El Contraste en el 13, Diapasón y Falta de Oído
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URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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Capítulo IV. El Contraste en el 13, Diapasón y Falta de Oído

Desde el primer gobierno de José Batlle y Ordóñez (1903-1907) se optó por la prudencia en el gasto del Estado y el fomento de la producción nacional – respaldada posteriormente con el asentamiento de la creación de empresas públicas, en su segunda Presidencia de la República (1911-1915) -; el impulso de la obra pública como defensa del interés nacional y generador de empleo; la investigación y divulgación científicas cuyos objetivos fueron priorizados; una balanza comercial favorable a la política fiscal, complementada por la colocación de productos en mercados de fuera de la región, sostenida por la instalación de frigoríficos – que contaban con las últimas innovaciones tecnológicas. Se intentaba superar la decadencia que planteaba la dependencia a la exportación de materias primas, a la industria saladeril (debido a las dificultades de colocación del tasajo en Cuba y las trabas dispuestas por el gobierno brasileño en defensa de su manufactura) y las limitaciones de la empresa Frigorífica Uruguaya que no lograba consolidar su presencia externa, la que comenzó sus actividades a fines del año de nuestra última guerra civil, en diciembre de 1904.

El barrio nos quedaba chico y, a la vez, nos podía ahogar.

Su rival interno entonces para acceder a la Presidencia de la República fue Eduardo MacEachen (1839-1904)[i], apoyado como candidato por algunos dirigentes del nacionalismo[ii] y por el presidente Cuestas.

Asimismo, del presidente del Senado, Juan Carlos Blanco (1847-1910), pudo pensarse que contaba inicialmente con alguna posibilidad de alcanzar la Primera Magistratura en virtud del fuerte pero rápido apoyo ofrecido, durante un breve y contundente lapso, por el Directorio nacionalista[iii]: No pudo reunir el pre candidato, empero, más de seis o siete compañeros de su Partido en el intento de postulación y alguno de ellos obtenido más por presión nacionalista que por seguir el planteamiento electoral[iv] de Blanco.

Lo representado por Batlle fue comprendido por el destacado escritor, ideólogo y principal organizador, en aquellos años, del Partido Nacional, Eduardo Acevedo Díaz[v]. También lo hicieron los legisladores nacionalistas que lo acompañaron con su voto y contribuyen con sus votos a elegir a Batlle presidente de la República[vi], conjuntamente con 47 sufragios[vii] de parlamentarios colorados[viii]. No votaron por José Batlle y Ordóñez, él mismo que lo hace por Eduardo Acevedo Díaz, ni Anacleto Dufort Álvarez quien falta con aviso a dicha reunión de la Asamblea General.[ix].

No fue esa la primera vez que dirigentes del Partido Nacional le dieron a Batlle y Ordóñez su respaldo. Lo hicieron antes, al votarlo como presidente del Senado y provisorio ocupante de la Casa de Gobierno entre el miércoles 15 de febrero y el miércoles 1 de marzo de 1899. Y de igual modo se procedió la vez que preside la Cámara Alta[x] entre el sábado 14 de febrero de 1903 y el domingo 1 de marzo del mismo año[xi], sucediendo a Juan Carlos Blanco en dicho cargo, el cual dejó de ser senador por terminación de mandato.

Asimismo, no todo el coloradismo aceptó ir perfeccionando el sistema político a partir de la realidad, haciendo pie en la parte de aquél que suponía la posibilidad integradora del mismo.

Las prédicas guiadas por un profundo sentido progresista del interés nacional le permitió a Batlle y Ordónez, una vez hecho realidad el lema “por una sola ley, un solo gobierno, un solo ejército”, que el capital volviera a confiar en su empleo productivo en el país. Uruguay alcanza niveles, a partir de 1905, no imaginados de inversión nacional y extranjera, pese a que ésta última era especialmente desalentada por la política gubernamental, que no contaba con instrumentos legales para frenar los abusos de rentabilidad a expensas de la población, que suponían esos capitales.

Tiempos lejanos aquellos a estar a los datos de las últimas décadas en que enfáticamente y sin ningún éxito se buscan capitales, desesperadamente, por el mundo.

Si bien quienes vivían aquí comenzaron a superar sus prevenciones originadas en la crisis iniciada en 1890, no ocurrió lo mismo y de inmediato con el ahorro externo. Es decir, se presentaron algunas limitaciones para la obtención de créditos, aún cuando la colocación de títulos superó las cautas previsiones oficiales.

Fue el capital de empresas extranjeras en Uruguay el que, sabedor de esa circunstancia, quiso manejar las dificultades en su favor.

La posición de Batlle y Ordónez a ese respecto también fue terminante y pragmática.

No tenía nuestro país ninguna posibilidad de enfrentar el mejoramiento de algunos servicios básicos por su sola cuenta. Pero tampoco se podía permitir, como había sucedido antes, que al socaire de esa necesidad y las dificultades para satisfacerlas se sometiera el interés de la larga mayoría del país, al de solo algunos.

Se permitió, por ejemplo, la extensión de la línea del ferrocarril desde Nico Pérez a Melo a cargo de inversionistas británicos. Las condiciones de esa concesión impuesta por los hechos, sin embargo, no iban a ser igual que en el pasado. Se modificó el cálculo de lo que debía garantizar el Estado – antes ello era uno de los caminos del drenaje de oro al exterior merced a las dobles cuentas que llevaban los capitales extranjeros – y se les exigió que llegara el servicio a la frontera con Brasil para facilitar que esa zona riograndense tuviera mejor acceso al puerto de Montevideo que al propio de la provincia brasileña.

Una fórmula parecida se instrumentó con las empresas de tranvías montevideanos que debieron llegar con sus servicios a los suburbios de la ciudad si querían continuar con su actividad[xii].

La concesión de obra pública al capital extranjero le causaba a Batlle un particular rechazo. Dicha orientación sólo había traído al país en el pasado una forzada alegría inicial para convertirse rápidamente en una de las vías seguras de asentar el subdesarrollo, la corrupción, la imposibilidad de acumular capital nacional y realizar, consecuentemente, las inversiones necesarias para la república.

Mil artilugios inventaban los administradores de capitales extranjeros para eludir los controles públicos y hacerle pagar al país y a los consumidores los precios que ellos deseaban.

Sus ideas, tantas veces divulgadas cuando la crisis del 90, comenzaban a conocer la realización. Sin declamar anti imperialismo practicaba anti imperialismo – como señaló un político argentino. Y lo hizo sin innecesarias estridencias. Separó al Uruguay del destino conocido por América Latina de un subdesarrollo asegurado por la inversión extranjera tradicional.

Al año siguiente de la paz de 1904 el país inicia un sano desenvolvimiento.

El desconsuelo de quienes eran parte de las causas de la anterior crisis y se habían beneficiado con ella, era intenso. Pero la vía revolucionaria como freno de esa posibilidad estaba ya agotada: Pese a los diversos intentos que se realizaron, ninguno pasó, afortunadamente, a mayores.

Logra Batlle, por fin, reducir el impuesto a los sueldos que se encontraba vigente desde la depresión de 1890, comenzar a reformar el sistema impositivo y aumentar la remuneración de los funcionarios de bajos ingresos.

Esto sin necesidad de abandonar a manos del mercado o al eventual y nunca ocurrido derrame de beneficios privados hacia el conjunto de la sociedad, el mejoramiento del modo de vida de la población. El Estado reconocía toda libertad e intervenía, cada vez que la ley se lo permitía, cuando veía un abuso. Y buscaba implementar impuestos justos.

Sirva un caso como ejemplo: Se sostenía desde el gobierno que las mejoras recibidas por los particulares en la valoración de sus bienes inmuebles que fueran resultado de la inversión pública o del esfuerzo del conjunto nacional no podía significar solo una ganancia para su propietario, ya que de se modo la pobreza acompañaría el desarrollo económico[xiii]: todos habrían pagado para beneficio de esos pocos.

Esta orientación, por más obvia que nos parezca, fue una de las invocadas, sesenta años después y en el Brasil, para derrocar al gobierno constitucional de la época e instalarse la madre de las dictaduras latinoamericanas del período. Es duro y persistente el afán conservador. El cual, por cierto, careció siempre de sustento teórico serio, por lo menos en estos lares.

Al fin y al cabo, el que pertenezca a la sociedad la valorización de la propiedad cuando ésta ha sido el resultado de la acción de aquella es originaria, asimismo, del tantas veces invocado John Stuart Mill. Circunstancia que es señalada por los representantes batllistas[xiv]. Stuart Mill, quien también tenía fama de radical no despertaba las mismas pasiones que Henry George, cuyo nombre parecía prohibido de recordar cuando se trataba de medidas que repararan la injusticia social. Hecho que no le preocupa a Batlle desde que lo cita como fuente de su accionar político. 

En este sentido bueno es recordar la innovadora creación del Banco de Seguros[xv].

Se concretó como consecuencia de la política de enfrentamiento a lo que Batlle y Ordónez llamaba el “empresismo inglés” y que consistía en los acuerdos que realizaban las empresas extranjeras para la fijación de las tarifas por los servicios que prestaban, con el fin de remitir al exterior las mayores utilidades así obtenidas. Esos servicios, entre los cuales se encontraban los telefónicos[xvi], manejados por empresas británicas, dieron lugar a diversas protestas de los usuarios – por lo malo de su trabajo y lo caro de sus precios – que llevaron a la realización, incluso, de manifestaciones callejeras de protesta.

[i] Militante obsecuente del latorrismo, luego lo será del santismo. Juan L. Cuestas lo nombró ministro de Gobierno (ya lo había sido de Francisco Vidal en 1880). En 1898 se hace elegir senador por Salto, pero el notorio fraude organizado con el apoyo de la policía hizo que se contestara dicha elección. Designado presidente del Banco República a inicio de 1899, vuelve a la anterior Cartera a fines del mismo año, en cuya circunstancia es candidato de Cuestas para su sucesión presidencial.  

[ii] El respaldo a MacEachen se habría producido sin el apoyo expreso de Aparicio Saravia (1855-1904), lo cual descontaba Cuestas que éste le daría a su candidato en virtud del relacionamiento que veía (o lo inducían a ver) entre ellos y en cumplimiento de lo acordado por ambas partes en el transcurso del período gubernamental.

La ausencia de pronunciamiento al respecto del gran caudillo nacionalista es atribuida a la posibilidad de aumentar la división que se presentaba en el coloradismo entre Juan Carlos Blanco, Eduardo MacEachen y José Batlle y Ordóñez. De ahí que habría sido funcional a su estrategia en los primeros días de febrero de 1903 la posición de Eduardo Acevedo Díaz, quien se pronunció en favor de Batlle. Otros nacionalistas, Alfredo Vidal y Fuentes, por ejemplo, sostenían a Juan Carlos Blanco.

Por entonces, ante la demorada aceptación de los nuevos senadores elegidos en noviembre de 1902 - trámite que debía realizar el Senado - se conservaba en la Cámara Alta una mayoría nacionalista, en virtud de la elección de senadores correspondientes a Flores, Rocha, Rivera, Río Negro, Treinta y Tres y Tacuarembó, efectuadas en noviembre de 1900, en las que el Partido Colorado obtiene únicamente la banca correspondiente al último Departamento citado.

Por ello apareció la posibilidad – que pudo ser alentada incluso por el propio Cuestas para precipitar un pronunciamiento colorado - que fuera elegido presidente del Senado Alfredo Vázquez Acevedo (1844-1923). Esta circunstancia hubiera llevado a Vázquez Acevedo a ocupar la presidencia de la República en forma interina a partir del 1 de marzo de 1903, pese a ser argentino. Algo parecido a lo que ocurrió, sin embargo, con Duncan Stewart.

Fue sin embargo lo resuelto por el Directorio luego de intentar nuevamente un acuerdo con los partidarios de Eduardo MacEachen, que ya por entonces tenían como coordinador de su campaña a Francisco Soca, eximio médico y reconocido amigo de Batlle y Ordóñez.

De cualquier modo la mayoría de los miembros del Directorio quería evitar el fortalecimiento de Acevedo Díaz con quien estaban intensamente enfrentados. Sucedía que la mayoría nacionalista en el Senado se constituía con el voto de Acevedo Díaz, el cual, entonces, sufraga por Batlle para presidente del Senado. Como, finalmente, también lo hizo Alfredo Vázquez Acevedo.

El hecho, de haberse concretado, hubiera desatado tensiones de muy difícil control desde que el Senado también tendría mayoría colorada en cuanto fueran aprobados los diplomas correspondientes. Y el alineamiento de los “maquequistas” con Batlle y sus seguidores era irreversible, es decir, el grupo denominado “leal” no presentaba fisuras y habría tomado el triunfo de Vázquez Acevedo no sólo como la concreción de una amenaza contra ellos, sino el desborde de los límites de la disidencia interna nacionalista llevados por el anti acevedismo de los directoriales.

Quien es elegido para dicho cargo, sin embargo, es José Batlle y Ordóñez, siendo votado como vicepresidente Eduardo Acevedo Díaz. Y don Pepe es virtualmente electo presidente de la República por el anticipado respaldo, y por ello decisivo, de Acevedo Díaz, quien de esa manera consolida su distanciamiento con la fracción nacionalista opositora a su persona.

 Con anterioridad, el 10 de febrero de 1903 la mayoría de los legisladores nacionalistas decide respaldar la candidatura de Eduardo MacEachen.

Varios de ellos abandonan la reunión manifestando que no acompañarán lo resuelto por haber sido forzado el apoyo al candidato oficial de Cuestas, al no poder mostrar éste los votos que se requerían para que se le invistiese como postulante .

Entre quienes se retiran se encontraban los diputados Martín Aguirre (Rivera), Alfredo Vidal y Fuentes (Minas), Juan Arturo Smith (Durazno), Mario L. Gil (Río Negro) y Juan Gil (Soriano), el cual era suplente en el Senado de Eduardo Acevedo Díaz. Consideraron la actitud de la mayoría del Directorio violatoria del Manifiesto de noviembre que se habían comprometido a cumplir todos. Éste establecía la defensa de las leyes electorales, el apoyo al candidato mayoritario colorado - siempre y cuando éste aceptara los términos de lo acordado en aquél documento - y trajese por escrito la constancia de los apoyos de sus correligionarios. Requisitos estos que no son llenados en ninguna de las posiciones que llevó adelante la mayoría nacionalista: El respaldo ofrecido a Blanco y a MacEachen. 

Es de recordar que la mayoría nacionalista venía de apoyar la candidatura de Juan Carlos Blanco quien, no obstante, no pudo superar hipotéticos siete votos de respaldo entre los legisladores colorados. Necesitaba como mínimo, teóricamente, ocho parlamentarios. En realidad debería ser mucho mayor el número de sufragios colorados porque no todos los electores nacionalistas estaban dispuestos a acompañar con su voto la postulación de Blanco.

La posición nacionalista de respaldar una candidatura sin saber si contaba ésta con el apoyo electoral necesario dio lugar a que diversos parlamentarios de dicho partido no la compartiera.

El día miércoles 11 de febrero, tal como había solicitado Cuestas (quien deseaba precipitar los acontecimientos para asegurar el triunfo de MacEachen) se realiza la reunión de legisladores colorados, la cual debía hacerse el día 16. Es decir, la primera jornada hábil siguiente de la elección del presidente del Senado, según fue resuelto en diciembre de 1902.

El compromiso de ese grupo colorado suponía, en suma, que aquél de los candidatos que saliera triunfante recibiría la adhesión de todos los demás correligionarios.

Cuestas, que sostenía a MacEachen, le propone a Batlle ese convenio para evitar la posibilidad que la alianza entre los sectores colorados y nacionalistas que apoyaban a Blanco y los colectivistas se convirtiera en un obstáculo insalvable. El planteamiento lo formulan antes de la elección de senadores del domingo 30 de noviembre de 1902.

Lo cierto es que Cuestas no ignoraba la pérdida de la condición de “gran elector” que podía suponer el cargo que desempeñaba, a medida que se acercaban la elección sin resultados concretos en cuanto hacía a la posible continuidad de su influencia.

Una manifestación de ello es su preocupación por la eventual reunión entre Tajes y Saravia.

Verdad es, también, que no creía que Batlle pudiera reunir una mayoría de legisladores en torno a su persona. Pero si Batlle apoyaba a Blanco, éste llenaría el requisito que le fuera demandado de obtener el número necesario de legisladores colorados, asegurándose los 45 votos requeridos para ser electo presidente. Batlle y los parlamentarios colorados que lo acompañaban superaban la docena, aún en el cálculo pesimista del presidente Cuestas.

Para las reuniones de la bancada colorada encargada de discutir la candidatura del sector, Batlle solicita que sean abiertas al público, lo cual es rechazado por legisladores que apoyaban a MacEachen.  

La división nacionalista había llevado a la renuncia colectiva, en abril de 1902, del Directorio presidido por Enrique Anaya. Es elegido entonces presidente de ése órgano, Escolástico Imas, político allegado a Cuestas.

La elección del candidato de la mayoría colorada (que contaba con 38 legisladores) le da la victoria a Batlle. Algunos electores indecisos prefirieron cerrar el camino a la coincidencia opositora y aprovechar la división nacionalista, en lugar de quedar deudores del sector mayoritario de ese partido, que estaba incumpliendo el propio acuerdo interno. En la primera votación, Batlle logra los veinte votos necesarios (votando Batlle por Juan A. Capurro y éste por alguien que no se consigna), pero reconfirmada la misma obtiene veintiséis adhesiones, mientras diez sufragan nuevamente por MacEachen. Llevada a cabo una tercera votación se consagran 37 de los sufragios de la bancada parlamentaria que la integraban 38 legisladores. Batlle vota entonces por MacEachen, ofreciendo una prueba – a través de la cortesía - de su promesa de tratar a todos los votantes de su circunstancia rival como si siempre hubieran sido partidarios suyos.

Logra aquél, luego, los votos colorados comprometidos con Juan Carlos Blanco, los cuales aceptan porque Batlle había concordado incluso con la condición impuesta por el propio Partido Nacional. Los parlamentarios colorados que respaldaban a Blanco eran seis, si descartamos el del diputado Fajardo sobre el cual referimos en siguiente nota al pie.

Del mismo modo – es decir en apoyo a Batlle - se pronuncian algunos de los nacionalistas que habían sustentado la candidatura de Juan Carlos Blanco: Alfredo Vidal y Fuentes, Juan Gil, Juan Arturo Smith y Mario L. Gil.

El mismo día de su designación como presidente del Senado, Batlle firma el acuerdo con el grupo de Acevedo Díaz, acepta todas las condiciones que se le presentan y se compromete a no instrumentar ninguna reforma electoral sin la aprobación nacionalista. Esto representaba mucho más que lo solicitado por la mayoría del Directorio nacionalista a Juan Carlos Blanco y a Eduardo MacEachen, pero suponía asimismo la confirmación de las superiores dotes, incluso de negociador, de Eduardo Acevedo Díaz frente a la mayoría nacionalista que se le oponía al recio luchador, ahora, ex correligionario. Acevedo Díaz organizador de la estructura nacionalista, estuvo desde 1895 buscando un jefe militar del ejército irregular nacionalista y realiza en el 97 la proclama revolucionaria.

Más allá de pasiones, no se pueden desconocer las dotes intelectuales y morales de Eduardo Acevedo Díaz y el profundo amor que sentía por la causa de su partido, cuya organización diseñó y cuyo nuevo sentido de presencia histórica había construido. 

[iii] Juan Carlos Blanco fue una persona de reconocida y justa admiración por los servicios prestados a la República, habiendo sido de su exclusivo mérito y talento las diversas posiciones que obtuvo. Huérfano desde niño de padre español y escaso de recursos económicos, debió trabajar siendo chico para ayudar a su familia, mientras estudiaba hasta convertirse en jurista de ineludible consulta. Excelente orador, muy buen polemista y reconocido docente, tuvo un pasaje por el partido Constitucional, reintegrándose luego al Partido Colorado.

En esa situación, obtiene la Presidencia del Senado – desplazando del cargo a Batlle y Ordóñez - contra la voluntad de la mayoría de sus pares colorados y no tuvo inconvenientes en retenerla por el respaldo de los senadores nacionalistas. Votaron a favor de Blanco en la ocasión seis senadores de la mayoría nacionalistas y tres colorados: el senador por Florida Rufino T. Domínguez, el senador por Canelones José Román Mendoza y el senador por Colonia José L. Terra (ninguno de estos tres parlamentarios votaría en la elección presidencial de 1903 - el último nombrado, que era senador por Colonia, falleció un mes después de dicha votación, en marzo de 1902 -, los dos primeros porque caducaba su mandato). La Mesa, integrada con el senador por Artigas Federico Capurro como vicepresidente y el senador por Maldonado Eduardo Acevedo Díaz como segundo vicepresidente es sustituida por la que integran el senador por Canelones José Román Mendoza como vicepresidente y el senador por Flores, Alfredo Vázquez Acevedo como segundo vicepresidente.

La candidatura de Juan Carlos Blanco como presidente del Senado se impuso sobre la de José Batlle y Ordóñez por un voto. La mayoría nacionalista en el Senado se había formado con la incorporación de los 5 senadores obtenidos en las elecciones de noviembre 1900. En esos comicios, el Partido Colorado sólo obtuvo el escaño correspondiente a Tacuarembó (Juan Pedro Castro). Los nacionalistas triunfaron en Rivera (Félix Buxareo quien, al renunciar unos meses después de electo Saturnino Balparda, ocupa la banca), Treinta y Tres (Doroteo Navarrete), Rocha (Manuel R. Alonso), Río Negro (Aureliano Rodríguez Larreta) y Flores (Alfredo Vázquez Acevedo). La renovación del Senado se hacía por tercios cada dos años.

De cualquier modo, nadie votaba por sí mismo.

En esa elección Eduardo Acevedo Díaz ya plantea su discrepancia con la actitud del grupo mayoritario nacionalista que consideraba violatorio de lo pactado.

Blanco, si bien militó en su juventud en el Partido Colorado y tomó armas en la defensa del gobierno de Lorenzo Batlle, luego se afilió al Partido Constitucional. Opuesto a las dictaduras de Latorre y Santos, fue ministro de Relaciones Exteriores durante el Ministerio de Conciliación formado en 1886 enterrándose la dictadura de Santos. Posteriormente, ya reintegrado al Partido Colorado, se opone al colectivismo siendo el presidente del Consejo de Estado en 1898. Fue electo en las elecciones de noviembre de 1898, senador por Salto, precisamente luego de haber sido contestada la elección de Eduardo MacEachen obtenida con indiscutible fraude. Realizada nuevamente, triunfa Juan Carlos Blanco.  

[iv] Fue el caso del diputado por Rivera, Joaquín D. Fajardo, quien, como surge de la publicación que realiza Milton Vanger (1992) de la carta que éste le envió a Batlle y Ordóñez el 26 de octubre de 1903, fue promitente elector de Juan Carlos Blanco y posteriormente estaba dispuesto a votar a Eduardo MacEachen, desapareciendo de la escena pública durante los días en que se decidía quien sería el postulante colorado, tal como le pidió Batlle que hiciera cuando la reunión entre ambos, el 9 de febrero de 1903, a cambio del retiro del dirigente batllista de Rivera, Abellá, contrincante de aquél en su departamento.

Batlle le señala entonces, en síntesis, según Fajardo, que le bastaba con que no se pronunciara públicamente por nadie. Ello ocurre un día antes que decidiera el nacionalismo su postura y dos antes que se reuniera la bancada mayoritaria del coloradismo.

Parecería que Batlle no quería que los nacionalistas pensaran que estaba “trabajando” en su favor a los colorados que ellos contaban como seguidores de su propia ruta. Fajardo era diputado por Rivera, nada menos. 

[v] Respecto a lo ocurrido en éste período e menester traer a colación el acuerdo entre los partidos llevado a cabo en 1901.

El mismo se concretó merced a la intervención del Partido Constitucional y una explícita posición de la opinión pública a ese respecto, manifestada en diversos actos y reuniones públicas en todo el país y sostenida por un claro deseo de paz en la sociedad.

Consistió ese acuerdo, firmado ocho días antes de las elecciones que suponían la renovación total de la Cámara de Representantes, en lo siguiente: “concedía a los nacionalistas 29 diputaciones y aseguraba a los colorados las senaturías (seis escaños) que debían quedar vacantes el 14 de febrero de 1903 y que ya pertenecían a dicha agrupación política.

El Partido Colorado – dice Eduardo Acevedo en su obra ya citada – votaría por 8 diputados en Montevideo, por 4 en Canelones, por 1 en Flores, San José, Rivera, Maldonado, Treinta y Tres y Cerro Largo, y por 2 en cada uno de los departamentos restantes (lo cual representaba cuarenta diputados). El Partido Nacionalista votaría por 4 diputados en Montevideo, 2 en Canelones, San José, Flores, Rivera, Maldonado, Treinta y Tres y Cerro Largo y 1 en los demás departamentos”. Esto le aseguraba al Partido Nacional, 37 votos en la Asamblea General. El Partido Constitucional había renunciado a tener representación parlamentaria en aras de lograr el acuerdo de los partidos históricos que dicha asociación política venía sosteniendo ardientemente.

Asimismo se convenía el mecanismo de elección de presidente de la República. El cual saldría del Partido Colorado por ser el mayoritario. Pero el candidato debería ser el que decidiese su propia mayoría partidaria.

Este tipo de acuerdos - adelantándose en lo que sería en los hechos nuestro régimen electoral actual – tenía validez en la medida que se mantuviera la voluntad política de las partes a proceder a cumplirlo. Por ello, en cada caso concreto en que pudiera haber dudas de ejecución se firmaba puntualmente lo acordado con todas las formalidades del caso.

Lo acontecido en la elección de noviembre de 1900 puede ser visto desde ese punto de vista.

Lo mismo es posible decir de las posiciones del Directorio nacionalista en lo que refiere a la elección de presidente en 1903, aun cuando se cumple en la renovación parcial del Senado y en la total de la Cámara de Representantes. En el primer caso, que pasó a ser una elección interna del Partido Colorado, hubo nacionalistas que apoyaron a candidatos del colectivismo quienes resultaron así triunfantes en dos departamentos.

Esa actitud en la elección de senadores de 1902, como los desencuentros sobre lo acordado entre los dirigentes nacionalistas en el Manifiesto de Noviembre de 1901 dio lugar a la posición de los senadores que luego terminarían con la expulsión de cuatro legisladores, la censura de otros tantos y la declaración de conducta lamentable para 3 más. La mayoría nacionalista del Directorio buscaba acentuar la división entre Juan Carlos Blanco y los llamados colorados leales primero, para luego quedar políticamente legitimados para votar al candidato de Cuestas, Eduardo MacEachen.

Aparicio Saravia, por su parte, que no miraba con mucha tranquilidad lo que hicieran los dirigentes ciudadanos, nunca se pronunció en forma clara y terminante sobre cuál de las fracciones del Directorio tenía razón.

Asimismo, es de recordar que en aquellos años se venía de diversos levantamientos organizados por el colectivismo que no tuvieron éxito alguno y las paranoias de Cuestas respecto a lo que haría Máximo Tajes y su grupo contra su gobierno o desde el gobierno cuando él ya no estuviera ocupando el cargo.

 En el caso del ex presidente Tajes, cuya candidatura era considerada un anacronismo por varios dirigentes nacionalistas, se manejó incluso la hipótesis de un acuerdo suyo con Aparicio Saravia.

Agotada esa posibilidad vino a presentarse la postulación de Domingo Mendilaharzu (1854-1929) quien quiso aparecer como una candidatura más aceptable para los nacionalistas, fracasada o a punto de fracasar la experiencia Blanco. Recogiendo el apoyo de Tajes, el de los seguidores de Blanco y los de Batlle creyó estar en condiciones de enfrentar a MacEachen en la interna colorada. Pero los propósitos del ex ministro de Relaciones Exteriores de Tajes y director del diario El Tiempo, que había aparecido al público en 1901, no pudieron prosperar. 

[vi] Luego de hacer uso de la palabra el ya presidente electo José Batlle y Ordóñez,   Eduardo Acevedo Díaz (1851-1921) que presidía entonces la Asamblea Nacional, le señaló: “... que sea vuestro gobierno tan ejemplar y digno, que nada tenga que reprocharos la libertad, ni advertiros como falta grave la opinión pública”.

Acompañaron a Acevedo Díaz, en su voto por Batlle y Ordóñez en la Asamblea, sus correligionarios diputados Juan Gil, Lauro V. Rodríguez, José Romeu, Alfredo Vidal y Fuentes, Juan Arturo Smith, Eduardo B. Anaya y Mario L. Gil.

Faltaron con aviso a esta sesión de la Asamblea Nacional, el senador por Río Negro, Aureliano Rodríguez Larreta y el senador por Cerro Largo, José Luis Baena, así como Carlos Roxlo, diputado por Tacuarembó y el colorado Anacleto Dufort y Álvarez, diputado por Maldonado. Aunque había sido electo senador por Soriano en la elección de 1902, el acta de votación del 1 de marzo 1903 registra la ausencia de Dufort y Álvarez como representante nacional, ya que vio aprobados sus poderes como senador el 24 de marzo de 1903, jurando como tal el 1 de abril de ese año. Dufort es elegido presidente del Senado el 15 de febrero de 1904. Con anterioridad  lo fue el senador por Tacuarembó Juan Pedro Castro, el cual es elegido para dicho cargo el 4 de marzo de 1903, sustituyendo a Eduardo Acevedo Díaz que lo ocupaba por ser el vicepresidente de la Cámara Alta.

Los asambleístas colorados que faltaron “sin aviso” correspondían a las senaturías de Florida o, mejor dicho, el suplente de Cuñarro en el Senado (aunque luego son anulados dichos poderes), el de Dufort en la Cámara de Representantes y la banca de senador por Soriano que se encontraba vacante. Como ya dijimos se le reconoció a Dufort recién el 24 de marzo.

La votación arrojó el siguiente resultado, según el acta de dicha sesión: Por José Batlle y Ordóñez, 55 sufragios; por Enrique Anaya, 23; por Aurelio Berro, 3, y por Eduardo Acevedo Díaz, 1. El de don Pepe, quien fue el último de los asambleístas presentes en pronunciar su voto, al presidir la sesión de la Asamblea Nacional encargada de dicha tarea.

De aquellos parlamentarios nacionalistas que votaron por Batlle y Ordóñez como presidente de la República, el día antes de la votación presidencial, esto es, el sábado 28 de febrero de 1903, cuatro son expulsados del Partido Nacional por su Convención (el senador Eduardo Acevedo Díaz, y los diputados José Romeu, Lauro V. Rodríguez y Eduardo B. Anaya) y los restantes (diputados Juan Gil, Juan Arturo Smith, Mario L. Gil y Alfredo Vidal y Fuentes) son censurados. Asimismo, dicha Convención calificó de “graves incorrecciones de lamentables resultados para el Partido” la conducta de los legisladores que le dieron su sufragio al nacionalista Aurelio Berro: diputados Martín Aguirre (Rivera), Rodolfo Vellozo ((Montevideo) y Solano A. Riestra (Florida).

Por su parte, Enrique Anaya era un rico industrial, ex presidente del Directorio nacionalista, bisnieto de Carlos Anaya – quien ocupó en diversas ocasiones la Primera Magistratura en forma interina durante la primera Presidencia de Fructuoso Rivera siendo un visceral enemigo de éste, cuando representando a Soriano en la Cámara Alta (1833-1838) fue presidente del Cuerpo. Era descendiente asimismo de Luis de Herrera Izaguirre y Josefa Basavilbaso, los suegros de Carlos Federico Lecor y bisabuelos de Luis Alberto de Herrera. 

[vii] El quórum para elegir un nuevo jefe de Estado era de 45 asambleístas. 

[viii] Votaron por Batlle y Ordóñez, que era senador por Montevideo, 47 legisladores elegidos por el Partido Colorado: 1) diputado por Artigas, Cirino Alves; 2) diputado por Montevideo, Eduardo Iglesias; 3) senador por Tacuarembó, Juan Pedro Castro; 4) diputado por Río Negro, Felipe Lacueva Stirling; 5) senador por Artigas, Emilio Avegno, recientemente electo; 6) diputado por Florida, Santos Icasuriaga: 7) diputado Luis Bonasso, quien ingresó por Tacuarembó al ser suplente del ahora senador Emilio Avegno que había sido diputado por dicho Departamento; 8) diputado por Flores, Antonio G. Goso; 9) diputado por Montevideo, Laureano B. Brito; 10) diputado por Cerro Largo, Martín Suárez; 11) diputado por Paysandú, Setembrino E. Pereda; 12) diputado por Treinta y Tres, Ricardo J. Areco; 13) diputado por Salto, Angel Floro Costa, 14) diputado por Cerro Largo, Francisco C. Fiorito; 15) diputado por San José, Ramón Mora Magariños, 16) diputado por Canelones, Santiago Barabino; 17) senador por Paysandú, Fernando C. Pereda, quien era el segundo vicepresidente del Senado; 18) senador por Minas, Federico Canfield; 19) diputado por Maldonado, Juan B. Servente; 20) diputado por Florida, Ventura Enciso; 21) diputado por Canelones, Agustín Ferrando Olaonda, 22) senador por Canelones, Francisco Soca, recientemente electo; 23) diputado por Canelones, Ubaldo Ramón Guerra, quien ingresó a la Cámara por ser el suplente por Canelones de Francisco Soca; 24) diputado por Minas, Pedro Figari, 25) diputado por Canelones, Pedro C. Escuder; 26) senador por Colonia, Carlos Albín (quien había ingresado por fallecimiento del titular José L. Terra, por cuyo motivo se llamó a elecciones de Colegio Elector de Senador por Colonia), 27) diputado por Artigas, Juan Samacoitz; 28) diputado por Río Negro, Manuel E. Tiscornia; 29) diputado por Montevideo, Juan A. Capurro; 30) diputado por Colonia, Benito M. Cuñarro, quien fue el inmediato anterior presidente de la Cámara de Representantes; 31) diputado por Montevideo, Alvaro Guillot; 32) diputado por Tacuarembó, Antonio M. Rodríguez, presidente de la Cámara de Representantes; 33) diputado por Durazno, Juan M. Echeverrito; 34) senador por Durazno, José Espalter, recientemente electo; 35) diputado por Rivera, Joaquín D. Fajardo; 36) diputado por Minas, Oriol Solé y Rodríguez; 37) diputado por Rocha Julián L. Graña, 38) diputado por Durazno Gregorio L. Rodríguez, 39) diputado por Montevideo José E. Rodó, 40) diputado por Colonia Lauro A. Olivera, 41) diputado por Montevideo Carlos De Castro, 42) diputado Julio Muró (h), quien asumió por Paysandú al ser suplente de José Espalter que era diputado por dicho Departamento; 43) senador por Salto Diego Pons, 44) diputado por Montevideo José Serrato, 45) diputado por Soriano Federico Fleurquin, 46) diputado por Soriano Francisco Miláns Zabaleta y 47) diputado por Salto Feliciano Viera.

Con motivo de la elección de Batlle y Ordoñez a la Primera Magistratura ingresa al Senado José Gomensoro, segundo suplente suyo. El primero, Felipe H. Iglesias, había fallecido. El juramento como senador le es tomado a Gomensoro el 6 de marzo de 1903. 

[ix] Las elecciones de senadores en noviembre de 1902 se llevaron a cabo en los departamentos de Canelones, Artigas, Durazno, Salto, Florida y Soriano. En los tres primeros Departamentos sólo hubo una lista de candidatos colorados, resultando electos Francisco Soca, Emilio Avegno y José Espalter, respectivamente. En los restantes lo fueron Diego Pons (cuyos poderes le son aceptados el 28 de febrero), Benito Cuñarro (que renuncia al cargo) y Anacleto Dufort y Álvarez (que tiene sus poderes aceptados recién el 24 de marzo)

La participación nacionalista en las restantes circunscripciones electorales en dichos comicios, que violaba el acuerdo, dio lugar a diversas quejas. Así como fueron motivo de denuncia algunas situaciones creadas contra los candidatos “leales”. Tal el caso de los hechos ocurridos en favor de Carlos E. Lenzi candidato a senador por Florida contra la línea oficial del coloradismo – que respaldaba la postulación del presidente de la Cámara de Representantes, Benito Cuñarro -, y apoyado por nacionalistas en la denominada Lista Independiente. Lenzi finalmente fue el aceptado por el Senado como electo por Florida.

No participa de la votación presidencial ese domingo 1 de marzo de 1903 el propio Juan Carlos Blanco porque había caducado su mandato como senador el sábado 14 de febrero anterior.

Hasta entonces Blanco fue presidente del Senado y uno de los candidatos a suceder a Cuestas. Mejor dicho, el dirigente colorado que les resultó útil a la mayoría nacionalista - presidido su Directorio por un hombre cuya mayor virtud era su ausencia de talento, el diputado por Flores Escolástico Imas - para justificar su posterior adhesión a Eduardo MacEachen.

Le otorgaron a Blanco apenas unos días de plazo para reunir los votos colorados que faltaban a los que aportaba el nacionalismo para obtener el quorum constitucional. Condición imposible de cumplir, más allá que su postulación por fuera de la mayoría colorada no tuviera muchas posibilidades de concretarse como tal. Pero su fracaso, en ese sentido, allanaba el apoyo a MacEachen, que era lo buscado por varios miembros del Directorio.

Con el mandato vencido de senador por Durazno se encontraba asimismo el articulador de la campaña electoral de MacEachen, Pablo Etchegaray, quien en razón de la tarea electoral a favor de su candidato visitó a Saravia, sin éxito, en diversas ocasiones, yendo, en cada oportunidad, hasta El Cordobés, la estancia del caudillo.

[x] Ese día (14 de febrero de 1903) votaron por José Batlle y Ordóñez para la presidencia del Senado, Eduardo Acevedo Díaz (senador nacionalista por Maldonado), Federico C. Canfield (senador colorado por Minas), Francisco Soca (senador colorado por Canelones), Emilio Avegno (senador colorado por Artigas), José Espalter (senador colorado por Durazno), Carlos de Castro (senador colorado por Tacuarembó), Fernando Pereda (senador colorado por Paysandú) y Alfredo Vázquez Acevedo (senador nacionalista por Flores). Batlle y Ordoñez, que era senador por Montevideo, votó en la ocasión por Alfredo Vázquez Acevedo. 

[xi] Correspondía al 2do. Período de la XXI Legislatura. De acuerdo con las actas incluidas en el tomo LXXX del DIARIO DE SESIONES de la H. CAMARA DE SENADORES (DSCS), las sesiones preparatorias se iniciaron el 2 de febrero de 1903 a las 4 y 20 de la tarde, con la presencia de los senadores por Montevideo (José Batlle y Ordóñez), por Cerro Largo (José Luis Baena), por Río Negro (Aureliano Rodríguez Larreta), por Tacuarembó (José Pedro Castro), por Flores (Alfredo Vázquez Acevedo), por San José (Manuel Artagaveytia), por Treinta y Tres (Doroteo Navarrete), por Rocha (Manuel R. Alonso), por Paysandú (Fernando C. Pereda) y por Rivera (Saturnino Balparda). Faltó con aviso el senador por Minas (Federico Canfield) y sin aviso el senador por Maldonado (Eduardo Acevedo Díaz). Con el voto de los nacionalistas fue electo presidente provisorio de las sesiones preparatorias, el senador por Flores Alfredo Vázquez Acevedo, quien designa la Comisión Especial de Poderes que resolverá sobre las incorporaciones al Cuerpo originadas en las elecciones realizadas en los Departamentos de Artigas, Salto, Soriano, Durazno, Florida y Canelones, y respecto a la cobertura de la banca por Colonia debido al fallecimiento de su titular, siendo llevadas a cabo los comicios del Colegio Elector de Senador el 25 de enero de 1903. Resultó electo Carlos Albín, cuyos poderes le fueron aprobados por el Senado en su sesión del 28 de febrero de 1903.

Dicha Comisión – integrada por los senadores por Paysandú, Rocha y Río Negro - se expidió siete días después aceptando los poderes de los senadores por Canelones, Durazno y Canelones. Sin embargo, el plenario del 9 de febrero aceptó exclusivamente la votación de Canelones al anunciar el senador nacionalista por Treinta y Tres que observaría los otros dos, lo cual provocó un debate entre Aureliano Rodríguez Larreta (1843-1923, a partir de éste prestigioso abogado sus descendientes usarán el apellido compuesto) y Batlle y Ordóñez. La aceptación de los poderes correspondientes a los nuevos senadores por Artigas y Durazno se realizó al otro día, sin que el senador Doroteo Navarrete concretara su anuncio.

El 14 de febrero se le toma juramento como senador a José Espalter (elegido por Durazno) y se acepta la renuncia de Benito Cuñarro como senador por Florida, pese a que no le habían sido reconocidos aún los poderes correspondientes. Posteriormente, el 1 de abril de 1903, es anulada dicha elección. Y el 4 de mayo de 1903 le son aceptados los poderes de senador a Carlos E. Lenzi, que había sido candidato de la lista Inependiente de Florida, prestando juramento en la misma fecha.

Aquél 14 de febrero Batlle y Ordoñez es elegido presidente del Senado, en la segunda votación que realiza dicho Cuerpo al no obtener éste la mayoría absoluta de los presentes, en la primera ronda de sufragios, de lo cual advierte el senador colorado por Tacuarembó, Juan Pedro Castro. Votan por Batlle siete senadores, por Vázquez Acevedo seis senadores y por el senador por San José, Vázquez Acevedo. Batlle y Ordóñez no se encontraba presente en Sala en la primera votación. Posteriormente, Vázquez Acevedo sufraga por Batlle. Y éste, ingresado a Sala, por Vázquez Acevedo. 

[xii] Lo cual no impidió que tomara la iniciativa para que Montevideo contara con sus primeros ómnibus. La razón: la modernización del transporte público – cuya calidad y el precio de los servicios prestados constituían queja constante de los usuarios. En 1914 llegan las primeras seis unidades, alguna de las cuales contaba con “Imperial”, es decir, con parte superior para ubicación también de pasajeros. Su costo para el Erario nacional fue de $ 26.000 y fueron entregados al Municipio de Montevideo. Claro que a nadie se le ocurrió entonces que casi cincuenta años después, pésimas gestiones fundadas en la demagogia derivaran en una compañía en la que de cada unidad de transporte llegaran a depender al menos 14 funcionarios.  

[xiii] Al respecto, el iniciador de dichas ideas fue el pensador, economista y reformador social estadounidense Henry George (1839-1897), cuya sola cita de su nombre causaba, al menos, escozor en los sectores conservadores. En Uruguay y en todos lados....

El libro donde expone esa posición es Progress and Poverty y debió imprimirlo a su costo en 1879. Dado el éxito de ese primer tiraje, la editorial neoyorquina Appleton se animó a publicarlo, vendiéndose centenares de miles de ejemplares y siendo traducido después a diversos idiomas.

Henry George ejerció una gran influencia entre los partidarios de las reformas sociales.

Las preocupaciones de los sectores conservadores nacionales se veían incrementadas porque los aforos de los bienes por los cuales pagan sus contribuciones no habían sido actualizados y temían la conjunción de ambos hechos. El reaforo y la interpretación del valor societario del aumento de precio en el valor de la tierra.

Ambas situaciones se repitieron en Brasil, cuando el gobierno Goulart, en 1964, propuso el pago de indemnizaciones a partir del valor por el cual su propietarios pagaban impuestos. Fueron causa, entre otras de parecida índole, del golpe de estado de ese año.

[xiv] Fue el caso del diputado Francisco Simón. 

[xv] En ésta como en otras iniciativas es injusto juzgar lo acontecido tiempo después, no adoptándose las medidas adecuadas que imposibilitaran malas administraciones o abusos de su posición en el mercado. En éste sentido, se ha preferido embestir los usos en lugar de corregir los abusos. O justificar la falta de capacidad para la adecuación del modelo con denuncias contra el propio modelo. 

[xvi] Bajo la presidencia de Claudio Williman (1907-1911) se concreta el primer proyecto que se envía, a éste respecto, al Poder Legislativo.

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