gobierno de Winston Churchill durante la Segunda Guerra[xvii]. Una variante había sucedido antes en el Reino Unido, dando lugar a una efectiva inmovilidad gubernamental, desde que no perseguía – si lo hacía - sino el alivio de eventuales tensiones parlamentarias. Como puede ser visto lo ocurrido en Colombia después de la desaparición del Frente Nacional, el cual aseguraba la alternancia en la jefatura del Estado de conservadores y liberales.

Si descartamos el afán de encontrar novedosas interpretaciones de viejos hechos – ansiedad guiada más por la pasión que por la reflexión a estar a los resultados – la ausencia del empleo de conceptos que hacen al análisis político es la característica sobresaliente de dichos “estudios”.

No solamente se insiste en la incorrecta identificación de representación proporcional con régimen democrático – confusión que el batllismo no tenía ya en 1915[xviii] - sino que no se comprende cuándo ella también puede ser inductora de parálisis en la adopción de decisiones de políticas públicas e indirecta causante de resoluciones autoritarias o desaciertos coyunturales, irreversibles cuando se trata de períodos gubernamentales de duración rígida y con partidos políticos de débil organización. Tema del cual se ocupó José Batlle y Ordóñez.

Es de reconocer que la distinción resaltada se deja ver con mayor nitidez en los sistemas parlamentarios con un formato de partidos de más de dos integrantes y un régimen proporcional en su representación política gubernativa y en la partidaria, sin mandato imperativo para quienes resultan elegidos. Ello, por la simple razón que el Parlamento actúa también como órgano elector de gobiernos. Como en nuestras elecciones presidenciales antes de la Constitución del 17. 

Por otra parte, en la interpretación de los hechos que nos ocupan – la supuesta profundización democrática que resulta de la derrota batllista - la incorrección no es menor. ¿Acaso se piensa que es un error periodístico la breve síntesis introductoria que hace El Día del documento enviado por Viera a la Convención Colorado cuando publica la crónica de lo sucedido en dicho ámbito partidario el 12 de agosto de 1916?

Expresa el diario de Batlle al respecto: “De inmediato se dio lectura al manifiesto político del Presidente de la República, dirigido, como se sabe, a la propia Convención Colorada.

El Documento fue escuchado con profunda atención por todos los presentes, quienes se impusieron de los propósitos democráticos del primer magistrado[xix]”. (El subrayado es nuestro)

Se estaba forzando, al menos, la interpretación de la declaración y se advertía a Viera los límites de la convivencia del Partido con él. ¿Cómo es posible hacerlo desde una posición de superficial democracia? Estas interpretaciones parecen destinadas a despertar no inquietudes, interés, sino puras perplejidades.

Existía una base electoral importante para comenzar un inseguro aunque rápido retroceso que debía ser frenado (dicho sea de paso, único “freno” que es posible ver en el “impulso”[xx] reformista, que es el aplicado por éste a las posibilidades concretas de desandar caminos). Recuérdese, verbigracia, que respecto al divorcio en beneficio de las mujeres, 90 mil de ellas firmaron contra esa posibilidad. Y la casi unanimidad de los abogados uruguayos adoptaron análoga posición.

Ni hablar de lo que pensaba el alto comercio sobre la gestión de Batlle – cuyos jerarcas nacionales o extranjeros se negaron a firmar el libro de reconocimiento cuando la culminación de su Presidencia. Homenaje que era costumbre y de mera forma.

O la posición de los más importantes estancieros del país en pugna por la política sobre tierras fiscales, su “georgismo”, el impuesto a la herencia, al ausentismo, etc. O los grandes propietarios de terrenos de Montevideo a quienes se pretendía obligar a construir casas o edificios para abaratar el precio de los alquileres.

Fue ese conjunto de intereses e ideologías que conformó el amalgama del llamado anti colegialismo y que buscaba beneficiarse con el “Alto”, dirigiéndolo hacia la satisfacción de sus aspiraciones. No la oposición a la idea del Colegiado. No éste tampoco en sí mismo desde que resultaba un ámbito donde se le abrían, al ancho y mezquino espectro conservador, más posibilidades de actuación en la elaboraciónón[xxi] y el contralor del proceso de adopción de políticas públicas. Circunstancia que no le pasó a estos desapercibida desde que Batlle incluso los amenaza – posteriormente - con presentarse como candidato a la Presidencia de la República si no aceptan una transacción que incluyera su propuesta de reforma institucional.

El “modelo” de Batlle en lo que hacía al sistema político como inclusivo se cerraba con la integración pluripersonal del Ejecutivo así como se iniciaba con el funcionamiento orgánico de los partidos. La estabilidad del régimen, a su vez, se sostenía, además, con la eliminación de las posibilidades que instituciones o fuerzas económicas se constituyeran en poderes fácticos o pudiesen competir con el Estado en lo que debía ser su ámbito de actuación y el cual debía, en su concepción, ser el garante imparcial de toda la estructura institucional. O por lo menos, no verse coaccionada o inducida su acción por factores extraños al interés general que éste tenía que representar.

Ese armazón institucional era el presupuesto imprescindible que permitiría la conformación del “pequeño país modelo”.

Este nos parece el motivo directo de la concentración del esfuerzo de Batlle en la reafirmación de la organización partidaria y del rol que debían cumplir los partidos luego de la divulgada posición de Viera como consecuencia del resultado de las elecciones del 30 de julio de 1916. No, por cierto, el conformar el Partido Colorado como un centro de poder debido a la supuesta inferioridad política en que se encontró cuando la designación de los integrantes del primer Consejo de Administración, como se ha sostenido, atropellando el análisis político, la experiencia comparada y la historia nacional[xxii]. Esta mal entendida pérdida de posiciones era, resultó, funcional al objetivo de tranquilizar a Viera en el proceso sucesorio[xxiii] y a su respaldo gubernamental posterior.

Por eso, la moción sobre reuniones en la Casa del Partido con los miembros de sus órganos con quienes actuaban en por el Partido para llevar adelante las ideas comunes desde el gobierno es presentada inmediatamente después de la elección de quienes ocuparían los cargos determinados por la nueva Constitución[xxiv]. Y apoyada originalmente por diversos dirigentes, entre los cuales se encontraba el presidente de la República Baltasar Brum y los recientemente estrenados como consejeros: el íntimo amigo de Viera, Ricardo J. Areco, Francisco Soca, Pedro Cosio y Domingo Arena – es decir la mayoría absoluta de la representación colorada en el nuevo Consejo Nacional de Administración - el presidente del Senado José Espalter (aunque salvando su posición contraria al mandato imperativo y anticipando de algún modo lo que iba a resultar en oposición[xxv]) y manifiesta su crítica terminante contraria al proyecto, Feliciano Viera. Declaraciones todas ellas publicadas en la edición de El Día del lunes 20 de marzo de 1919.

Unos días antes Batlle expuso en un editorial de El Día (El Partido y el Gobierno) sus ideas:

Dentro del régimen constitucional fenecido el 1.o de Marzo – expresa el viernes 14 de marzo de 1919 -, el partido de gobierno era agente del gobierno que asumía su representación. – Fatalmente, por gravitación de influencias discrecionales en torno del unipersonalismo presidencial, el partido de donde surgiera el gobierno era una fuerza sometida a sus impulsos y sugestiones. –En lo sucesivo no ocurrirá eso. – Y es necesario que el Partido Colorado se dé cuenta de la innovación capital que consagra el nuevo código Político y que debe hacerse práctica y fecunda por medio de organizaciones partidarias independientes de toda influencia gubernativa, en cuanto se refiere á su propio desenvolvimiento cívico y á su capacidad para la acción. –La soberanía democrática radica en el electorado: todo núcleo de fuerzas populares, diferenciado como partido ó agrupación de tendencias propias; debe infundirse á sí mismo la noción inequívoca de que dentro de ellos y no fuera de ellos reside la voluntad determinante de sus actitudes. –El que es mayoría en el comicio, tiene derecho á gobernar al País con sus principios y sus hombres. - Pero los principios de su programa deben ser la obra de su propia deliberación libérrima y los hombres deben ser elegidos para practicarlos con arreglo á las normas fijadas por el partido que los inviste con su mandato. – En vez de ser el partido un agente de sus elegidos, deben ser éstos agentes de la colectividad, con los matices distintos que susciten las controversias internas sobre los problemas democráticos, aunque solidarizados en lo fundamental, que es el interés superior del bien, del prestigio y de la prevalencia del partido

La organización colorada, cuya adaptación al nuevo régimen constitucional es liberalísima, permite esta renovación de normas y finalidades. –Desde el club seccional, asamblea primaria, hasta la más alta autoridad nacional, todos los organismos integrantes de la dirección del Partido Colorado deben ser constituidos por voto directo, secreto y proporcional.- Quiere decir que el electorado correligionario podrá establecer, sin influencias intermediarias, las propias autoridades que han de regir la actividad común, con las diferencias propias de matices definidos de antemano. –El voto secreto hará inútiles las influencias que no sean el resultado de una superioridad de propósitos, de ideas ó de cualidades en quienes las ejercen. – La convicción de la legitimidad de esas influencias será la que movilice la acción del electorado, nunca la sugestión de quienes ocupen posiciones propicias á tales recursos. – Más aún distribuidas las funciones del Poder Ejecutivo entre un Presidente, despojado de la mayor parte de las atribuciones que lo hacían omnipotente, y un Consejo que, dotado de vastas prerrogativas, no podrá, sin embargo, transformarlas en instrumento de subordinación porque todas las voluntades que lo integran tendrían que confabularse para una obra abusiva é irregular, contra su propio interés, que es el de no malquistarse con sus electores, perfectamente capacitados para proceder por su cuenta en la hora del sufragio, - distribuidas así, decíamos, las funciones del Poder Ejecutivo y asegurada la libertad del Partido frente á él por la eficacia de sus derechos, el peligro de las resistencias de arriba á la deliberación popular ó el prurito de las imposiciones á base de preponderancias opresivas, se hace mucho más difícil y menos previsible.- Cada miembro del gobierno – y éste está constituido por diez funcionarios de positivas atribuciones, sin contar los Ministros que serán entidades de real importancia, -velará por sus propios fueros y por sus propios intereses legítimos, aún mirando las cosas de un punto de vista egoísta, para impedir situaciones de prepotencia ó de sumisión, según los casos, y para evitar que el electorado confunda su responsabilidad en la de los demás, arrastrando impopularidades ajenas por debilidad ó complicidad.- Precisamente, la garantía que supone una coronación de gobierno radica en el contralor recíproco de sus miembros y en la improbabilidad de que, siendo todos iguales en prerrogativas, solo uno ó más de uno, dominen y disciplinen sus determinaciones.

Por otra parte, el derecho á una representación proporcional dentro del electorado del Partido, consagrado por nuestra carta orgánica, y dentro del electorado nacional, preceptuado por la Constitución, aleja, aún más, el peligro de los gobernantes directores absolutos de la política partidaria. - en las secciones, pueden coexistir varios clubs con personaría propia para elegir los componentes de la Comisión Departamental, que se atribuya á cada distrito. – Esos clubs pueden traducir distintos matices dentro de la comunidad partidaria. – Como el voto es secreto, nadie podrá impedir que, con arreglo al porcentaje de sufragios, obtengan tales clubs representación propia.- Numerosas las Comisiones Departamentales y constituídas con elementos libérrimamente elegidos y de tendencias múltiples, sólo podrán tener ascendiente sobre ellas los prestigios más saneados, las actitudes más elevadas, las ideas y los juicios mejores. – La Comisión nacional y la Convención son entidades de gran densidad numérica también, elegidas con representación proporcional de los miembros integrantes. - _De este modo se suprimen las influencias burocráticas y los disciplinarismos de las consignas anticipadas.- Todo deberá discutirse y todo deberá resolverse con entera libertad, consultando altos intereses colectivos. – Las proclamaciones de candidatos á diputados y senadores, á miembros de los Consejos departamentales y nacional, á la Presidencia de la República, etc., se harán así por voto secreto y por asambleas de origen verdaderamente popular, donde prevalecerá la soberanía del Partido sobre las imposiciones al margen. - Y aún cuando se lograra, por cualquier circunstancia, en un momento dado, sumar una mayoría accidental para favorecer soluciones que provoquen serias discrepancias, la ley nacional de elecciones concede todavía el recurso de integrar listas con otros candidatos, bajo el lema del Partido, para no perjudicar la acción solidaria de éste, y disputar, en proporción á los votos, posiciones considerables de eficaz influencia dentro del gobierno mismo, local ó general.

Resulta, pues, evidente que la nueva organización del Partido y del País no son propias á las influencias personales surgidas sólo del ejercicio de la autoridad pública. – El Partido se gobernará á sí mismo por derecho propio.- Y este derecho deberá respetarse porque tiene en sí mismo la fuerza que lo hará respetable.- De ahí que hayamos dicho al principio que de agente de los gobiernos, el Partido Colorado se transformará, en lo sucesivo, en fuerza real y eficiente de gobierno, debiendo los que aspiren á representarlo en las tareas y las responsabilidades de la dirección, someterse á su programa, á sus aspiraciones y á sus normas de deliberación y de contralor.

El Partido Colorado debe prepararse, desde ahora, para esa acción democrática.  

Cuando la iniciativa es derrotada, comenta al respecto Batlle a la salida del teatro Royal: “Acabamos de presenciar uno de los últimos estertores del viejo régimen. . Esa Convención en que estamos en minoría no es hija de las nuevas instituciones de la República. Viene de la sombra del pasado; no es la obra genuina de nuestro partido; es obra de un gobernante a quien por el vicio de las instituciones era necesario someterse. Estamos allí en minoría. Pero en el pueblo la mayoría es nuestra y esa mayoría tendrá que manifestarse dentro de poco en el seno de esa Convención por los delegados que habrá que designar. Entonces, señores, tendré el honor de presentar a la Convención Nacional nuevamente el proyecto que acaba de ser desechado y lo presentaré con la certidumbre del triunfo”. (La negrita es nuestra).

Antes de ello, el martes 1 de abril de 1919[xxvi] al informar El Día de las palabras que Batlle y Ordoñez expuso desde los balcones del diario a la multitud que lo vivaba la tarde anterior, señala que éste expresó en la ocasión que “Las actuales Comisiones partidarias no eran la verdadera representación de nuestra colectividad, por haber sido designadas con precipitación, por procedimientos todavía imperfectos, y bajo el régimen anterior, que, como tantas veces lo hemos dicho, no estimulaba la espontaneidad cívica de los correligionarios.

Agregó el señor Batlle – añade El Día – que las elecciones de nuevas autoridades harían un resultado casi totalmente favorable a la tendencia predominante en el Parlamento[xxvii].

Terminó el señor Batlle su improvisación – consigna la publicación ahora dirigida solo por Julio María Sosa desde la renuncia de Domingo Arena cuando asumió como consejero nacional – diciendo que era preciso concurrir a los registros cívicos en este período inscripcional para vencer al tradicional adversario y para desalojar de las Comisiones del Partido a los hombres que no representan bien sus ideales y tendencias.

El señor Batlle – consigna El Día - fue repetidamente interrumpido por los aplausos y largamente ovacionado al terminar sus palabras.s.

También – se informa finalmente – pronunció algunas vibrantes palabras en el mismo sentido el señor Santiago Lareu”[xxviii].

La posterior victoria electoral del Batllismo sobre el Vierismo fue contundente[xxix].

Y cuando es el propio Batlle quien se presenta a la disputa por los cargos de la mayoría en el Consejo, en 1920, el Partido Colorado vota unido. De allí resulta su primigenia Presidencia del Consejo Nacional de Administración (1921-1923), siendo asimismo la primera vez en la historia electoral del país que se votó directamente por la ciudadanía la elección de miembros del Poder Ejecutivo. Quien luego lo sucede en dicho cargo es Julio María Sosa (1923-1925), electo en los comicios de 1922 conjuntamente con Federico Fleurquin. Y en estas elecciones el Batllismo obtiene 8 veces más legisladores que el Vierismo.

Llama la atención, en consecuencia, la explicación que desenfoca la óptica de Batlle y atribuye a sus posiciones razones que no coinciden con su habitual punto de vista de juzgar los hechos y su estilo de hacer político, de privilegiar los problemas.

Batlle apoya el Alto de Viera, porque era el mal menor ante la derrota sufrida. Y lo hace, lo repetimos, “con beneplácito”. Y es en función del menú de ofertas, de acciones posibles que le presenta la realidad que él opta, siempre teniendo en cuenta el objetivo de su actuación política y las ideas que ello significaba. De ahí al nacimiento de una república conservadora existe el abismo de los hechos. Y menos aún el freno de un impulso, como absurdamente se ha tratado de mostrar.

¿Porqué no tener presente que la Convención Colorada a la que le es dirigida la carta de Viera es la misma que en dicha jornada acepta la renuncia de Batlle a su postulación presidencial? ¿Y qué dice en su dimisión? En síntesis: no a los personalismos, sí a la unión de la colectividad política, que el objetivo partidario debía ser impedir una reforma constitucional contraria al interés público y hacer presidente a un correligionario que respete las leyes de la República y los ideales del partido[xxx].

[i] Carlos Real de Azúa. Op. cit. 

[ii] El concepto de hegemonía no puede ser utilizado con esa generalidad. No lo aceptan los hechos por más que estiremos el significado del concepto. De su definición política se encuentra tan alejado el término empleado de esa manera que no vale la pena ocuparse del mismo. 

[iii] Gerardo Caetano. La República Conservadora. 1916-1929. Tomo I. El “alto” a las reformas. Colecciones Raíces. Editorial Fin de Siglo. 1992. 

[iv] Claudio Williman (1863-1934). Durante su gestión, sin embargo, se concreta la aprobación del impuesto progresivo a las herencias, aunque la iniciativa corresponde al período de gobierno de Batlle.

La observación realizada, como la precisión que terminamos de consignar no significan una desconsideración a diversas facetas importantes de la gestión presidencial de Williman. Basta recordar, en ese sentido, la laicidad absoluta de 1909. 

[v] Con el significado atribuido habitualmente por sectores conservadores y varios historiadores contemporáneos al “Alto de Viera” – en el momento que se produce, no a sus consecuencias: una detención en el accionar batllista – es posible hablar de un “Alto de Batlle” en su prédica cuando apoya a Tajes o luego cuando no rompe con Cuestas y posteriormente el implícito “Alto” en aspectos de la gestión de Williman, mientras Batlle vivía en Europa pero igualmente lo apoyaba.

De esto habla El Día en su edición del 17 de agosto de 1916. El Alto se titula el editorial: “Es generalmente aceptada la opinión de que la jornada del 30 ha hecho indispensable el detenerse para cobrar nuevas fuerzas. Y no podría considerarse esta necesidad como un mal extraordinario. Es un mal, si, y grande el no poder acudir con la presteza que se desearía a remediar dolencias, cuyas causas están a la vista y cuyo remedio se halla a la mano. Pero no es un mal nunca visto, y que no se produzca con frecuencia. No ha mucho, la mayoría anticolegialista que se formó en el Senado paralizó durante mas de dos años todo mejoramiento de las leyes sociales. En el gobierno del doctor Williman se sancionó la abolición de la pena de muerte y la primera ley de divorcio. Pero el movimiento se detuvo ahí; y fue aquél un gobierno inmovilizado, y hasta reaccionario en todo lo relativo a la mejora de la situación de las clases mas desvalidas.

Antes de la sucesión de gobiernos que data desde la subida del señor Cuestas al poder, poco o nada se había pensado en reformas del carácter de las que se han realizado recientemente. Se había luchado por el poder, se había luchado por la libertad, y el tiempo transcurrido desde la declaratoria de nuestra independencia se había ido entero en hacer prevalecer algunos principios elementales de orden y de derecho.

No recordamos esto para que nos consolemos de nuestros males actuales; sino para que comprendamos que, con tales antecedentes, una detención cualquiera, aunque sea de algo más de un par de años, no debe causarnos extrañeza. No es tarea simple encauzar el pensamiento de todo un pueblo en algunos años y asegurar su realización triunfal también en pocos años.

En medio del contraste debemos, sin embargo, estar orgullosos de la obra realizada, y convenir en que lo hecho en estos últimos tiempos, augura obras mas grandes para un porvenir no lejano. Lo que nos ha ocurrido obedece, por otra parte, a una ley de todos los grandes esfuerzos que hace nacer el debilitamiento después de la acción empeñosa e impone el descanso después de la fatiga.

Y agrega, ya hablando de las probables causas de la derrota: “Pero sí hay casi uniformidad de opiniones en lo que se refiere a la necesidad de hacer un alto, no la hay en lo relativo a la determinación de las causas que han hecho fallar momentáneamente nuestras energías. ¿Son los impuestos no ha mucho decretados, el proyecto de servicio militar obligatorio, etc.?... ¿Son las leyes de mejoramiento de la situación de las clases sociales más necesitadas, leyes esencialmente humanitarias y justas? Podría afirmarse que siendo siempre incómodos los impuestos, aunque sean justos y necesarios, estos han podido originar resistencias y más, mucho más que los impuestos mismos, el anuncio falso, sistemáticamente difundido en todo el país, de que se crearían otros mayores, disparatados, absurdos. Lo mismo podría decirse del servicio militar obligatorio que, despertando la oposición de todos los pacifistas y, en general, de los que se verían afectados y perjudicados por él, y de los que piensan que la defensa del país puede organizarse de otra manera, - ha sido presentado por una propaganda electoral nada sincera, como un sacrificio enorme de muchos y largos años de vida en los cuarteles, que se exigiría de cada ciudadano.

En cuanto a las leyes de organización social, no podemos pensar que hayan debilitado nuestras fuerzas. Creemos, al contrario, que las han acrecido. Nos habrán enajenado la adhesión de algunos, no muchos, empresarios excesivamente apegados a las viejas prácticas y a las economías crueles, capaces de violentar la libertad de sus obreros y peones; pero nos han allegado, en cambio, la simpatía de todos los espíritus generosos, de todos los amantes de la justicia, de todos los explotados, que forman legión.

El esfuerzo que nos ha debilitado, en primer término, ha sido el que tendía a implantar la idea colegialista no comprendida por unos; mirada con desconfianza por otros a causa de su novedad; rechazada violentamente por muchos para quienes suprimía un régimen de gobierno dentro del cual habían soñado exaltar y glorificar su prepotencia personal. Contra ellas se ha dirigido dentro de nuestras filas el esfuerzo perturbador, apoyado en la resistencia del tradicional adversario, que consideraba perjudicadas sus aspiraciones por algunos de sus lineamientos fundamentales.

Nuestra derrota no es, por tanto, de las que avergüenzan. Es de las que enaltecen y preparan el porvenir. Hemos sido vencidos en el esfuerzo que hacíamos para dar a nuestro país la organización política que, con variantes diversas, se han dado, exceptuados los Estados Unidos, los pueblos mas avanzados de la tierra.

Hemos sido vencidos en el terreno de los hechos; hemos triunfado en el de las ideas”.

Este artículo, no se compadece con la interpretación que se hace del ” Alto de Viera” y de lo que Batlle entendía sobre el mismo. Es otra la razón que lo lleva a actuar, según nuestra hipótesis.

Veamos un ejemplo: Se puede decir que El Día vive un primer período contra la voluntad de Batlle. No fue su intención al fundarlo que la existencia del diario fuera tan breve como resultó en aquél tiempo. ¿Qué sucedió? En síntesis, que su decisión de respaldar a Tajes no es acompañada por un número importante de suscriptores del periódico, lo cual inviabiliza la continuidad de su publicación. Y luego de algunos infecundos intentos – no tiene porqué ser necesariamente un error la fecha que figuraba en la fachada del último edificio donde funcionó el diario – vuelve a reaparecer El Día y a continuar siendo su tribuna cotidiana.

Los suscriptores que abandonaron a Batlle, llevando al cierre de El Día en aquél entonces, sabían quien era Tajes – ex ministro de Guerra del tirano Santos que con tanta constancia y firmeza enfrentó Batlle - pero no sabían cabalmente quien era Batlle. Cuando la nueva salida de El Día se consolida, lo hará en un sistema de venta de ejemplares diferente, con una orientación de oferta publicitaria que no pudiera suponer tampoco ninguna influencia sobre la posición política del diario: los avisos económicos. Fue directamente a la gente común por esa doble vía. El precio del ejemplar a vintén, al alcance del poder adquisitivo de la gente corriente, y publicidad con tarifas destinadas al público de menores ingresos. Años después hará publicar El Día también los domingos, rompiendo con la tradición que imponía que en esa jornada no se vendieran diarios. Ocurrió el domingo 7 de agosto de 1898.

Y con respecto a Tajes tuvo razón. Máximo Tajes aseguró el retorno a una convivencia política que era un estadio superior al anterior, con probabilidades concretas de no retrocederse en la evolución iniciada. Era Tajes un poderoso jefe militar. El camino a recorrer iba a ser duro para sus ideales, pero era el correcto y nadie dijo que, además, tenía que ser dulce.

El respaldo a Herrera tal vez sea más fácil de explicar. Y el “alto” que supuso, menos estridente que el anterior. Era Julio Herrera un civil con el cual habían compartido la lucha contra la dictadura. El conflicto aparece cuando Herrera pasa a ser una clara posibilidad de retroceso en el asentamiento institucional y estaban dadas a juicio de Batlle, las posibilidades de avanzar en el sentido correcto.

No es posible afirmar que la presión de los grupos de interés se manifiesta después de la divulgada manifestación de Viera a la Convención Colorada. Amenazas de empresas extranjeras sobre el gobierno, lock outs de lo que El Día llamaba “empresismo”, problemas en el envío de haciendas a los frigoríficos, cierre concertado de comercios contra impuestos como el que se impuso sobre las bebidas alcohólicas y hasta “escraches” contra el Centro Militar y diversas huelgas forman parte sustancial del panorama de las relaciones sociales y políticas durante el año 1916 antes del “Alto”.

Del mismo modo, no nos parece adecuado hablar de una infiltración de los grupos de interés empresariales en los partidos tradicionales, en aquél período a que da lugar el “Alto de Viera”. Es indiscutible que varios políticos formaban parte del más importante de ellos: la Federación Rural. La interpretación opuesta, esto es, que sectores políticos se infiltran en grupos de interés o los ayudan a crearse para tener otras “trincheras” desde las que presionar, tendría mucho más asidero.

A nuestro juicio, lo que sucede en ese caso, es un cambio de apoyos de un sector del Batllismo que luego se llamará “Vierismo”. Esto sí. pero no se infiltran, ni seducen a “El Indio”. Simplemente cambia Viera de respaldos, en un craso error político, dándole efectividad y convirtiéndose, circunstancialmente por el peso de su cargo, en principal aliado, aunque no siempre consecuente, de esos intereses empresariales que antes despreciaba.

Pero eso no fue tampoco lo relevante. A la larga, mayor importancia – entre sus consecuencias vemos una mayor atención de esas posiciones empresariales – es que el apoyo electoral lo empieza a fundar Viera no en las ideas que defendió toda su vida, sino en el empleísmo. Este es uno de los grandes retrocesos que aparecerán luego, de mayores consecuencias que los señalados. Tanto las administraciones de Batlle, como la de Williman se pueden caracterizar por una señalada austeridad en ese sentido. Esto del crecimiento del empleo como retribución del voto da comienzo con el segundo Viera, si se prefiere esa denominación.

Pero con respecto al “Alto de Viera” mismo me remito a lo dicho en el cuerpo de texto de éste trabajo, en el que en síntesis expreso que el “Alto” debe ser mirado más que como una simple detención de reformas para consagrarlo al reagrupamiento de fuerzas (aspiración de Batlle, así como que fuera además circunstancial) o el inicio de una república conservadora, como el posible comienzo formal de un nuevo tipo de intervención de la institución militar en la vida política del país. Protagonismo que no pasará a mayores en lo inmediato y que tenía sus antecedentes en las posiciones de Antonio Bachini y de algunos dirigentes nacionalistas y colorados. El otro caso notorio de entre ellos fue José Enrique Rodó.

Recuérdese los rumores de un levantamiento militar a comienzos de 1915 y aun antes. Y las paralelas actitudes de quienes eran los tutores del golpismo.

Es menester tomar en cuenta la visión de Eduardo Acevedo, historiador y testigo de los hechos (“en Acevedo está todo”, se dijo) que parecería referirse a otro país si tomamos en cuenta lo que él consigna de aquellos años y lo que se señala hoy día, en esa supuesta república conservadora y la infiltración de los grupos de interés en sectores políticos. Los núcleos conservadores, sus aspiraciones y estrategias, constituyen otro tema. No siempre la idea de los triunfadores de la hora coincide con la evolución de los hechos. Y la asunción de Brum va a significar a poco de asumir, la desarticulación de la posibilidad golpista y no un triunfo de la alianza entre hacendados, abogados de las grandes empresas extranjeras, el alto comercio y la Banca. Pero es menester consignar que era mucho mejor visto Brum – quien no tenía un sólido apoyo popular – que Julio María Sosa. La candidatura de éste, en ese momento, hubiera sido una distracción del objetivo primero: el desmontaje de lo que Viera había realizado en el Ejército. Y como los sosistas – apoyados en eso por Brum - continuaban con su actitud contraria a Manuel B. Otero, no había muchas alternativas para desarrollar. 

[vi] El término es el correcto en la acepción que se manifiestan desde y hacia supuestos misterios. 

[vii] El 30 de julio de 1916. 

[viii] Es recién en 1932 que entra en vigencia la enmienda constitucional que convierte en directa la elección de senadores por principio mayoritario. Y en estos días hace 60 años que se puso en vigencia la extensión a dicha rama legislativa el principio proporcional para la integración de sus miembros. El vicepresidente de la República, que es además presidente del Senado, es elegido por el principio mayoritario. 

[ix] José Pedro Barrán. Prólogo. La República Conservadora. Gerardo Caetano. Op. cit. 

[x] No tenía porqué saberse entonces pero sí quienes hoy día lo comentan en las cosas que nos ocupan, que en la configuración de un sistema de partidos tiene particular trascendencia alguna crisis histórica. Y mientras ésta no esté resuelta las crisis que se sucedan se añadirán a la anterior, solapándose con ella. Y en esa situación, difícilmente se dan lugar nuevos partidos.

De ahí que rechinen supuestas suspicacias como las que hablan que a los uruguayos les molesta el reconocimiento público de intereses de clase o cosas análogas y que referimos en la nota al pie correspondiente, propias de síntesis de una sociología política de bolsillo.

Rokkan fue quien con mayor claridad observó estas cuestiones reflejando - como él mismo expresa - la peculiar experiencia europea desde una visión parsoniana con cuatro ejes de conflictos que atraviesan la cuestión centro-periferia por lo cual se agrega la dimensión histórica. Los clivajes serían los provocados por cuestiones étnicas, religiosas, de urbanización y económicos. Pero una limitación relevante para nuestro propio estudio resulta del propio escenario examinado y del modo como se examina. Aun cuando estiremos el concepto incluido en el eje centro - periferia y pasando por alto que el llamado "congelamiento" del sistema de partidos tiene una acotación temporal que lo desmerece, no nos alcanza el estudio de Rokkan.

Me explico: de la posición de Rokkan podría derivarse que la cristalización referida es sólo la de origen contemporáneo, apoyada en la observación de las consecuencias del sistema electoral sobre el sistema de partidos o, con mas precisión aun, de las consecuencias provocadas por la introducción del régimen de representación proporcional.

"La proporcional – dice Stein Rokkan (Cittadini, elezioni, partiti. Il Mulino. 1982) - ayuda a congelar las primeras estructuras de articulación y agregación y por la misma razón hace mas fácil subrayar las variaciones de las bases socioculturales que sostienen a las diversas alternativas políticas"

Esto podría resultar así si se dan otras condiciones, cuyo conjunto muestra su propia limitación. En efecto, si como se ha dicho, la proporcional - en última instancia el sufragio universal - es anterior al proceso de industrialización ella debería "congelar" el sistema de partidos.

No nos parece, sin embargo, que esto ocurra debido a la introducción de la extensión del sufragio, sino por la irresolución de crisis anteriores.

De todas maneras, aun en la posición de Rokkan, se ven igualmente algunos movimientos en los sistemas de partidos, si bien con dificultad y con débil vocación de durabilidad. Tal el caso de la rebelión fiscal en Francia representada por el “poujadismo” – la sostenida por Pierre Poujade en el período 1953-1956. Pero no se agotarían los ejemplos en los partidos denominados "flashes". No tenemos porqué saltearnos el gaullismo, ni los cambios en los pesos específicos de los integrantes del sistema de partido italiano, para citar acontecimientos dentro del área europea. De cualquier modo, es el de Rokkan el aporte mas importante realizado en aras de una sistematización relevante.

Por su parte, Domenico Fisichella (Elezioni e Democrazia Il Mulino 1982) sostiene que por lo menos cuando aquellos procesos (esas crisis) se producen con sistemas de partidos consolidados se ha enervado la posibilidad de formación de partidos políticos relevantes, porque los nuevos contingentes ciudadanos se integran a las organizaciones ya existentes en ese momento.

Si nuestra historia democrática de las últimas décadas se parece en algo a la francesa ello es que, mientras en esta última predomina un notorio afán por reformar algunos o todos los aspectos del sistema electoral, la nuestra muestra una misma dedicación en lo que se refiere a los resortes constitucionales. En Francia, en ese lapso, los intentos por variar mecanismos o principios electorales han alcanzado su meta en casi diez oportunidades.PRIVADO ¡Error! Marcador no definido.

En las elecciones legislativas de marzo de 1986 el sistema retornó al vigente inmediatamente después de la Segunda Guerra, sustituyendo al de la V República. En varios de sus aspectos éste también fue "ajustado": en 1966, en que se aumentó el porcentaje de la "cláusula de exclusión" (así llamada la barrera porcentual que impide el acceso de candidatos a la segunda vuelta electoral) y se modificó su referente al 10% de los votos hábiles  (antes sólo podían participar en la ronda electoral los postulantes que hubieran obtenido el 5% del total de votos emitidos. Una transformación parecida ocurrió en 1976, pasándose al 12,5% de los votos emitidos). Ello, en circunscripciones donde se elegía un solo candidato. Esto es: la clave fuerte de desproporción en la representación.

La reforma francesa colocó, entonces, nuevamente en el tapete el tema de los efectos de las legislaciones electorales en el sistema de partidos y en el régimen institucional-gubernativo. Pero no ha sido Francia el único país que lo ha modificado.

España aprobó por entonces una ley que mantuvo, sin embargo, lo sustancial del principio proporcional con el cual salió de la dictadura franquista. Venezuela encaró la posibilidad de "abrir" su régimen de lista. Brasil, englobándolo dentro de toda la estructura constitucional buscó perfeccionar la "ingenería" realizada por el gobierno militar (1). Una comisión legislativa italiana formada en 1984, encaró también la problemática electoral (2). Asimismo (3), entre otros estados, Francia introdujo la representación proporcional (R.P.) para las elecciones del Parlamento Europeo en 1979, y para la elección regional de Córcega en 1982. Illinois eliminó su sistema de voto acumulativo y otros miembros de dicha Unión sustituyeron distritos plurinominales por uninominales. En Gran Bretaña, por su parte, la discusión si bien está casi siempre abierta por las desproporciones en la traducción de votos en bancas, ella se acentúa con la presencia de terceros partidos fuertes a nivel del electorado (4).

Es de consignar que hacia la R.P. parecen marchar los sistemas electorales, con alguna que otra excepción relevante.

En efecto, salvo Francia, que durante la III República, en el año 1927, pasa de la R.P. a un régimen de doble vuelta y en 1958, cuando la instalación de la V República, pocas excepciones podrán encontrarse.

La mayor frecuencia de cambios se produce, sin embargo dentro de un mismo marco de representación, ya sea éste el mayoritario o el proporcional (5).

Así, en el diseño de circunscripciones, la creación o aumento de "cláusulas de exclusión", los diferentes métodos de cálculo de la relación votos/bancas.

Todo ello incide para la respuesta a dos preguntas por lo menos: ¿Cuál es el objetivo? ¿Cuáles las consecuencias reales de la aplicación de un régimen electoral en particular?

Las soluciones a estas interrogantes muestran asimismo la incidencia de contextos políticos y sociales históricos o presentes, distintos.

En nuestro país, la R.P. se justificó por la búsqueda de un supuesto “sinceramiento” electoral por la ecuación proporcional = democracia (6). Y, precisamente por análogas razones - en otros sitios - ha sido objetada.

Para este último caso se trae a colación habitualmente el ejemplo de la primera república italiana, ya que ella fue "paradigmática" en cuanto a vivir en una constante crisis de gobierno pero no de régimen, y frente a cuyo sistema es válido el rechazo a una igualdad sin mayores aclaraciones, entre proporcional y democracia. Trayendo a cuento una observación de Duverger (7), bueno es preguntarse si el elector italiano entonces decidía realmente su gobierno o en su lugar lo hacían las élites políticas, siéndolo además de partes del total del arco partidario, en virtud de una "conventio ad excludendum" (8), por la cual los comunistas sólo podrán aspirar a apoyar lo que otros resolvían. Así también le ocurría al Movimiento Social Italiano.

Al respecto, creo le asiste razón en general a Sartori (9) en su distinción entre "democracia de entrada" y "democracia de salida", de la cual hemos hecho referencia. A nuestro modo de ver lo que se le imputaba al sistema electoral, en el caso, debe ser "endosado" al sistema de partidos y poco o nada al sistema político institucional. Las consecuencias son distintas si miramos el ejemplo alemán, en el que el sistema electoral se apoya en la R.P. El elector así vota también por un gobierno. Esto es, su voto tiene las mismas posibilidades de éxito y de decisión, en las mismas etapas del proceso de toma de decisiones. Es decir, no solamente vota a la "entrada" del régimen (sus representantes parlamentarios) sino la mayor parte de las veces también por el futuro gobierno. Claro que en el caso alemán habría que recordar su cláusula de exclusión, más importante que en el italiano, 5% o el requisito de una asignación en el primer recuento de sufragios a nivel de Land, y la proscripción de actuación de los partidos antisistema.

Y al respecto de la existencia de fraccionalismo en el sistema de partidos y dentro de ellos, y los sistemas electorales, von Beyme (Op. cit) señaló a su vez: “En los sistemas de mayoría relativa, las elecciones son un medio para la formación de gobiernos monopartidistas. En los sistemas de representación proporcional, por otra parte, las elecciones son un fin en sí mismo.

Asimismo, al fin y al cabo, décadas después del movimiento de reforma por la R.P., que por tercera vez se implantó en Francia, volvió también a plantearse la interrogante que dejaba dicha Victor Considérant (1842): "¿Debe la Cámara de Representantes representar el electorado? Esa es la cuestión. Si ese es el caso, cada opinión, por más absurda, incluso monstruosa que puede aparecer, debe tener sus representantes en proporción a su fuerza en el electorado".

Obviamente ya no está presente el temor ante el aproximarse de las consecuencias del sufragio universal y ya no se piensa que el sistema electoral debe ser un simple reproductor de ideologías políticas (10). En idea, ésta última, que recoge la inquietud original de Mirabeau (11) en la materia, que comparaba la representación a lo que es una carta territorial.

En nuestro país las heridas en la sociedad no eran ni culturales ni étnicas como vemos en los países donde primero se instrumenta el proporcionalismo: Bélgica, Dinamarca, Finlandia, etc. Aquí el tema era fundamentalmente político, de arrastre de guerras civiles motivadas por y consecuencia del proceso de integración nacional y del asentamiento de la idea constitucional. Situación si se quiere análoga a lo que Rustow (12) describe como condición del nacimiento de las democracias.

El propio Aréchaga cuando se inclina por la R.P. y por el doble voto simultáneo en el Diario del Plata, se enfrenta a las características de la disciplina de los partidos de entonces y al fraude con que se ejecutaban las elecciones. Dos órdenes de objeciones perfectamente distinguibles de la R.P. Como lo hiciera Batlle, quien la rechazaba (la R.P.) en tanto la elección presidencial fuera indirecta, al quedar al albur de mayorías parlamentarias circunstanciales la elección del presidente de la República – con período de mandato rígido por definición - o la formación del gobierno. Hoy, el régimen alemán deja una lección: sólo podrán caer gobiernos por voto constructivo de confianza. En pocas palabras: hacer caer el gobierno sí, pero para gobernar efectivamente con otro..

El sistema de lista incompleta, que tuvo más de una variación en nuestra historia electoral se continuó a posteriori de la implantación de la R.P. para el Legislativo. En la Constitución del 52 puede verse para la integración del órgano ejecutivo, y en la del 17 para el administrador. Con lo cual se distinguían en los hechos las funciones distintas que los sistemas cumplen, cargando el proporcional con la idea de facilitador, por lo menos, de decisiones de coyuntura política. Una especie de eficacia restringida. Pero teniendo en cuenta nuestro sistema de partidos de entonces, esa circunstancia era imputable más que a la R.P. a las características de la organización interna de los partidos, carentes de una "disciplina republicana", para utilizar un término que puede venir a cuento si tomamos las tendencias ideológicas de algunas de las corrientes partidarias de entonces.

Pero nosotros tenemos también otro sistema para la elección de las Juntas Departamentales: la mayoría relativa obtiene la mayoría absoluta de las bancas, distribuyéndose las restantes con un criterio proporcional. Idéntico criterio se maneja para la distribución de cargos a lo interno del lema mayoritario. Es lo que se llama la Representación Proporcional Integral.

Nuestro sistema electoral básico sin embargo y más allá de lo anterior fue el denominado Doble Voto Simultáneo (DVS) que permitía al elegir un partido, elegir también un candidato de ese mismo partido. Es decir, el perfeccionamiento de la fragmentación. Por éste se facilitaba la cristalización de sectores importantes a nivel nacional. Contrariamente a lo afirmado, no fomentaba las divisiones. Se elevaba a la ciudadanía la disputa interna partidaria. Y ella resolvía. Se superponían dos procesos con lógicas y caminos diferentes. Por un lado, la propuesta que un sector de la ciudadanía nucleado en un partido le hacía al resto y, por otro, el derecho de sus miembros a una discrepancia sobre la línea, la estrategia o la doctrina a desarrollar por este partido. En resumen: se le hacía opinar sobre problemas internos del partido a quien no era parte de él, en una suerte de tercería que habría sido legítima si no fuera porque de ello dependía o podían depender las características del gobierno. Y son dos cosas distintas lo que la ciudadanía quiere como gobierno y su tercería en la dilucidación de la problemática partidaria.

Con referencia al efecto de la R.P. sobre el sistema de partidos Duverger ha señalado que aquella tiene un efecto multiplicador (13), llamando al hecho, en ocasiones leyes, en otras, hipótesis, tendencias. Perfeccionándola desde el punto de vista metodológico, Sartori (14) estableció que: "Las fórmulas electorales de representación proporcional facilitan el multipartidismo e, inversamente, difícilmente conducen a un bipartidismo". ¿Ello ocurre igualmente si se produce en un sistema estructurado de partidos? (15). La respuesta carece de importancia a los efectos de lo que el propio Sartori estableció que el proporcionalismo no produce efectos directos sino que remueve obstáculos. Sería en las claves de desproporción (barreras de exclusión, diseño de circunscripciones, métodos de cálculos de la relación votos/escaños, distribución de los "restos") donde proviene eventualmente la parte de responsabilidad que el sistema electoral tiene en el "modelaje" del sistema de partidos. 

Pocos países han manipulado más que Francia esos mecanismos (Nohlen) (16), país en el que incluso tenían las limitaciones "nombre y apellido". Tal fue el caso de la prohibición de candidaturas múltiples, planificadas por Gambetta y utilizadas por Boulanger, que perduraron más de la cuenta (17). O la autorización para las alianzas de listas fuera del área de París, región donde podían favorecerse, bajo la IV República, los partidos antisistema: gaullistas y comunistas. O en el establecimiento de los límites territoriales de las circunscripciones sumado el número de bancas que podían elegir, cuando los colegios plurinominales. Y por los cuales se obtenían los resultados deseados, salvo en contadas ocasiones.

Lo anterior no significa, sin embargo, que la iniciativa gubernamental convertida en ley en julio de 1985 obedeciera a una intención bastarda. Y utilizo este término porque así fue calificada la representación proporcional francesa a partir del 51 cuando se introdujeron reformas a la vigente desde el 45, con las intenciones señaladas más arriba.

El socialismo francés ha sostenido la mayor parte de su existencia la representación proporcional para lo interno del partido y para el gobierno. Esto último no podía resultar extraño dado que la casi unanimidad, no todos, de los partidos socialistas europeos desarrollaron esa misma demanda como forma de acceder eficazmente al parlamento.

Organizar internamente al partido de ese modo encuentra su primera explicación en el nacimiento mismo de la entonces SFIO (Sección Francesa de la Internacional Obrera) en 1905, creada entonces por presión exterior del socialismo europeo, fundamentalmente el alemán, sobre las distintas organizaciones socialistas francesas. Nació, pues, el PS como una federación. Natural fue que todos sus miembros quisieran tener en su primer órgano rector una representación. Predominaba más la adhesión al partido originario que a la federación creada no por decantación de un proceso integrador interno. Claro que las razones que aparecen en los orígenes de las cosas no tienen por qué ser y habitualmente no lo son, de la continuidad de ese mismo hecho. Pero la cuestión es que, en el caso francés, las corrientes internas, aunque distintas, continuaron, y existieron otras divisiones y otras tantas uniones.  

(1) La dictadura brasileña mostró siempre un singular ingenio para manipular el sistema electoral de acuerdo a su afán por favorecer al gobierno y al partido oficial y perjudicar a la oposición. Análogo comportamiento ha seguido la democracia otorgada que la sucedió. Así, por ejemplo, las proscripciones, la reforma del 65; la del 69. Ver entre otros: Political Parties and Democratic Consolidation:. The Brasilian Case. Bolívar Lamounier y Rachel Meneguello. Wilson Center. Working Paper 165. Mayo 1985.

Scully, Tim. Electoral Systems and Political Parties. Trabajo preparado para el proyecto, "The Role of Political Parties in the Return to Democracy in the Southern Cone". Latin American Program of the Woodrow Wilson International Center of Scholars and The World Peace Foundation. 1985. 

(2) Lo principal de la problemática electoral obedecería a la preocupación por la inestabilidad gubernamental, la fragmentación partidaria y el clientelismo. Ver, por ejemplo: Fisichella, Domenico: The Italian Experience en Adversary Politics and Electoral Reform. Collected Essays. Editado por S.E. Finer. Anthony Wigram 1975. 

(3) En Choosing and Electoral System Comp. por Arend Lijphart y Bernard Grofman, New York, Praeger. 1984. 

(4) Entre otros muchos, se aborda el tema - sus posibilidades de reforma y las características de la política británica - en Adversary Politics and Electoral Reform. Collected Essays editado por S.E. Finer. Anthony Wigram 1975 y del mismo autor The Changing British Party System, 1945-1979. American Enterprise Institute for Public Policy Research. Washington D.C. seg. ed. 1980. 

(5) Nohlen Dieter. Sistemas Electorales del Mundo. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1981. 

(6) Aréchaga J.J. La Libertad Política. Edición Oficial. Montevideo 1906. Ramírez, Juan Andrés. Sinopsis de la Evolución Institucional. Montevideo, 1949. 

(7) Duverder, Maurice. Which is the best Electoral System? en Choosing an Electoral System, op. cit. 

(8) Caciagli, Mario. Sistemas Electorales y Consolidación de la Demoracia. Las experiencias italiana y alemana. Seminario Internacional Procesos de Democratización y Consolidación de la Democracia. Santiago de Chile 9-12 abril, 1984. Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea. Academia de Humanismo Cristiano. 

(9) Sartori, Giovanni. Teoría del Partiti e Caso Italiano. Sugarco Edizioni, 1982. 

(10) Owen, Bernard. Aux Origines de l'Idée Proportionnaliste. Pouvouirs. Revue Française d'Etudes Constitutionnelles et Politiques. Nº 32, 1985. 

(11) Oeuvres de Mirabeau, 1834. Vol. 1. 

(12) Rustow, Dankwart A. Transition to Democracy. Toward a Dynamic Model. Comparative Politics, abril 1970. 

(13) Duverger, Maurice. Los Partidos Políticos. Fondo de Cultura Económica/3 Ed. 1965. 

(14) Sartori, Giovanni. Le "Leggi" sulla Influenza dei Sistemi Elettorali. Rivista Italiana di Scienza Politica. Nº 2, agosto 1984. I Mulino. Bologna.

(15) Fisichella, Domenico. Doppio Turno e "Democrazie Difficili". Rivista Italiana di Scienza Politica. Nº 2, agosto 1984. Il Mulino. Bologna. 

(16) Nohlen, Dieter. Op. cit. 

(17) Ibid. 

(18) Portelli, Hugues. La Proportionelle et les Parties: Etude de Cas. Pouvoirs. Nº cit.  

[xi] El editorial de EL Día del sábado 29 de mayo de 1915 destaca argumentos y situaciones que no justifican en un historiador su ignorancia del distingo de conceptos políticos: Bajo el título Democracia representativa se expresa:

Ocurren cosas muy curiosas en nuestro País. –Para algunos opositores cada día se torna más difícil el convencimiento sobre la bondad de nuestras leyes electorales. –A tal punto que no hay otra forma legítima de constitución de asambleas democráticas que la representación proporcional! –Limitar la aplicación de la representación proporcional –así, en abstracto, sin fijarse un sistema, sin darse razones técnicas o políticas –es falsear la verdad del gobierno republicano!

Cuando Carlos María Ramírez, Gonzalo Ramírez y Justino Jiménez de Aréchaga, por ejemplo –partidarios en principio de la representación proporcional, bregaban por el régimen de representación de minorías y lo justificaban como una excepcional conquista de nuestro progreso democrático – con el cual podía asegurarse la verdad del régimen representativo republicano, - cometían un estupendo error, contribuían a falsear los fundamentos de la vida libre! –Nuestras leyes electorales vigentes, muy superiores, infinitamente superiores a aquellas que justificaban y preconizaban esos ciudadanos, para la oposición, insospechables, -y dentro de las cuales se han desarrollado, con el concurso de todos los partidos, comicios dignos de todo elogio, - no hacen otra cosa que falsear el régimen representativo. –Cuando los autores de la ley de 1910 declararon en la Asamblea Legislativa que nuestro régimen electoral era el mejor de América y aún del mundo, incluyendo ciertos países en que la representación proporcional existe, - y cuya palabra, por militar hoy, algunos de ellos al menos, en la oposición, tampoco puede ser sospechada, - incurrieron en un tracismo error porque no puede ser una ley siquiera buena la que falseé el régimen representativo republicano. –Y uno se asombra de que bajo los auspicios de ley tan subversiva haya quienes, en nombre de la oposición y con el concurso de la oposición, hayan aceptado posiciones emanadas de elecciones por aquella regidas.

Esto por una parte. –Por otra, llega a tal extremo la ofuscación de los impugnadores de la reforma constitucional, que en el afán de atribuir defectos al proceso revisionista, sientan absolutas desvirtuadas por la experiencia universal y contradicen propagandas propias renovadas a cada rato. –Por ejemplo: la oposición ha agotado el repertorio de los himnos más calurosos en la empresa de enaltecer y de destacar la obra democrática realizada en la Argentina por el ilustre presidente Saenz Peña. –Este mandatario, por tantos conceptos eminente, logró para la nación vecina, gracias a su ley electoral, la conquista inapreciable de un régimen definitivo de sufragio y de gobierno libre. –A toda hora se nos pone por delante ese ejemplo digno de imitarse . –Sin embargo, el doctor Saenz ¿consideró necesaria la representación proporcional? -¿la propuso? -¿la aceptó? –Nada de eso. –El doctor Saenz se opuso a la representación proporcional, que propiciara y reclamara en un hermoso discurso el doctor Montes de Oca, en la Cámara de Diputados. –Y no aceptó siquiera un régimen intermedio de proporcional de minorías. –Adoptó, como sistema, el nuestro de 1898, aún más restringido porque se fija la representación de las minorías de un modo más arbitrario, según cada provincia. –Y nadie pensó –ni allá, ni aquí- que la adopción de ese sistema de lista incompleta importaba un falseamiento del régimen representativo republicano!

Tampoco ha pensado nadie en semejante cosa, ante la experiencia universal en materia de sistema eleccionario. –En Bélgica, en algunos cantones de Suiza, en Cuba, en el ducado de Luxemburgo, existen legislaciones que establecen la representación proporcional, más o menos limitada, más o menos desnaturalizada, más o menos acomodaticia. –Pero, en ninguna otra parte existen. –En muchas partes han sido propuestos sistemas de representación proporcional y han sido rechazados o ni siquiera se han discutido. –sin embargo, ¿podría decirse que en los pueblos, la casi totalidad de los pueblos, donde la representación proporcional no existe, tampoco existe, por eso mismo, el régimen representativo republicano perfectamente tutelado por la ley, aún, en la generalidad de los casos, concedida dentro de las fórmulas netamente mayoristas? –En Inglaterra, en Francia, en Estados Unidos, ¿no se hace verdadera y fecunda democracia representativa?

Solo en nuestro excepcional Uruguay es necesaria le representación proporcional para legitimar el régimen de gobierno democrático que establece la Constitución. –Podemos tener aquí “la mejor ley del mundo”, sin representación proporcional integral; pero con amplia representación de minorías, dentro de un margen solo de 1/5 menor al de la mayoría; con voto secreto, con inscripción obligatoria, con domicilio electoral, con doble voto simultáneo, con impresión digital, con toda clase de garantías efectivas y verdaderas, para asegurar La pureza, la autenticidad y la independencia del voto. –Eso no vale nada! –La representación proporcional es la única que puede satisfacer a nuestras oposiciones descontentas y catonianas. –No se dice qué representación proporcional, no se dice qué sistema. –Pero eso tampoco significa nada. –Podría adoptarse el régimen de Bélgica, - hecho de encargo para favorecer a un solo partido, -¿y todos estaríamos satisfechos? –Probablemente, no. –Entonces ya no se diría: la representación proporcional es lo único que garantiza al régimen representativo republicano.

Entonces se diría: ese régimen es malo, favorece al Partido Colorado, como favoreció al partido católico en Bélgica! –Y eso no es lo que queremos. –Lo que queremos es que el Partido Colorado, como mayoría, haga una ley que le quite el gobierno, que lo convierta en minoría, que ponga las minorías en el mismo plano de capacidad democrática, aunque cuenten con menos votos. –¿Que en Florida, los colorados emiten 2000 votos y los nacionalistas 1800? –muy bien: los 1800 deben valer tanto como los 2000 y deben obtener idéntica representación o mayor, si se puede. Ese es nuestro ideal. –Por eso y para eso queremos la representación proporcional, sin perder tiempo, desde ahora, en la discusión de sistemas. .. 

[xii] Este tema se encuentra en los mecanismos electrónicos de cómputos de votos de varias parlamentos. En Colombia la reforma política que busca plantearse tiene a éste entre sus temas. La solución, parecería ser la única posible, es la de convertir toda votación en nominal.

Antes del mecanismo “del botón” , la mano alzada o la puesta de pie en las votaciones de los parlamentos permitían a “las barras” saber quién votaba qué cosa. En el moderno sistema ello no es practicable.

Este nuevo procedimiento es el que ha dado lugar a los incidentes de votos de diputados “truchos” (cuando no, en la Argentina).

Cuando el tema se plantee en nuestro país, creemos que dará lugar asimismo a una reedición de la polémica sobre los mandatos parlamentarios imperativos. Debate que buena falta hace. Más que el debate, su definitiva aceptación. Esto que la clandestina conciencia de los legisladores esté por encima de la razón por la cual representan a los ciudadanos, sigue siendo una cuestión de primer orden para la correcta sintonía de los partidos con la realidad, cosa que nuesatra cúpulas políticas temen pero que indefectiblemente deberá volver. 

[xiii] Quien propone la extensión del voto secreto para las elecciones legislativas siguientes – las que debían producirse en noviembre de 1916 pero son prorrogadas, luego, a enero de 1917 – es el entonces diputado por Montevideo Duvimioso Terra (1856-1930). Hijo de padre y madre brasileños y nacido en Uruguay, Duvimioso de Terra Barbosa fue una destacada personalidad que empleó parte sustancial de sus años más productivos a causas notoriamente innobles. Entre ellas pueden recordarse su apoyo al gobierno de Latorre, su conspiración a favor del retorno de éste último, su disputa con Saravia y Diego Lamas, su pasión por los autoritarismos. Como personal homenaje a su contradicción vital y aparentemente sin violencia moral produjo importantes y destacados estudios jurídicos. 

[xiv] Es de consignar que El Día sostenía la obligatoriedad del voto secreto. Sinnúmero de artículos defienden este instituto. En uno de ellos, publicado el 26 de junio de 1915 con el título Insistiendo.., se dice: “.......Supongamos, en un funcionario público, además de una inmoralidad absoluta, una preponderancia material completa sobre todos los ciudadanos, una ilimitada cantidad de recursos para atraer voluntades, o, por lo menos, votos; toda esa inmoralidad y todo ese poder, ¿son acaso bastantes para poder obligar a decir “si” a un votante que quiere decir “no”, cuando ese votante está encerrado entre cuatro paredes, y tiene en sus manos todas las listas y puede votar por quien quiera con la más absoluta seguridad que nadie, sino él, sabrá por qué lista se decidió?.

Esta pregunta es decisiva. Y por más argumentaciones que se hagan, no habrá más remedio que rendirse ante la materialidad convincente de las cosas.  

[xv] En El Día escribimos en su momento sobre estos aspectos. Afortunadamente luego la Corte Electoral corrigió la denunciada situación, cuya importancia parecía no advertir. El alto número de listas de candidatos diferentes y el tamaño del circuito permitían, fundamentalmente para los pequeños partidos o sublemas.  

[xvi] El régimen electoral, conocido como “first past the post”, consiste en que obtiene la banca parlamentaria aquél de los candidatos que, en su circunscripción, triunfe en una única vuelta comicial.  

[xvii] Pese a tener el Partido Conservador británico una clara mayoría parlamentaria, también integraron el gabinete de guerra los laboristas y los liberales. 

[xviii] En la nota final correspondiente hemos transcripto un editorial de El Día, titulado Democracia Representativa en el que se comentan algunas de estas cosas.

[xix] Pensemos, además, ¿a qué se refería Julio María Sosa (1879-1931) - en esa época director de El Día conjuntamente con Domingo Arena (1870-1939) y considerados ambos como radicales - cuando usó de la palabra en la Convención, luego que lo hiciera Ricardo J. Areco, mano derecha del presidente Viera?

Señala Sosa refiriéndose al “Alto” de la carta de Viera: (...) Es necesario, como lo dice prestigiosamente el doctor Viera[xix], que hagamos un alto en nuestra marcha, pero es necesario también que sepamos que los grandes partidos de arraigo democrático, si pueden detenerse no pueden retroceder... –(Muy bien!)

Y más adelante en su intervención insiste Sosa: El Partido Colorado, que solo podía enorgullecerse hasta hace pocos años de una gloriosa tradición, confundida con la tradición de la República, puede hoy envanecerse de haber agregado, como corbatas brillantes a la vieja bandera roja, las grandes conquistas de democracia y justicia que suman un ejemplo aleccionador en la legislación más avanzada de América. –(Muy bien!) (el subrayado es nuestro)

El planteamiento era claro: Todos con Viera, todos con la detención de las reformas, todos en la defensa de lo realizado que era la base de la democracia creada. Si Viera se comportaba de manera distinta era una traición no solamente al orden jurídico construido por todos, sino al partido, a sus ideales, a su obra, a su conducta, a sus promesas, a sus atendidos solicitudes de respaldo. Todos habían estado con él, y él los traicionaba a todos. El propósito inmediato de lo aceptado era estar lo mejor preparados posibles para la inicialmente prevista contienda electoral de noviembre. Era Viera quien se aislaba del Partido yendo tras políticas que eran comunes y quedaban expresados en la reunión de la Convención del Partido. Pero el partido seguía cumpliendo con su deber, que era el motivo de su existencia. 

[xx] El uso del término “impulso” ya indica la posición del “investigador”. La fuente donde nutre sus sentimientos y convicciones, como diría Halperín. No toma en cuenta una característica esencial en el Batllismo: El preferente uso de la reflexión para lograr adhesiones. Argumentos tras argumentos eran utilizados por Batlle para convencer al público de sumarse a las filas reformistas. Pocas fueran, en comparación, sus apelaciones a la emoción partidaria por la emoción misma. Pocas, digo, por no decir ninguna. Sus tarea no era sencilla ya que debía vencer sobre una coalición blanco colorada. Integrada fundamentalmente por quienes dicen que son continuadores de quienes construyeron el modelo de país.... Paradojas de nuestra historia política. Los blancos y colorados que desde lustros buscan “reformar” el Uruguay tienen la misma raíz, son el mismo árbol y dan el mismo fruto que aquellos blancos y colorados que se opusieron con dureza al modelo de Batlle y Ordóñez. Para cuya concreción contó su colectividad política con nacionalistas, desde luego. Pero no de las misma filiación política de los que actualmente se consideran herederos, cuando no sino, en todo caso, adulterinos descendientes. ¿O acaso se piensa que Wilson Ferreira Aldunate compartiría algo de lo que en su partido hoy se sostiene?

La destrucción ha llegado incluso a extremos, en el lustro vergonzante, de clausurarse los laboratorios de producción de las vacunas anti aftósicas, en lugar de trasladarlos, cumpliendo así con la normativa internacional! Y hoy día no hubo más remedio que importarlas. No saben qué hacer para demoler cualquier construcción positiva, en nombre de esas políticas que sólo saben ubicarse en las antípodas de todo lo bueno realizado. ¿No se ha votado una ley destinada a la desnaturalización de Ancap – nuestra más importante industria – en nombre del progreso y del respeto a lo acordado en el Mercosur! De ese Mercosur que ha hecho de las violaciones a sus ligeras normas, la línea más clara de actuación conjunta (esto último es un mero decir). Pero en el caso de Ancap es necesario consignar que fue considerado el objetivo a desmantelar desde siempre por los sectores ultra conservadores del país. En ese sentido es de recordar que comenzaron los hechos encaminados no al perfeccionamiento de la creación de dicha empresa pública sino a su erradicación, cuando la dictadura de Gabriel Terra y, en la restauración de la democracia que sucedió a la dictadura militar. 

[xxi] Circunstancia que se dio cuando la denominada por el batllismo coalición “vierioribista”, en el Consejo Nacional de Administración, vigente durante el lapso 1922-1925. Los nacionalistas también participaron de una coalición con agrupaciones ex batllistas entre 1927 y 1929.  

[xxii] No me refiero a lo dicho por Göran Lindhal sino a quienes han recogido su posición sin dejar constancia lo que dice textualmente: “Para recuperar su influencia, Batlle se vio obligado a sostener que los representantes del partido debían estar subordinados a las directivas partidarias. No era esta una idea nueva en el pensamiento de Batlle, pero en ese momento coincidía notablemente con sus propios intereses políticos.” (El subrayado es nuestro. Los comentarios sobran).

Si alguna duda persiste en que no era un pensamiento nuevo de Batlle y Ordóñez tal vez le satisfaga lo expresado al respecto por el propio Viera en la ocasión que es consultado sobre el tema: “ -¿Mi opinión sobre el proyecto que el señor Batlle presentó en la última reunión del Comité Ejecutivo Nacional Colorado? A mi juicio, el señor Batlle ha sido, en este caso, consecuente con pensamientos anteriores, todos los cuales indican el propósito de obtener que los hombres de gobierno sometan la acción constitucional que les corresponda, a las indicaciones de las autoridades.” Y agrega Viera: “Por disparidad absoluta de principios, yo no comparto estos propósitos, y así lo he expresado hace ya tiempo a mis amigos.”

Finalmente, la posición de Batlle es derrotada en el Partido. Como era de prever porque era el resultado – como la provisión de cargos públicos – de la acción proselitista del Vierismo

Batlle entonces espera. Y cuando es neutralizada la posición militar de Viera y confirmada la inercia cupular de la acción gubernamental,  presenta el enfrentamiento. Y triunfa.  

[xxiii] Esa situación de “suma cero” - es decir, que una parte se quedara con todo y la otra con nada - que sufriría Viera luego de su presidencia debía ser evitada. De hecho, la participación de Luis Alberto de Herrera en el golpe de Estado de Gabriel Terra podría ser observada como una consecuencia de un escenario de esa naturaleza que él vivía en esos momentos y por él incentivado convocado por el abismo.

En la circunstancia que inicia éste comentario, el Vierismo no participa de su propio aislacionismo. Por el contrario.

Cosa diferente ocurre con el herrerismo.

Es de tener presente el triunfo de Alfredo García Morales sobre el candidato Roberto Berro en las elecciones de 1930 para el Consejo Nacional de Administración – comicio cuya anulación alentó esperanzas Herrera, dado el estrecho margen de votos que separó a los contrincantes - y el Congreso elector del Directorio nacionalista convocado en enero de 1931 que designa como presidente de éste último órgano a Ismael Cortinas (1880-1940), renunciando los herreristas, que habían quedado en minoría.

El Herrerismo, en consecuencia, había perdido la puja por la Presidencia de la República, el cargo en el Consejo Nacional de Administración y la mayoría en el Directorio del Partido Nacional. “Es necesario detenerse un tanto en estas incidencias del Partido Nacional por cuanto en ellas está el germen de lo ocurrido el 31 de marzo de 1933. La tesis golpista tuvo origen en el herrerismo”, señala la publicación que realizó El Día con motivo de los 95 años de su primera aparición, el 16 de junio de 1981 en el artículo titulado La Historia de El Día, en cuya confección contribuyeron diversos redactores políticos del diario y que aparece sin firma a partir de la página 20 de la citada obra.

“Desde el herrerismo – agrega – se incita al presidente (Gabriel Terra) a saltar sobre la Constitución”.

“Las elecciones de representantes nacionales y Concejos Departamentales de noviembre de 1931 dan claras mayorías a los candidatos menos vinculados al presidente de la República. Cuando se habla de que la mayoría batllista respaldaba a (Gabriel) Terra no solo se olvidan los resultados de esa elección sino que también se pasa por alto que apoyaron su candidatura en 1930 y paulatinamente fueron marcando su discrepancia con el presidente nada menos que Berreta, Rubio (cuya agrupación La Defensa de Soriano fue la primera que proclamó a Terra a la Presidencia) (Andrés) Martínez Trueba, Pablo y Agustín Minelli, (Francisco) Schinca, (Gustavo) Fusco, (Anacleto) Dufourt, (Mateo) Legnani, (Orlando) Pedragosa Sierra y podríamos seguir así con una larga enumeración de personajes del Batllismo que adoptaron esa actitud.”

“Todavía en el transcurso de 1932 los personajes mas vinculados al presidente abundan en ratificaciones de adhesión al legalismo”.

“.... Los doctores (Alberto) Demichelli y (Francisco) Ghigliani llevaron a su seno (la Comisión de Reforma Constitucional) unas bases a principios de diciembre de 1932 de contenido auténticamente colegialista”.

“A la carga del presidente salen La Mañana y El Debate. ‘Ha arrojado la tea de la guerra civil’, dice el herrerismo”.

“.... La propaganda terrista recoge las críticas del herrerismo al pacto de octubre de 1931, que dio la ANCAP, el monopolio de los teléfonos, la unificación de los servicios de salud pública, la intervención preceptiva del Estado en las exploraciones de combustibles fósiles, etc”.

“El Día, en una serie de artículos sucesivos, demuestra que el gestor inicial del pacto fue el Dr. (Francisco) Ghigliani (1883-1936), hasta entonces el más adicto al Presidente, que el Dr. (Gabriel) Terra intervino directamente en determinados aspectos como fueron los relativos al monopolio de alcoholes, que el miembro informante de las leyes del pacto, que tuvieron el trámite inicial en el Senado, fue el Dr. (Alberto) Demichelli, ministro del Interior a esa altura, que la cláusula mas censurada, la de la distribución de cargos, era de origen nacionalista y herrerista (proyecto <Bernardo> Rospide).”

A todo ello debemos agregar la abstención herrero-riverista en las elecciones de 1932. Y la Marcha sobre Montevideo que organizó Luis Alberto de Herrera al estilo fascista, sin duda bajo inspiración de la Marcha sobre Roma de Benito Mussolini a través de su afiliación a la Falange Española y de su admirado líder José Antonio Primo de Rivera.

Estas situaciones de “suma cero” para actores significativos de un régimen político en crisis conducen habitualmente a situaciones de fuerza. Más aún cuando en el caso del herrerismo provoca y es parte de ese golpe de fuerza.

[xxiv] La iniciativa de Batlle y Ordóñez se concretó en el seno de la Comisión Nacional Colorada el lunes 17 de marzo de 1919. El proyecto de resolución presentado por Batlle decía: “La Comisión Nacional resuelve: El Comité Ejecutivo invitará al presidente de la República, al presidente y los otros miembros colorados del Consejo de Administración, a los legisladores colorados, a los ministros y a los miembros colorados de la Junta E. Administrativa de la Capital a concurrir a la Casa del Partido el 1er. y 3er. lunes de cada mes, de la hora 21 en adelante.

Esta invitación se considerará dirigida también a los miembros de las Juntas Económicas Administrativas que se hallen ocasionalmente en Montevideo.

Podrán asistir a estas reuniones los miembros del Comité Ejecutivo Nacional y los de los Comité Ejecutivos Departamentales, en su carácter, en su carácter de dueños de casa, como representantes del Partido.

Autorízase al Comité Ejecutivo a hacer los gastos que considere convenientes para la celebración de estas reuniones”. 

[xxv] Dice José Espalter, además, al final de su declaración”...en el sentido expresado, acepto la moción del señor Batlle y Ordóñez, pero juzgo del caso acentuar que esas reuniones a que ella se refiere deben envolver el carácter de la mayor espontaneidad. Ni las invitaciones han de producir presión en el ánimo de los invitados, ni la ausencia de estos en los casos en que lo crean oportuno, colocar en trance de desaire a los invitantes. En este sentido serán tertulias políticas interesantes.”

[xxvi] La reunión de la Comisión Nacional del Partido Colorado tuvo lugar el lunes 31 de marzo de 1919. La primer parte de la sesión estuvo presidida por el vierista Juan Aguirre y González, actuando en la secretaría el batllista Atilio Narancio. Integrararon la mesa los miembros del Comité Ejecutivo Nacional, Justino Jiménez de Aréchaga,, Julio Abellá y Escobar, Santiago Rivas, Domingo Arena, Rodolfo Mezzera y José Batlle y Ordóñez.

En la oportunidad y contra la posición de los batllistas se votó la exclusión del público de las deliberaciones de ese día. Circunstancia excepcional cuya moción patrocinó el ex diputado por Paysandú Juan Antonio Buero. Manifestaron su oposición a la misma entre otros oradores Enrique Rodríguez Fabregat – quien fue el primero en hacer uso de la palabra al respecto -, Tomás Berreta, José Batlle y Ordóñez, Julio María Sosa y Santín Carlos Rossi. Es de recordar que la medida era adoptada por la moción presentada por Batlle sobre las reuniones del Partido con los gobernantes colorados.

[xxvii] Tal vez con el objetivo de demostrar lo contrario el diario La Defensa publica un manifiesto de legisladores vieristas del cual damos cuenta más adelante. 

[xxviii] Santiago Lareu era un dirigente sindical batllista que tuvo activa participación incluso cuando los mítines contra las políticas de Viera. Uno de ellos se realizó el domingo 11 de agosto de 1918 en la Plaza Independencia. Al respecto del mismo, El Día informó en su edición del lunes siguiente: “desde la hora 14, congregáronse numerosos núcleos obreros en Avenida 18 de Julio y Médanos, lugar indicado para la formación de la columna. Engrosados sin cesar esos núcleos, sumaban ya varios millares la columna cuando se puso en marcha, poco después de la hora 16. En ese momento la Avenida 18 de Julio, desde la mencionada calle Médanos hasta la Plaza Independencia, ofrecía aspecto inusitado, con sus aceras, y aún la calzada, rebosantes de concurrencia. En los balcones notábase igualmente gran concurrencia, contrastando ese detalle con el aspecto que nuestra principal Avenida ofreció en otras manifestaciones del carácter de la realizada ayer. Y bien hizo esa parte de la población metropolitana en presenciar el paso de un mitin que demostró la corrección y cultura de los elementos que lo componían.

Encabezada la columna, tras un piquete de la Guardia Republicana, el núcleo de la Federación Obrera Regional Uruguaya, con cartel y bandera, y tras él los Obreros Municipales –una de las más numerosas agrupaciones del mitin –la Federación Obrera Marítima también numerosísima, clubs seccionales socialistas, Comité Contra el Servicio Militar Obligatorio, y otras muchas agrupaciones gremiales, todas ellas con banderas y carteles alusivos. De estos merece citarse uno llevado por los obreros tranviarios con la figura de un motorman no adherido al movimiento. Durante el trayecto, los manifestantes entonaron La Marsellesa y el Himno de los Trabajadores.

Llegados los manifestantes a la Plaza Independencia –donde esperaban a la columna varios centenares de obreros, - inició los discursos el ciudadano Llorca, en nombre de la Federación Obrera, recalcando sobre el significado de la protesta proletaria y la forma de esa protesta que no podía ser otra, dijo, que el paro general. Siguióle en el uso de la palabra el ciudadano Miramar, quien censuró enérgicamente la actitud de las fuerzas policiales y del ejército, como disonante en un país de instituciones democráticas. Habló luego el ciudadano Lareu, quien sin dejar de censurar los procedimientos policiales, para los que tuvo enérgicas frases de condenación, manifestó que no podía responsabilizarse de esos atropellos al partido del poder. Como el orador insistiera luego en deslindar responsabilidades en el actual movimiento proletario, mostrándose hombre de partido, gran parte del auditorio protestó, obligándole a interrumpir su discurso. El ciudadano Gino Fabri defendió en oportunas frases a Lareu, volviendo éste a ocupar la tribuna para cosechar aplausos y aprobaciones al manifestarse categóricamente contra los enemigos de los obreros. Seguidamente ocupó la tribuna el ciudadano González, manifestando que no habían sido los anarquistas los interruptores de Lareu, desde que creía que en el pueblo congregado en ese momento no podía haber elementos que coartasen la libertad de pensamiento de un ciudadano porque éste expresara convicciones partidistas. Se extendió luego González en consideraciones sobre le carácter del movimiento obrero y de las actitudes populares en horas de prueba.” 

[xxix] En 1919 el Batllismo casi quintuplica los votos vieristas. Y en las elecciones de 1922 los batllistas fueron un electorado diez mayor al Vierismo. 

[xxx] Expresa el texto de la renuncia de Batlle a su postulación presidencial: Montevideo, agosto 11 de 1916.

–Señor Presidente de la Convención Nacional del Partido Colorado.

 –Distinguido correligionario: - Presento renuncia indeclinable a mi candidatura a la Presidencia de la República proclamada por la Convención Nacional en su sesión del 28 de Mayo del corriente año.

No es desaliento, ni amargura, ni despecho producido por la derrota lo que me impulsa a asumir esta actitud. No es tampoco una huida cobarde ante la resolución que la Asamblea Nacional Constituyente podría adoptar limitando el número de veces que un ciudadano puede ser elevado a la presidencia de la República, pues por un brillante esfuerzo, podríamos rechazar en el plebiscito de ratificación toda reforma que contrariase nuestros propósitos y, aunque así no fuera sabría permanecer en el puesto que me señalase el deber, hasta el último momento de la resistencia.

 Es la tranquilidad y altruista apreciación de las circunstancias de que hemos llegado a encontrarnos, sorprendidos en el avance de una sucesión de victorias que preparaban una era de felicidad nacional y hacían resonar con gloria el nombre de nuestro país; es el convencimiento de que es necesario eliminar en la resistencia que vamos a organizar todo interés personal o que pueda parecerlo, toda causa posible de disensión y hacer que no tremole en lo alto de nuestros baluartes otra enseña que la de la estabilidad institucional de nuestro partido en el poder, no por la voluptuosidad del mando, sino para consolidar las conquistas hechas y preparar otras mayores para el porvenir.

Vencida la idea colegialista en los comicios, mi candidatura debe ser retirada, pues ella podría privarnos de un número más o menos importante de sufragios. No siento por otra parte, debilitarse mis fuerzas para luchar por nuestros ideales; pero no encuentro en mi igual vigor para luchar por soluciones de carácter personal o que parezcan serlo, y mucho menos si se ha de tratar de mi mismo.

Es necesario dar a nuestro esfuerzo un fin que sea aceptado por los colorados todos, simple y bien definido; y este fin no puede ser otro que el de estar prontos para rechazar en el plebiscito de ratificación cualquier reforma constitucional contraria al interés público y para llevar en los comicios de Noviembre, al Cuerpo Legislativo, una mayoría de legisladores colorados que asegure la sanción de leyes que armonicen con nuestras ideas y tendencias y que por el cumplimiento del artículo 18 de nuestra Carta Orgánica, confiera la Presidencia de la República, si la reforma de la Constitución que va a efectuarse no la priva de esta facultad, a un ciudadano que reciba esa investidura sin contraer otro compromiso que el de ajustar su conducta a las leyes y pugnar por la realización de los actos ideales de nuestro Partido.

Saludo al señor Presidente con mi más alta consideración.

 José Batlle y Ordóñez

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