La Revitalización del Alto de Manini
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URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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La Revitalización del Alto de Manini

Si bien el conservadurismo de Manini y sus compañeros tiene su contrapeso político en las elecciones de 1914 en que sufren un revés, su revancha se dará dos años después. En 1916, cuando la derrota del Batllismo.

Las posiciones surgidas del “Alto” de Viera en 1916 y el empuje que le dieron al mismo las clases conservadores (representadas en el Riverismo, el Nacionalismo[i], la Federación Rural, la Banca, el gran comercio) que se manifestó en algunas medidas concretas, si amortiguó las reformas no las frenó. Así por lo menos lo deja constar el propio Juan Campisteguy cuando su Presidencia (1927-1931) al referir al desarrollo de la misma (la política de reformas) como culpable de los males nacionales de entonces, bajo su mandato.

Los programas políticos, sin embargo, de los sectores conservadores comenzaron a dejar de ser proyectos de acción futura o de contestación al Batllismo para convertirse en meros anzuelos de incautos votantes o utópicas propuestas destinadas, en definitiva, a no ser tenidas en cuenta por su implícita imposibilidad de convertirse en hechos. 

Una nueva versión de la coparticipación política – de las muchas y variadas que hubo - se inicia en 1913 con la iniciativa de Pedro o Manini Ríos de bloquear el reformismo de Batlle, se revitaliza en la victoria electoral conservadora del 30 de julio de 191616[ii] y se consagra en el diseño de un encajonamiento – bastante ancho, sin embargo, sin que así lo desearan quienes lo propugnaban - de las posibilidades que Batlle profundizara en algunos cambios que había propuesto – no en todos por cierto -, y culmina, como no podía ser de otra manera, en un golpe de Estado.

Aprovechando la pugna por la anatomía del régimen pretendieron modificar en su propio beneficio la fisiología de los gobiernos democráticos. Al no lograr esto, concretan el demorado golpe de Estado. Pero ello podrá ocurrir cuando Batlle ya esté muerto. Sucedió un viernes negro. El 31 de marzo de 1933.

El riesgo de revisión de lo realizado hasta entonces fue, empero, en esos años posteriores a la entrega del poder presidencial de Viera de tal magnitud, que lleva al Batllismo a constituirse en partido político[iii], diferente a las otras colectividades coloradas que formaron Pedro Manini (Partido Colorado General Fructuoso Rivera, en 1914) y Feliciano Viera (Partido Colorado Radical[iv]). A los cuales se unió el “padre” del moderno autoritarismo uruguayo, Antonio Bachini (1860-1932) y su Partido Independiente, con el activo apoyo de José Enrique Rodó (1872-1917).

Batlle ofrece una dura batalla, desde el comienzo de la cadena destinada a una terminal de mediocridad, siendo su respuesta inmediata al bloqueo “maninista” – como consignamos - la plena derrota de los seguidores de éste en las elecciones de enero de 1914, pese a la nueva y profunda crisis que recaía sobre el país con motivo de la Gran Guerra Mundial. Pero no puede don Pepe vencer la coalición opositora[v] formada por Pedro Manini y Antonio Bachini con los nacionalistas, en 1916, que lleva al “Alto” primero y, luego, al enfrentamiento de Viera con Batlle. Contienda que en un principio Batlle rehuye. Apoya incluso ese “alto” – a nuestro entender - porque señala Viera en la ocasión[vi] que buscará “otros rumbos tendientes siempre a la elevación constante y creciente de nuestra clase militar” y recuerda forzadamente su condición de hijo de militar (su padre fue un jefe respetado en el Ejército por su actuación en 1904), de hermano de militares (dos de ellos de alta graduación[vii]) considerándose él mismo también con espíritu militar y con un nunca discutido respeto por la institución.

Comentarios que formula entonces Viera y que son desconsiderados cuando se habla de aquellos momentos que se vivían.

Tengamos en cuenta, además, el resuello que ofrecen para un resentimiento en el Ejército (apoyado en los lazos que unían a varios oficiales con Pedro Manini y el propio Antonio Bachini, quien fue comandante de Guardias Nacionales de Montevideo y participó de acciones militares en Salto y Rivera) y los juicios sobre la acción de Batlle y Ordóñez que quedan expuestos en un manifiesto publicado en sus partes sustanciales - algo que no puede extrañar a nadie – por el Diario del Plata, diez días antes de la elección del 30 de julio[viii].

 La preocupación de Batlle residía en que el país retrocediera en su organización institucional. Era más una riesgo cierto sobre el modo de hacer política que una detención de políticas, lo que intranquilizó a Batlle. Acepta el “Alto” y “con beneplácito”, dice[ix]. Pero rechaza que se abandone la política de partidos o que se modifiquen los principios de la acción partidaria. Y éstas, es de Perogrullo, son inconcebibles sin el libre funcionamiento de los partidos, uno de los factores esenciales de la democracia.

Es a lo que atiende el editorial de El Día en la jornada siguiente a la derrota. Allí se destaca el valor de la democracia y la importancia que sea un partido y no la obra de un hombre (como aconteció en “medios democráticos vecinos en que las leyes y las practicas renovadoras del comicio, obedecieron a iniciativas personales de gobernantes sin partido[x]”) el que haya asegurado la legislación que permitió la expresión de la ciudadanía, aunque lamenta que haya resultado vencida en las urnas la posibilidad de profundizar la democracia – “reformar - se expresa –, en su sentido ampliamente democrático, sus instituciones constitucionales”[xi].

La casi inmediata amenaza de un golpe militar acota el marco de actuación de Batlle. Ésta recién quedará descartada una vez asumida por Baltasar Brum la Presidencia de la República (1919-1923), disponiendo el nuevo primer magistrado un relevo de los mandos militares que respondían – como el propio Brum señaló en la oportunidad – a Feliciano Viera, ahora presidente del Consejo Nacional de Administración, creado por la Constitución de 1917[xii]. (Batlle se comprometió a no ser candidato a la Presidencia de la República ni al Consejo Nacional de Administración, en su primera integración).

Aquella señal militarista de Viera en su carta a la Convención Colorada se consolidó después cuando neutraliza éste la política de Batlle en el Ejército. Lo hace a través de la designación de mandos de su directa confianza al frente de las reestructuradas Fuerzas Armadas.

[i] No obstante lo cual contaba con algunos núcleos importantes de anarquismo desorientado, que integrarán después sectores populares ubicados en los barrios de La Teja y el Cerro, que serán la base del Movimiento Nacionalista Popular distinguido por la lista 51, cuyo líder fue Daniel Fernández Crespo.

[ii] Es incorrecto afirmar que en esa fecha – 30 de julio de 1916 - se produce un triunfo del Partido Nacional. Esta colectividad sí constituyó la mayoría de la coalición anti colegialista. El triunfo nacionalista se produce por primera vez en el siglo XX el domingo 8 de febrero de 1925, en las elecciones que debieron llevarse a cabo el último domingo de noviembre de 1924. Y el hecho tuvo su explicación en la negativa del Vierismo de votar dentro del lema colorado. Debido a dichos comicios ingresaron al Consejo Nacional de Administración Luis Alberto de Herrera, quien pasa por ello a presidirlo y Martín C. Martínez. Por el Partido Colorado se integra Gabriel Terra.

El Consejo Nacional de Administración quedó conformado entonces por miembros todos elegidos directamente por la ciudadanía. Luis Alberto de Herrera (presidente), Martín C. Martínez y Gabriel Terra; Julio María Sosa (ex presidente 1923-1925), Federico Fleurquin y Carlos María Morales, Atilio Narancio – quien el 1 de marzo de 1923 había ingresado por renuncia de Batlle y Ordóñez (Atilio Narancio – 1883-1952 -, anteriormente fue constituyente y es considerado el “Padre de la Victoria” celeste de 1924 en Colombes, por haber sido el gestor de la participación uruguaya en dicho primer Campeonato Olímpico), Juan Campisteguy, y Eduardo Lamas.

Los consejeros designados por la Asamblea General con un mandato de seis años de duración fueron: Feliciano Viera, Ricardo J. Areco y Alfredo Vázquez Acevedo. Al fallecer éste último, en 1923, ocupó el cargo su suplente, Pedro Aramendía.

En los comicios para Colegios Electores de senadores del 8 de febrero de 1925, el nacionalismo obtiene, además, cinco de las seis senaturías que se disputaban, logrando así constituirse en la mayoría del Senado. En Flores resultó electo Ismael Cortinas; en Río Negro, Roberto Berro; en Tacuarembó, Alberto Moroy; en Rocha, Pedro Aramendía y en Treinta y Tres, Duvimioso Terra. En Rivera triunfó el candidato colorado radical, Raúl Jude, con el apoyo de electores nacionalistas. El Colegio elector de Rivera quedó integrado por 6 nacionalistas, 4 batllistas, 3 riveristas y dos radicales.

Jude ya había sido designado ministro de Instrucción Pública (cuando se desempeñaba como diputado por Montevideo) por el voto de los consejeros vieriestas y los nacionalistas (los tres nacionalistas y los dos vieristas miembros del Consejo; es decir, Viera, Areco, Aramendía, Morales y Lamas). Ocurrió cuando renunció a dicho puesto el vierista Pablo Blanco Acevedo (1880-1935) que lo hizo para aceptar la banca de diputado por Montevideo cuya titularidad desempeñaba Luis C. Caviglia quien pasó a ocupar el Ministerio de Hacienda al dimitir Pedro Cosio, el cual estuvo al frente de esa cartera unos nueve meses. Le es otorgado entonces a Cosio un cargo diplomático que lo ausenta del país. Su reintegro a la vida política es para acompañar el golpe de Estado de Gabriel Terra. Antes escribió artículos sobre economía, en el diario El Día, durante, fundamentalmente, 1931.

Recién en 1932 la elección de senadores será directamente realizada por la ciudadanía, a iniciativa del Batllismo. Ocurrió en los Departamentos de Artigas, Canelones, Durazno, Florida, Salto y Soriano.

En las elecciones de diputados llevadas a cabo el 29 de noviembre de aquél año de 1925, también por primera vez en el siglo XX el lema Partido Colorado pierde su condición de mayoría absoluta de la Cámara. El Batllismo obtiene 48 bancas, los riveristas, 9 y los radicales, 3. El Partido Nacional logra 57 escaños y los blancos radicales, 2. La Cámara tenía entonces 123 miembros.

La recuperación de posiciones del coloradismo se inicia el año siguiente. En la elección de 1926. Batlle y Ordóñez se presenta como candidato a la presidencia del Consejo Nacional de Administración y obtiene la victoria acompañándolo en la fórmula el colorado radical Luis C. Caviglia (1874-1955), quien había sido ministro de Industria (1919-1922) y ministro de Hacienda (1924-1925). Por el Partido Nacional ingresa Arturo Lussich.

Debe tenerse en cuenta que el Batllismo consideraba al cargo de presidente de la República, como el de “un policía en uniforme de gala”. Y el propio Batlle y Ordóñez señaló que en el ejercicio de la Presidencia se aburriría porque sus competencias no hacían a la marcha gubernamental.

Independientemente de ello, Batlle y Ordóñez señala que solamente en esa distribución de cargos (un riverista a la Presidencia de la República y un radical acompañándolo en el Consejo) permitirían el seguro triunfo del Partido. Y así ocurre. Claro que el radicalismo había quedado prácticamente desalojado de todo cargo y el fallecimiento de Viera lo convertía en una corriente en rápido camino de extinción. Pero mantenía un porcentaje electoral imprescindible para el triunfo del lema colorado.

El Batllismo, que representaba alrededor del 85% del electorado partidario nunca pudo ver reflejada esa circunstancia en la composición del Ejecutivo (Presidencia y sus ministros, Consejo y sus ministros). En la mayoría de las ocasiones los obstáculos sucedían a nivel de dirigencia (período del llamado vierioribismo y de rivevierioribismo), en otras - uno o dos veces - por el dictado mismo de las urnas. De ahí que Batlle sostuviera la necesidad que los colorados electos a los cargos con el apoyo del Batllismo acompañaran con su voto lo que resolviera la mayoría de los representantes colorados en el órgano decisorio. De otro modo, sostenía Batlle, es imposible cumplir con la política de partido. A ello, riveristas, nacionalistas y vieristas lo llamaban el autoritarismo de los batllistas. Y de esa “recriminación” es voluntario heredero Real de Azúa, por ejemplo, que nunca comprendió, a estos efectos, la diferencia entre representación individual y representación partidaria.

El Batllismo concreta asimismo la denominada Agrupación de Gobierno – integrada por todos quienes ejercían cargos de gobierno y parlamentarios - y la necesidad que los representantes políticos ajusten su conducta en el órgano que actúan de acuerdo a la voluntad de sus representados. Es decir, a la inversa que en la actualidad – un presente de varios décadas – en que los órganos partidarios son homologadores de la voluntad de sus representantes, los cuales muchas veces no son debidamente interpretados por sus votantes ....

Lo cierto es que el triunfo se obtiene merced a la unión de todos los lemas cubiertos por la vieja bandera roja que, como se sabe, fue originalmente azul-celeste (Lamas –1847. Lindhal – 1971: el primero señala que era celeste y el segundo, azul; el color, por entonces era el indicado: el conocido como azul-celeste). El lema usado por quienes seguían a Rivera, y partir de 1837, es el de Libertad Electoral, en protesta por las características de los comicios llevados a cabo en noviembre de 1836.

El color azul-celeste es llamado azul turquí cuando el pago en 1807 a Ramón Manuel de Pasos en Buenos Aires de las banderas correspondientes a la lucha contra los ingleses. Al respecto Agustín Beraza (Imprenta Nacional, 1957) reproduce lo expresado por Carlos Roberts (Buenos Aires. 1938) “Una bandera encarnada que uso en la defensa para distintivo de la derecha, una azul turquí para el ala izquierda y una blanca para el centro, mas una tercera tricolor (de los tres colores anteriores) para el cuerpo auxiliar”.

En la región, es Paraguay quien toma dicho color para su bandera a partir de 1811.

El color azul-celeste era el distintivo de la república, como señalara Artigas y el color de la patria formalmente reconocido como tal cuando la Provincia Cisplatina, a exigencia del Congreso de 1821.

El rojo, originalmente identificado como color de guerra (es el usado por las tropas orientales en el sitio de Montevideo, diferenciándose de las argentinas) pasa a ser luego – en listado en diagonal - el distintivo de la Libertad en la interpretación de los portugueses cuando las guerra contra Artigas, cuando refieren a la bandera de nuestro Héroe. Es incorporado ese color, con ese sentido, en la bandera de la República Farroupilha (1835-1845). 

[iii] Luego de la restauración de la democracia – no por imposición de la dictadura, como podría pensarse – fue eliminado el término “Batllismo” del nombre del Partido Colorado, vigente hasta ese entonces. 

[iv] El nombre le fue dado por Raúl Jude (1891-1968) el político más joven y prometedor del Vierismo. 

[v] Otra coalición que marca la historia del Partido Colorado Batllismo y que ha dado a interpretaciones que no compartimos es la que se produce en 1946, que permite el triunfo de nacionalistas herreristas y colorados blancoacevedistas, es decir aquellos que habían seguido a Eduardo Blanco Acevedo en las elecciones de 1937. Se reedita en la fecha la alianza que soportó al gobierno de facto de Gabriel Terra.

Ocurrió  en Canelones, Rivera, Artigas, Soriano. Los lemas utilizados fueron Soberanía Popular y Unión Vecinal. La posibilidad que una coalición del mismo tenor, es decir anti batllista, se produjera en Montevideo es lo que lleva a evitar la candidatura de Luis Batlle Berres a la Intendencia de Montevideo, pasando a ser compañero de fórmula de Tomás Berreta. Quien es postulado a la Comuna montevideana es Andrés Martínez Trueba (1884-1959), resultando electo como intendente para el período 1947-1951, sucediendo en el cargo a Juan P. Fabini (1876-1962).

En los comicios siguientes Martínez Trueba es candidato a la Jefatura del Estado por la Lista 15, inaugurada entonces como un sector del Batllismo, con el nombre Unidad y Reforma (la colegiada, se entiende). Su compañero de fórmula es Alfeo Brum (1898-1972). Será el último presidente de la República (1951-1952) afiliado a la doctrina batllista que tuvo el país,

El número 15 fue el distintivo de la lista Por el Triunfo del Colegiado Integral. “Siempre Batlle” con la que se presentó el Batllismo en las elecciones de Representantes de 1931. Encabezaba la postulación Domingo Arena y la integraban, entre otros, Luis Batlle Berres, Rafael Batlle Pacheco, Ricardo Cosio, Eduardo Acevedo Álvarez., Jorge Carbonell y Migal, Justino Zavala Muñiz, Francisco Ghigliani. 

[vi] El sábado 12 de agosto de 1916, el presidente Viera envía una carta a la Convención Colorada. El diario El Siglo, en su edición de la fecha señala: “El Presidente de la República, doctor Viera, ha dirigido a la Convención Nacional del Partido Colorado que se reunirá esta tarde, la siguiente nota, cuyo comentario hacemos en otro lugar:

A la Convención Nacional del Partido Colorado.

 –Correligionarios: Nuestro pleito sobre el Ejecutivo Colegiado ha terminado. Los comicios del pasado treinta nos demuestran que la mayoría del País no nos acompaña en reformas de esa naturaleza. Sin entrar a investigar las causas del rechazo de la fórmula colegiada –pues son múltiples y complejas –aceptamos los hechos y acatemos la decisión de las mayorías electorales. Una gran fuerza de componentes heterogéneos es la que ha contrarrestado el impulso colorado y dentro de esa fuerza hay elementos partidarios que no pueden permanecer fuera de nuestras filas si ponemos, nosotros, decidido empeño en eliminar causas de distanciamiento.

Es necesario hacer un llamado a la concordia colorada, unificar el Partido al amparo de la tradicional bandera de la Defensa, si queremos actuar eficientemente en nuestra democracia; agravios, con un mismo fin a los comicios de Noviembre. Desinterés patriótico y buena voluntad, no nos faltan para realizar la unificación de nuestra colectividad política.

Las avanzadas leyes económicas y sociales sancionadas durante los últimos períodos legislativos, han alarmado a muchos correligionarios y son ellos los que nos han negado su concurso en las elecciones del treinta. Bien señores: no avancemos más en materia de legislación económica y social: conciliemos el capital con el obrero. Hemos marchado bastante a prisa; hagamos un alto en la jornada. No patrocinemos nuevas leyes de esa índole y aún paralicemos aquellas que están en tramitación en el Cuerpo Legislativo, o por lo menos si se sancionan, que sea con el acuerdo de las partes directamente interesadas.

Si el mejoramiento del Ejército con el servicio obligatorio mixto y el retiro no puede ser, buscaré otros rumbos tendientes siempre a la elevación constante y creciente de nuestra clase militar, y a que se han explotado con bastante hostilidad esos proyectos. Mis entusiasmos por el Ejercito no han disminuido; hijo de militar, hermano de militares, con espíritu militar yo mismo, he vivido siempre con honda simpatía hacia el Ejército, pero, ante la resistencia de una parte de la población, ensayaré, sin esperar mejores días, otras leyes, otros recursos, en pro del perfeccionamiento de esa noble Institución. (la negrita es nuestra)

Me he considerado en el deber de hacer estas breves declaraciones ante la Convención de mi Partido, para que se conozcan bien los propósitos que me animan en materia de legislación económica y social, y para pedir a esa Asamblea Colorada un voto de confianza en los nuevos rumbos de política general que piensa seguir el Gobierno que presido.

Saludo a los señores Convencionales con mis más alta consideración.

FELICIANO VIERA 

[vii] Su hermano Marcos era, con el grado de teniente coronel, el comandante del Cuerpo de Blandengues el día en que Feliciano recibe la banda presidencial, el 1 de marzo de 1915. 

[viii] Expresa lo publicado en el Diario del Plata: “Aproximándose la fecha para elegir los miembros de la Convención Nacional Constituyente, creemos necesario llamar muy especialmente la atención de los compañeros del ejército, sobre la importancia que, para nuestro porvenir, pueden tener las exóticas reformas, preconizadas por quienes se atribuyen la representación de nuestro glorioso Partido Colorado.

“No entremos a demostrar, por estar en la conciencia de todos, que los dirigentes de la actual situación política, no son los representantes, ni de la mayoría, ni de la parte mejor y más sana de nuestro Partido. Solo deseamos encarar el peligro que, la implantación del Poder Ejecutivo Colegiado, proyectado e impuesto por el señor José Batlle y Ordóñez, representa para nosotros, los que profesamos con cariño y abnegación la carrera militar[viii].

“Ningún compañero ignora la falta de consideración y hasta el desprecio, con que es tratada la clase militar por los gobiernos que se vienen turnando de algunos años a esta parte. Los militares somos considerados como individuos sin derecho a pensar cívicamente, sin libertad de manifestar nuestro criterio personal, pero, en cambio, debemos tener nuestro brazo siempre pronto para defender los errores y caprichos ajenos. Cada día, más se acentúa esta tendencia al desprecio, de parte de los hombres del gobierno hacia la clase militar, por lo mismo que, cada día, más se apartan de las puras tradiciones de nuestro Partido. Los sacrificios sin nombre de nuestro Ejército, que tantas vidas inmoló en beneficio de la actual situación, son desconocidos y olvidados por quienes a él, a nuestro abnegado Ejército, son deudores de las posiciones políticas que han alcanzado y de los puestos que disfrutan.

“Pero si la “influencia moral” de nuestros gobernantes llegara a triunfar, aguardan días aún más amargos a nuestro Partido y sobre todo a la clase militar. Algunos héroes de la política colegialista proclaman desde ya a nuestro Partido como un Socialismo sin bandera, y, efectivamente, el Gobierno Colegiado y la supresión del Poder Ejecutivo Unipersonal, son principios fundamentales del Partido Socialista. La protección que el gobierno dispensa a toda esa turba heterogénea de ácratas importados, nacionalizados e incorporados vergonzosamente a nuestro Partido, y en quienes busca un apoyo para sus planes, demuestra bien claramente las tendencias de nuestros gobernantes, que por ahora solo son esbozadas y que en el futuro serán abiertamente practicadas. También una prueba de esta protección al socialismo avanzado, es benevolencia policial para con los manifestantes anarquistas que apedrearon, no hace mucho, el Centro Militar, y ante los impasibles representantes del gobierno, insultaron impunemente al Ejército de la Patria. Para completar tan brillante perspectiva, solo faltan un programa antimilitar, y si hasta ahora no se ha tenido el coraje de ponerlo en evidencia es porque todavía se puede precisar de nuestro más resultado apoyo.

“El país entero puede no aceptar mansamente el régimen de gobierno que, por la coacción, el soborno moral y hasta la fuerza, se le quiere imponer. Y bien, entonces habrá llegado el momento de ir nosotros a exponer nuestros pechos en defensa de exóticos ideales que no compartimos..

“Ante el grave problema que se presenta para la clase militar, ante el peligro que para nuestra carrera encierra el descabellado proyecto de Gobierno Colegiado... ¿Nos quedaremos de brazos cruzados?... No, compañeros; somos militares concientes. No podemos ni debemos hablar: pues bien callaremos, pero obraremos.

“Es indispensable que todos cumplamos con nuestro deber, el día de los comicios para la Convención Nacional Constituyente. Es necesario hacer todo lo posible para evitar el despreciado triunfo de la causa colegialista, bochorno para el país y ruina para nuestra clase. El voto secreto nos da la garantía absoluta, que nadie podrá saber por quienes votamos, y, si perdemos, al menos tendremos la satisfacción de haber hecho lo posible para salvar la tradición de nuestra divisa y la del uniforme que con orgullo llevamos.

“Compañeros: el día de las elecciones nadie deje de votar. Tened presente que, el Partido Colorado y las Instituciones Militares, corren un gravísimo peligro. La indiferencia ante tan trascendental problema, será ignorancia o será complicidad con los que llevan a nuestro Partido al suicidio; a la clase militar al desastre; al país a la bancarrota. Votar con los colegialistas es, pues, una traición, abstenerse, una cobardía. –Varios compañeros concientes.” (negrita en el original) 

[ix] Expresa en el editorial titulado Las Ideas, publicado el  jueves 7 de setiembre de 1916:  La prédica de EL DIA ha sido siempre prédica de ideas. –Presumimos haberlas inculcado en una gran masa de la opinión nacional, que constituye su apoyo y su fuerza. – Los sucesos no pueden modificarlas en nuestro concepto periodístico. –A despecho de los sucesos mismos, ellas serán siempre nuestras ideas, porque son convicciones hondas y patrióticas, solo inspiradas en el bien del País. –Los hombres, como los partidos, proceden por propia voluntad y no por voluntad ajena. –O se cree que una cosa es buena o se cree que no lo es. –Si se cree que es buena debe sostenerse; si se cree que es mala no ha debido nunca defenderse. –Pero juzgar las cosas hoy en sentido diametralmente opuesto a lo que se pensaba ayer por el solo hecho de que las conveniencias transitorias determinan evoluciones de procedimientos, nos parece un error que trastorna los rumbos que se han considerado, fundamentalmente, verdaderos. –Una cosa es detenerse- como lo hemos creído necesario, como lo hemos aceptado con verdadero beneplácito en el momento actual, para agrupar fuerzas. –Otra, es retroceder. –Una cosa es el compás de espera previsor sobre las posiciones adquiridas. –Otra, es marchar para atrás. –Los partidos, como los hombres, valen por lo que hacen, por lo que piensan, por lo que se proponen hacer. –Y su unidad y su fuerza residen en la unidad y a la fuerza de sus directivas ideológicas. –El partido que cambia de programa en cada hora histórica de su actuación colectiva, es porque carece de orientación firme y de estabilidad perfecta. –No podrá saberse nunca adonde va ni lo que quiere, instrumento del azar de los sucesos, plástico como la arcilla y, como ésta, susceptible de ser adaptado a todas las combinaciones de los intereses adventicios. –Los partidos deben ser la expresión viva y dinámica de sus ideas, de sus plataformas impersonales, de su empeño decidido y permanente de realizar el bien, de la manera que lo consideren mejor, por acuerdo de voluntades concordantes, o de propender a que ese bien se realice con arreglo a sus puntos de vista superiores. –Mudar de programa, de un día para otro, bajo la influencia de impresiones fugaces, significaría que solo las circunstancias mueven los resortes de su organización y de su actividad. 

***

Estas consideraciones nos sugiere la propaganda de estimables diarios, hasta ayer afanosos colaboradores y entusiastas defensores de la política de partido y de las reformas sociales y económicas efectuadas antes, y, hoy, no menos entusiastas y afanosos panegirisistas de nuevos rumbos contrarios a la reciente tradición de la comunidad en que militan. –EL DIA no piensa como ellos: alzó durante doce años una bandera de principios e ideas. –Y esa bandera sigue firme en sus manos. –El electorado, en el último comicio, por razones que hemos repetido muchas veces, por circunstancias que no afectan la verdad, la sinceridad y la justicia de nuestra prédica, venció, si se quiere, al reformismo radical. –Y hemos acatado el veredicto público, por más sospechoso que nos sea, y hemos retirado, ante la imposibilidad de seguirlo manteniendo, el proyecto colegialista, sin dejar de pensar hoy como ayer a su respecto. –Pero el electorado no ha dicho nada sobre todos los demás principios y sobre las demás ideas capitales y permanentes que inspiraron nuestra propaganda. –El electorado no ha dicho que debe desistirse de la política de partido y de las buenas reformas de orden social y económico que constituyen un programa impersonal y prestigioso. –No tenemos por qué relegarlos al archivo de las cosas históricas, condenadas a ser destruidas, como los papeles viejos, sin valor afirmativo, por la polilla del tiempo. –Nuestra colectividad tiene en su programa, como cláusula esencial, la política de partido y como orientación inequívoca el propósito de realizar grandes ideas progresivas, nobles postulados de libertad, de igualdad, de transformación social. –Podemos dar preferencia - en un alto que todos admitimos y justificamos, - a la obra de mejor organización de nuestros elementos para una lucha electoral próxima, en que todos debemos estar unidos para dirimir con el adversario tradicional el pleito de preponderancias banderizas, en nombre de un alto interés patriótico; pero eso no quiere decir que debemos renunciar a lo que es esta fuerza moral, la razón de ser de nuestro partido mismo: sus ideas y sus aspiraciones perfectamente caracterizadas frente a las demás agrupaciones cívicas. –De poco o de nada nos valdría el poder, si no tuviéramos aspiraciones e ideas superiores que realizar desde el gobierno! .

Nuestra doctrina llega más lejos –y debemos subrayarla al tomar en cuenta los conceptos de los diarios a que hemos aludido: no damos solo valor a las ideas por la suerte que corran en las luchas de la política militante! - Las ideas tienen el valor de si mismas, para nosotros. –Consideramos la política de partido, que se aplica en todas las democracias bien organizadas, como la única que puede hacer fecundo, estable, prestigioso, fuerte, útil el gobierno. –Esa es nuestra convicción inquebrantable y definitiva. –La política nacional, como se entiende entre nosotros, como se ha practicado tantas veces en nuestro País, para fracasar inevitablemente en la esterilidad, en la anarquía o en la guerra civil, es, para nosotros, inadmisible. –Lo sostuvimos ayer, lo sostenemos hoy, lo sostendremos siempre, como resultado de la experiencia histórica, del sentido superior de las conveniencias colectivas, de la sincera devoción al bien de todos. –Y pensamos así a despecho de los sucesos, de las derrotas eventuales, de la suerte que esas ideas corrieran en cualquier caso, porque nuestras ideas obedecen a la virtualidad de nuestra persuasión largamente madurada, y no a los agentes exteriores que puedan modificar el ambiente según las contingencias políticas.

Con nuestras ideas y para nuestras ideas, pues, seguiremos siempre luchando, en nombre de las convicciones propias y del interés nacional. 

[x] La referencia es la ley sancionada por el presidente Roque Sáenz Peña en 1912 que declara el voto universal masculino, secreto y obligatorio en la Argentina. La participación electoral antes de dicha ley apenas superaba el 1% del electorado. Los casos de fraude estaban referidos a que se imposibilitaba a la oposición el sufragio y a las trampas en el Registro de los electores. 

[xi] Manifiesta El Día el lunes 31 de julio de 1916 en el editorial La Jornada Cívica: La jornada cívica de ayer representa para el Partido Colorado el triunfo moral de su obra democrática. –Probablemente, los adversarios de la reforma constitucional y de los postulados que nuestro partido proclamará como ideales de sus empeños regeneradores, obtendrán una mayoría de cierta consideración en la próxima asamblea constituyente. –Representaremos y acataremos con la misma sinceridad de que hemos hecho pública y práctica devoción en los preliminares de esta campaña política, la decisión del comicio, que es la expresión de la mayoría del electorado, o sea el derecho victorioso a las sanciones definitivas. –Hemos propendido, por medio de la ley liberalmente concedida y escrupulosamente tutelada, a que ese derecho se manifestara con absoluta libertad. –Hemos predicado el deber de representar las soluciones del comicio. –Hemos hecho posible la acción de todos los partidos dentro de la órbita de la legalidad y del orden. –Hemos demostrado que se prejuzgaba, que se mistificaba, que se engañaba al País diciéndole que nuestro partido pretendía vencer a toda costa y de cualquier modo, bajo el acicate de torpes desvaríos. –Hemos acreditado la alteza incontestable de nuestras miras y la corrección irreprochable de nuestros procederes, poniendo en manos del País todas las armas listas para que hiciese valer libérrimamente sus opiniones, sus propósitos, sus tendencias si pudiera sobreponerse a nosotros mismos el mérito a la superioridad de sus votos, o sea, de sus fuerzas democráticas.

Ningún partido de gobierno, en parte alguna del mundo, ha dado el ejemplo que ha ofrecido el nuestro, no solo en la preparación de leyes electorales insuperables, que han determinado la manifestación inequívoca de la voluntad nacional, sino en la ejecución misma de tales leyes, en el acto de sufragio, insospechablemente garantido y amparado por todas las autoridades de la República. A diferencia de medios democráticos vecinos en que las leyes y las practicas renovadoras del comicio, obedecieron a iniciativas personales de gobernantes sin partido, entre nosotros la obra de la ley y de la practica enaltecedora y libérrima, corresponde a la iniciativa y a la cultura cívica de todo un Partido de gobierno que se hace un deber en consagrar la inscripción obligatoria y el voto secreto, como regla fundamentales de conducta electoral.

Pudo el Partido Colorado – sobre todo teniéndose en cuenta que los propios opositores combatieron sus sanas y fecundas orientaciones -, reservarse ventajas en el mecanismo de la ley. –Pero no hizo eso porque quiso evidenciar en los hechos la ligereza y la calumnia de los cargos que se le formularán, dando al pueblo todo aquello que fuera posible para que el pueblo votara con la confianza y el optimismo de la realidad de sus derechos, en su perjuicio o en su beneficio.

Esos solo lo hacen los grandes partidos de médula y de educación republicanas. –Nadie los hubiera hecho en su lugar: Ni uno solo de los grupos políticos que le han disputado las posiciones prevalentes a la gran Convención próxima, que no han sido capaces de reconocer el altruismo y la nobleza en nuestra actitud fundamental, antes del comicio, habrían definido, con los prestigios de la jornada de ayer, la propia voluntad de someter en absoluto al veredicto popular sus propias ideas y las ajenas, con abstracción completa de pequeñas y personales intereses. Es una lección que el Partido Colorado ofrece a la democracia de América!

Pero antes de terminar, séanos permitido subrayar, no solo ese hermoso triunfo moral de nuestro Partido, sino también el hecho de que el colegialismo ha sido prestigiado por la enorme mayoría de los sufragios, dentro del Partido, en todo el País. –Los anticolegialistas, como lo suponíamos, han revelado su escaso ascendiente dentro de filas: es una minoría sin otro rol eficaz que el de restar fuerzas a la causa común, facilitando algunos triunfos nacionalistas. –Pero aún, en ciertos departamentos en que la victoria no corresponderá a nuestro partido, éste, sumando incidencias, ha obtenido mayoría de sufragios relativamente a las oposiciones más fuertes. –Lo que quiere decir que los ideales reformistas de nuestro Partido constituyen una cifra de gran importancia en el electorado nacional.

Por nuestra parte, si lamentamos algunos reveses sufridos, por el País que perderá la oportunidad de reformar, en su sentido ampliamente democrático, sus instituciones constitucionales, nos felicitamos, en cambio, por haber propiciado la hermosa jornada cívica de ayer, que honra a todos los ciudadanos, por el orden y el entusiasmo demostrados, y particularmente a nuestro partido, que ha puesto al pueblo en aptitud de acreditar insospechablemente sus derechos, dentro de la legalidad y la libertad.  

[xii] Estuvo integrado por nueva miembros, renovándose por tercios cada dos años. Su elección era directa, por lista incompleta. Es decir, se votaba por dos candidatos y sus suplentes. A la minoría mayor le correspondía un cargo. El primer Consejo se integró por elección indirecta de la Asamblea General contando con seis colorados y tres nacionalistas. Su primer presidente fue Feliciano Viera por el período 1919-1921. Integraban también ese primer Consejo, Ricardo Julio Areco, Pedro Cosio, Domingo Arena, Francisco Soca, y Santiago Rivas por el Partido Colorado, y Alfredo Vázquez Acevedo, Martín C. Martínez y Carlos A. Berro por el Partido Nacional.

La presidencia del Cuerpo sería ocupada, a partir de ser directa la elección de sus miembros, por el primer candidato de la lista del partido más votado. Así, Batlle y Ordoñez lo presidirá entre 1921 y 1923, Julio María Sosa en 1923-1925, Luis Alberto de Herrera 1925-1927, Batlle y Ordóñez 1927-1928 (el 16 de febrero de 1928 Batlle renuncia, sucediéndolo Carlos María Sorín); Luis C. Caviglia 1928-1929; Baltasar Brum 1929-1931; Juan P. Fabini 1931-1933 y Antonio Rubio durante el mes de marzo de 1933.

Cuando su disolución por el golpe de Estado de Gabriel Terra (el 31 de marzo de 1933) formaban parte del mismo los consejeros elegidos en 1928: Batlasar Brum, Victoriano Martínez (colorado neutral) e Ismael Cortinas (muy respetado dirigente nacionalista y concuñado de Gabriel Terra): lquienes acceden por los comicios de 1930: Juan P. Fabini, Tomás Berreta y Alfredo García Morales (destacado dirigente nacionalista independiente, cuñado de Juan Andrés Ramírez): y los electos en 1932: Antonio Rubio, Andrés Martínez Trueba y Gustavo Gallinal (una de las más destacadas personalidades del nacionalismo independiente). Los Herreristas en estos últimos comicios se abstuvieron de concurrir a las urnas.

Dependían del presidente de la República las carteras de Interior, Defensa y Relaciones Exteriores. Las restantes, del Consejo Nacional de Administración.

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