El Día, septiembre y la crisis
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URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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El Día, septiembre y la crisis

En el mes de setiembre de 1891 – como decíamos - arrecia la campaña del diario de Batlle en torno a los temas que convoca la crisis y contra las soluciones que plantea el sector no productivo, el financiero, y la opinión publicada, y recuerda la situación análoga que se sufrió. Es firme en su prédica, enfático en la defensa de la producción del país, duro en sus crítica al mundo financiero concebido sobre la base de la especulación y la usura.

En el editorial de El Día del martes primero de ese mes y año, titulado Bancos Nacionales y Bancos Particulares, se lee: La prensa constitucional y el Gobierno de consuno han lanzado el más terrible anatema sobre los bancos nacionales o de Estado. No sirven. Basta que tenga en ellos alguna intervención el Gobierno para que estén expuestos a hacer cuevas de las mayores trapizondas y objetos de las más profundas desconfianzas. En cambio se presenta a los bancos particulares como los non plus ultra de la probidad, del espíritu realmente progresista y de las garantías ofrecidas al público.

¿De donde salen estas doctrinas, estas creencias?... Si se tratara de gentes sin preparación científica, lo sabríamos. De la reciente ruina del Banco Nacional que ha impresionado hondamente, por lo mismo que no era esperada. Pero tratándose de espíritus cultos, que pueden comparar los hechos que se han producido en un momento poco feliz de nuestra historia económica y financiera, con los que se han producido y se producen en todos los tiempos en éste, en otros países,- no lo sabemos.

Hemos visto la ruina de un Banco Nacional. Bien. Pero ¿olvidamos que en el mismo momento, antes y después, caían también en ruinas poderosos establecimientos del mismo género en que no tenía intervención alguna del Estado? La Compañía Nacional, y las numerosas instituciones de crédito que se crearon casi al mismo tiempo que el Banco Nacional, -¿dónde están? Han caído con desplomes más o menos estruendosos. Y ¿esto no dice nada contra los bancos particulares?... Pues en esas instituciones no tenía intervención alguna el Estado.

Nuestra historia bancaria es breve. No hemos ensayado más que una vez el Banco Nacional, que no lo era por completo, y eso en una situación totalmente anormal. Pero hemos visto muchas de lo que son los bancos particulares. La gran crisis del 68 bastaría por si sola para que fuésemos algo menos entusiastas al hacer su apología. El Banco Mauá, el Banco Montevideano, el Banco Oriental, el Banco Navia y el Banco Italiano cerraron estrepitosamente sus puertas en aquel año. -¿Tenía intervención alguna el estado en esos bancos?.

Y citamos solamente nuestros ejemplos caseros. Si traspasáramos las fronteras de nuestro país hallaríamos que en todas partes, en Francia, en Inglaterra, en Alemania, en Bélgica, en los Estados Unidos los Bancos de Estado o aquellos en que tienen intervención el Estado son los que gozan de mayor crédito y ejercen más benéfica influencia. Los bancos particulares quiebran por centenares dejando en pos el recuerdo solo de sus ruinas y, con frecuencia, de sus escandalosas explosiones.

Está aún fresca, entre nosotros, la quiebra de uno de los que más crédito habían conquistado. Otro, el Banco de Londres ha resistido victoriosamente a una primera corrida. ¿Resistirá mañana a una segunda? Y si la resiste, ¿no nos sorprenderá el día en que más tranquilos estemos, la nueva de que la casa matriz ha suspendido pagos, allá, en el otro hemisferio? ¿Qué garantías ofrecen estos bancos?... Del Comercial no hablamos, porque esta institución más que Banco es el local en que custodian algunos potentados, a expensas comunes sus barras de oro.

¿De donde salen, pues, esas doctrinas que propagan los diarios y acepta el Gobierno sobre la existencia de los bancos particulares?... Es admirablemente halagüeña la perspectiva que nos ofrece el ultimo mensaje. Se le harán concesiones y se le darán privilegios especiales a un banco; pero se pase bien, ese banco será de particulares y el Estado no tendrá más intervención en su administración que la necesaria para fiscalizar su marcha dentro de sus estatutos. Es particular! Se anuncia ésta no intervención del Estado, de la comunidad, en un Banco que debía ser suyo, como si se hubiera ganado una batalla, como si se hubiera hecho una conquista!. Es decir que debemos regocijarnos todos porque vamos a entregar incondicionalmente, casi urgidos por una situación económica angustiosa, a precio vil seguramente, las exenciones y privilegios que debieran servirnos para fundar nuestro gran banco de Estado!... Y... ¿a quienes?... a unos capitalistas brasileros, y, si no algunos de esos capitalistas nacionales que hace año y medio ven las penurias por que pasa el país, sin dar un solo paso para aminorarla.

Entre Seyla y Caribidis[i], como si dijéramos. Por una parte, capitalistas brasileros, venidos del país en que está ahora en auge el delirio de las especulaciones bursátiles, a propósito para vincularnos a la crisis brasilera, como nos vincularon a la crisis argentina los que vinieron de la opuesta orilla del río a fundar nuestro primer Banco. –Por otra parte capitalistas nacionales, si, pero de esos acostumbrados a no ofrecer dinero sino a quien no lo necesita. Esto es: por un lado las especulaciones a lo Reus, en perspectiva; por otro el sistema alentador y progresista del Banco Comercial! Y para impedir los grandes extravíos en uno o en otro sentido, la influencia del Estado reducida a cero.

¿Ofrece todo esto algunas dudas? ¿Se teme por la suerte del nuevo Banco? ¿Se prevé nuevas especulaciones desenfrenadas o que las concesiones y privilegios en cuestión vayan a hacer más inexpugnable la posesión de los que están encasillados en sus barras de oro y niegan todo crédito al que no las tiene?...Pues no temer. El Banco será particular. El Estado no tendrá injerencia en él. ¿No es una garantía bastante?

En Estados Unidos, en un solo año, - dice el doctor Costa en su libro sobre el Banco Nacional, - quebraron 959 bancos particulares, produciendo una de las crisis más grandes que se han visto... Pero estos hechos nada significan. La opinión está hecha. Hay que entregarse a los bancos particulares. Son los únicos que ofrecen garantías de honorabilidad. Al menos así lo vienen aseverando algunos diarios en este país.

Campañas políticas y periodísticas éstas, centradas en una concepción del sistema financiero del país, a partir de un punto de vista que abarcaba toda la marcha de la República y de su gente, lo cual lo manifestó en diversas ocasiones. No de la mera idea o en beneficio de un grupo.

Otro ejemplo es lo sostenido en el editorial del sábado 14 de noviembre de 1891, bajo el título La Conspiración del Oro[ii], en el cual defiende Batlle y Ordónez – otra vez - la creación de un Banco uruguayo, critica la usura y la especulación, defiende a la producción, se duele por las ejecuciones judiciales, insiste en su posición contraria a los tenedores de oro - fundamentalmente, el Banco Comercial[iii] - a los que en ocasiones no nombra[iv].

Batlle y Ordóñez no cedía en su afán por lograr que se le diera liquidez monetaria al público, incluso a cualquier costo. Era una voz firme de las víctimas de la crisis y, consecuentemente, el enemigo de quienes se beneficiaban notoriamente de ella, partidarios de la política de cúpula y de las expresiones gubernamentales de los países vecinos.

Poco después del editorial citado reiteraba nuevamente su denuncia de la usura y la especulación poniendo ejemplos de fácil comprensión del núcleo del drama que se vivía y de la solución que debía instrumentarse. Aborda asimismo – insistiendo en ello – lo que entiende como las inconveniencias que en ese momento representaba el capital extranjero y reitera su posición en favor de la creación de un Banco uruguayo, sostenido por capitales nacionales. Vuelve a subrayar el drenaje de oro (divisas, hoy día) al exterior y las vías por donde éste se produce y el camino de superación de esa tragedia colectiva. Era el sábado 28 de noviembre de 1891 y lo hizo bajo el título 8 millones[v]. Destaca además: “En un artículo que publicamos hace ya un par de meses, señalábamos la causa principal de nuestra crisis: la exportación de oro que se hace en el país de todas maneras y en todos sentidos.

Hacíamos notar que la exportación del oro de los intereses y amortizaciones de las deudas nacionales, que un diario consideraba como única exportación, se agregaba la corriente de pequeños envíos que hacen a su familia residentes en el exterior, los extranjeros habitantes de la República; - los dividendos de ganancias de Sociedades anónimas con directorios y capital suscripto en otros países, tales como el Banco de Londres, el Gas, las Aguas Corrientes, los tranvías[vi], los ferro-carriles, la fábrica Liebigs[vii], las compañías de vapores que suben el Uruguay, etc., etc.- El producto de nuestra industria ganadera del Norte de Río Negro, donde casi todos los campos pertenecen a acaudalados brasileros que residen en Pelotas o en Bagé[viii] y tienen sus depósitos y sus cuentas corrientes en los Bancos de Río de Janeiro, - y la absorción de oro, por ultimo, que en todas maneras nos hacen las dos repúblicas limítrofes, gracias a las ventajas que en ellas a este metal ofrece el cambio.

En el editorial a que hace referencia[ix] destacaba: Casi no vale la pena hacer notar, por sabido, que la mitad del valor de ese exceso de producción originado por un exceso de miseria se vuelve anualmente a Londres en forma de intereses y amortizaciones de nuestras deudas. Hemos tenido crédito en el extranjero; pero ese crédito ha sido caro y lo será más cada vez, en adelante. Nuestras industrias han sido habilitadas para el trabajo; pero a condición de entregar casi todo y quizás más del valor de su producción al prestamista. Preferíamos, impulsados por las conductas preponderantes, pagar carísimo el crédito en el extranjero, antes que hacérnoslo barato, gratis, los unos a los otros en el país. La consecuencia es esa emigración real y permanente de la mitad de nuestras mayores ganancias anuales, que tan hondas perturbaciones produce en nuestras finanzas y en nuestra situación económica.

Agrega más adelante:  Sustrayendo todas estas sumas del excedente de la producción, - ¿queda algo aún?

Pues, ese algo se lo engulle la usura, la usura del los partidarios del oro  a todo costo, que hacen su botín en el desastre nacional, como el ave de presa su fiesta en el campo de la batalla.

Tal es la situación de la República. Todo el oro se va y el que permanece en el país se encierra silencioso, a la espera de la almoneda que hunde a una familia en la desolación. No hay salida para el hijo del país, para el habitante del país, que aunque no halla nacido en él, está vinculado a su suerte. Es necesario cruzarse de brazos y esperar. Esperar, -¿qué? Nada: la ejecución, que en vano se aplaza. El que posee una finca, una suerte de estancia, una industria, nada tiene si debe algunos centenares de pesos. Recorrerá toda la República y no la hallará. Solo saldrá de las pesadas cargas cuando se resuelva o se vea obligado a malbaratar cuanto posea. De esa manera irá paso a paso la nación a parar a manos de unos cuantos cada vez más poderosos, cada vez más absorbentes![x] 

Denuncia y posición que se reitera en distintas ocasiones como fue la del 15 de setiembre. Su último párrafo en éste caso muestra su preocupación: “Los poderes públicos no pueden, por su arte, permanecer inactivos ante una situación que cada vez se hace más grave. Es necesario habilitar a la industria nacional, que ahora no hace más que retrogradar para que se desenvuelva y progrese. De lo contrario, la producción se aminorará de día en día; con la producción el bienestar público y las rentas nacionales y con la disminución de las rentas nacionales, nos veremos nuevamente en la imposibilidad de cumplir nuestros compromisos; los presupuestos que van a ponerse al día volverán a atrasarse, y el desequilibrio, y el desorden primarán en todas la esferas de la vida.

Antes había señalado que “La historia de uno es la historia de todos, y puede hacerse en pocas palabras, porque es bien sencilla. Ha confiado en el porvenir del país; ha querido contribuir a su engrandecimiento en la esfera de su actividad: - en consecuencia, ha empleado su capital, su riqueza en plantear una industria, por ejemplo.

Aquello representa algo; aquello es un valor; cuando la obra esté concluida le servirá para obtener el capital necesario para ponerla en movimiento. El momento llega, por fin; pero el país esta empobrecido: el medio circulante; el capital que el necesita se ha ido al extranjero por las puertas que hemos enumerado al principiar estas líneas. Solo queda una pequeña parte; pero esa ha sido acaparada por algunas casas fuertes, cuyas puertas están cerradas con siete llaves. -¿Qué hacer?... Espera – ¿Esperar, que?... Pasan los meses .Llegan los vencimientos de algunos compromisos contraídos. Las exigencias de la vida han aumentado esos compromisos. Y la forzosa inactividad continúa... Por fin, el hecho fatal y previsto se produce. El martillo del rematador cae sobre los materiales de la industria, y como no hay capitales con que pagarlos, la mejor oferta, aunque sea baja, bajísima como es la de los señores acaparadores de oro... Se ha cegado a una fuente de producción nacional! Un hombre progresista ha caído!... En cambio, ellos han hecho su botín!.

Y ni siquiera ser hombre de empresa es necesario para marchar derecho a la ruina. Basta tener algo.

[i] En la mitología griega, la primera era un monstruo marino que devoraba todo lo que estaba al alcance de alguna de sus varias cabezas. El segundo, un remolino que tres veces al día se tragaba todo el mar y otras tantas lo vomitaba. Los viajeros que pasaban por allí, cuando no eran atrapados por uno, lo eran por el otro. 

[ii] El editorial lo reproducimos totalmente al final de éste capítulo.

[iii] No ha terminado aun el proceso de la conspiración política del Dr. (Duvimioso) Terra, y está ya por estallar una conspiración financiera: la de los escasos tenedores de oro que hay en la República, para apoderarse de todas las fuerzas económicas de ésta, en grave perjuicio de la población verdaderamente nacional.

El plan ha sido sencillo y hasta ahora eficaz, no habiendo en el país mas oro del que ellos poseen, han hecho declarar por una prensa ligera a sus intereses, que el oro es la única moneda posible, y han hecho creer esto, y sostenerlo, al país mismo, contra el cual el lazo se tendía.

El cálculo no podía ser mas exacto.

No existiendo mas moneda que el oro y, siendo ellos sus poseedores únicos, la harían valer cuanto quisieran. Y así ha sucedido. La tasa de interés ha ido subiendo hasta llegar a extremos ruinosos. El que ha necesitado dinero se ha visto forzado a solicitarlo de ellos, directa o indirectamente, y aceptarlo en condiciones usurarias. Los resultados están a la vista: las expulsiones se suceden; se malbaratan las propiedades y los señores poseedores de oro se quedan con ellas al precio que mejor les parece.

Para combatir este mal no encontrábamos nosotros mas que un solo medio: la creación de una moneda nacional, que pudiéndose dar a bajo interés y largos plazos, viniera a infundir nuevos bríos a nuestras industrias y aliviaran a todos de las penurias en que se encuentran; la creación, en una palabra, en un papel inconvertible por algún tiempo, y sólidamente garantido; la creación precisamente de la moneda contra la cual se alzan los señores tenedores de oro, a quienes convendría que la situación calamitosa del país se prolongara hasta que ellos se hubieran apoderado de todo su territorio, pagando uno por lo que vale diez.

Y consecuente con esas ideas sosteníamos que el gobierno de ninguna manera debía entregar los valiosos privilegios del Banco Nacional a sociedades particulares. Sabíamos que la conquista de esos privilegios era un sueño de los señores oristas.

Colocados en esa posición, libres de toda influencia del Estado, ¿quién pudiera detener el vuelo de sus especulaciones? El Banco Nacional se convertiría en un Banco avaro, de exclusivas miras personales y egoístas, y de uno a otro extremo de la República no se oiría más que el martilleo de los rematadores, sacrificando la fortuna pública en provecho de unos pocos. El precio oro seria cada vez mas alto; sus apologistas dominarían en toda la línea y posesionados de todas las armas, no sufrirían restricciones algunas, ni temerían ningún fracaso.

El plan que nosotros adivinábamos ya empezaba a presentarse al publico. El diario orista trae ayer éstas breves y concisas palabras que ponen de manifiesto las intenciones todas del grupo que representa: “Al gobierno le conviene producir hechos decisivos para hacer indudable que no entrara una empresa papelistica que es imposible”... “y esos hechos solo podrían ser: la liquidación del Banco Nacional, que ni está decretada, y la cesión simultánea de sus privilegios a una institución seria y manifiestamente orista.” Ya se sabe cuál es la institución seria, hasta la avaricia, y manifiestamente orista hasta la usura!

No; este complot especulador no puede tener éxito. El país no puede poner toda su vida financiera y económica en manos de una institución que no ha favorecido jamás a sus fuerzas productoras; y que en la afligente situación económica que atravesamos, no ha dado un solo paso para hacerla menos penosa.

El sofisma que hace llegar al diario orista a su inaceptable conclusión no puede ser mas pueril. Es la desconfianza,- dice- es el temor al papel lo que hace retraer al oro y produce la crisis, dense los privilegios del Banco Nacional a una institución manifiestamente orista y esa desconfianza desaparecerá. Esta bien, contestamos nosotros: Pero - ¿Por qué se teme al papel? - porque hay crisis. - ¿Y por que hay crisis? –¿Por que se teme al papel acaso? –No, este seria un circulo vicioso. Hay crisis porque falta medio circulante y falta medio circulante porque el escaso que existe esta provisoriamente encerrado en las instituciones oristas... ¿Será el mejor remedio agrandar la caja de esas instituciones?.

La prueba de este sistema orista, pregonando con tanto entusiasmo por los que con él hacen su botín, es ya largo. El país ha vivido dos años de penurias, haciendo sacrificios en sus altares, y cada día se ve mas agobiado y mas pobre, y sin esperanza de mejora.

Ahora mismo sus ultimas consecuencias vienen a adherir directamente al gremio que más interesado en la conversión a destinación a oro pudiera creerse: al comercio importador. De una u otra manera se introducen de Buenos Aires y del Litoral argentino del Uruguay, debido a las diferencias del cambio una enorme cantidad de artículos que vienen a hacerle competencia reduciéndolo a la inactividad. Y por otra parte, la falta de medio circulante restringe extraordinariamente el consumo del país y por tanto, el movimiento de las casas de comercio. ¿No será para ellas mas conveniente vender algo a papel que nada a oro?.

Los verdaderos intereses nacionales se van poniendo en evidencia aún para aquellos que a primera vista parecen tener intereses opuestos. Y es natural: si el país decae, su comercio no puede florecer. Abortará, pues, como la de la Unión, la conspiración orista que tiene por fin apoderarse de la artillería del grueso calibre financiero que hay dentro de los privilegios de un Banco de Estado. 

[iv] El Día utilizaba motes para referirse a muchos de los personajes que hacían lobby en favor de sus posiciones. Por ejemplo, en la información de lo que ocurría dice en la sección Información el jueves 26 de noviembre de 1891: (...) Respecto de este Banco podemos asegurar que la noticia circulada ayer de que Shylock tendría en él una participación importante, es completamente inexacta, de lo que se felicitarán sin duda todas las personas sensatas y bien intencionada, pues esa personalidad siniestra es tan odiada en los círculos políticos como lo es en los comerciales y bursátiles y ninguna institución de crédito podría crecer a su lado.

Damos estas noticias como simple información del momento, reservando nuestras opiniones para cuando los proyectos se conozcan en toda su extensión. 

Y en la tarde siguiente abundaba: Hoy sigue el acuerdo de gobierno sobre los asuntos financieros.

La Razón y El Siglo ponen en duda las noticias que publicamos ayer sobre los proyectos en discusión. Aunque para nosotros sería muy satisfactorio que alguna de esas noticias fuera incierta, puesto que, en esta materia, aspiramos a una solución muy distinta a la indicada, los hechos han de probar muy pronto, sin embargo que, con diferencia de detalles, la combinación presentada es la misma a que ayer nos referimos.

(...)

Es una solución que no agrada al grupo de capitalistas criollos manejado por Ingouvill, - sin excluir a los japoneses de la Bolsa, porque ellos querían que el Estado entregara al Banco Comercial, al Banco de la usura y de los usureros, todos los privilegios del Banco Nacional, a fin de que unos cuantos ricachones egoístas metieran allí su oro y a favor de esos privilegios continuaran su tarea de ahorcar al prójimo.

(...)

Ingouvill anda cabizbajo; pero esta noticia debe alegrar al país, porque significa que la base de la dictadura metalista empieza a aflojar bajo la exigencia de las necesidades publicas.

Ingouvill ha pedido hoy una conferencia al Ministro de Hacienda. ¿Que buscará?

Podemos asegurar que si este caballero y sus satélites llegaran a obtener cualquier intervención en esos asuntos, la mayoría de la Cámara negaría absolutamente su voto a la pretendida transferencia de los privilegios del Banco Nacional.

Ya el país esta cansado de entregar estérilmente su sudor a esos cocineros de los banquitos de cambalache. Quiere un banco y lo tendrá.

 [v] La nueva dada por El Día – expresa - de que alguien se disponía a importar al país la considerable suma de ocho millones de pesos oro, desarrugó todos los rostros, - los rostros de los partidarios de este metal, y los partidarios del papel. Era natural. Los partidarios del papel son también oristas, y se guardarían, como de cometer un delito, de no aceptar una tan hermosa cantidad por simple espíritu de escuela. La diferencia está en que unos quieren el oro á toda costa, sin reparar en que habrá que devolverlo con creces mañana en intereses y amortizaciones; y otros, lo quieren, no prestado, sino ganado, para lo cual desean que el país trabaje con sus recursos propios, haciéndose el mismo para sus usos la moneda que necesita.

En el país hay valores; hay fortunas inmovilizadas en tierras, en edificaciones, en industrias; lo que no hay es un medio circulante que las represente, haciendo posibles y fáciles las transacciones civiles y comerciales; lo que no hay es moneda. Juan debe $10.000 –por ejemplo -, y posee una finca que quiere vender para saldar su deuda. Pedro acaudalado propietario, daría hasta $15.000 de buena gana por esa finca. Vendería alguna de sus tierras para adquirirla. Pero se presenta una dificultad; hay muchas personas que poseen bienes; ninguna se encuentra que tenga reunido el dinero que se necesita. Resultado: Juan no puede vender su finca y cuando vence el plazo es ejecutado, ejecutado verdaderamente, porque se le reduce á la miseria, lo que es algo así como quitar la vida á un hombre. La finca se vende por menos de nada ¿Quién compra? ¿ Quién hace esa pichincha sobre aquel sacrificio? Un ser raro, un ser que tiene moneda, un orista, que se vá encontrando mejor á medida que la ruina del país es más grande porque cada vez vá comprando más barato! Es claro que se opondrá á toda medida que pueda modificar una situación para él tan propicia!

En tanto el problema se plantea con una claridad que deslumbra. Así como las calles, los caminos, los ferrocarriles, las embarcaciones son indispensables para la locomoción de los hombres y de los objetos, la moneda es indispensable para el cambio de los servicios y de los productos. En Montevideo, por ejemplo, hay muchos y muchos millones acumulados en edificaciones y en todo género de obras útiles y de arte: - pues si no hubiera alguna moneda representativa de esos valores no se podría hacer llegar á sus corrales las tropas necesarias para el abasto de un solo día y se padecería hambre! ¿Qué habría que hacer? Crear ese medio circulante necesario; hacerlo surgir de la nada si no se pudiera obtener de otro modo. Es poco más o menos la solución a que estamos abocados en estos momentos de la profunda crisis que agobia al país: - es necesario crear ese medio circulante que nos falta, tan necesario como hacer caminos y calles para transportarnos de un punto a otro. De otra manera el país se verá cada vez más agobiado, por la paralización cada vez más grande de sus industrias, que se encontrarán en la imposibilidad de dar salida a los artículos que producen.

***

 Y Bien! Dicen algunos se importará esa moneda por medio de un empréstito. Ahí nos ofrecen ocho millones de pesos oro. Estamos salvados!... -

Nos parece a nosotros que sobre esto habría que reflexionar un poco antes de expresarse con tanta seguridad.

¿Se trata de un empréstito? Pues tengamos la certidumbre de que en gastos, comisiones y descuentos de colocación, se quedaran en el extranjero veinticinco o treinta pesos efectivo oro reales por cada cien nominales que se ofrecen. Llegarían a nuestro territorio uruguayo unos cinco millones y medio, que deberían ser amortizados como si fueran ocho, y por los cuales pagaríamos altos intereses, también como si fueran ocho... ¿Estamos seguros de que aplicados esos cinco millones activamente al fomento de nuestras industrias producirían estas lo suficiente para el pago de los intereses y amortizaciones?, ¿Y para que tocara una pequeña ganancia a la industrial que lo alentase en su tarea?

-¿No se trata de un empréstito sino de la fundación de una institución de crédito privilegiada? Pues tengamos, también, por cierto que el capital extranjero no se nos ha de ofrecer por eso mas generosamente y renunciar a las grandes ganancias que de nosotros exige. Por lo contrario; como la operación será mas complicada, no es imposible que tenga de nosotros mayores ventajas aún, aprovechando su enorme superioridad táctica en los combates financieros. –Y si tal sucediera la operación, en este caso, como en el anteriormente supuesto, seria ruinosa a la larga, pues, es mas que probable que el fomento que recibirá la industria no la reforzaría lo suficiente para pagar los intereses usurarios del capital con que se le habría habilitado.

***

 En un artículo que publicamos hace ya un par de meses, señalábamos la causa principal de nuestra crisis: la exportación de oro que se hace en el país de todas maneras y en todos sentidos.

Hacíamos notar que la exportación del oro de los intereses y amortizaciones de las deudas nacionales, que un diario consideraba como única exportación, se agregaba la corriente de pequeños envíos que hacen a su familia residentes en el exterior, los extranjeros habitantes de la República; - los dividendos de ganancias de Sociedades anónimas con directorios y capital suscripto en otros países, tales como el Banco de Londres, el Gas, las Aguas Corrientes, los tranvías, los ferro-carriles, la fábrica Liebigs, las compañías de vapores que suben el Uruguay, etc. , etc.- El producto de nuestra industria ganadera del Norte de Río Negro, donde casi todos los campos pertenecen a acaudalados brasileros que residen en Pelotas o en Bagé y tienen sus depósitos y sus cuentas corrientes en los Bancos de Río de Janeiro, - y la absorción de oro, por ultimo, que en todas maneras nos hacen las dos repúblicas limítrofes, gracias a las ventajas que en ellas a este metal ofrece el cambio.

El Banco en proyecto, que según se dice va a crearse con los ocho millones de ultramar que tanto alucinan, no seria mas que una nueva salida abierta al oro que viene al país en cambio de su producción, y se va por los conductos que hemos enumerado, - no seria mas que una especie de bomba colosal asentada en nuestro territorio para chuparle el poco metal existente aún y lanzarlo al otro lado del Atlántico.

 Imaginémonos lo que importaría un Banco extranjero con los privilegios del Banco Nacional, más la emisión única y el aditamento, patrióticamente aceptado por la opinión pública, de la no intervención del Estado. Primero colocaría a muy buen interés, y muy segura, su emisión que excedería siempre a su encaje de ocho millones; luego los depósitos judiciales; luego los depósitos particulares; y todos estos intereses y diferencia de intereses irían anualmente a repartirse entre los dueños de la institución, residentes a tres o cuatro mil leguas de nuestras playas!...

¿No es verdad que en vez de curar el mal, se le ahondaría mucho más con el proyecto de los ocho millones?

* * *

 El país no tiene mas que una sola salida: la de ser una vez un verdadero país, una verdadera nación, tan independiente en su vida económica de las otras naciones como lo es en su vida política. Y esto no lo conseguirá sino creando con sus propios recursos su propia moneda, la moneda que le es indispensable para existir y progresar.

Supongamos que se emiten veinte millones de pesos con serias garantías de que serán convertidos a cuatro años de plazo, y custodiados por un directorio de ciudadanos que a todos inspiren confianza. ¿Qué sería esto? un empréstito que el país se haría a sí mismo: un crédito que cada uno de los habitantes de la República hará a la comunidad y que ésta entregará en beneficio de todos. La fuerza, en fin, que nos falta para dar vigor a nuestra producción, y que hemos mendigado de mercado en mercado, con la imprudencia de ir a pedir a extraños, lo que nosotros no nos queríamos conceder a nosotros mismos por falta de confianza.

Convengamos que el papel así lanzado a la circulación tendría un demérito de un veinte o de un treinta por ciento. Y bien! ¿No es ese precisamente el descuento que se le hace a los empréstitos que obtenemos en Europa?

–Serían veinte millones nominales y quince o dieciséis millones reales, como los empréstitos europeos. La única diferencia estribaría en que por estos millones no pagaríamos intereses, es decir, en que el oro existente en la República, no saldría de ella por ese concepto.

Los espíritus apocados, y los que por carencia de criterio moral, no saben distinguir entre las tiranías de Latorre y de Santos, y el Gobierno del Doctor Herrera, ni entre los tiempos que corren y los que han pasado, dan por seguro que toda emisión sería escandalosamente malversada. A esos solo puede contestárseles que, en todo caso, valdría que se malversase una emisión que se recogería cuando fuese posible, sin más sacrificios, que no un empréstito por el que habría que pagar constantes y sonantes intereses, amortizaciones que irían en oro a dar muy lejos del país. A esos mismos se les debe hacer notar que si todos los Gobiernos de la República debieran ser necesariamente inmorales, mal iríamos si hubiéramos de esperar el remedio del directorio europeo de un Banco nuestro de Estado. – Se saquearía, a medias, al Banco y al País y Santas Pascuas. 

[vi] Catorce años después, ya en el ejercicio de la Presidencia, Batlle reestructura las concesiones de la explotación de tranvías y la de ferrocarriles.

Desde el gobierno buscaba cumplir con lo que había sido su prédica de siempre. Ahora, con un Partido Nacional totalmente deprimido por la derrota y un partido Colorado unido por la victoria, Batlle no tenía en el Parlamento una oposición capaz de frenar sus propósitos reformistas. Es de notar, sin embargo, que en el Senado se le presentaban algunas dificultades, así como en la propia Cámara de Representantes (renovada en enero de 1905) en la que emergieron, en algunas oportunidades, oposiciones apoyadas por representantes conservadores del partido Colorado, preocupados por el avance reformista. 

[vii] En ese mismo período presidencial, Batlle y Ordóñez veta la exoneración impositiva que se aprobó en el Legislativo para esta industria alemana. La rentabilidad de Liebig era mayor al 19% anual del capital invertido, independientemente de los dividendos en acciones que recibían los accionistas, como deja constancia Milton Vanger (1992). Pese a ello pedía dicha exoneración, a cambio de lo cual ofrecía poner en el producto que exportaba la constancia “Hecho en Uruguay”.

Asimismo, con el seudónimo “N” Batlle publicó en El Día su posición sobre el tema, bajo el título Sobre Liebig. Ocurrió en julio de 1906 y reitera sus ideas al respecto de las inversiones extranjeras y el desarrollo nacional.

Batlle debía recordar la exoneración impositiva otorgada durante el gobierno de su padre a dicha empresa. Si bien las ganancias de Liebigs en esa época también eran de muy alta consideración exigió y obtuvo esos beneficios especiales. Vino luego a saberse que bajo la égida de Bismarck Prusia venía preparándose militarmente – el extracto de carne tenía así una demanda agregada asegurada - para la consolidación alemana y conflictos con los vecinos que necesariamente se iban a desencadenar con motivo de la presentación de un candidato alemán para el trono español. Todo ello deriva en la conocida como guerra franco-prusiana. La fábrica alemana, que tenía una ineludible necesidad de producir para satisfacer su imperiosa demanda, logra ganancias agregados por las exoneraciones obtenidas. El Uruguay, luego, vio partir en oro la rentabilidad así producida. El pensamiento de “mientras yo gane algo no me importa que el otro gane mucho” no era compartido por Batlle. ¿Qué decimos? Era radicalmente combatido por él, considerándolo atentatorio de la dignidad y el interés nacional. Esencialmente injusto. Y establecía una dependencia no dictada por las consecuencias naturales de las diferencias de escala de las economías en juego, sino por la mezquindad y la avaricia de la empresa extranjera. Mientras aquella Alemania en ciernes convertía sus ineludibles necesidades en descomunales ganancias propias, nuestros justificados beneficios eran convertidos por ella en meras satisfacciones de necesidades nacionales inmediatas.

La actitud de Liebig’s entonces marcó, a nuestro juicio, decididamente su indiscutible férrea voluntad de asentar un camino uruguayo de desarrollo: aprovechar el ahorro externo como préstamo para el desenvolvimiento nacional – desarrollo de actividades empresariales públicas y privadas y una fuerte apuesta al desarrollo tecnológico - y no como inversión extranjera directa, que significaba una drenaje constante de oro (de divisas) al exterior. Fue la de Batlle la primera idea clara que se tuvo en América Latina del modo positivo de inserción de países periféricos en la economía mundial. Política también abandonada hace décadas.

Nótese que aún hoy el camino que busca recorrer el pensamiento conservador en los países subdesarrollados continúa siendo el contrario al sostenido por Batlle. Es decir, prefieren la inversión extranjera en los mismos términos que se presentaba entonces, a fortalecer un camino propio.

En ese sentido, la política empresarial “anti británica” de don Pepe no se distinguía de la que seguía respecto a cualquier otro país central en esta materia.

Ese año (el período presupuestal 1905-1906) la gestión de su gobierno mostró superávit, hecho prácticamente desconocido en la historia económica del país.

[viii] Bagé era de algún modo, la capital de los latifundistas riograndenses. 

[ix] El editorial citado fue publicado el sábado 5 de setiembre de 1891 con el título, En Perpetua Crisis. Su texto lo reproducimos al final de éste capítulo.

[x] Dice el artículo editorial completo: El saldo, a veces de consideración , que en los momentos de crisis profunda arrojan las estadísticas de Aduana a favor de la exportación de la República, sobre su importación, es causa de contento para nuestros patrióticos escritores y da origen a inspiradas profecías de engrandecimiento futuro.

Si olvida, ciertamente, que estos saldos favorables, son arrancados no al trabajo, no a la abundante producción del país, sino principalmente a la restricción de los consumos, ocasionada por la miseria del pueblo, que a duras penas satisface sus más imperiosas necesidades en estas épocas luctuosas. Pero, bien; pase ese olvido: - queda al menos la certidumbre de que el país se enriquece anualmente en algunos millones y se sabe que vendrá un día en que esos millones convertidos en capital productivo nos colmarán de las holguras que ahora nos faltan. –Tal es la tesis de los órganos de la prensa constitucional.

Vamos a hacer a esa tesis, dueña ahora en toda la línea de la opinión pública, algunas breves objeciones. Casi no vale la pena hacer notar, por sabido, que la mitad del valor de ese exceso de producción originado por un exceso de miseria se vuelve anualmente a Londres en forma de intereses y amortizaciones de nuestras deudas. Hemos tenido crédito en el extranjero; pero ese crédito a sido caro y lo será más cada vez, en adelante. Nuestras industrias han sido habilitadas para el trabajo; pero a condición de entregar casi todo y quizás más del valor de su producción al prestamista. Preferíamos, impulsados por las doctrinas preponderantes, pagar carísimo el crédito en el extranjero, antes que hacernoslo barato, gratis, los unos a los otros en el país. La consecuencia es esa emigración real y permanente de la mitad de nuestras mayores ganancias anuales, que tan hondas perturbaciones produce en nuestras finanzas y en nuestra situación económica.

Sí no emigrara más que esas cantidades!... Pero en distintos rumbos, por distintas puertas, se van otras que no se anotan en las estadísticas de Aduana, pero que no por eso salen de una manera menos efectiva. Pero aunque esas cantidades no estén en los libros que se escriben en Europa sobre la balanza de comercio, y cuyas doctrinas no se aplican siempre aquí con entero buen juicio: hay que agregar a los intereses y a las amortizaciones de las deudas los pequeños y grandes capitales de los extranjeros que vuelven a sus lares, con una fortuna que colma sus aspiraciones, redondeada en años de trabajo y de economía entre nosotros. Y a estos capitales, el envío periódico y permanente de pensiones grandes y chicas con que los extranjeros que se quedan socorren y sostienen a sus parientes de Europa.

Estas corrientes emigratorias de oro no existen en los pueblos viejos, constituidos con elementos exclusivamente nacionales; pero no nos parece que carezcan de importancia en los cosmopolitas y jóvenes pueblos de América. Aumentan en los tiempos de crisis, porque espantan a los elementos conservadores que acumulan por medio del ahorro, y aumentan en los tiempos de prosperidad y de especulaciones, por la facilidad con que se improvisan las fortunas. Pero... ¿a cuanto ascienden?... No lo sabemos. Lo que si decimos, es que hay que deducirlos del excedente de producción que conquistamos con nuestra miseria.

Y no es esto solo: - hay otros rubros. Los capitales del país han sido hasta ahora escasos o nulos, inexpertos, y poco activos. Todas las grandes obras y un número considerabilísimo de las chicas han sido hechas o adquiridas por Sociedades y capitales extranjeros. Y todas estas obras, empresas y negocios, hábilmente administrados, dan pingües dividendos que salen perpetuamente del país. Ahí están los bancos; ahí esta el gas; ahí están las aguas corrientes; ahí esta la fabrica de extracto de carne, los saladeros, las compañías de seguros y las sociedades anónimas en todo género con subas que chupan el oro en nuestro suelo para irlo a derramar en el de otros países. ¿No hay que deducir este oro del excedente de la producción sobre el consumo?....

Más aún. Casi todas las estancias del Norte de la República, pertenecen a fuertes capitalistas brasileros, que en su mayor parte no residen en el país. Todas, pues, casi todas las utilidades de esas vastas zonas van a parar al extranjero y se acumulan en los bancos de Río de Janeiro o Río Grande. La introducción de los alambrados la hecho innecesaria la población y la ha arrojado de los campos. ¡Ni la porción congrua necesaria para la modesta existencia de las familias desheredadas que la componían queda ya en el país! ¡Y todo esto agregado a las utilidades de los importantes establecimientos del Sud, pertenecientes a sociedades y propietarios, que residen fuera de nuestro territorio! -¿no hay que deducirlo del excedente de la producción sobre el consumo?...

¿Nos queda algo aún de ese excedente?... Pues ahí esta Buenos Aires a dos pasos. No puede enviarnos un solo peso, pero puede brindarnos, -con las ventajas del cambio,- sus fincas, sus terrenos, sus ganados a bajísimo precio. Además allí la vida es extraordinariamente barata para el metalista de Montevideo, pues aquel país se basta a sí mismo y los productos nacionales se sustraen en gran parte a las subas y bajas del oro. Nadie viene de allí sin sacrificios; pero muchos reducen a metal lo que aquí tienen y se van a vivir allá con ventajas. Sustrayendo todas estas sumas del excedente de la producción, - ¿queda algo aún?.

Pues, ese algo se lo engulle la usura, la usura de los partidarios del oro a todo costo, que hacen su botín en el desastre nacional, como el ave de presa su fiesta en el campo de la batalla.

Tal es la situación de la República. Todo el oro se va y el que permanece en el país se encierra silencioso, a la espera de la almoneda que hunde a una familia en la desolación. No hay salida para el hijo del país, para el habitante del país, que aunque no haya nacido en él, este vinculado a su suerte. Es necesario cruzarse de brazos y esperar. Esperar, -¿qué? Nada: la ejecución, que en vano se aplaza. El que posee una finca, una suerte de estancia, una industria, nada tiene si debe algunos centenares de pesos. Recorrerá toda la República y no los hallará. Solo saldrán de las pesadas cajas, cuando se resuelva o se vea obligado a malbaratar cuanto posea. De esa manera irá paso a paso la nación a parar a manos de unos cuantos cada vez más poderosos, cada vez más absorbentes!

Y como remedio para tanto mal -¿qué piden algunos órganos de la prensa? Que el país entregue a una compañía de extranjeros la única arma que le resta para combatirlos: - el Banco Nacional, el Banco de Estado! O bien: - que le abandone a los acaparadores de oro de la República! – Es decir: - que se cree una nueva compañía radicada en el exterior, para que continúe, amparada por concesiones y privilegios, la grande obra de la extracción del oro! –Es decir: - que se entregue una nueva arma a la usura del país para que pueda ejercerse en mayor escala, privilegiada, sin temor a competencia alguna, absolutamente en triunfo!

No, no saldremos del abismo, rodando más hacia su oscuro fondo! No se sale por ahí!

El Banco de Estado es la única salida, prestigiado por la opinión pública que vea en él, libre de las preocupaciones que ha difundido en el país una prensa exótica, su salvación única. Solo el Banco de Estado, en las condiciones que ha llegado el crédito nacional, puede habilitar al habitante del país para que continúe su interrumpida tarea, sin exigirle retribuciones que lo reducirían nuevamente a la ruina.

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